✒c a p í t u l o 0 3

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


A la mañana siguiente, la familia Hamato se reunió en la cocina para desayunar y compartir ese momento de la mañana juntos.
En los últimos tres meses, habían acordado que todos iban a cocinar pues era una forma más de enseñarles a cultivar la responsabilidad. Esta vez, era el turno de Leonardo.
Sus tres hermanos sabían que sería un desastre, por eso, habían guardado pizza, sólo como un plan B.

–¡Trae el extintor! –gritó Leonardo, asustado porque el fuego se estaba saliendo de control. Raphael entró corriendo a la cocina, con extintor en mano, listo para extinguir la gran llama de fuego.

–Idiota. Casi morimos quemados, y no es la primera vez –Una vez que el fuego se extinguió casi en su totalidad, volvió su mirada hacia el mayor y lo acusó de todos los accidentes que casi terminaban en muerte.

–Como si cocinaras mejor que yo.

–No lo hago mejor, pero, al menos controlo el fuego –Caminó hacia la entrada de la cocina. La tensión comenzaba a hacerse presente, y si Leonardo iba a comenzar una discusión, Raphael no se iría sin ganarle.

–Controlas el fuego porque es como tú. Autodestructivo, porque no le importa si llegan a apagarlo, con tal de causar tanto daño como sea posible.

Aquello golpeó duro a Raphael.

Había pensado en querer ganarle, pero aquellas palabras lo derrotaron.

¿Quería decir que él era alguien perjudicial para quienes lo rodean?

Simplemente no dijo nada, agachó su cabeza, con la mirada hacia el suelo, sintiéndose mal y eso le dio a entender a su hermano mayor que se había pasado de la raya.

Entonces, le hizo pensar que por esa razón nunca protegió a Sarah como debió.

Estaba tomando la costumbre de refugiarse en su habitación, en vez de golpear el saco de box para sacar su ira, porque ahí era donde se encontraba Spike, su pequeño mejor amigo, quien no lo juzgaría nunca.

Cerró la puerta tras de sí y se lanzó a su cama, ocultando su rostro en la almohada.

–Estoy cansado de este equipo –sintió que un nudo se formó en su garganta, acumulando las lágrimas. Lo único que le estaba pasando, era que su mente lo torturaba con su condición física. Desde que Sarah no estaba sentía que nadie lo amaría de nuevo sin fijarse en su aspecto exterior.

Decidió esperar hasta la noche. Tendrían patrullaje nocturno, como siempre, Casey los acompañaría y era la oportunidad perfecta para alejarse un poco de sus hermanos.
Eso era lo bueno de haber encontrado un amigo en Casey Jones. Un amigo en el que podía confiar, como lo era Spike.

[...]

–Entonces, ¿te dijo eso? –Casey estaba sorprendido. Pensaba que Leonardo era el que comenzaba a tomar el papel de temperamental.

–Sí. Odio que hable sin pensar –Estaban un poco alejados del equipo, pero a una distancia considerable por si se presentaba alguna pelea.

–Tranquilo, Rapha. Además, tú debes superar lo de aquella chica. Y si mueres, ¿antes de dar tu último respiro la vas a mencionar? ¡Por favor, es ridículo! –Su amigo tenía razón. No podía vivir arrastrando ese dolor todo el tiempo–. Casey Jones te ayudará a superarlo –ambos sonrieron y chocaron puños. Raphael se sentía un poco mejor después de escuchar a su amigo.

–Es fácil para ti decirlo –Volteó a verle, con una pequeña sonrisa de agradecimiento–, pero te doy gracias por levantar mi ánimo.

–Sí, sí, sí. No es nada. Deberíamos salir otra noche, ya sabes, sólo tú y yo, conversar cosas de chicos.

–Sonó a que quieres invitarme a salir –Una risotada invadió las azoteas. Los hermanos de Raphael voltearon a ver a ambos amigos, que se encontraban riendo por el reciente comentario.

–Bueno, si no puedo salir con una chica, entonces lo haré con mi amigo.

–Y eso sonó a una declaración indirecta.

–¡Basta, Raphael! Quiero ayudarte a distraer tu mente un rato y sales con tus cosas.

–Lo siento. Sabes que siempre hago bromas de ese tipo, no puedo evitarlo –Se encogió de hombros, manteniendo su risa al hablar.

Las próximas dos horas fueron de la misma manera: bromas y uno que otro reto.

Raphael estaba feliz y sonriendo. Parecía que había olvidado lo ocurrido en la mañana con su hermano mayor.

Pero, esa felicidad se convirtió en curiosidad cuándo llegó el momento de despedirse de Casey y volver a la alcantarilla, pues notó que Donatello iba a entregarle algo.

–Aquí está la carta del sensei –Se la entregó al pelinegro. Leonardo y Miguel Ángel se habían ido minutos antes, pues habría maratón de Héroes Espaciales en la televisión.

–Gracias, Donnie. Se la entregaré esta misma noche.

–No entiendo nada. ¿Esto es siempre? –interrumpió Raphael.

–Ya te lo había explicado, Rapha.

–Sí, pero, ¿qué tiene de especial aquella chica como para que el sensei la quiera tanto? Díganme, ¿acaso los humanos son amables con un mutante? –y ahí estaba otra vez su dolor. Su herida no era capaz de cicatrizar y volvía a sangrar cada vez que recordaba todo.

–Te lo repetiré –Donatello suspiró. Sabía la razón de actuar así de Raphael, por lo qué, intentaba tenerle paciencia–, el sensei no le ha revelado que es un mutante. Simplemente le dijo a ella que no le hablaría sobre estos últimos años y es todo. Por favor, entiende.

Raphael se apartó de ellos dos, para intentar tomar aire. Sentía que se quedaría sin respirar en cualquier momento, porque, cada que recordaba, su mente lo encerraba en una horrible pesadilla de la que no podría despertar.

Desde lejos escuchaba sobre lo que hablaban Casey y Donatello.

La situación hacía que la intriga creciera más en él. Tal vez, hasta llegar al punto de preguntarle a su padre todo lo que quería saber.

Quería conocer el mundo.

De cierta manera, estaba harto de tener que convivir con sus hermanos. Los conocía a la perfección, era capaz de deletrear sus nombres, sabía lo que les molestaba y agradaba.
Y sí conocía a alguien más, estaría contento, porque eso implicaría conocer algo nuevo, descubrir nuevas etapas en alguien y con suerte, descubrir un mundo totalmente diferente. Sólo quería sentirse amado.

–Bueno, debo entregar esto. Nos vemos después –Se despidió de sus dos amigos, agitando de un lado a otro su diestra, bajó por las escaleras de incendio y se metió entre las calles.

Donatello y Raphael volvieron a la alcantarilla, con el silencio entre ellos. Era algo muy común pues, a pesar de ser hermanos, no eran muy parecidos, no compartían muchos temas de conversación y preferían que el silencio fuera intermediario.

[...]

Casey se dirigió al departamento de su amiga, emocionado por verla. Quería cenar con ella y conversar un poco.

Entró al edificio, subió al elevador y presionó el botón con el número cinco en él. Una vez llegando al piso indicado, bajó y se dirigió al departamento de la chica.

–¡Buenas, ábreme! –gritó tocando la puerta.

–¡Está abierto! –se escuchó del otro lado.

Casey abrió la puerta, sonriendo inmediatamente al ver a su amiga con su cámara en mano.

–Hola, Setsuko –revolvió su cabello como muestra de cariño, había un año de diferencia entre ambos, siendo Casey el menor. Pero al ser un hombre, se sentía con la obligación de ser fuerte (física y emocionalmente) y protegerla.

–Hola, Casey-kun.

–Ya te he dicho que no uses tus formalismos japoneses conmigo –se dejó caer en el sillón, justo a un lado de ella.

–Lo sé. Pero me encanta molestar. No te veo desde hace dos días –y entonces recordó las razones por las que no visitó a su amiga.

–Rayos. Olvidé avisarte que mis prácticas de hockey comenzarían esta semana. El próximo partido está cerca y el equipo debe poner su mayor esfuerzo por ganar.

–Eres un cabeza hueca. No me molesta que no vengas. Lo que sí me molesta es que no me avises. Me siento abandonada –hizo un puchero mientras fingía llorar.

–¿Sabes qué levantará tu ánimo?

–¿Qué cosa?

–Tu sensei Yoshi te mandó una carta –sacó el sobre y se lo mostró.

–Wow, muchas gracias por traerla –la tomó con notante emoción.

–Sabes que no es nada.

La chica dejó su cámara a un lado para leer la carta cómodamente.

Leía rápido, estaba feliz y simplemente mostraba admiración por la buena caligrafía que tenía su sensei.

Sin embargo, una vez que llegó al último párrafo de la carta, su sonrisa se desvaneció al no leer lo que quería. Releía rápidamente, como si lo que buscaba fuese a aparecer con esa acción.

–No habló de Raphael esta vez –mencionó para sí en voz baja.

–¿Qué? –su mejor amigo no sabía qué cosas le escribía el sensei a Setsuko. Claro, eran asuntos en los que no tenía que meter sus narices, pero al escuchar el nombre «Raphael», pensó que tal vez sí sabía que el sensei era una rata mutante.

–Oh, verás. El sensei inventa historias para mí. Sabes que tengo una pequeña pasión por la literatura.

–Lo sé –y no era algo nuevo. Su amiga no sólo leía mangas, también leía historias de grandes escritores.

–Y hay cuatro personajes: Leonardo, Donatello, Miguel Ángel y Raphael.

–Y, ¿por qué te preocupó que Raphael no fuera mencionado en la carta?

–Él es mi personaje favorito. El sensei lo menciona como alguien protector, con un corazón de guerrero que está dispuesto a proteger a sus hermanos. Casey, quisiera a alguien así. Alguien que me amara y protegiera como ese gran personaje a su equipo –hablaba con tanta ilusión como una niña pequeña.

Y eso hacía que el corazón de Casey se sintiera triste, porque ella necesitaba eso, y sabía que él no podría dárselo nunca. Al menos no de la manera en la que ella quería.

Le dolía porque ella nunca sería capaz de salir a buscar a alguien así.

O3.O1.2O19

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro