Una chica caminaba entre los pasillos del gran castillo, dando fuertes golpes al piso con unos zapatos un poco altos, el vestido que cubría su cuerpo, era elegante y sin duda muy hermoso, el color que dominaba en este era el verde oscuro, además de que pequeños detalles dorados habían sido minuciosamente cosidos en las largas mangas, siendo su material, oro puro, sumamente costoso.

El rostro de la pelirroja mostraba un muy notable enojo, y aunque ella siempre fue dulce, amable y bondadosa, su aura en ese momento asustaba hasta a la persona mas valiente.

Había recorrido todo el castillo, empezando por su habitación, para después de casi media hora, terminar a las puertas de lo que fue desde un principio su destino. 

Ella sabia mas que nadie las terribles consecuencias de entrar al gran salón sin antes haber haber sido llamado por el mismo rey, pues este acto era considerado como sentenciar tu propia muerte, sino fuera heredera al trono, la horca seria el castigo destinado para esa chica.

Abrió las dos puertas, empujándolas con ambas manos sin vergüenza alguna, varios guardias que se encontraban en el interior se alarmaron y prepararon velozmente sus armas.

El Señor ya viejo, con canas en su pelo, se levanto bruscamente para poder observar bien quien había desobedecido ordenes directas del mismo rey, en su retorcida mente ya había sentenciado que lo mandaría directo a la horca para después quemar el cuerpo, tirando así sus cenizas en alguna calle abandonada del pueblo, pero luego de divisar a una pequeña figura, con una sobresaliente belleza, su hija, se tranquilizo un poco aunque no del todo.

— Bajen las armas en seguida— Ordeno con esa asquerosa voz, la cual era mas que capaz de asustar a cualquiera que la oyera, excepto, claro esta, a la chica, los guardias al escucharlo, en seguida atacaron la orden sin dudarlo ni un solo momento

— Como demonios se te ocurre— Exigió desesperadamente la "pequeña y delicada" princesa mientras apretaba su manos, convirtiéndolos en puños

— Disculpa? — Pregunto confundido, además de asqueado por el tono de voz que esta había usado con el, claramente inaceptable a sus ojos

— ¿Por qué carajos aumentaste los impuestos al pueblo?¡¡Acaso quieres terminar matándolos!! — Alzo fuertemente la voz, estaba sumamente molesta, ¿Cómo su padre podía ser tan ignorante? ¿Acaso eso era ser un rey? ¿Matar a tu propio pueblo?, sin duda si de eso se trataba, no quería llegar a la corona y mucho menos convertirse en reina

— Cuida tu tono de voz— Le dirigió una mirada amenazante, no permitiría por ningún motivo que le faltara al respeto, Por Dios, el era el rey, no podía dirigir un reino entero, si permitía que su propia hija usara tal vocabulario con él

— Pues entonces dame una maldita explicación, porque la gente allá afuera se esta muriendo mientras que a ti te sobra el pan y el vino — Contesto de la misma manera, regresando aquella mala mirada, y teniendo unas incontables ganas de estrangular a su propio padre

— ¿Tu crees que los bailes, la ropa, y todos los accesorios que usas diario, se pagan solos? Somos nosotros o son ellos, así que cierra la boca y haz lo que mejor sabes hacer, lucir esa maldita tiara— Señalo ya cansado por tremendo escandalo que se estaba armando, y sin esperar respuesta alguna ordeno a los guardias que la llevaran a su habitación y que la mantuvieran ahí hasta nuevas ordenes

— Terminaras matándonos, oíste?, ¡¡NOS HUNDIRAS A TODOS!! — La chica grito antes de que la puerta se cerrara en su cara, mientras era sostenida de los brazos sin lastimarla — Suéltenme — Hablo firmemente, para luego intentar zafarse al ver que los guardias hacían caso omiso a su orden— Dije que me suelten, puedo caminar sola

— Los siento princesa, pero debemos obedecer las ordenes del rey, si no lo hacemos tomara represarías con nuestras familia

— Bien — Contesto agachando su cabeza, tenia mucha pena, era deplorable ver como su padre tenia el poder de lastimar a gente inocente, y era aun mas, saber que ella no era capaz de hacer absolutamente nada para ocasionar algún cambio

Se sentía mal, muy mal