Capítulo Tres: Imperio oscuro

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La capital del planeta Coruscant, cuna de la humanidad según historiadores, se halla en la zona alta, anteriormente bautizada de manera coloquial como: Centro Imperial. Pero sin importar las eras de las cuales este planeta fue partícipe, república o imperio, su dualidad es una constante. La capital goza de una arquitectura digna del deleite. Seno de los rascacielos y de luces brillantes cual estrellas, danzar por sus calles se compara con la alegría de un carnaval. Si vieras únicamente la capital de Coruscant, pensarías que no habría mejor planeta para morir, en toda la galaxia. Lo cierto es que los rascacielos y las luces bonitas, son una coraza de nuez, que oculta sus bajos mundos. En la llamada "zona baja", no existen los rascacielos, sino compactos complejos departamentales, en donde seres violentos y enfermos, vagan hambreados sin pizca de esperanza, cuya estadía es obligada ante la falta de riqueza, siendo sus luces, el fuego nacido de botes de basura. La zona baja vio nacer a los mejores cazarrecompensas de la galaxia, destacando nombres como Boba Fett. Si Coruscant fuera una pintura, el único título digno tendría que ser: Un infierno oculto a la vista del cielo. Pero hoy, el infierno había renunciado a permanecer por debajo, y sus flamas antes relegadas a la basura, derrumbaban los rascacielos tartufos del paraíso, siendo de igual forma la única luz que acompañaba a los civiles en su agonizante búsqueda por refugio. En la cima de los rascacielos humeantes, cruceros de diseño imperial desplegaban naves de carga, mientras soldados de la nueva república, los iluminaban con faros antes de buscar derribarlos con cañones de plasma. Mas para el infortunio de los antes rebeldes, los pilotos demostraban una habilidad sin igual a la hora de maniobrar sus naves, siendo una mayoría la que logró aterrizar. 

Coruscant se pintó de rojo ante el intercambio de fuego blásters entre los stormtroopers y los soldados de la nueva república, siendo estos últimos, abatidos de forma humillante, no sólo por la mayor eficacia en combate de sus adversarios, sino porque ahora sus armaduras reforzadas, podían soportar hasta dos disparos de un bláster convencional. Al mismo tiempo, la infantería de stormtroopers protegidos por escudos y armados con espadas de luz, marchaban en una sincronía perfecta hacia el antes palacio imperial, y aún más antes, templo de los Jedi. Ahí los esperaban oficiales de choque, protegidos con escudos de plasma, y armados con electrovaras. Pronto ambos grupos entraron en conflicto, golpeando sus escudos unos contra otros. Pero una vez más, los stormtroopers salieron triunfantes, pues apenas los oficiales alzaban sus electrovaras, eran empalados al nivel de sus costillas por los sables de luz. Quizás la longitud menor de estos nuevos sables, era una imagen menos elegante a la concepción original, pero siendo en sí una blasfemia, las hacía más fáciles de blandir, y por consiguiente, más violentas y letales. 

Fuera de la atmosfera del planeta, un crucero más imponente en longitud, se mantenía estático, en aguarde por la victoria. En su cabina principal, el ex maestro, Mace Windu, yacía sentado en un falso trono, con la mirada perdida en los ventanales que exhibían la inmensidad del espacio. Y su postura, al igual que su solio, era la de un rey falaz. Los hombros caídos, el puño por debajo de la quijada, y la mirada que parecía ida en la inmensidad de alguna nada, pero que en realidad buscaba desesperada el fulgor de las estrellas. "La luz no volverá más", dijo una voz externa, susurrante. Windu se hallaba solo, pero esta voz no lo importunó ni mucho menos. "La luz no volverá más", se escuchó de nuevo. Sombras de origen grotesco y abstracto, brotaron de los muros para dar inicio a un baile que juzgaba y se burlaba de las acciones de un héroe caído. "¡La luz no volverá más!"  

—No habría juicio capaz de otorgarle justicia a las almas que yacen en mis manos —expresó Windu—. Si el tiempo fuera una ilusión, habría arrebatado mi propia vida hace ya tres lustros. Malditas sombras, por qué no podían permitir mi unión con la fuerza, antes de mostrarme la horrible verdad que se oculta detrás de la luz estelar. 

Mientras la culpa se apoderaba del poderoso usuario de la fuerza, la luz a su alrededor, parecía hacerse más tenue; evadiéndolo. "¡La luz no volverá más!"

...

El planeta M'oor podía ser fácilmente confundido con un satélite natural. Siendo el único planeta de su sistema solar, poseía en contraste a Tatooine, dos lunas. Su superficie era áspera y fría, repleta de arena cual desierto. Era un mundo habitable, tal vez, pero de manera objetiva, ningún ser con decencia, colocaría a Moo'r en su lista de planetas para morir; podrían incluso bromear con que lo único que le faltaba era ser habitad de gusanos gigantes. Pero hoy el solitario M'oor tendría visitas después de años, cuando un pequeño destello de luz se formó a las afueras de su atmosfera, emergiendo de ahí un X-wing de franjas azules, y una unidad astronómica en su techo, la cual en movimientos de cabeza y silbidos constantes, comunicaba su inconformidad al piloto.     

—Lo sé, Artoo, pero creo que es aquí. Poco después de la batalla de Yavin, un grupo de soldados me emboscó en este planeta. Tengo recuerdos de mí corriendo por las arenas, pero no el cómo escape. Anakin me dijo que el planeta al cual debía acudir, era uno en el que ya había estado, pero que había olvidado. Por el momento, este es el que más se acerca a esa descripción. —R2-D2 silbó una vez más. —Sí, la próxima que vea un fantasma de la fuerza, le pediré que sea más exacto.  

La nave surcó sin problema alguno por la atmosfera débil del planeta, hasta hallarse aterrizado en sus arenas distintivas. Y mientras Leia descendía por unas escaleras al costado del X-wing, R2-D2 era expulsado de la misma gracias a un disparo de aire. 

—Deberías quedarte en la nave —expresó Leia al verlo a su lado, pero como era costumbre, la unidad se balanceó de lado a lado en señal de una negativa. 

La princesa rodó los ojos, pero aquel droide astromecánico, se distinguía al resto por su terquedad, expresividad y pasión comparable con la de un ser sintiente, dejando sin opción a la Organa, que emprendió su viaje sin mapa, junto a R2-D2. El lado positivo, era que al vagar con Artoo, sobre todo en un ambiente tan desolado, le ayudaba a no sentirse sola. Lo malo, es que cualquier daño que pudiese sufrir, le provocaría un dolor genuino. Aunque quizás, lo subestimaba, al fin y al cabo, R2-D2, vivió la era de la república y la del imperio, siendo este su tercer rodeo. A poco de haber comenzado el viaje, guiada únicamente por su conexión con la fuerza, Leia captó algo oculto entre los alberos. Al principio pensó que se trataba de una piedra, pero las piedras no son blancas ni poseen la forma de un casco de stormtrooper. Con su memoria retornando, la princesa corrió hasta liberarlo de las arenas, mirando con intriga aquella imagen representante de opresión, marchita y descuidada. 

—Estoy empezando a recordar, Artoo, la primera vez que estuve aquí... me torcí el tobillo al tropezarme con esto —exclamó esperanzada antes de volverlo a arrojar con desdén—. Sígueme, vamos por buen camino. 

Leia se alejó del casco, en dirección a donde sus recuerdos recién llegados le mostraban, sin percatarse de las nubes grises en los cielos, que en sus adentros, encerraban rayos carentes de trueno, profetas de una horrible y venidera tormenta. 

...

Comida extraña de ver y degustar, era servida en el antiguo palacio de Jabba el Hutt. El resto de jefes criminales de Tatooine, habían sido invitados a la mesa de Fett, bajo el aviso de asuntos importantes. Cada jefe era una raza diferente de alienígena, habiendo hasta cuatro cuyas cabezas eran comparables con las de un perro, al igual que su forma desagradable de comer. Era una suerte que Boba Fett, sentado en el centro, mantuviera su casco puesto, de no ser así, los capos verían como falta de respeto, su expresión asqueada y disconforme. Pero siendo honestos, aunque la presenciaran, en realidad no podrían hacer mucho, ya que alrededor del salón, caminaban atentos, mercenarios del más alto nivel. 

—Deben ser familiares tuyos, ¿no lo crees, Bossk? —preguntó en ironía Dengar al cruzarse con el reptil, cuya respuesta fue un amenazante gruñido. 

—¿Nos invitaste a tu mesa para escuchar a tus subordinaos hablar pestes de nosotros, Fett? —habló en clara molestia uno de los jefes criminales, mirando con desprecio al antes mercenario, que indiferente, rodaba sobre la mesa aquel nuevo modelo de sables de luz. 

Dengar era un profesional en su oficio..., siempre que se tratara de matar; de lo contrario, no era muy bueno guardando la compostura o callándose la boca, razón por la que acudió violento al asiento del capo que lo llamó "subordinado". De no ser porque Fett dio señal a Shand, aquel cara de perro habría terminado comiendo como uno.  

—Les ruego perdonen a Dengar. No es alguien acostumbrado a la formalidad —pidió sereno Fett—. La razón por la cual los invité a cenar a mi lado, es por los acontecimientos de esta mañana. Creo que debemos debatir sobre esta... nueva orden. 

—¡Bah! —expresó en desinterés uno de los capos—. Desde la caída del Imperio, han existido sepas. Nunca han sido un problema, déjale eso a los copartos de la nueva república, ¿por qué habríamos de temerles? 

La respuesta de Fett fue encender el sable de luz en medio de la mesa, cosa que logró su cometido de hacer reaccionar a todos los jefes de pensamiento narcisista. 

—La nueva orden está invadiendo los planetas simpatizantes de la nueva república mientras charlamos. Hace sólo un par de horas, Coruscant cayó. A lo que me enfrenté fue sólo un aviso. Por ahora estamos a salvo gracias a nuestra neutralidad. Pero apenas los sistemas afiliados a la república caigan, irán por los que no —explicó Fett. 

—No podríamosss enfrentar una invasión de tal magnitud —aseguró uno de los presentes, de raza trandoshana y de voz aguda—. Lo másss inteligente sssería negociar una rendición que beneficie a ambasss partesss.  

—K'tisssaio —expresó Bossk en ofensa a su congénere. 

—No vamos a negociar con cobardes asesinos. Y no están interesados en estrechar lazos con organizaciones criminales —replicó Boba. 

—¡¿Y qué propones?! —preguntó violento uno de los cara de perro—. ¡Ni siquiera somos la mitad de poderosos o influyentes de lo que éramos en épocas imperiales! ¡Podrás ostentar el palacio de tu antiguo jefe, pero no tienes sus recursos! ¡Y tu filosofía basada en el bien común nos ha llevado a malgastar créditos en escuelas y hogares Tusken! ¡Dinos por qué no deberíamos sacarte del juego y negociar como más nos parezca competente! 

—¿Ya lo puedo matar? —susurró Dengar al odio de Shand. 

Ante el insulto, Fett no mostró reacción u otorgó respuesta. Él gustaba de sobreponer las acciones a la labia, razón por la que tomó su vara Tusken a un lado, y con la punta golpeó el suelto tres veces, siendo en realidad una reja metálica. La respuesta al llamado, vino en forma de un estruendoso golpe y un poderoso rugido, el cual tiró los vinos e hizo levantar a cada uno de los invitados, que a través de las rejas, presenciaron con horror aquel par de garras pertenecientes al rancor. 

—Oh, miren quién ha decidido venir a saludar —exclamaba entre risas y ternura Dengar, acariciando las garras del rancor como si no fuera un ser despiadado y sanguinario—. ¿Dime, quieres comer? ¿Ya tiene hambre nuestro monstruo? ¿Eh? 

—No lo sssé, Dengar —dijo Bossk—. La última vez que comió basssura le dio indigessstión, y tuvimosss que pagar extrasss.

—Por favor —retomó la palabra Boba Fett—, tengan la amabilidad de limpiar las manchas de vino antes de continuar con nuestra plática, tengamos el privilegio de la formalidad

...

Sin Leia, la habitación se sentía desconocida, como si algo faltara. Sentado a un lado de las sabanas y el colchón, Han Solo miraba la palma de sus manos, perdido entre un mar de sentimientos. ¿Había hecho lo correcto al dejar ir a su esposa? Ahora podía entender su recriminación años atrás, cuando se ocultaban en el planeta Hoth y pretendía desertar de la rebelión. Sobándose la quijada en señal de estrés, se levantó en buscar de caminar con las manos sobre la hebilla de su cinturón, distinguiendo entre la oscuridad del cuarto, un holograma que en forma de fotografía mostraba el recuerdo del día de sus nupcias. Acercándose un poco más al estante en donde reposaba el recuerdo, Han se perdió en las sonrisas del pasado, cuando el futuro tenía sabor a dulce. 

—¿Capitán Solo? 

Atrapado en un pasillo donde los soldados de la nueva república corrían apresurado de aquí para allá, C-3PO danzaba torpe y desesperado, sujetando una pequeña caja en su mano derecha, la cual meneaba de un lado a otro. 

—¿Capitán Solo? ¿Capitán Solo? Oh, por mis circuitos. ¿Disculpen, alguien ha visto al capitán Solo? —intentó preguntar a uno de los soldados, pero ninguno se dignó a tan siquiera verlo—. En estos últimos años han sido muy groseros con los androides. No me merezco tales desprecios. —3PO podía seguir quejándose, de hecho, iba a hacerlo, pero no muy por delante, una puerta se deslizó hacia arriba, dejando pasar a: —¡Capitán Solo!

La unidad fue al encuentro del antes contrabandista lo más rápido que pudo, siendo recibido por una voz desinteresada. 

—¿Qué quieres, 3PO?

—Que bueno que lo encuentro, capitán Solo. La princesa Organa me encargó hacerle llegar esto —expresó el androide antes de ofrecer la caja. 

—¿Leia? —Han tomó la misma con cuidado y deslizó su tapa a un lado, encontrando allí: —¿Su sable de luz?   

—Expresó que aún no estaba cómoda ni preparada para usarlo —explicó 3PO mientras Han sacaba el mango—, pero sintió que usted podía necesitarlo. 

Y como si las palabras de 3PO hubieran sido un presagio, una alerta seguido de una luz roja, emergió encima de ambos. 

En los cielos de Yavin IV, dos cruceros de la nueva orden disparaban rayos contra lo que quizás eran las instalaciones más importantes de la nueva república. La forma en la que lograron evadir los sensores de seguridad, fue gracias a salir de la velocidad luz dentro de su atmósfera. Una táctica arriesgada, ya que el cambio drástico de temperatura y presión podría comprometer la integridad de los cruceros, aunque si eso sucediera, su descenso estaba calculado para estrellarse contra la base enemiga, triunfando de igual forma, incluso si era a costa de sus vidas. Pronto, X-wings fueron desplegados, entrando en batalla contras las naves de carga desplegadas. Destellos de explosión no tardaron en mostrarse sobre los cielos de una mañana naciente, que presenció impotente a las valerosas fuerzas de la luz fracasar en su empresa, e incluso, siendo fácilmente derribadas por el fuego de sus enemigos, que sin problema alguno llegaron a tierra, en donde desplegaron a sus tropas. 

Han avanzaba a prisa por los pasillos con su bláster desenfundado, seguido por C-3PO, que tambaleándose por las explosiones de afuera, gritaba: 

—¡Oh, no! ¡La nueva orden nos ataca, vamos a morir! Si tan sólo me hubiera despedido de Artoo.

—No vamos a morir, hojalata —exclamó Han antes de, irónicamente, esquivar un rayo bláster frente a su cara gracias a la suerte. 

Los stormtroopers ya estaban dentro de la base, enfrentando en lo que era un salón de operaciones a las fuerzas republicanas. Solo jaló a 3PO a por detrás de un muro, teniendo que escuchar sus quejas mientras disparaba contra los soldados enemigos. Impotente, Han miró caer a colegas que admiraba de hace tiempo. Cual fuera el entrenamiento de estos nuevos stormtroopers, rozaba la perfección, y gracias a sus armaduras reforzadas, la caída de uno de ellos, costaba el descenso de dos o hasta tres de los suyos. Pronto Han se vio sin apoyo contra tres soldados de la nueva orden. Situaciones desesperadas, requieren medidas desesperadas, pensó. Y guardando su siempre confiable bláster, liberó de por detrás de su cinturón el mango del sable láser. 

—Me siento como un hipócrita. 

El trío de stormtroopers, cesaron el fuego en busca de avanzar a la posición de Solo, con la intención de acribillarlo. Creían que el antes contrabandista no tenía salida, grato error. Pronto retrocedieron al escuchar el nacimiento de un sable de luz, pero ya era tarde, Han emergió con la espada de luminosidad amarilla alzada de manera burda, cortando la mano de un stormtrooper antes de que pudiera disparar, para luego ir contra el cuello del segundo y rematar al último empalando el plasma contra su pecho. Creyéndose momentáneamente a salvo, Han se permitió suspirar, sin darse cuenta de que 3PO avanzaba emocionado para decirle de frente: 

—Esa fue una demostración de destreza insuperable, capitán Solo. Si el maestro Luke estuviera aquí se sentiría más que... 

En ocasiones el destino es horrible. A veces tus últimas palabras son cotidianas. A veces tus últimas palabras son cortadas de tajo, y para desgracia de 3PO, sufrió ambas. Han tuvo que mirar en shock a la cabeza del androide partirse en dos por culpa de un segundo sable de luz. Al caer gritó su nombre como lo haría por un hermano, siendo entonces golpeado por un escudo que lo tumbó contra el suelo, perdiendo su sable que rebotó lejos de él. A sus pies, un stormtrooper furioso alzaba su espada, pero dejando una ventana libre que Han aprovechó para desenfundar y disparar su bláster, atinando al hombro y provocando el retroceso como el gruñido del soldado. Aunque su armadura podía soportar un disparo, el impacto y el plastoide caliente seguían representando una herida. Han aprovechó el tiempo y alcanzó el sable de su mujer, encendiéndolo antes abalanzarse contra el asesino de su amigo. Cuando las hojas de plasma se encontraron, Solo parecía llevar la delantera, arrojando estocadas toscas y violentas, obligando al stormtrooper a tomar una táctica defensiva. En realidad, el soldado de la nueva orden sólo estaba desorientado por el dolor y el ataque repentino, comunicándoselo a su rival cuando con facilidad comenzó a predecir las estocadas. Desesperado, Han azotó y presionó su espada contra la de su rival, mientras lo miraba con desprecio. El stormtrooper aprovechó que las hojas estaban entrelazadas para romperle la mandíbula a Solo con la punta de su escudo, haciéndolo trastabillar. ¿Por qué rayos su esposa pensó que la espada le sería más útil que a ella? Ahora estaba reducido a bloquear las estocadas de un rival que únicamente se divertía, y cuando tenía la oportunidad de un contrataque, blandía el sable de su mujer igual a un bate de beisbol, pero tan débil y torpe, que el stormtrooper sólo debía moverse a un lado para evitarlo. Cuando el soldado finalmente se aburrió, desarmó a Han entre medio de un barrido y lo derribó de nuevo con una fuerte embestida de su escudo. En el suelo, Han buscó de nueva cuenta su confiable bláster, pero el stormtrooper no iba a caer dos veces, por lo que le pisó con violencia la mano. Por breves momentos, Han pensó que lo único que le quedaba por hacer, era cerrar los ojos y esperar que fuera rápido. Pero la suerte le sonrió una última vez. 

A tiempo, Chewbacca llegó rugiendo para tomar por la espalda al stormtrooper, cargándolo por encima de sus hombros antes de dejarlo caer con violencia, en donde lo golpeó cual orangután. Las nuevas armaduras dispersaban mejor el calor e impacto de un bláster convencional, pero la fuerza de un wookiee seguía siendo la fuerza de un wookiee. Pronto la armadura se vio abollada y el dolor del hombre se reflejó en sus gritos poco masculinos. Y como si no hubiera sido suficiente, Chewbacca tomó su ballesta colgada del hombro para dispararle sin más en la nuca. 

—¿Chewie? —preguntó con dificultad Solo, debido a su mandíbula rota. 

Chewbacca se abalanzó a abrazar a su amigo que apenas y se estaba levantando; meneándolo de un lado a otro mientras le acariciaba con ternura la cabeza. Lamentablemente, el momento alegre no duró mucho, pues Chewbacca terminó su abrazo al notar la cabeza partida de 3PO. 

—Yo... yo lo siento, amigo.

Como se mencionó, la aparición de su colega estaba destinada a ser la última vez que la suerte le sonriera a Han Solo. En los cielos de Yavin IV, emergió un tercer crucero salido de la velocidad luz, cuyo cambio de temperatura y presión sí le afectó, cayendo sin energías sobre la base de la nueva república... 

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