CATORCE

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— la última batalla —

Clavó su lanza con ímpetu en el Penitente más cercano mientras empujaba con todas sus fuerzas, llevándolo hacia una de las murallas para evitar que se acercara a Thomas o Teresa. Sin embargo, la criatura no tardó en defenderse: extendió uno de sus brazos con una cuchilla de sierra hacia el cuerpo de la chica que logró esquivarlo con agilidad, más, soltó un alarido de dolor cuando sintió arder su brazo, se había herido al girar su torso. Pero aquello no la detuvo. Siguió con su tarea de empujar al Penitente fuera del centro para hacer camino libre. Dos habitantes más se unieron a ella para pelear contra la criatura, y entre los tres la tarea se les hizo más fácil.

Estaba concentrada en su tarea, pero aun así pudo ver tres cuerpos pasar rápidamente por detrás; estaban lograndolo.

Unos aullidos la obligaron a voltearse, dándole la oportunidad de ver lo que sucedía justo en ese momento: un Penitente que había logrado escapar de un grupo de Habitantes estaba peligrosamente cerca de Chuck. Chloe no lo pensó dos veces, extrajo su lanza del cuerpo del Penitente que estaba acorralando y con toda su fuerza y precisión arrojó la lanza hacia la criatura, dando en un punto de su espalda, cerca de la cabeza. La criatura que estuvo a segundos de atrapar a Chuck quedó completamente inmovil.

—¡Chloe, cuidado! —Aquel alarido la hizo volver a percatarse de su alrededor.

Volvió a escuchar los sonidos que rebotaban por las paredes: los aullidos humanos, los choques de metal, los alaridos de las criaturas, los golpes de las garras, los chicos implorando auxilio. Una corriente eléctrica atravesó su cuerpo y al dar media vuelta vio a uno de los habitantes que se había interpuesto en el camino de uno de los Penitentes, salvándola.

La criatura aferraba entre sus garras al chico que intentaba escapar mientras lanzaba feroces cuchilladas a la dura piel de ballena del monstruo.

Chloe agarró su hacha y comenzó a atacar al Penitente, pero el final del habitante fue inevitable. Justo frente a ella, la criatura se aferró con tanta fuerza al cuerpo del chico que este terminó en más de un pedazo y la chica fue salpicada por la sangre del habitante.

Más, no había tiempo para lamentar las pérdidas. La chica peleó sin cesar, no se dio por vencida ni un segundo, dando lo mejor de sí para vencer a aquella criaturas que parecían querer acercarse únicamente hacia Thomas, Teresa y Chuck. Chloe supuso que los Creadores los habían programado para ello. Pero los habitantes habían hecho una promesa, y los defenderían sin importar nada.

La batalla se encontraba en su punto máximo: ruidos de metal, gritos, gemidos, rugidos de motores, sierras giratorias, hojas cortantes, chirridos de púas contra la piedra, todos esos sonidos habían ido creciendo hasta resultar insoportables para sus oídos. Sólo debían aguantar unos minutos más, Thomas, Chuck y Teresa ya habían desaparecido de su vista por lo que suponían que ya deberían estar ingresando el código.

Chloe no veía la hora para que eso sucediera puesto que las probabilidad se estaban cumpliendo y los habitantes estaban perdiendo la pelea. Cada minuto habían menos chicos con vida, la sangre y cuerpos sin vida decoraban el lugar, pero nadie tenía el beneficio de detenerse a mirar quienes o cuantos quedaban con vida, los Penitentes se lo estaban haciendo cada vez más difícil.

—¿Por qué tardan tanto? —Chloe logró distinguir el grito de Newt.

—¡Shuck, nos están haciendo pedazos! —Soltó Chloe mientras intentaba mantener alejado a un Penitente con la lanza que había recuperado enterrada superficialmente sobre su dura piel, mientras movía sus extremidades, intentando lastimarla—. ¡Literalmente!

Con solo unos segundos de sobra la pelinegra logró divisar a otro Penitente que se acercaba a ella luego de acabar con otro habitante. De forma milagrosa logró ensartar uno de los brazos de la criatura con la que estaba peleando a la pared con su lanza, con ayuda de esta y la pared trepó por encima del Penitente, justo a tiempo para cuando el segundo se acercó a ella. Estaba sujetando con firmeza de la piel de la criatura, a través de unas cortadas, este se movía de una forma feroz para verla y atacarla, pero le era imposible.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —La voz de Newt se hizo presente una vez más.

Chloe no tuvo tiempo para responderle. El segundo Penitente había levantado uno de sus brazos con cuchilla de sierra, y en un intento de atacar a la chica partió a la mitad el cuerpo del Penitente en el que se encontraba. Cayó al suelo con estrépito y no fue atacada de inmediato gracias a que el Penitente que quedaba en pie se había atascado.

Su cuerpo chocó contra el suelo y su quejido provocó un eco en el lugar, había caído de espaldas provocando que su cabeza rebotara al golpear el pavimento. Tardó tan solo unos segundos en recuperarse, pero había sido tarde. En cuanto intentó colocarse del pie el Penitente intento atacarla.

Con agilidad se movió hacia su lado derecho, observando el destello de la sierra al enterarse justo donde momentos antes había estado su cabeza. Logró agarrar el hacha que tenía a unos metros pero ante el descuido el Penitente hundió una de sus cuchillas en un costado de su torso, cortando unos centímetros de su piel al ser sacada con fuerza.

Entonces, cuando estaba a punto de darse por vencido el dolor, se animó a dar el último esfuerzo: clavó el hacha en la cabeza, justo entonces, mientras la criatura moría, el lugar quedó en completo silencio y las criaturas restantes detuvieron sus movimientos, como si se hubieran quedado sin carga.

En la intersección sólo se escucharon jadeos de cansancio y algunos alaridos y quejas de dolor por parte de los habitantes que habían sobrevivido. Que los Penitentes se hubieran desactivado sólo significaba una cosa, Thomas había logrado introducir el código.

La chica soltó el hacha y dejó caer su cabeza y hombros sobre el suelo. Distintas partes de su cuerpo dolían y ardían con ímpetu, sentía que sus energías se habían agotado por completo y dudaba ser capaz de levantarse una vez más. Lo único que deseaba en ese momento era quedarse allí, recostada y recuperándose.

—Has actuado como toda una bestia —Le dijo Newt acercándose a su lado—. ¿Te encuentras bien?

La chica abrió los ojos para observar al rubio. Su ropa estaba hecha un desastre, tenía sangre propia y de otros habitantes por todo su cuerpo además de lodo. Se veía pálida y sin energía.

—Mejor que nunca —Comentó, sin aliento—. Esos malditos Penitentes... Eran peor de lo que recordaba.

—Vamos, levántate —Newt la ayudó a reincorporarse—. Debemos llegar a la Fosa de los Penitentes con Thomas, los demás nos seguirán.

Pero antes de que pudieran avanzar, alguien más llegó junto a ellos.

—¿Sabes qué significa "quédate detrás de mí"? —Espetó Minho con el ceño fruncido—. ¡Significa quédate detrás de mí, no que vayas detrás de los malditos Penitentes!

Chloe sonrió y se cruzó de brazos a pesar de sus dolores.

—Miralo —Le dijo a Newt—. Minho está preocupado.

Newt a su lado, a pesar de no tener fuerzas, rió.

—Burlense lo que quieran, pero eso fue brutal. —Dijo el chico, sin rastros de una sonrisa.

Los dos amigos asintieron mientras sus sonrisas se desvanecían. Dejaron los chistes a un lado y se pusieron en marcha, sin perder más tiempo.

Llegaron al precipicio. En medio del aire, colgaban unas lianas de hiedra que se perdían en el vacío. Chloe no lo pensó por más de cinco segundos, si había sobrevivido a los Penitentes, un simple salto no era nada. Saltó del borde y, de inmediato, estiró las piernas. En un instante, golpeó contra la Fosa.

Al entrar, sintió una ráfaga helada que le recorría el cuerpo como si se hubiera zambullido en agua congelada, sus heridas dolieron aún más por aquello, pero logró reprimir sus quejidos. Minho estuvo a su lado unos segundos después.

—¡Chicos, están bien! —Gritó Thomas embargado por el alivio, pero también espantado por toda la sangre que llevaban encima—. Chloe, estás sangrando.

—¡Oh, demonios! No lo había notado —Soltó Chloe mientras se ponía de pie—. ¿Por qué será?

Thomas gruñó—. Te estás juntando mucho con Minho. —Se quejó.

—¿Y cómo están los otros?

El corredor caminó a tropezones con Chloe a su lado, ambos apoyados el uno del otro, y llegaron hasta la pared curva del túnel apoyandose, respirando con dificultad y descansando unos segundos.

—Perdimos una cantidad de gente... Allá arriba hay mucha sangre... —De pronto, todos se quedaron inmóviles. Hizo una pausa para tomar aire—. Ustedes lo lograron. No puedo creer que realmente haya funcionado.

Se escuchó un ruido y apareció Newt seguido por Sartén. Luego Winston con el resto del grupo.

—Y justo a tiempo —Agregó la chica—. Físicamente, mi cuerpo no da más.

En unos minutos, dieciocho chicos estaban reunidos en el túnel con Thomas y sus amigos: eran veintidós habitantes en total. Tenían la ropa hecha jirones y estaban cubiertos del lodo de los Penitentes y de sangre humana.

—¿Y el resto? —Preguntó Thomas, temiendo la respuesta.

—La mitad de nosotros —Contestó Newt, con la voz quebrada—. Muertos.

—Esparcidos por toda la intersección junto a los Penitentes y sobre nosotros. —Siguió Chloe, con un inadvertido tono de desinterés.

Nadie dijo una palabra más y permanecieron en silencio durante un rato largo.

—¿Saben algo? —Dijo Minho, irguiéndose un poco—. Una mitad se habrá muerto, pero nosotros, que somos la otra mitad, estamos más vivos que un garlopo. Y, como Thomas creía, nadie recibió ningún pinchazo. Tenemos que salir de aquí.

—Vámonos de aquí —Dijo Newt—. Ahora mismo.

—Por favor, antes de que me desangre en esta Fosa —Pidió Chloe, que había atado una camiseta rota a su herida—. ¿Por dónde debemos ir?

Thomas estiró el brazo hacia el túnel.

—La puerta que se abrió sonó allá adelante.

—Bueno, vamos. —Contestó Minho, y comenzó a caminar por el túnel sin esperar aprobación.

Newt les indicó a los otros Habitantes que siguieran al Encargado y se ocupó de ayudar a Chloe a caminar, quien parecía ser la más herida de todos los presentes. Ambos entraron en el negro pasadizo, la oscuridad parecía tragarse hasta los rayos de luz de las linternas.

Después de unos minutos de andar, se escuchó un alarido, que venía de la parte delantera del grupo, y luego otro y otro. Los gritos se desvanecían, como si se estuvieran desplomando...

Los murmullos recorrieron la fila hasta que llegaron a Chloe y Newt.

—Parece que el túnel termina en una rampa descendente.

—Qué divertido. —Soltó Chloe sin gracia.

Con esfuerzo la chica se arrojó por la trampa con un chillido por la adrenalina que sintió, se deslizó bruscamente por el tobogán, que estaba cubierto de un aceite pegajoso que olía muy mal, como a plástico quemado y a maquinaria gastada. Los gritos de los otros Habitantes resonaban como un eco dentro de las paredes del túnel. El pasadizo comenzó a serpentear y se convirtió en un tosco espiral. Un nuevo chillido escapó de sus labios cuando salió volando del túnel y aterrizó sobre el frío suelo.

—Cada vez odio más este lugar. —Espetó.

Los cuerpos estaban desperdigados por todos lados, unos arriba de otros, gimiendo y retorciéndose en medio de la confusión, tratando de separarse. Minho se había puesto de pie y ayudó a Chloe justo a tiempo antes de que Newt aterrizará donde ella se encontraba segundos atrás.

Ya todos habían terminado de reincorporarse y se habían agrupado, contemplando los alrededores.

Se encontraban en una inmensa cámara subterránea, nueve o diez veces más grande que la Finca. El lugar estaba cubierto de arriba abajo con todo tipo de maquinaria, cables, conductos y computadoras. En un lado de la sala podían ver una hilera de unas cuarenta cápsulas blancas que parecían enormes ataúdes. En la pared de enfrente había grandes puertas de vidrio, pero la iluminación no permitía distinguir lo que había del otro lado.

—¡Miren! —Gritó alguien.

A Chloe se le cortó la respiración. Se le puso la piel de gallina, al tiempo que un escalofrío le recorría la columna como si fuera una araña mojada. Directamente delante de ellos, una fila de ventanas de vidrio oscuro se extendían en forma horizontal a lo largo del recinto. Del otro lado de cada una de ellas, una persona —hombres y mujeres, pálidos y delgados— observaban atentamente a los Habitantes con los ojos entornados.

Nadie tenía que corroborarlo. Chloe tuvo una sensación que era más que suficiente para saberlo. Eran las personas que los habían enviado al Laberinto. Aquellos que les habían arrancado sus vidas. Los Creadores.

De manera inconsciente Chloe dio un paso atrás, chocando contra el cuerpo de Minho, un silencio mortal pareció absorber el aire del lugar mientras los Habitantes miraban la hilera de ventanas y a los observadores que se escondían detrás. Ninguno de ellos parecía interesado en su llegada, habían mantenido sus tareas como observarlos o hacer pequeñas anotaciones. Llevaban camisas blancas y batas negras, con una palabra que no era visible a la distancia bordada en el lado derecho del pecho.

—¿Quién es esta gente? —Susurró Chuck, pero su voz se amplificó como un eco por la habitación.

—Los Creadores —Dijo Minho, escupiendo al piso—. ¡Les voy a romper la cara!

—¿Qué hacemos? —Preguntó—. ¿Qué están esperando?

—Seguramente han reactivado a los Penitentes —Respondió Newt—. Y es probable que estén viniendo...

Un silbido lento y potente lo interrumpió. Sonaba como la señal de aviso de la marcha atrás de un camión enorme, pero mucho más fuerte. Se escuchaba por todos lados y retumbaba dentro de la sala.

—¿Y ahora qué? —Preguntó Chuck, sin esconder la preocupación.

Chloe, al igual que los demás, miró a Thomas, que se encogió de hombros como única respuesta. Parecía estar tan desconcertado como los demás. Unos instantes más tarde, las puertas que se encontraban a un costado se estaban abriendo y el corazón de la chica comenzó a latir de manera acelerada. El ruido se apagó y se instaló en la cámara un silencio sepulcral, dos personas entraron en la habitación.

Una de ellas era una mujer adulta, parecía bastante común. Llevaba pantalones negros y una camisa blanca, con botones en el cuello y un logo en el pecho: CRUEL, escrito en letras azules mayúsculas. Caminó hacia el grupo con cara inexpresiva. Se detuvo a unos dos metros de los Habitantes y los fue mirando lentamente uno por uno, de izquierda a derecha. La otra persona, que se encontraba de pie al lado de ella, era un chico que llevaba una sudadera extremadamente grande, con la capucha puesta tapándole la cara.

—Bienvenidos —Dijo finalmente la mujer—. Más de dos años y tan pocos muertos. Increíble.

Aquel comentario hizo que a Chloe le hirviera la sangre y volvió a sentir aquella sensación que había experimentado mientras luchaba contra los Penitentes.

—¿Pocos muertos? —Soltó Chloe con rabia mientras sentía sus ojos arder—. Decenas de nuestros amigos murieron en ese infierno, ¿y usted cree que son pocos?

La mujer la recorrió de nuevo con la vista antes de responder.

—Todo salió de acuerdo con lo planeado, señorita Chloe. Aunque suponíamos que algunos más se rendirían durante el camino.

Echó una mirada a su compañero y luego estiró la mano y le bajó la capucha. Él levantó la vista con los ojos llenos de lágrimas. La sangre abandonó el rostro de Chloe, pensó que así se sentiría si viera a un muerto revivir: delante tenía a Gally.

—¡¿Qué está haciendo él aquí?! —Gritó Minho.

—Ya están seguros —Respondió la mujer como si no lo hubiera escuchado—. Por favor, cálmense.

—¿Qué? —Ladró nuevamente—. ¿Quién eres tú para decirnos a nosotros que nos calmemos? Queremos ver a la policía, al alcalde, al presidente... ¡a alguien!

La desconocida entrecerró los ojos mientras lo observaba.

—Muchacho, no tienes la más mínima idea de lo que estás diciendo. Yo hubiera esperado más madurez de alguien que pasó las Pruebas del Laberinto.

Minho estaba por contestarle, pero Chloe tocó su brazo y le dio una mirada de advertencia, para que se mantuviera callado.

—Gally —Dijo Newt— ¿Qué está pasando?

El chico de pelo oscuro lo miró. Sus ojos se encendieron un segundo y la cabeza le tembló levemente, pero no respondió. La mujer hizo un gesto afirmativo con la cabeza como si estuviera orgullosa de él.

—Algún día, estarán agradecidos por lo que hemos hecho por ustedes. Es lo único que puedo prometerles y confío en que sus mentes lo aceptarán. Si no es así, entonces todo esto fue un error. Estas son épocas oscuras, señor Newton, muy oscuras.

Hizo una pausa.

—Por supuesto que también existe una Variable final. —Agregó, mientras retrocedía.

La chica no lograba comprender qué estaba sucediendo, su mente no estaba funcionando al cien por ciento. Estaba cansadisima y sus heridas aún dolían y sangraban, por lo que no notó el extraño actuar de Gally.

—¿Gally? —Las palabras salieron a borbotones de la boca de Thomas.

—Ellos... pueden controlarme... Yo no... —Los ojos parecían saltar de su cara; una mano se dirigió a la garganta como ahogándolo—. Yo... tengo... que...

Cada palabra era como un graznido, luego se quedó quieto y la cara y el cuerpo se relajaron. Era lo mismo que le había ocurrido a Alby luego de la Transformación. Gally llevó la mano hacia atrás y sacó algo, se aferraba con fuerza una daga de aspecto siniestro. Con una velocidad inusitada, se estiró y le lanzó el cuchillo.

Chloe soltó un gritó y de inmediato sintió las manos de Minho posarse rápidamente sobre sus hombros, volteandola y protegiéndola del peligro con su cuerpo, a pesar de que la daga no iba dirigida hacia ella o a alguien que se encontrara cerca.

Se escuchó el ruido de la daga golpear contra el pecho de alguien, un ruido húmedo y desagradable, seguido de un chico gritando por el dolor y sorpresa para luego desplomarse sobre el suelo. Chloe lentamente se volteó y pudo distinguir el cuerpo de Chuck sacudiéndose en el piso mientras le brotaba sangre de la herida. Las piernas golpearon contra el piso y los pies continuaron arrojando patadas al aire. Una saliva roja se escurrió de los labios. Thomas estaba a su lado.

—¡Chuck! —El grito desesperado de Thomas le rompió el corazón—. ¡Chuck!

El chico seguía con las convulsiones. Los ojos se le salían de las órbitas y la sangre manaba de la nariz y de la boca.

—Chuck... —Repitió Thomas, como un susurro.

De pronto dejó de moverse. Los ojos volvieron a la posición normal y se posaron en Thomas—. Thom... mas.

—Resiste, Chuck —Exclamó—. No te mueras, pelea. ¡Busquen ayuda!

Nadie se movió, no había nada que pudieran hacer.

—Thomas —Susurró—. Busca a... mi mamá —Una tos seca brotó de los pulmones seguida de un chorro de sangre—. Dile...

No terminó la frase. Sus ojos se cerraron, el cuerpo se aflojó y respiró por última vez. Chloe soltó un gemido de lamento, su pecho se sacudió y una vez más se refugió en los brazos de Minho. Ya había perdido la cuenta de todos los chicos que había visto morir.

En unos segundos Thomas había soltado a Chuck poniéndose de pie, miró a Gally y corrió hacia delante, se arrojó sobre el chico y le apretó la garganta con fuerza. Ambos cayeron al piso. Thomas se puso a horcajadas sobre Gally, lo sujetó con las piernas para que no escapara y comenzó a golpearlo.

Lo sostuvo en el suelo con la mano izquierda, presionando su cuello hacia abajo, mientras con el puño derecho descargaba una andanada de puñetazos en su cara. Hubo crujidos, sangre y aullidos horribles, tanto de parte de Gally como de Thomas. Le pegó hasta que liberó la última gota de furia que llevaba dentro.

Luego, a pedido de Chloe, Minho y Newt lo arrastraron por el piso fuera de allí, mientras él se retorcía y pedía a gritos que lo dejaran en paz. Su humor cambió de manera brusca, una vez más parecía triste y emocional, corrió hacia el cuerpo inerte de su Chuck, agarrandolo otra vez entre sus brazos.

—¡No! —Aulló, consumido por la tristeza—. ¡No!

Teresa estaba junto a él y apoyó la mano en su hombro. Thomas se la quitó de una sacudida.

—¡Yo se lo prometí! —Gritó, con demencia—. ¡Le prometí que iba a salvarlo, que lo llevaría a su casa!

Teresa no respondió, sólo sacudió la cabeza con los ojos clavados en el piso. Thomas apretó a Chuck contra su pecho y se echó a llorar. Sus sollozos angustiantes resonaron por la sala como los lamentos de un torturado. Una vez más soltó el cuerpo inerte del Habitante y se desplomó hacia atrás, se secó las lágrimas y se frotó los ojos, Teresa lo ayudó a ponerse de pie.

La mujer de CRUEL fue la primera en hablar.

—Las cosas no ocurren porque sí, todo tiene un motivo —Dijo, sin rastros ya de maldad en la voz—. Tienen que entender esto.

Las palabras de la mujer sólo provocaban más rabia en Chloe, pero antes de que pudiera hacer algo contra ella fueron interrumpidos por un escándalo repentino y una gran conmoción fuera de la puerta por la cual había entrado la mujer. Ella miró en esa dirección con expresión de terror.

Irrumpieron en el recinto varios hombres y mujeres con armas en alto y a gritos, vestidos con jeans mugrientos y abrigos empapados. Las pistolas y los rifles que empuñaban tenían un aspecto antiguo, casi rústico. Parecían juguetes abandonados en el bosque durante años y descubiertos recientemente por la siguiente generación de chicos dispuestos a jugar a la guerra.

Contempló perplejo cómo dos de los recién llegados tomaban a la mujer de CRUEL de los brazos y, con un solo movimiento, la arrojaban al piso. Luego, uno de ellos retrocedió y le apuntó con el arma.

Unos fogonazos iluminaron el aire y varios tiros se estrellaron contra su cuerpo. Ella estaba muerta y eso se había convertido en una carnicería.

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