Capítulo 1

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Historia dedicada a MarkookieLove95 daimneris y karitoceci
Muchas gracias por animarme en este proyecto y darme la confianza para escribir mi primera historia de vampiros. 💜

Septiembre comenzaba a abrirse paso y la ciudad de Seúl dejaba de lado, cada día más, el ambiente veraniego. Ya no se veían adolescentes sin uniforme en las calles, en salidas con sus amigos y parejas, ni las noches eran iluminadas por los festivales tradicionales. La rutina laboral comenzaba a asentarse una vez más, después de un fugaz descanso. A pesar del obvio ambiente urbano, la ruta sesenta y seis era tan ecuánime como siempre. La carretera, solitaria y rodeada por frondosos arces, pinos y robles, acunaba en los susurros de la brisa, al Audi color negro que recorría su longitud.

Jungkook observaba distraídamente por la ventanilla de cristal polarizado, cada tanto, desviando su atención de la conducción de su coche. El rocío mojaba la copas de los árboles y sus ramas, y humedecía la carretera y el aire; la neblina se expandía a su alrededor sin opacar demasiado el campo de visión. Aunque, para él, eso no representaría un problema.

Los vestigios de la lluvia hacían flotar un ambiente melancólico, perfectamente combinado con la montaña de sentimientos encontrados que se aglomeraban en su interior. Las nubes grises mantenían el sol a raya; aunque su Gel de Sombra lo hacía inmune, temporalmente, a la luz ultravioleta. Una que otra vez pasó por su mente la idea de que, si el Astro Rey fuese a convertir en cenizas su existencia, al menos en el Más Allá podría estar más cerca del protagonista de sus anhelos. Sin embargo, una parte de él, no quería despedirse de este mundo aún. Observó la fecha en la pantalla de su reproductor apagado.

—Primero de septiembre... —susurró, por quizás quinta vez en la mañana, y dejó escapar un suspiro inescrutable.

Era la fecha más controversial de su calendario. Sí, la más, porque todos los días dejaban a Jungkook una gota de vacío que se acumulaba en la copa de su interminable existencia. Este día estaba lleno de recuerdos, de tristeza, de soledad, de añoranza; de amor. Este día era el inicio de todo, en demasiados sentidos, imposibles de comprender por alguien que no fuese él mismo.

El primero de septiembre era su cumpleaños. Este dos mil veintidós arribaba a ¿doscientos veintiséis? Ya ni lo recordaba. Se sentía como demasiado desde que la persona que con solo desearle feliz cumpleaños con una desordenada, pero hermosa sonrisa, se había ido para siempre. Hace demasiado que el primero de septiembre, era una muestra contundente de que la eternidad podría ser tan dolorosa como la muerte misma. Pero, si la muerte significaba el final del sufrimiento, entonces el para siempre era mucho peor.

Observó su reflejo en el espejo retrovisor y notó su ceño fruncido, probablemente por haber estado pensando en demasiadas cosas.

«Si continúas frunciendo el ceño de esa manera, te vas a arrugar antes de tiempo. Estás arruinando tu hermoso rostro».

La comisura de sus labios se elevó, mostrando una nostálgica y sutil sonrisa, al recordar las palabras del hombre que cambió su vida.

─━━━⊱✿⊰━━━─

Era agosto del año mil ochocientos ochenta y dos, y Jungkook ponía sus pies en tierra firme, en Corea, después de una larga travesía por mar. Habían pasado sesenta años desde que había abandonado su país natal para ir a Europa con su familia, huyendo de la terrible situación económica. Quién iba a decir que, después de tanto, acabaría regresando con la misma apariencia con la que se marchó, solo y sin rumbo.

Su estancia en Rumanía había arrebatado los latidos a su corazón y el calor a su cuerpo. Luego de que él y su familia cayeran por un barranco de los angostos y peligrosos caminos de los bosques, producto a un obstáculo que no supieron identificar, lo único que recordaba era una esbelta figura femenina con piel pálida y delicados rasgos, ataviada con un hermoso vestido color marfil.

—No mato humanos. Esto ha sido un trágico accidente —dijo la joven, a la que más adelante conocería como Valentina Tepes—. Lamento haberte arrebatado todo. Es la eternidad lo único que puedo ofrecerte a cambio. No sé si la deseas, te la doy para estar en paz conmigo misma, no me odies por ello.

Jungkook supo luego que había sido transformado en lo que las personas llamaban vampiros, seres que se alimentaban de sangre humana, dueños de la noche y odiados por el Sol. Fue convertido por un ritual que no entendió muy bien, solo posible para los Nobles de la especie. No sabía cómo sentirse respecto a la muerte de sus padres, o a su nueva vida que jamás pidió. Entonces descubrió que no se trataba de que no sabía, sino de que no podía; las emociones parecían haber sido arrancadas de su cuerpo. No había llanto, sonrisas o enojo. Nada. Simplemente vacío y frialdad.

Le tomó tiempo, pero aprendió a controlar su sed de sangre y a preparar su propio Gel de Sombras, como Valentina lo llamaba; nunca imaginó que una mezcla de raíz de mandrágora, flor de loto y semillas de diente de león, pudieran tener ese uso. Gracias a ello, pudo pasar desapercibido y tener una existencia tranquila, a la que buscaba cómo darle sentido. Poco tiempo después, su camino y el de su creadora de separaron. No había ningún afecto especial entre ambos. Una vez terminadas las enseñanzas, no había motivos para actuar en conjunto.

Cuando las cacerías de brujas y vampiros estaban en su momento más alto, Jungkook volvió a saber de Valentina, enterándose de que había sido asesinada, junto a gran parte de la familia real. Sus cuerpos fueron excibidos al alba, hasta que la luz del sol los convirtió en cenizas. Rumanía ya no era segura. Decidió que era momento de volver a Corea. Era algo que llevaba pensando desde mucho antes de eso, simplemente a modo de encontrar algo a lo que aferrarse.

Ahora, después de más de medio siglo, estaba de vuelta. Las casas continuaban teniendo su clásico diseño en los techos y paredes, a pesar de verse más resistentes y algo más modernas, la vegetación y el clima era tal y como recordaba; los hanbok que no pensó volver a ver, eran vestidos por todos a su alrededor. Estaba de vuelta. El sitio del que una vez se fue, en busca de una vida mejor, era ahora su punto de retorno. Todo era igual, y a la vez diferente. Las personas lo observaban como si fuera una especie exótica. Se sentía fuera de lugar y abrumado, puede que hasta un poco nervioso. Una familiaridad difusa flotó en medio de todas sus inseguridades, convirtiéndose en la primera emoción que podía calificar como real, desde su transformación. Pero no era lo que buscaba.

«¿Qué estoy buscando?», se preguntó en medio de su incertidumbre.

Era primero de septiembre y Jungkook se encontraba sentado en el fondo de un bar de Seúl, la capital, a la que había arribado hacía unos días. Hace poco más de una hora que el Sol se había ocultado, así que quiso salir. No es que su cumpleaños fuera algo de gran importancia a estas alturas, ya no lo celebraba, pero, quizás llevado por la nostalgia, allí estaba, afuera, sin objetivo fijo. Observaba en silencio  desde su posición, con un vaso de soju frente a él, con una botella a medio beber a su lado. Era la primera vez que salía desde su llegada. A pesar de ser un extraño, estar rodeado por personas de rasgos similares a los suyos, le daba cierta confortabilidad.

El sitio era pequeño y no contaba con una ostentosa decoración, ni siquiera había cuadros en las paredes. Eran solo unas doce mesas, cada una con sus respectivas sillas. Al fondo del local se encontraba la barra, donde el cantinero servía las comidas y bebidas, y los camareros las buscaban para repartirlas entre los clientes. Esa noche parecía tranquila, solo había cinco mesas ocupadas, aparte de la suya. Los clientes no parecían violentos, ni demasiado interesados en su persona.

Mientras desplazaba su vista alrededor, con el entrecejo arrugado, intentando acostumbrarse a escuchar nuevamente el coreano, sintió una presencia sentarse frente a él, en su mesa.

—Si continúas frunciendo el ceño de esa manera, te vas a arrugar antes de tiempo. Estás arruinando tu hermoso rostro —dijo el desconocido.

—Gracias por su preocupación. ¿Y usted es? —dijo Jungkook, con cortesía, pero evidenciando su desinterés.

El hombre se veía joven, quizás de unos treinta. No le pasó desapercibido el hecho de que le hablara informalmente. Obviamente, para quien no lo conociera ni supiera qué era, no debía verse diferente a cualquier otro hombre de veinticinco años. Su rostro y su cuerpo no habían cambiado nada desde su transformación a esa edad. Sonrió internamente por la ironía y dejó su mirada seria en su nueva compañía, esperando una respuesta.

—Soy Jimin. Park Jimin. —Se acomodó en la silla frente a Jungkook y le dirigió una evidente sonrisa coqueta—. ¿Te importa si compartimos mesa?

Jungkook alzó una ceja ante el atrevimiento y la invasión de su espacio, pero no le dio demasiada importancia. El hombre no estaba usando un hanbok como todos los demás, usaba unos pantalones ajustados, de color negro, que remarcaban los tonificados músculos de sus piernas. Y una camisa blanca, que colgaba holgada en sus hombros, con un pronunciado escote en uve que dejaba ver más de lo necesario de sus pectorales. Su cabello era negro y brillante, su rostro era hermoso y sus labios eran gruesos y sensuales, atrayentes con cada movimiento. Eso, unido a la actitud descarada y desinhibida, dejaba en claro cuáles eran sus intenciones.

—Te he dicho mi nombre, pero aún no sé el tuyo. —Inclinó su torso hacia adelante, apoyándose en sus codos, dejando ver sus pezones y la nívea piel de su pecho y abdomen, en una pose tentadora y ofrecida—. ¿No crees que sería cortés de tu parte, decirme cuál es?

La pecaminosa lengua de Jimin humedeció su labio superior y mordió el inferior, en una invitación abiertamente sexual. Los ojos de Jungkook no pudieron evitar desplazarse siguiendo cada uno de los sensuales movimientos. Bajó la vista hacia su cuello, y descendió hasta llegar a los erectos pezones, que se mostraban sin esfuerzo gracias a la holgada prenda superior. Sin poder siquiera precisar cómo o cuándo comenzó, Jungkook pudo sentir la sequedad de su garganta y la quemazón, provocadas por la sed de sangre.

Llevaba casi un mes sin probar ni un sorbo, pero normalmente podía estar ese tiempo y hasta más sin beberla y no le suponía un problema. No comprendía qué le hacía Park Jimin a su cuerpo. Y esa idea se reforzó cuando sintió sus pantalones apretados a nivel de su ingle, cuando fue a cambiar de posición.

—Pero, ¡¿qué demonios?! —exclamó sorprendido.

Era la primera vez que tenía una erección desde su conversión. Esto era algo sin precedentes, pues intentos había tenido, pero todos habían acabado en fracasos que se terminaron convirtiendo en víctimas.

Escuchó una risilla coqueta de parte de Park.

—No te preocupes. Es una reacción más común de lo que piensas, cuando se trata de mí —dijo con suficiencia—. Entonces... ¿Me dirás tu nombre, o no?

—Jeon Jungkook —se presentó, ahora con un brillo intenso en su mirada, incapaz de ocultar el deseo. Había mucho que deseaba experimentar.

—Me alegra saber que ya tengo tu interés. Es un placer conocerte, Jungkook.

─━━━⊱✿⊰━━━─

Jeon, saliendo de su laguna de placenteros recuerdos, estacionó su auto frente a la entrada del silencioso cementerio. Tomó el ramo de rosas rosadas que había comprado en su florería de elección y se dirigió al encuentro de su amado, con la imperecedera fe de que el espíritu de Jimin pudiera escuchar, desde donde quiera que estuviese, cuánto lo continuaba amando.

Desde el inicio tenía planeado hacer de esta historia un twoshot, así que la subí en dos partes. Gracias por leer. ✨

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