29; HIELO Y FUEGO

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HIELO Y FUEGO

Aegon realmente debió pensarlo bien antes de decidir pasar su preciada maraca de hermano a hermano. Ver el objeto pasar por las manos de sus hermanos era nostálgico, Jace ya había dejado de lado el juguete para que Lucerys y Visenya lo usarán cuando quisieran pues su atención ahora estaba en entrenar para convertirse en jinete de dragón. Aegon, Aemond, Helaena y Daeron iban con Jacaerys a esas clases, aunque el mayor solo iba para estar mimando a Sunfyre mientras sus tíos y su hermano aprendían sobre el vínculo que debían tener con sus dragones. De hecho fue durante una de esas clases, después que Aemond le ordenase a Stormfyre escupir fuego por primera vez, que Helaena reclamó a Dreamfyre. Había sido impresionante verla sobre la dragona una vez más y se sintió llorar cuando ella le sonrió desde la montura mientras los cuidadores le decían que tuviera cuidado. Jacaerys se había mostrado maravillado aquel día y en un susurro le dijo a su hermano que pensaba que Helaena era muy hermosa.

Aquel comentario le hizo pensar en que tal vez debía poner la idea de un matrimonio entre ellos en la cabeza de su abuelo, pero después vio a Jace y Baela juntos y ese plan quedó en el olvido.

Lucerys, por su parte, seguía amando la maraca que ahora compartía con su hermana. A Visenya le gustaba, más que nada, sacudirla para Joffrey que disfrutaba escuchar el sonido que hacía el objeto. Tanto gusto tenía su hermana por el objeto que decidió nombrar a su dragón Searax cuando Aegon le comentó que así solía llamar a su maraca cuando era un niño. De cierta forma se sintió conmovido porque sus tres hermanos tomaban muy en cuenta lo que él decía y para ellos su palabra era la definitiva. A veces se sentía mal por ello porque no lo merecía, no había sido una buena persona, pero la mayor parte del tiempo se sentía feliz de ser tan cercano a sus hermanos. Era difícil ignorar la culpa que sentía al comprar esa relación con la que tuvo en su vida pasada con sus otros hermanos, pero trataba de ahogarla pasando tiempo con ellos y manteniendo una buena relación de tíos y sobrino.

—Tiene una carta de Lady Cassandra mi Príncipe—el maestre le extendió el mensaje con una pequeña sonrisa.

—Muchas gracias—le regaló una sonrisa grande mientras lo tomaba.

El maestre se alejó de ellos tras saludar a los presentes y Aegon comenzó a abrir el mensaje para leerlo. Había estado esperando aquel mensaje desde hace dos semanas así que estaba más que feliz de poder leerlo. Hace apenas unas horas había enviado un cuervo a Sotomiel y recibido uno de Isla Zarpa, la gente sonreía siempre que lo veía con cartas en sus manos porque sabían que eran de sus amigos.

—Aegon—su madre lo llamó.

—¿Sí madre?—levantó la mirada para verla.

—¿Crees que puedas hacer eso después?—los ojos de su madre bajaron al mensaje. —Le prometiste a Lady Cerelle que la acompañarías a caminar por el jardín.

Cierto, por un segundo lo había olvidado. Nadie lo podía culpar por eso, siempre ponía a sus amigos por sobre todos los que no eran parte de su familia.

—Claro, ¿lo cuidas por mi?—estiró el papel hacía ella.

—Lo tendré bien guardado—le prometió.

Asintió satisfecho con aquello y sin más señaló la puerta con su brazo para que pudieran salir. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y de los demás con un pequeño asentimiento. Ser Criston iba con ellos, como siempre, así que no requerían que alguien más los acompañara, pero su tío Joffrey decidió unirse a su pequeño paseo. Fueron al jardín favorito de Aegon, el jardín con el que siempre soñaba cuando veía a su abuela Aemma, su refugio en esos años que no la había visto. Iban hablando de cosas triviales, sobre Sunfyre y Caníbal, sus clases, sus hermanos, sus tíos, y un poco de sus amigos. Aunque el último tema parecía ser un poco sensible pues la menor arrugó la nariz con desagrado cuando hablaron de ellos.

—¿Ha pensado en su futuro Príncipe?—la menor se detuvo para verlo mejor. —Quiero decir, está en la edad para casarse, sobre todo siendo el primogénito de la heredera.

Aegon se quedó congelado en su lugar. Había estado ignorando el tema de su propio matrimonio por razones que desconocía, sabía que debía casarse, pero era muy difícil verse casado con alguien en esa vida. Su matrimonio con Helaena en su vida pasada había sido miserable, más para ella que para él, y no pensaba pasar por eso una vez más. Casarse sin amor había sido la condena de todos pero ¿acaso había alguien que llegué a amarlo aún sabiendo la clase de monstruo que era? ¿Podía él llegar a amar a alguien?

El único amor que podía llegar a sentir aparte del amor familiar era el amor que sentía por sus amigos. Aliandra, Cassandra, Clement, Joffrey, Alan, Cregan, a ellos los amaba demasiado, eran sus mejores amigos. Pero cada vez que pensaba en el amor que debían tenerse las parejas casadas un escalofrío lo recorría de pies a cabeza y no porque no se sintiera merecedor, si no porque la persona que aparecía en su mente cuando pensaba en ello hacía que se sonrojara hasta las puntas de sus orejas y que su corazón se acelerara. Estaba seguro que estaba enfermando y que iba a morir pronto, era la conclusión más lógica que encontró a su dilema.

—Yo no...realmente no—miró su árbol favorito, aquel dónde había conocido a Jocelyn y Aemon en su sueño hace años—. Aunque supongo que es muy probable que me case con Baela o Helaena, son las candidatas más fuertes para un matrimonio, incluyendo a Rhaena.

—¿Qué hay de Lady Cassandra o...Lady Aliandra?

—Uh, no, ellas son como mis hermanas—la miró con el entrecejo fruncido—. Es como si me pidieran casarme con Visenya, sería normal, pero no lo haría.

—¿Consideraría casarse con alguien fuera de su familia?

Aegon sabía que estaba tratando de meterle en la cabeza la idea de un compromiso entre ellos, unir a los Lannister con los Targaryen, lograr lo que su padre no logró con la madre de Aegon. Casi ríe al pensar en lo que sus amigos dirán cuando les cuente, pero logró contenerse a tiempo. No quería ofenderla o hacerla sentir mal.

—Aún no lo he pensado bien, pero quizás.

Ella asintió y regresaron a hablar de cosas triviales, pero la pregunta no dejó de dar vueltas en su cabeza. Tenía catorce veranos, en su vida pasada ya estaba comprometido con Helaena a esa edad, pero en esa vida su tía Laena ya estaba muerta así que estaba bien que las cosas hubiesen cambiado. Al menos algunas porque ver a Aemond mirando a Cassandra con ojos brillantes realmente lo había sacado de balance, pero no esperaba menos cuando el menor casi siempre iba con él a Bastión de Tormentas o estaba presente cuando Cassandra visitaba. Era extraño, pero podía pasarlo, así como el aparente gusto de Jace por Baela y Helaena.

Lo que sí le sorprendió fue que Joffrey, su amigo, se comprometió con Nadia Royce. La noticia le había hecho levantar una ceja, pero no dijo nada aparte de un "felicidades" y esperó a que Aliandra y Cassandra conocieran a la joven para que les dieran su opinión. A ambas les cayó bien y, aunque el padre de ella odiaba a Aegon por ser un Targaryen, a él también le cayó bien. No iba a decirle que no a una nueva forma de molestar a Daemon. Y con el compromiso de Joffrey comenzaron a llover las preguntas de sus amigos sobre con quién iba a comprometerse, los únicos que no le preguntaban eran Cregan y Alan que parecían no querer tocar esos temas aún. El segundo porque era el más joven de los siete y el primero seguramente para darle privacidad a Aegon sobre eso.

—No debes apresurarte, seguramente madre no quiere ni pensar en comprometerte con alguien aún—le dijo Helaena una tarde mientras veían a Joffrey gatear por la habitación. —Además, el hielo aún no se encuentra con el fuego.

—¿Qué significa eso? Aliandra y Cassandra lo dicen mucho—la miró confundido y ella solo le sonrió.

—Oh, nada, es solo algo que hablamos las tres.

Comenzaba a arrepentirse de dejar que se hicieran amigas.

—Aeg—Joffrey lo llamó tirando de su pantalón.

Olvidó su conversación con Helaena para darle toda su atención a su hermano, y cuando Joffrey fue a tomar una siesta Visenya ocupó su lugar demandando que Aegon le diera atención. Amaba a sus hermanos pero estaba comenzando a pensar que los tenía muy mimados. Aunque ¿quién era él para juzgarlos cuando fue el más mimado de todos? Pero Daemon no podía saber que pensaba en sí mismo como un mimado. Hablando de Daemon...

—Bestia, tenemos entrenamiento en unos minutos, ¿por qué no estás listo?—el mayor lo miró como si fuese un insecto.

Aegon comenzaba a pensar que soñaba con las mil formas de torturarlo todos los días.

—Eh...el abuelo dijo que me necesitaba—mintió.

—¿En serio?—Daemon alzó una ceja. —Nadie me informó de eso, pero está bien, te llevaré con él.

—No será necesario, Ser Criston me llevará—miró al hombre que le regresó la mirada con algo de diversión en sus ojos, ya acostumbrado a eso.

—No, insisto, yo te llevaré.

Estaba a punto de patearlo y huir, algo que hacía mucho, pero corría el riesgo de ser atrapado. Por suerte Baela y Rhaena aparecieron a tiempo para salvarlo.

—¡Padre!—Rhaena se apresuró hacía su padre riendo. —¿Ya iremos a volar?

—Debo entrenar con Aegon, cariño, cuando termine las llevaré a volar—su voz se suavizó cuando le habló a su hija.

—¿Podemos ver el entrenamiento?—Baela se detuvo junto a Aegon.

—¡Aegon!—la voz de su padre lo sobresaltó.

¿Había hecho algo que mereciera un castigo? No, y si lo hubiese hecho su padre nunca lo castigaría, solo lo miraría con resignación y lo dejaría ir después de decirle que no lo volviera a hacer. Se giró a verlo y frunció el entrecejo al darse cuenta que se acercaba a él con pasos apresurados y su tío Joffrey casi corriendo detrás de él. Ya comenzaba a cuestionarse qué había hecho mal, pero en todo el día solo había estado en clases y volando así que no hizo nada mal. ¿Cierto?

—¿Padre?—dijo con duda, mirando a su tío que miraba la escena con diversión, seguramente esperando que lo castigaran.

—Ven conmigo, tu madre nos espera.

—¿Qué sucede?—comenzó a preocuparse entonces, la última vez que lo miraron así fue cuando le avisaron que Lalia ya no estaba con ellos.

Su padre no le dijo nada, solo tomó su mano y lo guió lejos de su tío y sus primas. Su corazón se apretó, algo estaba mal, podía sentirlo en todo su ser. No dijo nada tampoco, solo siguió a su padre a los aposentos de ¿su abuelo? ¿No iban a ver a su madre? ¿Por qué estaban ahí? Dentro de la habitación estaban su abuelo, su madre, y Lord Lyonel, los tres lo miraron al entrar y Aegon notó la tristeza en sus ojos.

—¿Madre?

—Aegon cariño, ven, tenemos que...

—¿Qué pasa?—la interrumpió con desesperación—¿Pasó algo malo?

Su padre lo soltó para tomarlo por los hombros y bloquear su vista de los demás.

—Llegó una carta del Norte, escrita por Lord Benjen.

—¿El tío de Cregan?—el terror le cortó la respiración—¿Le pasó algo a Cregan?

—No, Aegon, Cregan esta...es su padre.

Sus ojos se abrieron con sorpresa y todos contuvieron la respiración esperando por la reacción que tendría ante la noticia. ¿Pero cuál sería su reacción si no corriera hacía la fosa para treparse en Caníbal y volar al Norte para estar con Cregan? Sin cuidado se soltó del agarre de su padre y corrió fuera de la habitación dejándolos atrás. Sentía ganas de vomitar, no podía ni imaginar el dolor por el que Cregan debe estar pasando porque tan solo pensar en perder a su padre le hacía querer lanzarse al mar desde el lomo de Caníbal.

Nadie lo detuvo en su camino, ya acostumbrados a verlo correr por toda la fortaleza sin cuidado. Esa vez no escuchó a Ser Criston siguiéndolo así que asumió que se había quedado atrás por petición de sus padres. Como siempre sus dragones estaban afuera así que solo tuvo que subirse al lomo de Caníbal y ordenarle alzar el vuelo. Su corazón estaba acelerado, doliendo por su amigo que estaba sufriendo en ese momento. Fue realmente cruel porque Cregan perdió a toda su familia, su madre, su hermano, y ahora su padre, pero suponía que no podía cambiar todo. Y no había sido el único de sus amigos en perder a alguien. Alan había perdido a su padre, Aliandra a su madre cuando aún era una niña, y Cassandra también había perdido a su madre hace años atrás, pero ellos seguían teniendo a sus otros padres con ellos. Cregan acababa de perder al único padre que le quedaba.

Voló sin descanso todo el día y la mayor parte de la noche, alcanzó Winterfell cuando la luna estaba en el punto más alto del cielo, iluminando el lugar dónde aterrizó con Caníbal y Sunfyre. No esperó nada para bajar de la silla y en ese momento lamentó no haber llevado un abrigo con él. En la noche se sentía aún más el frío y estar sin abrigo era literalmente una sentencia de muerte. Se conocía el camino hacía la fortaleza de los Stark aún sin las antorchas en el camino encendidas así que comenzó a descender la colina. Cuando iba por la mitad dos guardias de los Stark aparecieron con antorchas y un caballo extra para él.

—Bienvenido de regreso Príncipe.

Uno de los guardias le prestó su abrigo y terminaron de descender la colina juntos. Al llegar a la fortaleza el tío de Cregan lo estaba esperando con sus hijos pero Cregan no estaba por ningún lado.

—Príncipe Aegon, quisiera decir que no lo esperábamos, pero no pensé que fuese a tardar mucho en llegar una vez recibiera la noticia.

—Lord Benjen—saludó con una sonrisa forzada—, pensé que llegaría cuando el sol estuviese saliendo, supongo que Caníbal voló más rápido esta vez.

—Supongo que está cansado, no tenemos una habitación preparada en estos momentos pero puedo pedir que arreglen una—por fin se movió para dejarlo pasar y Aegon se quitó el abrigo que tenía sobre sus hombros para regresarlo a su dueño.

—No se preocupe, quisiera ver a Cregan—el hombre asintió—. Disculpen la interrupción a su descanso.

—No es problema, Príncipe.

Benjen Stark lo acompañó hasta la puerta de la habitación de Cregan y ahí se despidió de él. Aegon ingresó en silencio, no queriendo molestar a Cregan, pero cuando se asomó encontró al pelinegro sentado en la cama mirando hacía la ventana. Con el sonido de la puerta siendo abierta Cregan giró la cabeza para mirarlo y él le sonrió levemente antes de cerrar la puerta.

—Pensé que estarías dormido—murmuró avanzando hacía la cama.

—Escuché a Sunfyre chillar—movió las sábanas de la cama invitandolo a subir—. No estás abrigado, hace frío.

—Siento haberte despertado—se disculpó quitando sus guantes—. No está tan frío—mintió. —¿Cómo estás?

—No me despertaste, ya estaba despierto, sabía que llegarías hoy así que estaba esperando por ti—confesó apartando la mirada con las mejillas rojas.

—No debiste hacerlo, debes dormir—lo regañó mientras se quitaba los zapatos—, no era seguro que llegará hoy.

—Pero yo sabía que lo harías—volvió a mirarlo cuando se trepó en la cama.

—No respondiste mi pregunta—le recordó cuando se cubrió con las sábanas. —¿Cómo estás?

—Estoy...no lo sé.

Se acostaron en silencio por varios minutos y Aegon tomó la mano de Cregan bajo las sábanas, mirándolo con simpatía. Cregan se veía tan triste que tenía ganas de abrazarlo hasta que se sintiera mejor. Pero solo se quedaron en silencio con sus manos unidas.

—Si quieres llorar puedes hacerlo—susurró Aegon al fin.

—Ya lloré lo suficiente—estaba seguro que lloró solo en su habitación sin que nadie lo viera u escuchase.

—Cregan...

—Estoy bien—lo interrumpió.

Aegon apretó los labios pero no dijo nada más, solo se movió más cerca con intenciones de abrazarlo, pero Cregan se giró hacía él en ese momento y se encontraron cara a cara de repente. Los ojos grises de Cregan se veían oscuros gracias a la poca luz que les brindaban la luna y el fuego en la chimenea y no se despegaron de los suyos en ningún momento desde que se encontraron. Su estómago dio un vuelco, la respiración y el corazón se aceleraron, y sintió el calor subir a sus mejillas. La mano libre de Cregan subió hasta llegar a su mejilla y la acarició con un roce que le hizo contener la respiración.

—Aegon—lo llamó en un susurro—, eres realmente hermoso, ¿lo sabes?

Las palabras se atoraron en su garganta y le fue imposible reaccionar de otra forma que no fuese la impulsiva. Sin más se inclinó hacía adelante y dejó que sus labios chocaran con los de Cregan. Se alejaron sorprendidos, con los ojos bien abiertos y las mejillas completamente rojas. Aegon abrió la boca para decir algo pero no le salió nada. No sabía si sentirse avergonzado o no, solo sabía que no se arrepentía de haberlo hecho.

—Deberíamos dormir—susurró soltando la mano de Cregan.

—Si...—el pelinegro lo miró por varios segundos. —Buenas noches, Aegon.

—Buenas noches, Cregan.

Ninguno de los dos pudo dormir esa noche, Aegon estaba pasando por una crisis muy grande como para pensar en dormir. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, se comenzó a sentir mal cuando sintió a Cregan moverse por décima vez. Era dos años más grande que Cregan, pero estaba viviendo su segunda vida, eso quería decir que tenía toda una vida de diferencia. Sin contar que en esa vida pasada Cregan realmente había deseado asesinarlo en nombre de Rhaenyra. El recordatorio le revolvió el estómago y no de la forma en la que el beso lo hizo. Sentía que se estaba aprovechando de Cregan y no podía hacerle eso. Debía disculparse y nunca volver a hacerlo.

Cuando el sol salió al día siguiente ninguno de los dos dijo algo, solamente siguieron con su día como si nada hubiese pasado. Aegon fue a visitar a sus dragones, recibió a su padre cuando apareció después del desayuno y lo ayudó a instalarse en una de las habitaciones de invitados de los Stark. No vio a Cregan hasta la tarde, cuando decidió ir al bosque para despejar su mente y tratar de olvidar lo que había hecho e ignorar los sentimientos que comenzaban a tener sentido para él. No podía hacerle caso a su corazón, no era lo correcto, tenía responsabilidades y expectativas que debía cumplir, no podía simplemente dejar todo porque si lo hacía no solo se estaría perjudicando a sí mismo. No iba a perjudicar a su familia, mucho menos a Cregan.

—¿Me estás evitando?—la voz de Cregan lo hizo saltar en su lugar.

—No, no lo hago, simplemente estuve con mi padre—se excusó negándose a verlo.

—Es una excusa—Aegon podía escucharlo poner los ojos en blanco—. Debemos hablar de lo que pasó.

—No fue nada, me disculpo por eso, yo...

—¿No fue nada para ti?—lo interrumpió, avanzando hacía él con pasos pesados. —Mírame a los ojos y dime que no fue nada.

Era realmente injusto que aún cuando era dos años menor Cregan ya era de la misma estatura que él porque eso significaba que sería más alto. No era el momento de quejarse de eso, pero era mejor que enfrentar la realidad, cosa que era difícil cuando Cregan lo tenía agarrado del brazo y no lo dejaba huir como hacía siempre.

—Dilo Aegon, dime que no fue nada—insistió con los dientes apretados, claramente molesto.

—¿Por qué?—frunció el entrecejo—¿Para que me juzgues como lo harán todos si se enteran?

La expresión de dolor que apareció en el rostro de Cregan le hizo sentir mal y quiso disculparse, pero la disculpa murió en su boca cuando los labios del pelinegro chocaron con los suyos una segunda vez. Se separaron cuando el aire les faltó y ambos tenían las mejillas rojas, Aegon más que nada.

—Tu...

—Pensé que era muy obvio, al menos lo fue para los demás y para mi padre.

Claro que todos se darían cuenta antes que él. Los sentimientos románticos no eran una prioridad en su vida, nunca lo fueron, ni en esa ni en la pasada, era algo que nunca tuvo y nunca pensó tener. Pero ahí estaba, de pie en medio del bosque con Cregan que lo miraba como si Aegon fuese la persona más hermosa del reino. Su mente comenzó a gritar y los recuerdos de su vida pasada, todo lo que hizo, le hicieron alejarse. Cuando se alejó su corazón dolió porque las pequeñas acciones de Cregan, y las suyas, comenzaron a tener sentido.

¿De tanto huir de las relaciones con mujeres había acabado interesándose en los hombres?

—Tenemos responsabilidades, no podemos...

—No voy a dejarte ir si tu te sientes igual, Aegon, no importa si debemos huir a Essos, lo haré por ti.

La determinación en los ojos de Cregan debió asustarlo, pero en lugar de eso le hizo sonreír porque su corazón había ganado la batalla contra su cerebro en ese momento y no existía nada más que ellos dos en medio de ese bosque. El Aegon del futuro se preocupará por el compromiso y los hijos, el Aegon del presente quería saber lo que era ser amado por alguien.

■■■■

NOTA:

QUE BONITOS QUE SON, LLORO.

Me siento como una madre viendo a su hijo crecer, no puedo creer que ya estoy escribiendo esta etapa de la vida de Aegon (y de los niños en sí). Dios, me está dando nostalgia. Se siente como si hubiese sido ayer que escribí como Aegon aprendió a caminar.

Aaaaa no estoy lista para escribir lo que se viene.

En el siguiente haremos salto de tiempo y así, aún no sé de cuanto, por ahí les aviso.

A este capitulo tuve que sacarle unos cuantos detalles por las normas de wattpad, pero solo fueron como cuatro oraciones que si estarán incluidas en la versión de ao3 por si quieren leerlo allá (estoy con el mismo usuario).

Espero que les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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