3. FAMILIA PARTE I

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Beily en multimedia.

CATALINA POV'S:

Luego de horas de vuelo por fin llegamos a New York. Y apenas volvimos a pisar tierra caminamos al interior del aeropuerto para poder recoger nuestro equipaje e ir directo a la que sería nuestra nueva casa.

En el camino a esta, me centré en mirar la repleta ciudad y las hermosas casas. Antes era un dato que pasaba desapercibido, pero en ese instante era lo único que contemplan mis ojos. Estaba más que claro que extrañaba este lugar sin saberlo.

La casa en la que viviríamos era toda una mansión y más grande que la anterior. Constaba de tres pisos, un amplio jardín trasero donde también se encontraba la piscina, y un garaje para dos autos como máximo.

En la planta baja se encontraba el cómodo living decorado con amplios muebles y una enorme televisión, la cocina con encimeras de cuarzo y una isla acompañada con relucientes sillas altas, había un cuarto de baño cerca a la puerta principal, una habitación para huéspedes con otro cuarto de baño, el escritorio donde había una luminosa biblioteca y un cuarto de videojuegos con otro televisor enorme.

En la planta media se hallaba mi habitación, la de mis hermanos y la de mis padres. En cada una había un hermoso balcón con vista hacia el tranquilo vecindario donde se ubicaba la nueva casa. Las habitaciones poseían guardarropas muy amplios y cuartos de baño decorados con tonos suaves.

Por último, en la planta alta había un cuarto de limpieza, la lavandería y una hermosa azotea con gran vista a las afueras de la casa.

La propiedad era realmente bella por fuera. Los tonos blanco y gris hacían que se vea hermosa y formal.

Luego de haber tomado un tour por toda la nueva casa tuvimos que regresar al living ya que nuestros padres nos habían llamado con urgencia para darnos nuevas noticias.

—Chicos, hoy iremos a conocer a la familia de.... Cata —dijo mi madre un tanto emocionada.

—¿Qué? —pregunté totalmente sorprendida y levemente preocupada.

No me culpen por sentirme así.

Por un lado, extrañaba mucho a la familia de mi padre, y admito que tenía la necesidad de volver a verlos. Por otro lado, tenía cierto temor de que esto acabe con mi pertenencia en mi nueva familia. Me había acostumbrado a ellos y me negaba a dejarlos ir luego de todo lo que hicieron por mí.

—¿Cata tiene familia? —inquirió Robert evidentemente sorprendido, casi tanto como yo, y con el ceño fruncido.

No hablaba mucho de la familia de mi padre. Desde que llegué traté de dejarlos en el pasado, sobre todo porque pensar en ellos implicaba pensar en mis padres y esa no era una opción para mí.

No quería hundirme en una depresión terrible por haberlos perdido. Lo que más deseaba era seguir mi vida lo más normal que pudiese porque sé que ese era el verdadero anhelo que tenían mis padres.

Quería recordarlos con felicidad, mostrar todo lo que ellos me enseñaron de esta vida, que es bella a pesar de los obstáculos. Quería honrarlos como ellos se merecían por eso iba todos los sábados sin falta al cementerio de California para dejarles flores y charlar con ellos. Ahora que estábamos en New York traje fotos de mis padres para seguir honrándolos.

Los sábados eran los días más felices de mamá, por eso ese día los tenía más presentes que otros. Ella siempre creía que eran para pasarlos en familia.

Sonreía como si su vida dependiera de ello y siempre lograba verse muy hermosa.

Mamá y papá, los extraño demasiado.

—Cariño, ¿estás bien? —Mi actual madre se levantó del mueble donde se encontraba sentada, su rostro se tornó algo preocupado y se acercó a mí.

—Sí —dije al instante. Mi madre empezó a secar con un pañuelo las lágrimas que se habían hecho presentes en mi rostro—. Lo siento, no... no pude evitarlo.

Traté de sonreír para aliviar un poco el ambiente y hacer que todos los rostros preocupados desaparezcan, pero no logré.

—Está bien cariño, todo está bien —dice ella con dulzura tal y como lo hacía mi madre biológica.

Me acerqué a ella. La abracé con gran fuerza mientras las lágrimas empezaron a caer sin permiso y con mayor intensidad.

Tal vez necesita llorar por mis padres. Una vez más. Tal vez no había llorado lo suficiente por su pérdida.

—Llora todo lo que sea necesario, cariño —habló mi madre mientras acariciaba mi espalda para tranquilizarme.

Todo este tiempo traté de mostrarme fuerte, de no mostrar mi tristeza y hoy, sin pensarlo, terminé por dejar que todo me supere.

—Pequeña, tal vez no es buena idea que vayamos a ver a tu familia —dijo mi padre con una mueca y poco convencido.

—Quiero ir —hablé luego de tranquilizarme y dejar de abrazar a mi madre.

—¿Estás segura? —preguntó mientras acariciaba mi cabello.

—Sí, los extraño.

— Está bien. Entonces iremos a ver a la familia de tu padre—afirma seguro luego de aceptar mi decisión.

—¿Cata se irá? ¿Nos dejará?— inquirió Robert preocupado mientras se acercaba un poco más a papá.

—No campeón, solo que Cata necesita de su familia. No se han visto en mucho tiempo —respondió él mientras abrazaba por los hombros a mi hermano pequeño.

—¿Y la familia de tu mamá biológica? —preguntó Beily interesada por conocer mi respuesta.

—Ellos se fueron a vivir a España cuando yo nací, y por una extraña razón jamás los he visto —conté ya más tranquila y despreocupada por ese tema.

Ya estaba acostumbrada a ello. Siempre le había preguntado a mi mamá biológica sobre su familia, pero evadía mis interrogantes. Así que acepté el hecho de no conocerlos.

Si ellos no tenían ganas de conocerme, ¿por qué yo debería tener ganas de conocerlos a ellos?

—Señora Johnson, las habitaciones ya están preparadas —dijo una señora algo mayor acercándose al living.

Llevaba el uniforme de ama de casa. Su rostro tenía algunas arrugas propias de su edad, pero sus facciones parecían relajadas. Su cabello estaba muy bien atado. Seguro para que no interrumpa su visión ya que era algo largo.

—Gracias Mariana. — Mamá le sonrió levemente y la señora se retiró luego de asentir.

—¿Quién es? —preguntó Beily cuando ya no había rastro alguno de la nombrada Mariana.

—Ella es la señora que estará en casa por si necesitan algo. Sé que no teníamos empleados en la otra casa, pero ahora quiero trabajar —dijo mamá con una sonrisa en su rostro y muy entusiasmada.

—¿Trabajar? —preguntamos al unísono todos excepto mamá y papá.

Al parecer papá también estaba al tanto de la decisión de mamá. Lo que tiene sentido porque son muy unidos.

—Sí, es que su padre se dedicará a los negocios que tenemos aquí y pues yo quiero trabajar. Hace tiempo que no lo hago.

Su voz ponía en evidencia su determinación por trabajar y las ganas que tenía de empezar ya. Mis hermanos y yo solo asentimos. Al final siempre apoyaremos todo lo que haga felices a nuestros padres.

Luego de la larga charla en el living, decidimos cada uno ir a nuestras habitaciones para poder alistarnos e ir a la casa de la familia de mi padre.

[...]

Llegamos a un vecindario algo amigable. La casa era pequeña y afuera de ella había un auto estacionado. El color de esta era entre amarillo y crema. Sencilla, pero siempre me pareció acogedora. Seguía tal y como lo recordaba.

Apenas dicha casa entró en mi campo de visión supe lo que me esperaba.

Mi padre toca el timbre que se encuentra en la pared cerca a la puerta principal y esperamos con paciencia a que alguien nos abra.

Luego de unos minutos que parecen interminables aparece una señora de mayor edad. Tenía puesto un mandil de cocina encima de su pantalón negro y polo blanco. Mi abuela seguía tan linda como siempre.

—¿Cata? —Achina sus ojos tratando de reconocerme.

Esa voz suave que para mis oídos eran melodías de esas canciones clásicas y que eran de sus favoritas. La voz que había querido escuchar cuando perdí a mis padres y que recién ahora tenía la oportunidad.

—¡Abuela! —grité mientras me lanzaba hacia ella para abrazarla y llenar su bello rostro de besos.

—¿Qué son esos gritos?

Un señor mayor con un bigote blanco se hace presente y rápidamente vino a mi mente el recuerdo de mi abuelo vestido de Papá Noel para una de mis navidades aquí. Aquel señor que para mí era más que solo mi héroe.

—¡Abuelo! —grité de nuevo y estiré mis brazos para poder tenerlo más cerca de mí. Esos brazos que eran mi refugio. Mi abuelo antes de apretujarme contra su cuerpo me dio una mirada que expresaba tristeza y alegría juntas.

—¡Cata! —dijo cuando ya me tenía entre sus brazos.

Los había extrañado tanto...

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