QUINCE

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— epilogo —

Un hombre se acercó a los Habitantes, al tiempo que el resto del grupo se desplegaba alrededor de ellos moviendo las armas de un lado a otro y disparando a las ventanas de observación. Se escucharon los alaridos; vio la sangre y los vidrios rotos, y luego se concentró en el hombre que estaba junto a ellos. Tenía pelo oscuro y su cara era joven, pero estaba llena de arrugas alrededor de los ojos.

—No hay tiempo para explicaciones —Dijo, con una voz tan crispada como su rostro—. Síganme y corran como si sus vidas dependieran de ello. Porque es así.

El hombre les hizo unas señas a sus compañeros y luego salió corriendo por las puertas de vidrio, sosteniendo el arma con firmeza delante de él. Todavía se oían disparos y gemidos de agonía en el recinto, Chloe no estaba segura de seguir las instrucciones.

—¡Corran! —Gritó uno de los hombres.

Después de una breve vacilación general, los Habitantes huyeron dando grandes zancadas y chocando unos con otros en el apuro por dejar el lugar. La castaña no supo de dónde sacó las fuerzas para hacerlo, pero corrió junto a los demás por un largo pasillo hasta un túnel débilmente iluminado y subieron unas escaleras. Todo estaba oscuro y olía a aparatos electrónicos. Recorrieron otro pasadizo, más escaleras, varios pasillos.

Mientras escapaban, algunos hombres y mujeres los guiaban al frente del grupo y otros los alentaban desde atrás. Encontraron otro conjunto de puertas de vidrio y, al atravesarlas, los sorprendió un intenso chaparrón que caía de un cielo negro, sintió la lluvia mojándole la cara, el agua estaba casi caliente y tenía una extraña densidad. Así no se sentía la lluvia; fue lo único que pudo pensar.

No se veían más que pálidos destellos fugaces reflejados en la cortina de agua, que repiqueteaba en el piso. El líder no dejó de moverse hasta que llegaron a un gran autobús, abollado y oxidado, con las ventanillas rotas.

—¡Suban! —Gritó el hombre—. ¡Deprisa!

Los Habitantes se agolparon en la puerta y fueron entrando uno por uno. Entre los empujones y el desorden, les tomó mucho tiempo trepar esos tres escalones y ubicarse en los asientos. Chloe entró al autobús y siguió caminando hasta el fondo, dejándose caer en uno de los asientos. El encargado de los corredores no tardó en sentarse a su lado y Newt, luego de asegurarse que se encontraba bien, se sentó unos asientos más adelante.

Cuando creía que ya nada podía ocurrir, un grito proveniente de afuera del autobús la hizo mirar por las ventanas. Thomas había sido sujetado de la camisa por una mujer con aspecto enfermo.

—¡Nos salvarás a todos! —Exclamó la espantosa mujer—. ¡Nos salvarás de la Llamarada!

Soltó una carcajada y luego emitió un aullido cuando uno de los desconocidos la tomó con las dos manos y la arrancó de encima de Thomas. El hombre arrastró a la extraña, que se resistía lanzando patadas al aire. Luego, la mujer le apuntó a Thomas con el dedo y le habló una vez más.

—¡No creas nada de lo que te digan! ¡Tú nos salvarás de la Llamarada!

Cuando el hombre estuvo a varios metros del autobús, arrojó a la desquiciada al piso.

—¡Quédate ahí o te mato! —Gritó, y luego miró a Thomas—. ¡Entra al autobús!

Thomas y Teresa subieron. Todos los Habitantes los miraron con ojos enormes por el asombro y pronto Chloe dejó de preocuparse por ellos, ya no había nada que ella pudiera hacer. Cerró sus párpados y se preparó para dejar toda aquella experiencia atrás, si esas personas realmente estaban salvándolos, ya no tendría que ser la líder ni ocuparse de las tareas sucias. Podría ser solo ella, y descubrir qué tipo de persona era fuera del Laberinto.

El agua negra chorreaba por las ventanillas; la lluvia martillaba con fuerza sobre el techo y los truenos sacudían el cielo. No sabía a donde se dirigen ni qué harían con ellos, más no le intereso. No estaba segura de llegar consciente con las heridas abiertas que tenía. Se acurrucó sobre el pecho de Minho mientras él pasaba su brazo sobre sus hombros, brindándole algo de seguridad.

Una de las mujeres del grupo que los había rescatado se sentó cerca de Thomas y el líder —el hombre que les había hablado al principio— se sentó al volante y encendió el motor. El vehículo comenzó a rodar hacia delante.

En ese momento, vio un movimiento fugaz del otro lado de la ventanilla. La mujer de loca se había puesto de pie y corría hacia la parte delantera del autobús, agitando los brazos con furia y lanzando gritos que el ruido de la tormenta ahogaba.

—¡Esperen! —Aulló Thomas, pero lo ignoraron.

El conductor pisó el acelerador. El autobús dio una sacudida y golpeó violentamente el cuerpo de la extraña. La agitación fue violenta cuando las ruedas delanteras pasaron por encima de ella, seguidas de inmediato por un segundo sobresalto, el de las ruedas traseras.

Sin decir una palabra, el chófer continuó acelerando y el vehículo se abrió paso a tumbos en la tormenta nocturna.

La hora que siguió transcurrió en una nebulosa de imágenes. Atravesaron pueblos y ciudades a una velocidad temeraria, en medio de una lluvia constante que dificultaba la visión. Las luces y los edificios parecían manchas curvadas y acuosas, como si todo fuera parte de una alucinación. En un momento dado, algunas personas corrieron junto al autobús. Tenían aspecto andrajoso, el pelo apelmazado y extrañas llagas cubriendo sus caras de terror. Golpearon los costados del transporte como si quisieran subirse para escapar de las horribles vidas que les habían tocado en suerte. El vehículo nunca disminuyó la marcha.

Chloe no pudo evitar pensar en todo lo que había sucedido durante las últimas horas, tenía un revoltijo de emociones y pensamientos. Nunca creyó que escapar del laberinto acabaría de esa manera, pero en el fondo estaba aliviada de que Minho y Newt hubieran escapado con vida junto a ella, ambos eran las personas más importantes que tenía, no sabía que hubiera hecho si alguno no lo hubiera logrado.

Levantó la vista para mirar a Minho, su respiración era tranquila, le dedicó una leve sonrisa al captar su mirada y volvió a mirar al frente, no tenía ánimos de hablar, ella tampoco. Estaba concentrada observando a través de las ventanas, la lluvia y la oscuridad eran totales, pensaba en su suerte, le gustaría pensar que a partir de ese momento las cosas mejorarían para ellos, pero no podía aceptarlo Algo en ella había cambiado en el Laberinto, y sabía que nunca volvería a sentirse a salvo.

A pesar de que una mujer le recomendó no dormir puesto que podía perder el conocimiento por sus heridas, el cansancio ganó el control de su cuerpo. Durante las dos horas restantes durmió profundamente, soñando con un chico de piel levemente morena y cabello castaño por sobre los hombros, un sueño tan extraño que pareció real; todo lo que hablaron y compartieron fue olvidado por Chloe en cuanto fue despertada por Minho.

Se encontraban en un estacionamiento sucio de lodo alrededor de un edificio poco llamativo con varias hileras de ventanas. La mujer y algunos hombres del grupo que los había rescatado guiaron a los diecinueve chicos y a las dos chicas a través de la puerta delantera. Subieron unas escaleras y llegaron a un gran dormitorio con varias literas alineadas contra una de las paredes. En el lado opuesto, había cómodas y mesas. Las ventanas tenían cortinas que alegraban las paredes del cuarto.

Chloe observó todo con extrañeza, todo era distinto a lo que estaba acostumbrada. El lugar era una explosión de color: pintura amarilla, mantas rojas, cortinas verdes. Después de la gris monotonía del Área, era como si estuvieran en medio de un arco iris. Al contemplar las camas y las cómodas bien hechas y en buen estado, la sensación de normalidad resultó abrumadora. Después de dos años viviendo en un basurero, ese lugar parecía ser demasiado bueno para ser verdad.

Minho fue el que mejor definió lo que sentían:

—Shuck, larchos. Estamos en el paraíso.

El líder y conductor del autobús los dejó en manos de un pequeño equipo: nueve o diez hombres y mujeres que llevaban pantalones negros planchados y camisas blancas, el pelo impecable, y las caras y las manos limpias. No dejaban de sonreír.

Los colores, las camas, el personal. Sintió que era imposible no contagiarse de aquella felicidad. Sin embargo, aquella mínima sensación de incertidumbre jamás desaparecería.

Se asignaron las camas, se distribuyeron los elementos de tocador y la ropa, curaron las heridas de Chloe y se sirvió la cena. Pizza. Pero pizza de verdad, bien grasosa. El hambre superó todo lo demás y Chloe devoró cada bocado. El buen ánimo y el alivio que lo rodeaban eran evidentes. La mayoría de los Habitantes se había mantenido en silencio durante casi toda la comida, temiendo quizás que las palabras hicieran que todo se esfumara. Pero había muchas sonrisas. Estaba tan acostumbrada a las miradas de desesperación que le pareció casi inquietante ver caras felices, pero al final lo aceptó y se sintió aún más feliz porque luego del infierno que sufrieron, al fin podrían ser felices y estar a salvo.

Apenas terminaron de comer, nadie se opuso en lo más mínimo cuando les dijeron que era hora de ir a la cama. Pero Chloe no estaba del todo cómoda con el hecho de que debía ir a una habitación aparte, separada del resto, y compartirla con Teresa.

Es por su seguridad y comodidad —Repitió Chloe la explicación que la mujer le había dado al negarse a ir a una habitación separada. Luego soltó una carcajada—. He estado dos malditos años conviviendo con ustedes, y durante todo ese tiempo nunca les preocupó mi seguridad ni comodidad.

—Ve el lado positivo —Le dijo Newt—. No tendrás que soportar el hedor que habrá durante la noche, sobre todo por parte de Minho.

El mencionado levantó la mano de forma amenazante, todos los demás rieron, estando de acuerdo con aquel comentario.

—Solo no me gusta el hecho de que nos separen. —Confesó la chica, con una mueca.

—Nena, estaremos a solo unos metros de distancia, no exageres. —Le dijo Minho con burla.

—Está bien, pero no quiero que vayas a buscarme en medio.

—No tenía pensado hacerlo.

Antes de que Chloe pudiera replicar el comentario de Minho, una de las mujeres se acercó a ella, pidiéndole amablemente que se dirigiera a su habitación para dormir.

—Supongo que nos veremos mañana —Se despidió la chica—. Descansen.

—Espera —Le pidió el asiático, acercándose a ella y bajando la voz, para que no lo escuchara nadie más—. Sobre lo que hablamos en el Laberinto, ¿aún sigue en pie?

—Podrías ser más específico, ¿sabes?

—Salimos del Laberinto —Puntualizó—. Dijiste que podríamos estar juntos si eso pasaba, y déjame decirte que estoy más que interesado ¿y tú?

La boca de Chloe se curvó en una sonrisa—: Lo hablaremos mañana.

Y sin más salió de la habitación arrastrando los pies, la guiaron hasta una puerta al otro lado del pasillo donde había una habitación similar al de los chicos, solo que esta era más pequeña, con solo dos literas. Teresa ya estaba instalada allí, acababa de salir del baño cuando ella entró.

—¿Y? —Le preguntó la chica sin mucha suavidad—. ¿Estás bien?

—Te responderé eso mañana —Respondió Chloe—. Aún estoy asimilando todo.

Sin esperar una respuesta, la de menor estatura se acomodó en una de las camas inferiores de las literas, estaba a punto de tumbarse sobre ella cuando la puerta de la habitación se abrió, una de las mujeres entró con dos tazas humeantes y un par de medicamentos.

—Se que deben sentirse aturdidas por todo lo que está pasando, ¿no es fácil el cambio, no? —Comenzó a decir la mujer adentrándose en la habitación—. Una bebida caliente antes de dormir me suele relajar, así que creí que eso les ayudaría a conciliar el sueño. —Le ofreció una taza a cada una.

Teresa sin muchas explicaciones se negó.

—Deberías tomarlo —Le aseguró, mirando a Chloe—. Será mejor para acompañar los medicamentos. No queremos que tus heridas se infecten, y también te ayudarán con el dolor.

Chloe pensó por unos momentos, una bebida caliente no sonaba nada mal y no soportaba el agudo dolor al costado de su torso. Un par de analgésicos no le harían mal.

—Las luces se apagarán en diez minutos.

Y la mujer salió de la habitación. A ambas chicas les llamó la atención el sonido que se escuchó desde la puerta, indicando que habían colocado el seguro. Compartieron una mirada.

—De seguro sólo lo hicieron por nuestra seguridad. —Comentó Teresa, y la otra quiso pensar igual.

No le dieron más vueltas al asunto, se prometió que, al menos esa noche, no se preocuparía por nada y dejaría a su mente descansar. Por lo que disfruto de la deliciosa bebida caliente y, luego de dejar la taza vacía sobre la cómoda, se tumbó en la cama.

Las luces se apagaron y Chloe no tardó en sentirse calmada. Una sensación de adormecimiento embargó su cuerpo y sus párpados eran cada vez más pesados. No se sentía feliz, no con todo lo que había pasado, parecía estar embriagada por la liberación, y por el momento fue suficiente.

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