Extra: Gladio

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Cuando Gladio vio por primera vez a la mujer a la que muchos se referían como "la dama (...)" pensó que estaba viendo un cadente caminando bajo la luz del sol; vestida por completo en ropajes oscuros, por no decir que parecía que su piel era tan negra como la sombra que se proyectaba de su cuerpo por estar a contra sol, esa máscara pálida como el hueso sin carne tampoco ayudaba mucho en su visión y expectativa imaginativa siendo un niño pequeño, orillando a que buscase esconderse detrás de su padre cuando ella se acercó a saludar.

"La dama (...)" fue motivo de sus miedos de niño, apenas siendo un mocoso que no podía ni estar del todo recto a la hora de levantarse tras ser lanzado de un golpe en mitad de su entrenamiento; de vez en cuando la veía ir de aquí para allá, dejando atrás esa rara sensación de "la muerte camina entre ustedes" que le daba repelús.

Cuando acompañaba a su padre a la ciudadela trataba en la medida de lo posible de no estar cerca de esa mujer, teniendo que hasta hacer proezas con tal de huir de lo que parecía ser su campo de visión en cuanto la veía mover el cuello.

Ella le daba miedo.

Y le siguió dando miedo hasta el día en que la vio con un bebé en brazos, era un niño, pero no era tonto, sabía todo el tema de los bebés y sabía que no era de ella porque nunca la vio con el usual vientre hinchado, temió por un segundo que estuviera por tragarse al infante en frente de él.

-¡Detente, cadente! -quizás fue el impulso que lo caracterizaba lo que le hizo saltar de tal manera, en frente de la mujer que representaba su mayor miedo, el rey, su padre y otras personas que se veían importantes; sintió el frío pasar por su columna cuando ella se levantó y la tela oscura seguía sus movimientos, dejando al niño en los brazos de la reina y tomando su mano para llevarlo a la puerta una vez más.

-Si nos disculpan -su voz sonó como un susurro furioso, tratando de contener otra función como un grito, trató de buscar auxilio en su padre pero este solo permaneció en su lugar.

Hizo fuerza para soltarse de su agarre, siendo en vano hasta que lo soltó y lo hizo sentarse en una banca de los jardines, sus hombros temblaban y se temía lo peor.

Cuando de repente solo dejó ir una gran risotada que nunca en su vida se hubiera imaginado que viniera de una "dama" de la corte del rey.

Se quedó estático mientras la veía reírse con total soltura.

-¿De verdad parezco un cadente, no es así? -dijo en un momento lúcido y en donde se dio tiempo a respirar, parecía que ya casi no podía tomar aire así que se quitó la máscara de la cara cuando comenzó a toser- ¡no puedo respirar!

Todo fue tan rápido que, sin darse cuenta del todo, había visto el rostro de la mujer y en cuestión de segundos ya la veía con la máscara de nuevo.

-Eres Gladiolus, ¿verdad? -se había quedado mudo, la mujer le estaba mirando aunque no pudiera verlo, estaba avergonzado y no quería hablarle- No estoy molesta, es más, fue valiente de tu parte enfrentarme por el príncipe.

Y no tenía ni idea de que ese niño era el príncipe.

Su mano despeinó sus cabellos en una caricia amistosa que solo lo puso peor, ni siquiera su padre tomaba esas confianzas, su madre al ser una mujer más seria que nada mucho menos.

¿Por qué sentía que hablaba con una señora? Eran demasiadas cuestiones en su mente.

-No te preocupes -se estiró y su columna sonó mientras movía los hombros- dime lo que quieras, en esta parte del castillo no hay muchas personas a estas horas -volvió a ver la desconfianza en su cara- que no te voy a hacer nada, niño.

Les tomó al menos media hora poder tener una conversación decente, más porque la manera de ser de (...) sólo asustaban más al niño.

Aunque a final de cuentas lograron llevarse bastante bien.

-Oh, entonces prefieres la espada.

-¡Así es! ¡algún día podré llevar la espada más pesada y afilada del armamento de mi padre! -le gusta que ella le escuche con total atención, hasta que su rostro aun cubierto se levanta, él mira a sus espaldas y nota a su padre acercarse- padre -espera hasta que llegue hacia donde están, en cuanto lo hace su imponente figura lo hace pararse recto.

En cuanto llega hacia ellos, Clarus mira a su hijo, luego a la mujer y mientras la mira hace una pequeña inclinación con su cabeza.

-Dama (...) -en cuanto Gladio lo ve hacer eso vuelve a recordar que la mujer frente a ellos es una dama de la nobleza, una dama a la cual no le ha mostrado ningún respeto.

-Clarus -su voz es firme, hasta que deja su mano extendida bajo el mentón de cerámica en una pose rara y cómica, hablando con una voz muy aguda y rara- deja de hablarme como si fuera un Sidéreo.

No lo pudo contener, solo se le salió la risotada de una sola vez, casi tan ruidoso como la risa de ella, el hombre solo puede sonreír mientras baja la cabeza.

-Bien, par de chistosos -empieza a hablar ni bien acabaron de reír, seca las pequeñas lágrimas que se escurrieron de los ojos de su hijo, quizás de manera algo brusca porque el menor cerró los ojos con fuerza- Gladiolus, es momento de que vuelvas a casa.

La sonrisa se va de su rostro ni bien lo escucha.

Era irónico cómo hace sólo una hora le temía a esa mujer que confundía con un cadente, pero ahora que la veía y conocía bien, podía darse cuenta que sólo era una mujer algo rara y chistosa.

-Es hora de irnos -es su forma de despedirse mientras toma los hombros de su hijo, en dirección de la puerta principal.

-Clarus -llama cuando casi ya están por irse, apareciendo casi corriendo- si puedes, trae a tu hijo otra vez -sus palabras le emocionan y mira al instante a su padre en búsqueda de una respuesta.

-Sé que ahora quieres encontrar formas de huir del príncipe, pero no creo que esta sea la mejor forma -fueron sus palabras determinantes.

-Oh, sí -llevó un mechón de cabello detrás de su oreja, casi parecía avergonzada- lamento si te hace sentir incómodo que yo... -se calló antes de decir más y miraba hacia otro lado.

-Aun así, ustedes se llevan bien, podría dejarlo venir en ocasiones -ante sus palabras (...) se lanzó a abrazarlo durante dos segundos, literal, para que nadie los vea y luego se dirigió a él- confío en ti para ser una buena influencia para mi hijo.

De eso habían pasado años, su cercanía había crecido con naturalidad, parecía que fue el centro del mundo para (...), permaneciendo juntos, hablando o en ocasiones en las que ella le daba sopa instantánea sin darse cuenta de que se estaba haciendo adicto a eso, después de 1 año y algo más de permanecer solo ellos dos las cosas cambiaron, porque ahora estaba más concentrada en el infante que cargaba a todas partes entre sus brazos que en verlo practicar con su nueva espada.

-Pensé que odiabas al príncipe -ella deja de ver al bebé que se está quedando dormido en su pecho y dirige su mirada a él.

-Por supuesto que no, es solo que... -el jalón en su pelo la hizo dejar de hablar y regresar a ver al infante- yo no lo odio, nunca lo hice, solo es complicado.

Es complicado.

¿Cuántas veces le había dicho eso?

Para cuando cumplió 13 años volvieron a ser como antes, en la medida de lo aceptable porque era un adolescente, y (...) sabía que hay que darle su espacio a los adolescentes.

Incluso esa vez en donde dijo esas palabras: "levántate y patea su trasero, Noctis"; (...) era así, no importaba si estaba en modo nana, con tal de que estuviera de puertas adentro era solo ella y su forma de ser.

Solo que ahora ella no estaba tan calmada y suelta puertas adentro.

-¿Me explicas que haces aquí si se supone que tienes que estar con Noctis? -la escucha quejarse continuamente detrás de la pared de papel- ¿Qué rayos? ¿Acaso aumente de peso?

-Lo veo posible, cuando te estresas comes sin que te des cuenta -niega ligeramente con la cabeza y ríe casi en silencio, sabe que si le escucha burlarse abiertamente de ella le lanzará uno de sus zapatos de gala con toda intención de clavarle un tacón en el ojo- Pensé que habrían otras personas ayudándote.

-No gracias, me suele dar algo cuando alguien me ve medio desnuda -da una mirada fuera de la pared de fino papel y encuentra la espalda de Gladio, esta vestido con las mismas ropas que Clarus alguna vez también portó en señal de que era, sin lugar a dudas, el escudo del rey.

-Claro, me amenazas a mí pero tu sí puedes ver -volvió a esconderse en cuanto se vio descubierta- anda, apura de una vez, ¿tan apretada esta esa cosa?

-Parece que el diseñador se olvidó que no tengo la misma forma que casi... todas... las mujeres de, ugh, que horror... de este mundo -por un momento le preocupó que de verdad no le quedase, sería horrible porque ya no había tiempo- ¡ya! ¡al fin!

La vio salir de donde estaba escondida, metida en ese vestido blanco y con detalles que solo ella le pondría, parecía casi caerse por los tacones así que rápidamente la tomó en sus brazos para evitar cualquier tragedia de último momento.

Las bodas eran tan complicadas.

-¿Cuánto tiempo queda?

-Aun unas horas, pero se suponía que ya debías estar lista hace una hora, tienes que ir a que te pinten la cara -la deja parada tan recta como puede, han pasado años pero los tacones siempre serían su debilidad- ni en mis sueños más locos te imaginé vestida de novia.

-Ni yo que tú fueras el que me fuese a entregar en el altar -ríe nerviosa y en cuanto pasa la mano por la piel descubierta la siente erizada.

-Es raro pensar que vas a casarte con el rey -a (...) le sorprenden sus palabras- digo, prácticamente fuiste su nodriza, ¿es que te gustan los menores? -ante sus palabras ella palidece.

-Oye, no lo hagas sonar tan mal, ya le dije que sí en cuanto mostró la sortija no me puedo negar ahora, aunque si me venías con eso antes me hubiese negado, agh, malditos cargos de conciencia -tiene un nuevo cuadro de confusión y tiene que tomarla del hombro para evitar que se suba al librero.

-Vamos, luego de casarte ya pensarás en todo lo que quieras.

Era raro, fascinante y hasta gracioso que la mujer que el pensaba era un monstruo de alma tan negra como la noche ahora estaba vestida de blanco, tomada de su brazo no sólo como era la tradición, también buscaba apoyo en él.

Siempre la sintió como una hermana mayor, quizás una tía con la cual parecía llevarse más como prima, puede que por eso le dijo que seria él quien la llevaría al altar en cuanto se enteraron del compromiso de ese par.

En cuanto le entrega su mano a Noctis todo parece correcto, ambos sonríen, aunque la de ella es una sonrisa nerviosa, es una celebración pequeña, pero no puede evitar sentirse cohibida al estar en frente de tanta gente sin su máscara.

Una caricia de la mano de su prometido y futuro esposo la ayuda a disipar los nervios.

Gladio solo puede sonreír feliz mientras los ve ahí, dándose el sí mientras sentía a su pareja poner su cabeza sobre su hombro.

-Por un momento pensé que harías una rabieta de hermano menor -por supuesto ella aun no estaba enterada del todo, pero, con el tiempo, se lo diría- pero solo míralos, se ven muy felices.

-Sí.

Eran felices, todos estaban felices, ¿Qué más se podía pedir?

-¿Crees que atrape el ramo?

-¿No te puedes esperar a la próxima boda, por favor?

El futuro se veía prometedor, junto a la risa y compañía de sus seres queridos.

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