30; MATRIMONIO DE ORO

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MATRIMONIO DE ORO

Después de aquella confesión Aegon sentía que estaba entre las nubes. Pasaba todo su día junto a Cregan, paseando por el bosque, el pueblo, o simplemente se quedaban sentados frente al fuego en la sala principal de la fortaleza jugando o hablando de cualquier cosa. Pero sin duda alguna sus momentos favoritos eran las noches, cuando podía dormir abrazado de Cregan sin que nadie le dijera algo. Antes dormían tomados de las manos bajo las sábanas o muy cerca el uno del otro, pero ahora Aegon no podía dormir sin ocultar su rostro en el cuello de Cregan, o sin sentir los brazos del pelinegro abrazandolo. Para Aegon despertar junto a Cregan era lo mismo que la palabra perfección. Siempre era el último en despertar y lo hacía de a poco sintiendo como el pelinegro le acariciaba el cabello o dejaba besos en su cabeza.

Si alguien le hubiese dicho que iba terminar convirtiéndose en un romántico con tan solo una semana de haber notado sus sentimientos se hubiera reído en su cara porque nunca pensó que llegaría ese momento. Ahora podía entender a las mujeres con las que solía acostarse antes y le hablaban de amor, de lo que ellas alguna vez quisieron en sus vidas y eso de lo que él se burló tantas veces. Estaba seguro que ellas se reirían de él ahora si lo vieran metido bajo las pieles y las sábanas en su cama, mirando con ojos brillantes como Cregan acomodaba la mesa para que pudieran comer algo.

Ah, realmente estaba enamorado.

Aquel pensamiento hizo que sus mejillas se calentaran. Dioses, quién lo diría. Aegon enamorado. Él que se la pasaba metido en burdeles haciendo cosas que no debía, que nunca recibió ni siquiera el amor de su familia, que nunca supo el significado de la palabra amar. Pero estaba viviendo su segunda vida, ahora tenía el amor de su familia, sus amigos, el amor de su ¿novio? ¿Eran novios? Había pasado casi un mes ya desde que se confesaron en el bosque y aún no habían hablado de eso. La verdad le aterraba preguntar así que cada vez que tenía el tema en la punta de la lengua se lo tragaba y no volvía a pensar en ello por un tiempo.

—¿Estás bien?—la voz de Cregan lo sacó de sus pensamientos. El pelinegro lo miraba desde la mesa.

—Si, estoy bien—respondió sentándose en la cama, ya era hora de levantarse por completo.

—Joffrey y Clement llegarán en unos momentos pero si quieres puedes quedarte a seguir durmiendo—le ofreció abriendo una silla para él.

—No hay problema, debo ver que Caníbal y Sunfyre estén bien—le sonrió en agradecimiento antes de sentarse.

—¿Irás a volar?—asintió en respuesta tomando un pedazo de pan.

—Puedes venir conmigo, Caníbal y Sunfyre ya te conocen así que no te harán daño—duda eso de Caníbal pero todos debían creer que confiaba en el dragón.

—Claro...aunque solo aceptaré si es con Sunfyre.

Aegon puso los ojos en blanco. Claro, todos siempre dudaban de Caníbal, nunca le creían cuando decía que ya había cambiado. Si, aún era algo agresivo, pero estaba más controlado que antes. Ya no trata de comerse otros dragones y solo intenta comerse a las personas una vez al mes. ¡Era un gran progreso! No era justo que siguieran dudando de él cuando se esforzaba.

—Mejor no, no llevaré a volar a nadie que discrimine mis dragones—murmuró metiendo un pedazo de pan a su boca.

Cregan lo miró tratando de descifrar si estaba hablando en serio o no, después de unos segundos trató de contener su risa porque era chistoso ver a Aegon fingiendo que estaba ofendido.

—¿Y te atreves a reírte?—Aegon lo miró mal. —Ush, que mal novio eres, mejor hubiera ido a desayunar con mi padre.

La risa de Cregan se detuvo de forma abrupta al escucharlo. Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos se fijaron en Aegon que miraba hacía otro lado fingiendo indignación. Al notar el silencio Aegon lo miró, encontrándo directamente los ojos grises de Cregan que lo miraban con atención.

—¿Qué...?

—Tu...dilo de nuevo—Cregan lo interrumpió.

—¿Ah?—Aegon lo miró confundido, ¿había dicho algo mal? No sería la primera vez que ofende a alguien por decir algo sin pensarlo.

Aún recuerda cuando a los cinco le dijo a una señora que su perro estaba feo y su madre tuvo que regañarlo para mantener las apariencias. O la vez que le dijo a Aemond que era peor que un títere dejándose manipular y se ganó un libro en la cabeza. Y ni hablar de la vez que le dijo a Helaena que su vestido verde estaba feo y que no le quedaba bien, ese día casi lo arrastra por toda la fortaleza del cabello y solo su padre pudo salvarlo.

—Lo que dijiste—insistió Cregan—, repitelo.

—¿Que debí ir a desayunar con mi padre?—dijo con algo de duda.

—Lo otro.

¿Lo otro?

Cuando su cerebro captó lo que había dicho se sonrojó hasta la punta de las orejas y se encogió en su silla. Maldición, debía pedirle a los dioses que controlaran lo que salía de su boca.

—Yo...—apartó la mirada huyendo de los ojos grises que no dejaban de verlo. —Si lo somos, ¿no?

Hubo una pausa que lo llenó de ansiedad. ¿Y si decía que no? Le había entregado su corazón a Cregan aquella tarde en el bosque y lo seguía haciendo cada día que pasaban juntos. Sabía que eventualmente su padre y él tendrían que regresar a casa, ya habían estado en Winterfell por casi un mes, pero se iría dejando su corazón a Cregan. Porque lo amaba, era la primera persona a la que amaba realmente, y solo confiaba en que él nunca le haría daño.

—Si—respondió después de unos segundos—, lo somos desde esa tarde, ¿no?

Volvió a mirarlo y asintió al encontrarse con sus ojos. Si, claro que si, su corazón le pertenecía a Cregan desde aquella tarde así que estaba bien.

Se encontraron con Laenor y Benjen en la puerta principal de la fortaleza, ambos hombres los despidieron cuando avisaron que irían con los dragones y no se ofrecieron a acompañarlos porque Laenor confiaba en Aegon y Benjen realmente no se preocupaba tanto por Cregan. Cuando alcanzaron a los dragones Sunfyre no estaba, solo estaban Caníbal y Seasmoke, pero Aegon sabía que aparecería apenas alzaran el vuelo. Caníbal los dejó subirse a la montura sin problema, aunque Aegon tuvo que arrastrar a Cregan para que se subiera, y alzaron el vuelo en poco tiempo. Apenas habían dejado la tierra cuando Sunfyre apareció de entre las nubes chillando con felicidad. Aegon sonrió viendo como daba vueltas antes de volar a su lado con calma.

No volaron por mucho tiempo porque Aegon sabía que a pesar de haberlo hecho muchas veces nadie sin la sangre del dragón se acostumbraba a eso realmente. A menos que sea Joffrey con su amor por las alturas. Regresaron a tierra sanos y salvos, más o menos. Aegon arrugó la nariz al ver como Cregan regresaba la mayor parte de su desayuno detrás de un árbol. Antes de irse pudo ver a Sunfyre acurrucarse bajo el ala de Caníbal que lo rodeó con su cuerpo. El dragón dorado ya no era tan pequeño como antes y era más difícil para él meterse bajo el ala del dragón negro, pero no parecía importarle en lo más minimo. Descendieron la colina juntos y cuando llegaron al final se encontraron con los primos de Cregan que les avisaron de la llegada de sus amigos.

Clement y Joffrey estaban en la sala principal de la fortaleza, el primero con tres cartas en sus manos que entregó a Cregan luego de darle sus condolencias por la muerte de su padre. Las cartas eran de sus amigos que no podrían viajar al Norte en un tiempo, aunque Aliandra aseguró que iría a visitarlo pronto con Alan y Cassandra lo invitó a Bastión de Tormentas.

—Así que...—comenzó Clement mirando entre Aegon y Cregan—¿Ya pasó?

—¿Qué pasó?—Aegon lo miró confundido.

—Si—Cregan respondió como si nada.

—¡Al fin!—Joffrey exclamó pasando un brazo por los hombros de Aegon. —Dime, querido primo, ¿qué se siente tener pareja?

Aegon de verdad debí comenzar a prestar más atención a ciertas cosas.

—Dime tu, tu eres el que está comprometido—puso los ojos en blanco.

—De verdad me sorprende que haya pasado algo, pensé que se iban a morir sin confesarse—añadió Clement.

—Yo también lo pensé—el entrecejo de Aegon se frunció y le pegó a Cregan en el hombro al escuchar su respuesta.

—Me has ofendido dos veces hoy, ya no me hables por el resto del día—se cruzó de brazos, ofendido, y miró hacía otro lado.

Clement y Joffrey no se aguantaron la risa, disfrutando del show de Aegon fingiendo estar ofendido. Al menos hasta que terminaron siendo golpeados por Aegon y comenzaron una pequeña guerra que los llevó a correr por toda la fortaleza.

Dejaron Winterfell tres días después de la llegada de sus amigos. Aegon se despidió de Cregan con un beso en su habitación, pero afuera se abrazaron antes de que el mayor se trepara en la montura de Sunfyre. Los tres dragones abandonaron el Norte y volaron sin descanso para llegar lo antes posible a Desembarco del Rey. Cuando se encontraba de regreso fue que Aegon se puso a pensar en sus hermanos realmente y llegó a la conclusión de que los extrañaba demasiado. No podía esperar cargar a Joffrey y abrazar a sus hermanos. Claro que ser atacado por tres niños ni bien puso un pie en la fortaleza no es muy agradable pero no se quejó.

Escuchó su nombre ser repito muchas veces, sus tres hermanos felices de verlo de regreso y él les sonrió de regreso como saludo, tratando de moverse para poder entrar. Estaba cansado por el viaje y quería dormir, pero pasó a saludar a su madre y a Joffrey antes de quedarse dormido en el sofá. Mientras dormía fue cambiado de lugar por su padre que tuvo compasión al ver la posición incómoda en la que estaba dormido. Cuando despertó al día siguiente retomó su lugar como copero de su abuelo que se veía feliz de tenerlo a su lado una vez más. Aunque Visenya se pegó de él apenas vio que se iba por la mañana y no quiso soltarlo hasta que la invitó a ir con él.

—Debemos guardar silencio durante las reuniones, solo estaremos para ayudar al abuelo—le dijo fuera de las puertas de la sala del concejo—, y si te piden que salgas debes hacerlo sin protestas, ¿entiendes?

—Bien—la niña asintió con una sonrisa.

Aegon sabía que al segundo de que le pidieran salir iba a protestar pero no le dijo nada más. Tomó la mano de su hermana y entró con ella a la sala dónde ya se encontraban todos hablando de algo que él no entendía pero que seguro le explicaría su abuelo después. Visenya, siendo la dulce niña que era, fue hacia su abuelo y lo saludó con un beso en la mejilla antes de sentarse en sus piernas. Aegon, por su parte, fue por la jarra de vino antes de saludar a su abuelo. Fue de puesto en puesto, comenzando por su abuelo y siguiendo a su izquierda. Alicent le agradeció con una sonrisa forzada y él se la regresó, aún no sabía del todo cómo tratarla así que la trataba de la misma forma en la que ella lo trataba a él. Tenso y con un toque de falsedad.

Terminó con la Mano del Rey y tomó su lugar junto a la mesita a esperar que alguno terminase de tomar su vino. Era algo aburrido estar en las reuniones pero aprendía algo nuevo cada día así que se esforzaba para prestar atención. Como siempre, desde que era un bebé, los comentarios llenos de insultos ocultos lanzados entre su madre y la Reina no faltaron, muchos de ellos le hicieron poner los ojos en blanco. Comentarios de la Reina, claro, él nunca pondría los ojos en blanco cuando su madre dice algo porque ella siempre habla con la verdad.

—Creo que debemos hablar sobre otros asuntos, Majestad—el maestre habló mirando a su madre y después a él—. ¿Debería el Príncipe estar presente, Princesa?

Su madre giró la cabeza para mirarlo y pareció pensarlo por varios segundos, Aegon podía ver la duda en sus ojos, pero finalmente asintió.

—Visenya cariño, Ser Arryk te llevará con tus hermanos—le dijo a su hija que hizo un puchero pero no protestó.

La niña se despidió de Aegon con la mano antes de correr hacía el capa blanca que la esperaba cerca de la puerta. Una vez que Visenya desapareció Aegon se sintió tenso porque de repente todos lo miraban a él. El único que no lo miraba era su abuelo que prefirió quedarse viendo la mesa frente a él.

—Han llegado muchas propuestas de matrimonio para el Príncipe—comenzó el maestre llamando la atención de todos. Aegon apretó sus manos porque llegó el momento. —El Príncipe Aegon está en edad de tener un compromiso e incluso de contraer matrimonio.

Sus ojos fueron a su madre que ya no lo miraba. Rhaenyra tenía la mirada puesta en la mesa, estaba claro que estaba escuchando, pero su mente estaba buscando una solución porque sabía que su hijo no aceptaría casarse con nadie en esos momentos. Su madre lo conocía mejor que nadie.

—El Príncipe Aegon ha demostrado ser muy amigo de la heredera de Dorne, quizás con un compromiso podremos mantener la paz con Dorne de forma legal—añadió Lyonel Strong.

—Son amigos, Lord Lyonel, mi hijo no aceptará este compromiso—Rhaenyra respondió de inmediato sin levantar la mirada—. Sin contar con que mucho menos lo harán los Martell, el Príncipe Qoren apoya la amistad de su hija con mi hijo porque sabe que no es con intenciones políticas.

—El Príncipe es el próximo heredero al trono, sacrificios deben ser hechos—opinó Alicent.

—Este sacrificio podría costarle la paz al reino—contraatacó Rhaenyra levantando la mirada—. Si proponemos un matrimonio el Príncipe Qoren dejará de apoyar la amistad que tienen y la paz frágil que existe se perderá por completo.

—La Princesa tiene razón—Lord Beesbury la apoyó con un asentimiento—, Sotomiel mantiene buena relación con Dorne por la amistad de mi nieto con la joven Aliandra y el hecho de que el Príncipe Qoren valore la amistad de su hija.

—¿Qué hay de Lady Cassandra?—Tyland añadió al notar que ese camino no llegaría a nada—¿O, me atrevo a preguntar, mi sobrina Lady Cerelle?

—Lady Cassandra y Aegon no se ven como más que primos, además puedo decir que tenía pensado otro matrimonio con Lady Cassandra—su madre lo miró y él supo enseguida a lo que se refería. —Sobre su sobrina, estoy segura que es una buena muchacha, pero mi hijo no será comprometido aún.

—¿Entonces cuándo, Princesa?—Alicent intervino una vez más. —El Príncipe tiene la edad adecuada.

—Cuando yo decida que es el momento correcto—su madre se levantó sin dejar de mirar a la mujer de verde—. Aegon es mi heredero, solo yo tengo el poder de aceptar o rechazar las propuestas de matrimonio y por el momento escojo rechazarlas.

Hubo un silencio pesado que nadie se atrevió a romper. Ni siquiera su abuelo se atrevió a tratar de mediar en la conversación. Aegon se removió incómodo en su lugar, escuchar cómo hablaban de su futuro sin consultarle era una de las experiencias más incómodas del mundo, por lo menos en su vida pasada no lo discutieron frente a él. Cuando notó que, realmente, nadie diría algo se atrevió a avanzar hacía la mesa con pasos suaves. Todos lo miraron entonces y sintió ganas de esconderse, odiaba que lo mirasen de aquella forma.

—Gracias, madre—dijo con una pequeña sonrisa—. Creo que este asunto debe ser discutido solo con la familia—sus ojos pasaron por todos los presentes. —Solo mis padres y mi abuelo pueden escoger con quién comprometerme, y solo yo puedo aceptarlo.

Nadie dijo nada y él miró como su abuelo, su madre, y el maestre sonreían viendolo con orgullo. Un minuto pasó y su abuelo decidió que era momento de terminar. Apenas el Rey se puso de pie todos lo hicieron.

—Terminamos entonces—el hombre se movió para salir—. Aegon, ven conmigo.

Se despidió de su madre con un asentimiento y una sonrisa mientras seguía a su abuelo fuera de la sala. Caminaron en silencio por los pasillos, pasando la sala del trono y los jardines, así que Aegon asumió que irían a los aposentos de su abuelo. A mitad del pasillo que llevaba a los aposentos del Rey su abuelo se detuvo y se giró para mirarlo. Aegon lo miró con los ojos bien abiertos, esperando a que le dijera qué quería hablar con él. Los capas blancas se alejaron un poco para darles privacidad y Aegon comenzó a sentirse tenso. ¿Había pasado algo?

—¿Has pensado en eso?—preguntó después de pensarlo bien.

—¿En qué?—frunció el entrecejo.

—En el matrimonio.

Bajó la mirada para ver sus zapatos. Si, había pensado en eso, pero nunca en la persona con la que se casaría. La persona por la que tendría que dejar a Cregan en algún momento. Aquello le dolió y tuvo que juntar sus manos para no tocar su pecho cuando su corazón se contrajo.

—Si—confesó—, pero no es...yo no...

—¿No has encontrado a la persona?—negó con la cabeza, aún sin levantar la mirada—¿Qué hay de Helaena?

Aquello hizo que levantara la mirada. Su abuelo tenía el rostro serio, mostrando que él sí había pensado en eso. Pero también se veía como si estuviera un poco desesperado.

—Alicent desea casar a Helaena con Aemond—le contó cuando no fue capaz de responder—, ninguno de los dos está muy feliz con eso.

—Aemond lo haría por deber y Helaena...ella sufriría—susurró lo último.

—Sé que tú tampoco ves a Helaena de esa forma, pero son cercanos y podrían hacerlo funcionar—si aceptaba tendría más tiempo—. Helaena es feliz con...

—Lo pensaré—lo interrumpió—, hablaré con ella y lo pensaré.

No dejó que su abuelo respondiera, simplemente corrió de regreso por el pasillo. Detrás de él, Criston corrió para alcanzarlo, y su abuelo los miró irse con una pequeña sonrisa en el rostro. Aegon tenía una sonrisa enorme en el rostro, aquel era un buen plan. Si se comprometía con Helaena tendría más tiempo de pensar en qué hacer, ya no tendría el peso de estar sin compromiso sobre él, podría estar más tiempo con Cregan. Aquello hizo que pisara mal y juró que vio el fin de su vida cuando perdió el balance en la escalera. Gracias a los dioses Ser Criston lo había alcanzado y pudo agarrarlo por el brazo para evitar que cayera.

—Tenga cuidado, Príncipe—le dijo cuando pudo estabilizarlo.

—¿Intentando huir del matrimonio sobrino?—la voz de su tío Joffrey le hizo mirar al final de las escaleras.

—Gracias Criston—le agradeció volviendo a mirarlo—. Y no, tío, solo fue un mal cálculo en mis pasos.

—Claro, ten más cuidado al correr, harás que a Ser Criston le deje de funcionar el corazón—dijo con un toque de burla.

—Ya estoy más que acostumbrado a las andanzas del Príncipe—Criston miró al adolescente que hizo un puchero.

Si, más de una vez terminó en el suelo por andar corriendo, pero no era motivo para que lo tratasen como si fuese un niño sin control. Si lo era pero nunca lo admitiría.

—Iré por Helaena, pueden quejarse de mi solos—continuó descendiendo las escaleras, con cuidado, fingiendo indignación.

Tanto Criston como Joffrey lo siguieron mientras hablaban de cosas que había escuchado por ahí. Hablaban más del aparente regreso de la triarquía que otra cosa, pero él no les prestó mucha atención. Encontraron a Helaena en el jardín buscando insectos con una doncella. Cuando la mujer los vió acercarse se levantó para recibirlo con una reverencia. Helaena lo miró desde el suelo, con las manos y el vestido llenos de tierra, y él le sonrió como saludo.

—Dejanos por favor—le pidió a la mujer.

—¿Sucedió algo?—preguntó Helaena cuando vio como la mujer se alejaba.

—Necesitamos hablar de algo importante—Aegon se arrodillo a su lado—. ¿Es cierto que piensan comprometerte con Aemond?

—Madre lo quiere así—se encogió de hombros regresando la mirada al suelo—, padre dijo que intervendría.

—Me lo contó—le dijo viendo como movía piedras—, dijo que no lo querías.

—Aemond tampoco lo quiere pero lo hará si madre se lo pide—dejó la piedra en su lugar y lo miró—. Madre Nyra dijo que nos ayudaría.

—El abuelo quiere que nos comprometamos—le soltó antes de arrepentirse—, creo que deberíamos hacerlo.

—Claro, no hay problema—se encogió de hombros una vez más y se levantó—. Así puedes estar con Cregan.

Aegon abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera decir algo comprendió lo que Helaena le dijo y sus mejillas se tornaron de un rojo leve.

—Tu...lo sabías—levantó la mirada para verla.

—Mmh, todos lo sabíamos—dijo como si fuese lo más normal—. Bueno, tú no lo sabías, pero nunca te das cuenta de las cosas.

Aegon la miró ofendido y ella dejó salir una risa suave que le hizo sonreír. Quizás casarse con Helaena no sería una mala opción en esa vida. Además ella sabía sobre su relación con Cregan. Todo estaría bien. Eran amigos, familia, ahora no había rencores entre ellos.

—Pero si sabes de Aemond y Cassandra, ¿no?

—Quién no sabe sobre eso—Aegon puso los ojos en blanco—, hasta madre lo notó.

Ambos se rieron. Si, estaba tomando la decisión correcta. Se comprometería con Helaena y ambos podían posponer el matrimonio lo más que quisieran con el apoyo de su madre. Todo estaría bien.

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NOTA:

Comencé a trabajar así que debo esperar a que me digan cuáles son mis días libres para ajustar los horarios de actualización, por eso no había publicado nada.

Cregan y Aegon mi imperio romano, ya me dieron ganas de escribir otra historia con ellos.

Aemond y Cassandra mis otros niños. Ya van a ver lo lindos que son.

En el próximo Aegon va a visitar a su familia en Bastión de Tormentas y habrá tristeza así que preparense.

Espero les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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