☙ 01 ⊳ 𝐀𝐦𝐚𝐭𝐞 ❧

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☙Áma(me)te❧
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Ficha Técnica

├── ☙ Participante: #1 ❧ ──┤

├── ☙ Título del OS: Áma(me)te ❧ ──┤

├── ☙ Anime: Boku no Hero Academia ❧ ──┤

├── ☙ Personajes: Mirio Togata, Lena Tanaka (Oc), Yoko Ishikawa (Oc), Toshio Tanaka (Oc), Mirko (Oc), Izuku Midoriya (breve aparición) ❧ ──┤

├── ☙ Ships: Ninguno ❧ ──┤

├── ☙ Advertencias: No es OS romántico, mención de trastornos alimenticios, temas como amor propio, algo sad dependiendo de la persona (? ❧ ──┤

├── ☙ Comodín: Ninguno ❧ ──┤

├── ☙ Número de palabras: 4857 ❧ ──┤

Algo que Lena atesoraba y siempre recordaba con cariño, era su época como estudiante.

Siempre que llegaba a casa luego de un día agotador, ella prefería refugiarse en su habitación sin dignarse a comer el almuerzo que su padre le había dejado y se encerraba en su cuarto de baño personal para admirar su anuario escolar con nostalgia, rememorando aquellos pequeños y tan comunes momentos que la hicieron feliz.

Con cariño, posaba sus uñas bien cuidadas sobre las fotos de sus antiguos amigos y amigas mientras murmuraba sus nombres, evocando con esa simple acción las anécdotas que compartió junto a ellos.

Lena soltó una ligera risa mientras los recuerdos la inundaban por completo.

Cosas como regresar a casa caminando luego de un día de clases junto a su grupo de amigos, el salir los fines de semana a pasear junto a su pareja de ese entonces, e incluso las reuniones de estudio que hacía cuando se avecinaban los exámenes le hacían formar una triste sonrisa.

Habían pasado cerca de tres años desde entonces y todo lo que le hacía ser "ella misma" había cambiado.

Las personas que más frecuentaba tomaron distintos caminos y —aunque intentaron seguir en contacto con ella— Lena siempre estaba demasiado ocupada como para verlos, además de que no quería que vean el desastre que ella se consideraba.

Cuando ella era estudiante, siempre se sintió muy cómoda consigo misma, después de todo, era atlética y su metabolismo era bueno, así que no tenía ningún problema relacionado a su figura ni su peso, pues sus padres siempre se empeñaron en que recibiera una buena y balanceada alimentación en base a lo dicho por el nutriólogo al que solía asistir.

Pero todo ello cambió cuando se graduó y alguien recoció a su madre.

Yoko Ishikawa no era el nombre real de su progenitora, ella había decidido cambiarlo como una manera de dejar su antigua vida atrás luego de todos los problemas y escándalos en los que se había metido gracias a ello.

Hace muchos años, a su madre la conocían como "Mei", una modelo que había tenido bastante éxito desde que debutó a la edad de quince años y se retiró poco después de cumplir los veinte debido a un supuesto accidente donde su rostro quedó irreconocible, pero la verdad era que había quedado embarazada de su pareja de ese entonces y a la agencia no le gustó que su imagen "pura" quedara mancillada, así que aprovechó esa oportunidad para desaparecer del ojo público y criar a su hija sola.

Tiempo después, Yoko conoció a quien se volvería su futura pareja y el padre que creía que Lena merecía.

Lastimosamente, un escritor de una revista muy conocida logró dar con su ubicación y —al ser fan de ella— la reconoció al instante a pesar de usar lentillas de distinto color, haberse teñido el cabello y usar siempre un cubre bocas cada que salía de casa.

Aquello ocasionó que la pesadilla de la cual su madre había escapado volviera a atormentarla a ella y a su familia.

Lena no tenía conocimiento sobre la gravedad del asunto y todas esas propuestas de agencias que antes solían querer tener a su madre como imagen representante le cayeron una tras otra. Y, a pesar de que Yoko le había pedido que se negase a todas ellas, la tentación de querer ser conocida y codiciada le jugaron una mala pasada. Sin que su madre pudiera evitarlo y tras su padre cegarse por la cantidad de dinero en juego y sentirse dolido por enterarse de la verdad de aquella manera, ella ya se hallaba aceptando una de las ofertas, adentrándose así en el mundo de las prendas y pasarelas.

—Lena, tus ojos también tienen que sonreír, no nos sirve una modelo que parezca muerta —regañó el fotógrafo con el que siempre trabajaba desde hace tres años al notarla perdida en sus pensamientos.

La nombrada acotó la orden e hizo lo mejor que pudo para que sus ojos "sonrieran", pero no tuvo mucha suerte. Su cabeza le daba vueltas y sentía que en cualquier momento se desplomaría.

No fue una buena idea saltarse el desayuno.

—Lo siento, pero así yo no puedo trabajar —se rindió el mayor mientras dejaba la cámara a un lado y se recostaba en uno de los sofás del estudio—. Tres años, son tres años que trabajo contigo. Dime, ¿dónde quedó la Lena del primer día?

La de cabellos oscuros no respondió la pregunta, solo se limitó a murmurar «lo siento» repetidas veces mientras bajaba la cabeza y el frío le recorría por todo el cuerpo.

Era verano y le tocaba modelar los vestidos que se venderían al público en poco tiempo, pero a pesar de ello, la temperatura de su cuerpo era bajísima y ya sentía sus huesos doler.

Mirko —el fotógrafo— pareció compadecerse de ella y la mandó a casa a pesar de que aún faltaba media hora para que la sesión del día terminase.

Lena aprovechó ello y se cambió lo más rápido que pudo por sus ropas de civil, sin saber que se avecinaba un reencuentro que podría cambiar muchas cosas.

El sol emanaba un calor abrasador para el resto de la población, quienes hacían lo posible por caminar bajo la sombra de algunos edificios, pero Lena buscaba con ansias sentir algo de ese calor, pues los escalofríos ya la tenían harta.

Sin poder evitarlo ni predecirlo, un cuerpo impactó contra el de ella, haciéndola caer al suelo debido a la poca fuerza que tenía.

—Lo siento —murmuró aún sin levantarse, ahí se dio cuenta de que el cuerpo con el que chocó le pertenecía a una pequeña niña, la cual temblaba casi tanto como ella. Sin embargo, ambas tenían motivos distintos y eso lo notó perfectamente—. Perdóname, soy muy torpe —dijo con una nerviosa sonrisa intentando aliviar el ambiente antes de arrodillarse con cuidado para que el dolor de su cabeza no empeorara, y sacudiera un poco sus gruesas y variadas prendas—.  Ven, no te quedes ahí —pidió extendiendo una de sus manos lentamente y regalándole una de las mejores sonrisas que tenía luego de quitarse el cubre bocas para darle un poco más de confianza.

La niña que no conocía se quedó callada con el miedo decorando sus rojizos orbes cuando vio aquella acción.

Lena suspiró, seguro su padre debe estar esperándola en casa para almorzar, pero no podía dejarla sin ningún héroe que se hiciera cargo de ella.

—Bien —dijo y se acomodó mejor en el suelo con cuidado de no caerse—, entonces me quedaré aquí hasta que venga alguien a ayudarnos, ¿te parece? —preguntó sabiendo que no recibiría ninguna respuesta de su parte.

Con cuidado de no espantarla, le colocó el gorro que tenía para que el sol no le cayera de lleno y guardó su cubre bocas. Tal vez, si se acostumbraba a su rostro, ya no le temería tanto.

Luego de unos segundos, dos sombras se detuvieron frente a ambas.

—¿Están bien? —preguntó el de menor estatura a lo que Lena asintió y, de manera discreta, señaló con su cabeza a la niña que tenía al costado—. ¿Te lastimaste? —se dirigió a la menor y levantó una de sus manos en un intento de ayudarla, pero ella volvió a reaccionar como antes.

—¿Segura que estás bien? —le preguntó el otro héroe a lo que la de cabellos oscuros asintió y tomó la mano que le tendía para levantarse del suelo, pero al ser un movimiento demasiado rápido, su cabeza volvió a doler y no pudo evitar sujetarla con una de sus manos—. ¿Lena?

La nombrada lo miró con confusión, no recordaba haber visto esa silueta en ningún otro momento, a lo que el chico decidió levantar su casco y se colocó en diagonal para que la luz del sol alumbrara sus facciones.

—¿Ahora me reconoces?

Era imposible no recordarlo, siendo él una de las personas con la que mejor se llevó durante su época de estudiante y el que más ánimos daba a todo su grado cuando alguien sentía fatal.

—Mirio —susurró con una mezcla de sentimientos dentro suyo.

—No des problemas a los héroes —dijo una voz detrás de ella. Al instante, Mirio volvió a colocarse el casco e hizo lo mismo con su compañero y su capucha.

De manera discreta, caminó hasta colocarse entre ella y el dueño de la voz que no pudo ver debido al gran cuerpo de su ex-amigo.

Lena sintió cómo su cuerpo poco a poco empezaba a sucumbir ante el cansancio, la falta de sueño y la falta de alimentos; sin embargo, hizo lo posible por mantenerse de pie.

«Respira, Lena. Solo respira» se repetía mentalmente mientras intentaba hacer oídos sordos a la conversación que se desarrollaba cerca suyo.

—Bueno, debemos terminar de patrullar para el almuerzo. Vamos —anunció Mirio luego de unos momentos de charla con su típica sonrisa mientras hacía un ademán para que el otro muchacho y ella lo siguieran, pero el anterior no se movió—. Lena, ¿qué te parece si te adelantas y nosotros te alcanzamos después? —propuso y la nombrada no tuvo fuerzas para negarse, así que asintió aún con la cabeza doliéndole a horrores y continuó con su camino inicial.

La fémina volvió a ponerse el cubre bocas y trató de regular su respiración mientras sus parpadeos se volvían cada vez más lentos. Se aferró débilmente a la gran polera que portaba cada que salía y sintió cómo el frío aumentaba conforme las nubes tapaban el sol y el día antes completamente despejado parecía ser sacado de una película de terror.

No supo cuántos pasos dio ni cuánto tiempo estuvo caminando desde que la lluvia empezó, lo único que sabía era que de un momento a otro, su vista se volvió completamente negra y el suelo la recibió como si aquel fuera su lugar predestinado.

Lo siguiente que vio fue el mismo techo blanco que había reconocido por una ocasión y no pudo evitar que su respiración se volviera más agitada ante el miedo de lo que podría pasar.

Lena se levantó con prisas y por poco no lograba percatarse de que —a un lado suyo— se hallaba su padre, velando por sus sueños. Con tristeza, notó cómo sus párpados estaban decorados con bolsas azules producto de las horas extras que había empezado a laborar desde que se separó de Yoko y había adquirido la custodia de su hija.

—Papá... —susurró y con cuidado de no despertarlo, acarició levemente sus oscuros cabellos idénticos a los suyos.

Unos golpes en la puerta la sacaron de su momento y, seguidamente, se llevó una sorpresa cuando vio a Mirio parado en el umbral, mirándola con una mezcla de sentimientos que no supo identificar.

—Perdón por interrumpirte —dijo con su típica sonrisa—, pero ahora que estás despierta, necesito que respondas un par de preguntas.

Lena asintió algo confundida y, sin poder evitarlo, se puso a la defensiva ante la posible conversación que se pudiera desarrollar. Sin embargo, para su sorpresa, ninguna pregunta era referente a su estado de salud, todas eran demasiado profesionales y relacionadas a la niña con que se había topado después de su sesión del día.

—¿Ella está bien? —preguntó la chica con curiosidad y algo de preocupación ante el estado en que había visto a la pequeña de cabellos blanquecinos.

Mirio sonrió de la misma manera en que Lena recordaba de sus años como estudiante, y esa simple acción logró aliviarla y hacer que su preocupación disminuyera.

—¿Y tú, cómo estás?

La fémina se tensó en su lugar, temiendo en lo que desembocaría una conversación sobre ella.

—Estoy bien, pero algo cansada —se excusó evadiendo su mirada para volver a recostarse dándole la espalda.

Mirio no dijo nada más y procedió a levantarse de la silla que había cogido con anterioridad para sentarse a su lado. Con cuidado, se acercó a la cama donde reposaba y le picó con uno de sus dedos en el brazo, a lo que Lena reaccionó de manera inmediata, alejándose de él como si aquel contacto le quemase.

—¿No quisieras compañía cuando regreses? —preguntó el rubio sin borrar su tranquila sonrisa e ignorando todo lo anterior—. Me refiero a cuando termines tu trabajo, mi compañero y yo podemos acompañarte durante parte de tu camino, estamos de paso —continuó con una pequeña risa. Casi parecía que no se había dado cuenta de lo que había pasado ni de las actitudes defensivas que Lena había adoptado.

Sin pensarlo mucho, la de cabellos oscuros asintió, haciendo que la sonrisa de su antiguo amigo se acrecentara.

—¡Bien! Nos vemos mañana, Lena —se despidió sin cambiar su alegre expresión, dejando a una Lena confundida y todavía procesando el pequeño intercambio de palabras que tuvieron.

Tal vez, pasar algo de tiempo con Mirio no estaría mal, solo esperaba que no se metiera de más donde no debía.

Habían pasado solo dos días, y eso fue suficiente para que Lena pudiera conocer mejor al compañero de su antiguo amigo, quien le pareció alguien sumamente adorable y con un gran corazón. Bastaba con ver cómo se comportaba con ella y con el resto de los civiles para notar el tipo de persona que era Midoriya.

Respecto a Mirio, parecía que todo lo que había pasado en el hospital quedó atrás, pues no había hecho mención de ello, y eso Lena lo agradecía. No quería imaginar cómo serían las cosas si él intentara meterse en un asunto que no le competía.

Algo que sí había cambiado, era que la chica estaba algo más animada luego de ese encuentro, y eso lo notaron tanto su padre como su fotógrafo, pues el primero se mostraba algo más aliviado y el segundo mucho más contento por el resultado de las fotos.

Sin embargo, no todo iría para bien.

Toshio —el padre de Lena— solía tomar dos turnos al día, el de la mañana y el de la noche, así al menos podría pasar tiempo con su hija durante el almuerzo, pero ese día, uno de sus compañeros tuvo un percance, así que no se negó a cubrir su turno para tener algún ingreso extra.

Cuando Lena llegó a casa y vio la nota en el refrigerador, la hizo pedazos y arrojó con toda la fuerza que podía hacia el tacho de basura. Lo mismo hizo con su almuerzo, no se molestó siquiera en sacar el plástico protector que su padre le había puesto, solo atinó a tirar todo y volvió a encerrarse en su habitación.

Aquel día había sido uno de los peores, fue por ello que ni siquiera esperó a que Mirio o Midoriya llegaran al punto de encuentro que habían acordado, caminó todo el trayecto a solas y con el cuerpo temblando de impotencia y frío.

Tienes que entender, ella lo lucirá mejor, es más delgada que tú.

Lena se mordió el labio inferior con enojo hasta que este comenzó a sangrar por la fuerza empleada.

Ella lo sabía, sabía que le faltaba bastante para llegar a la talla de las demás modelos, pero le frustraba el hecho de que a pesar de todo lo que había sacrificado, aún no llegaba a su meta.

Seguro había sido por lo del día anterior, no debió aceptar ese helado de Mirio.

Ahora necesitaba castigarse.

En medio de tambaleos, se dirigió hasta su cuarto de baño personal y ahí se acuclilló frente al retrete, subiendo ambas tapas con la mayor velocidad que podía. Se amarró el cabello con una liga que siempre portaba en su ya huesuda muñeca y cerró los ojos con fuerza antes de colocar dos dedos en lo más hondo posible de su garganta.

Los sonidos propios de la acción empezaron a hacerse cada vez más fuertes hasta que sintió su garganta quemar por el líquido que salía de ella y no se detuvo hasta que aquel ardor se propagó hasta ser capaz de sentirlo por sus fosas nasales y un agrio sabor se apoderara de su paladar. Con rapidez, bajó las tapas para evitar ver qué es lo que había salido de su cuerpo y tiró de la cadena para que aquello se vaya por el desagüe.

Gruesas lágrimas empezaron a salir de sus orbes castaños, corriendo la base y corrector que se había puesto para disfrazar las ojeras que decoraban su rostro desde hace bastante tiempo.

Lena se sentía devastada, no sabía cómo había llegado a esa situación, pero ya no se veía capaz de dar marcha atrás.

No, sí que sabía.

Con amargura, recordó lo emocionada que estaba en su primera reunión y el cómo varias personas la miraban de arriba a abajo.

Lo primero que empezó a cambiarla fue que el cierre de uno de los vestidos no le cerraba, a diferencia de las otras chicas que parecían no necesitar hacer ningún esfuerzo para lograrlo.

Lena recurrió a hacer ejercicio de manera más frecuente y antes de que se diera cuenta, sus 55 kilogramos se convirtieron en 50, logrando que el cierre y otras prendas le resultaran más cómodas de usar.

Lo segundo fue cuando tuvo eventos especiales y comoartió la hora del almuerzo junto a otras modelos.

A Lena siempre le gustó prepararse su propia comida, le gustaba estar en la cocina e intentar distintas combinaciones para deleitar a su paladar, pero cuando vio que la gran mayoría de las chicas del lugar comían solo la octava parte de su almuerzo, algo dentro de ella hizo click y, poco a poco, comenzó a disminuir su ración de comida.

Sin darse cuenta, los días que se olvidaba de comer se volvieron más frecuentes, pasando de ser una vez al mes, a casi todas las semanas. Pero había dado resultado, su fotógrafo estaba más que contento con ella y se sentía cada vez más parecida a todas las personas con las que se rodeaba.

Lo tercero, fue cuando se reencontró con su ex­­-pareja. Lena se sintió feliz de verlo, después de todo, no habían terminado en malos términos y lo consideraba un amigo más. Aquel día, lo invitó a su casa y ahí ambos prepararon la cena. Aquello habría sido un bonito reencuentro, de no ser porque cuando él tuvo que irse, la chica corrió lo más rápido que pudo al baño más cercano y botó todo lo que había ingerido al retrete.

Su estómago no había resistido tanta comida, a pesar de que solo había sido un plato sencillo de fideos.

Conforme los meses pasaban, aquello se había hecho más recurrente, hasta el punto de que no podía comer nada sin tener miedo de que luego su cuerpo lo rechazase. Los insomnios se hicieron más frecuentes, empezó a perder bastante cabello durante sus duchas o mientras se peinaba, su periodo se había vuelto irregular y el frío se le había hecho algo cotidiano, obligándola a usar poleras gruesas y largas para abrigarse lo más que podía, aun cuando el clima era soleado y caluroso para el resto.

Parecía algo ridículo que alguien como ella, quien había sido bastante envidiada durante sus años como estudiante, estuviera en esa situación. Pero había pasado, y se lamentaba día y noche por no haber escuchado a su madre cuando tuvo la oportunidad.

Unos golpes en la puerta principal la sacaron de sus pensamientos. Rápidamente, limpió todo lo que pudiera delatarla, se lavó el rostro y se puso su cubre bocas para hacer algo más sencillo el que no detectaran el desastre de su rostro.

Frunció el ceño cuando vio la hora en el reloj de la cocina, su padre debía estar todavía en el trabajo.

Entonces, ¿quién era la persona que tocaba la puerta?

Cuando abrió la cortina que daba al exterior, sus ojos se agrandaron por la sorpresa de ver quién estaba frente a ella.

—Mamá... —murmuró en cuanto abrió la puerta por completo.

Yoko se veía más hermosa que nunca, con su cabello natural color castaño y sus ojos negros idénticos a los de ella. Pero la angustia y tristeza de su expresión opacaban el brillo que emanaba.

—¿Qué pasó contigo, mi amor? —preguntó la mayor con las lágrimas empezando a formarse en sus orbes, los cuales lucían casi tan cansados como los de ella.

Yoko se acercó hasta envolver las mejillas de su hija y sacar el cubre bocas sin que Lena pudiera resistirse por la sorpresa de verla luego de casi tres años.

Las lágrimas que antes la mayor había hecho el esfuerzo por contener, empezaron a caer una tras otra hasta que los hipidos propios del llanto salieron de su garganta.

—Lo siento tanto —murmuró Yoko mientras envolvía a su hija en un delicado pero muy necesitado abrazo. Cada toque que ella hacía, parecía ser extremadamente cuidadoso, como si tuviera miedo de que con un movimiento erróneo pudiera romperla en miles de pedazos—. Si tan solo hubiera ganado el juicio, si no hubiera salido ese día, si...

La mayor no pudo más y se desmoronó por completo. Cayó al suelo y se aferró a las delgadas rodillas de su única hija mientras seguía murmurando «lo siento» varias veces.

Sin darse cuenta, las mejillas de Lena ya se habían vuelto a empapar debido a las lágrimas silenciosas que derramaba mientras veía a su madre completamente rota a sus pies.

Sin embargo, la sorpresa no terminaba ahí.

A lo lejos, vio una silueta que ya se le hacía fácil reconocer luego de pasar más tiempo a su lado.

Lena no sabía cómo sentirse, si agradecida, molesta, aliviada, traicionada... no tenía idea. Lo único que sabía era que Mirio Togata tenía algo que ver con que su madre apareciera en su puerta durante uno de sus momentos de debilidad.

Tal vez fue debido a que, por primera vez, vio a su amigo sin una sonrisa en su rostro, tal vez fue por la visita de su madre, o tal vez fue porque ese día había sido más tedioso de lo usual, que por fin, Lena pudo hablar.

—¿Por qué...? —musitó a través de un jadeo ahogado con su voz raspada debido a lo que había sucedido en el baño—. ¿Por qué no pude... por qué no me quisieron...?

Yoko solo asentía a todo lo que escuchaba de su hija. Ella sabía que Lena no hablaba sobre un amor romántico, sabía que ella se refería al ser aceptada y querida por las demás personas dentro de la industria, sabía que se refería a sus compañeras, a los fotógrafos, a la crítica, a las páginas donde su figura era motivo de comentarios, a las fotos y las discusiones en redes. Lo sabía porque también había pasado por eso.

—Solo quería que me amaran —lloriqueó mientras su cuerpo se deslizaba hasta llegar al suelo y logró aferrarse al abrazo de su madre—. Lo di todo, dejé todo... pero no lo consigo. ¿Por qué...?

Lena no pudo seguir con su pregunta, pues su cuerpo volvió a colapsar por la mezcla de emociones y demás cosas que venía arrastrando desde hace bastante tiempo.

Yoko y Mirio se miraron con tristeza y luego el chico se acercó hasta el cuerpo de su amiga para tomarla en brazos y llevarla al hospital más cercano.

—Gracias —dijo la mayor mientras posaba una de sus manos en el hombro del rubio—. Gracias por llamarme.

—No se preocupe, señora Tanaka —respondió haciendo un esfuerzo por sonreír.

—Ishikawa, ahora soy Ishikawa de nuevo —corrigió y Mirio asintió.

Lo único en lo que podían pensar ambos, era en que después de lo sucedido, esperaban que Lena aceptara la ayuda que necesitaba.

Otra vez, otra vez lo primero que sus ojos vislumbraron fue el techo blanco del hospital y la luz encendida debido a que parecía que ya había anochecido. Se demoró un poco en mentalizarse para sentarse en la cama, pero cuando lo intentó, su cuerpo la venció por completo. Ya ni siquiera era capaz de levantarse.

—Quédate ahí —oyó que dijeron a su lado. Con dificultad, notó que se trataba de Mirio.

Lena quiso gritarle y decirle que no tenía por qué haber llamado a su madre, pero no tenía las fuerzas necesarias para hacerlo, solo quería seguir durmiendo, pero parecía que su cuerpo también estaba reacio a cumplirle ese capricho.

—Bueno, parece que ahora sí no puedes escapar de mi gran charla —continuó el rubio sin borrar su sonrisa—, y como no puedes responder, tendrás que aguantarme hablando por un laaargo rato —culminó alargando la letra "a".

Lena lo miró como si quisiera que su quirk se activase y terminara traspasando el suelo.

—Si soy sincero... estoy aliviado —confesó mientras se arriesgaba a tomar una de las manos de la chica entre las suyas y dejaba suaves masajes en su dorso—. No comenté nada al inicio, pero estaba muy preocupado por ti.

La fémina lo miró fijamente, casi como si estuviera estudiándolo o como si quisiera ver a través de él intentado descifrar si realmente lo sentía o si estaba mintiendo.

Lena quiso abofetearse, era obvio que lo decía en serio. Era Mirio después de todo.

—¡Pero no te preocupes! De ahora en adelante, todo mejorará ¡ya lo verás!

La chica hizo un esfuerzo por apretar la mano del rubio que envolvía la suya, logrando sacarle una gran sonrisa.

—Te lo prometo, Lena —. Mirio la miró a los ojos, intentando transmitirle todo lo que realmente quería—. Te prometo que te salvarás.

Los ojos de la de cabellos oscuros empezaron a aguarse levemente, algo conmovida por las palabras de su amigo.

—Si lo hago... ¿estás seguro de que me amarás? —preguntó en voz baja y sintiendo su garganta doler al instante.

En ese momento, Mirio fue capaz de ver qué tan destruida estaba Lena y lo mucho que su autoestima había caído en picada desde su época como estudiante.

—Te prometo que te amarás a ti misma —respondió con toda la sinceridad que pudo, logrando que las lágrimas bajaran por las pálidas mejillas de Lena, con sentimientos que iban desde el alivio hasta el regocijo.

Tal vez, aquel sería un buen cambio.

Al día siguiente, Mirio no pudo visitarla, y se enteró de la razón cuando encendió el televisor.

Con miedo burbujeando en su pecho, supo que su amigo estaba ahí dentro, en una operación de los héroes, enfrentándose a villanos.

Conforme las horas pasaban, Lena rogaba porque nada le sucediera y que regresara a salvo.

Cuando todo terminó, no tuvo que esperar mucho para que los pasillos del hospital se volvieran un caos debido a todo el jaleo que se había armado para atender a los heridos de dicha operación. Lena tuvo que ser paciente de nuevo y esperar a que las cosas se calmaran para poder verlo.

Una vez su enfermera le dijo que podía ir, se apresuró a llegar a su habitación y ahí lo vio, completamente destrozado y con las lágrimas corriendo por sus mejillas.

Lena no pudo hacer nada más que abrazarlo y llorar junto a él.

Ella no sabía qué es lo que había pasado, pero quería estar a su lado para ayudarlo.

Ya habían pasado varias semanas desde entonces y las cosas habían mejorado considerablemente para Lena. Ella se encontraba internada bajo supervisión constante en el hospital, siempre siendo visitada por enfermeras y doctores que monitoreaban sus signos vitales; había sido afortunada por no llegar a un estado crítico, así que podía ingerir pequeñas dosis de comida planificada por el dietista a cargo de ella.

Sus padres seguían separados y parecía que no volverían a estar juntos, pero siempre hacían un espacio para ir a visitar a su hija, y eso ella lo valoraba muchísimo. Además, las visitas a la habitación de Mirio y viceversa se hicieron frecuentes, así cada uno pudo desahogarse con el otro y ser la compañía que necesitaban.

Gracias a una de sus charlas fue que Lena pudo enterarse de lo que había pasado, de la pérdida de su quirk y de la muerte de su maestro, así como la razón de la operación: rescatar a la niña con quien había tropezado y que ahora sabía su nombre. Eri era un lindo nombre, Lena ya quería verla y ser testigo de su recuperación.

Cuando sus signos vitales estuvieron estables, la de cabellos oscuros empezó a acudir a terapia, recibiendo la ayuda profesional que necesitaba.

Sin darse cuenta, las cosas habían vuelto a cambiar para bien. Por fin había dejado el trabajo de modelaje luego de que se cumpliera su contrato y había empezado a estudiar para abrir un negocio junto a su madre sobre algo que a ambas les apasionaba: la moda.

Lena a veces miraba atrás, hacia el pasado, y recordaba cómo había logrado caer tan hondo y recuperarse de ello, saliendo mucho más triunfante que nunca.

Agradecía infinitamente la intervención de Mirio y de su madre en el momento preciso.

Ahora, cada que se encontraba con el chico, le decía que había logrado cumplir su promesa: que ella ya era capaz amarse. Y se regocijaba cuando lo admitía y lo demostraba con cualquier acción que ejecutaba.

Lena ya lo entendía, no le servía de nada ser amada por otras personas cuando realmente, lo importante era cómo se veía a sí misma y el amor que se tenía.

Ahora estaba segura de que nunca volvería a olvidarlo.

¡Holaaa!

¿Cómo están todxs?

Aquí les vengo con el primer OS del concurso. La verdad es que tenía planeado hacer algo bien soft pero una cosa llevó a la otra, una canción a la siguiente, un libro a otro y bueh, así quedó, espero que les haya gustado<3

Estuve con un bloqueo horrible desde hace varios días, así que me siento orgullosa de por fin haberlo terminado 🤧

Ahora, antes de terminar la nota quisiera hacer algunas aclaraciones.

En primer lugar, para lo de la madre, el escritor y el tema de modelaje, las anécdotas y rutina en la industria, me basé en el libro "Las Chicas del Alambre"  de Jordi Sierra i Fabra.

Segundo, evidentemente no soy ninguna experta en el tema de los trastornos alimenticios y si bien tengo algunos conocimientos, no son comparados con los de algún profesional, pero investigué lo mejor que pude, ya sea con artículos, testimonios, etc; así que espero que la información que di sea la correcta, si hay algo que no cuadra pido perdón de todo corazón y —si gustan— pueden mandarme mensaje para informarme un poco más del tema, se los agradecería muchísimo <3

Otro punto es que —como aclaré al inicio— el OS no es romántico, es decir que no hay ninguna pareja en específico y tampoco quisiera que se malentendiera el mensaje; por ninguna circunstancia quisiera que piensen que Mirio fue el que logró que se recupere porque sería una total farsa, si bien fue un apoyo muy importante, no fue gracias a él que Lena logró recuperarse, así que solo para dejarlo claro<3

Otro punto de inspiración fue el discurso de Lily Reinhart sobre la imagen corporal luego de adentrarse en el mundo de la televisión y demás.

Y, otra cosilla, no se olviden que el concurso es hecho por Soft_inferno

En fin, espero que les haya gustado el OS, nos leemos en el próximo.

¡Cuídense mucho!

Besos y abrazos para todxs<3

Alana

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