Capítulo 1

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              You're awake in your darkest dream 
                      I have come for you 
                And nobody can hear you scream 
                      When I reach for you 

                  Dying for an Angel – Avantasia

Primera Parte:

La Elegida

1

Me desperté de repente. El reloj en mi mesita de luz daba las doce de la noche, y una ráfaga de viento irrumpía por la ventana de mi habitación. Seguramente eso era lo que me había despertado. Espera… ¿Una ráfaga de viento? ¿Cómo era posible? Siempre me aseguraba que mi ventana estuviera bien cerrada antes de irme a dormir. “¡Demonios!” pensé mientras me levantaba de la cama, me calzaba las pantuflas y me dirigía hasta la ventana para cerrarla. La verdad no me interesaba saber por qué estaba abierta ni cómo había llegado a estarlo; a esa hora lo único que quería era cerrarla y volver a acostarme. Estaba cansada, y realmente necesitaba sacarle el mejor provecho a mis horas de sueño.

Esos días había estado levantándome bastante temprano; en unas semanas tendría unos exámenes finales en el instituto, y de veras necesitaba estudiar si quería aprobarlos. Mis profesores eran terriblemente exigentes, y yo no era exactamente la más brillante del alumnado, pero necesitaba una beca si alguna vez quería ir a la universidad. Mis padres nunca podrían solventar mis estudios teniendo en cuenta la situación económica en la que estábamos y menos con las deudas en las que se habían metido. No me quedaba otra opción que esforzarme al máximo para obtener las mejores notas y conseguir esa beca que tanto necesitaba.

Cerré la ventana dejando salir un suspiro, pensando que tal vez estaba haciendo más frío de lo normal para esa época del año. Pero después de todo, ¿cómo no iba a estar frío si la ventana estaba abierta? Pensé que esa debía ser la explicación más acertada. Me aseguré que estaba bien atrancada y que no volvería a abrirse, y luego volví a la cama para seguir durmiendo.

—¡Uuuuh! ¡Uuuuh! —Fue el ruido que me trajo de vuelta al mundo de  los despiertos.

“¿Qué es ese ruido?”, pensé cuando me volví a despertar a la una de la mañana. Mi ventana estaba abierta nuevamente y un búho estaba parado allí, ululando siniestramente, su mirada fija en mí.

—¡Shú! ¡Shú! —le grité, moviendo un suéter para asustarlo. Pero a decir verdad, la que estaba asustada era yo, ya que parecía que el búho ni siquiera se percataba de mi presencia.

—¡Uuuuh! ¡Uuuuh! —volvió a chillar con más fuerza, girando su cabeza unos ciento ochenta grados.

—¡Demonios! ¡Ya vete! —le grité al ave maldita. ¿Qué hacía allí en mi ventana? ¿Por qué estaba la ventana abierta otra vez? No era posible, y para empeorar las cosas el ave no se movía de allí, por más gritos que yo profiriese.

“Tendré que irme a dormir a la sala”, pensé frustrada. Tomé mi almohada y una manta y sin darle otra mirada más al búho maldito, me puse nuevamente mis pantuflas y caminé hasta la planta baja de mi casa. Una vez allí, acomodé mi almohada en el sofá, me acosté y me cubrí con la manta, esperando que nadie se burlase de mí al otro día cuando les contase mi historia de esa noche.

—¡Ja, ja! ¡Celeste le tiene miedo a un tonto búho! —se burlaría mi hermano Timmy. Pero no me importaba, al menos podría dormir tranquila en ese sofá. ¿O no? Unos minutos más tarde, cuando estaba ya durmiéndome, comencé a sentir el ruido de una gotera. Drip… Drip… Drip… Todo parecía estar complotándose en mi contra.

“¡Mierda!” pensé, suponiendo que debía ser el grifo de la cocina que mi madre debía haber dejado mal cerrado. Me volví a levantar y caminé hasta la cocina. Sí, el grifo estaba goteando. Lo cerré y me dispuse a volver al sofá, cuando de pronto vi una sombra moverse en la ventana. Alguien estaba afuera en el jardín, y yo a esta altura estaba aterrada.

Corrí hasta la sala y me acosté, pensando que quien fuera que estaba en el jardín no se animaría a entrar a mi casa, que solamente estaría husmeando, o algo por el estilo. ¿Qué más podría estar haciendo? Una vez en la sala, vi la sombra moverse por delante de la puerta principal, dirigiéndose al árbol que estaba justo delante de mi habitación.

“¡Oh, no!”, pensé. “Va a trepar el árbol, y entrará por la ventana de mi habitación. Debe ser un ladrón, ha de serlo”. Decidí llamar al 911, así que rápidamente cogí el teléfono. No era simplemente alguien husmeando alrededor de mi casa, era alguien que quería robar, o quizás hacer algo peor, y yo no podía permitirlo. Marqué el número de emergencias pero el teléfono no sonaba. Alguien había cortado la línea.

“¡Mi móvil!” pensé. “Debo llamar con mi móvil”. Pero fue allí cuando, en medio de tan brillante idea, recordé que mi móvil se encontraba arriba en mi habitación. Tendría que subir hasta allí si quería utilizarlo. Pero una vez que lo hiciera, seguramente me toparía con el criminal que estaba irrumpiendo en mi cuarto, quizás en esos mismísimos instantes. ¡Dios! ¿Qué iba a hacer? En esos momentos pensé que me iba a morir de un ataque al corazón, ya que parecía estar latiendo a mil por segundo.

No podía quedarme allí. Tenía que hacer algo al respecto. Mis padres y mi hermano estaban durmiendo arriba, debía alertarlos. Tal vez si gritaba, espantaría al ladrón. ¿Pero si no era un ladrón? ¿Y si era un asesino? Si gritaba, lo primero que haría sería matarme. No, definitivamente no quería morir. No ese día. Decidí esconderme.

En puntas de pie, caminé hasta el armario frente a la puerta de entrada, donde se guardaban los abrigos. Entré allí y cerré la puerta silenciosamente, quedando encerrada en ese oscuro lugar, temblando de miedo. Comencé a rezar para mis adentros.

—Celeste… sé que estás allí —Pude escuchar una suave voz canturreando desde fuera del armario—. Sal de allí niña mala… sal de allí.

Lágrimas comenzaban a rodar por mis mejillas. Presentía que esa noche sería mi última. Estaba segura que estaba tratando con un asesino, nunca en mi vida me había sentido tan aterrorizada. Tenía la piel de gallina, y mi corazón latía cada vez más rápido.

—Me encanta cuando tienes miedo —dijo la voz masculina desde afuera, hablando en el mismo tono—. Tu corazón se acelera, tu piel se eriza y emites un aroma que me da ganas de devorarte una y otra vez. Ahora,  sal de allí Celeste… tengo grandes planes para ti.

Mis lágrimas se convirtieron en sollozos. Ese enfermo hijo de su madre sabía mi nombre, disfrutaba hacerme sentir aterrorizada, e iba a matarme. ¿Qué más me haría? ¿Me quitaría mi inocencia? No… no podía hacerlo, eso era lo único que me daba más miedo que morir en sus manos. No podía quitarme eso. Mi virginidad era lo que más valoraba.

—Sal de allí, Celeste… Prometo que no te mataré… ni te quitaré tu inocencia. Al menos no por hoy.

Mis sollozos se hicieron más intensos. No podía controlarme a mí misma. ¿Cómo sabía que yo temía que me matase, y que me quitase mi inocencia? ¡Oh, Dios! No podía estar pasándome eso.

—Te lo digo una vez más —dijo el extraño—, sal de allí. Si no lo haces, subiré a la planta alta y acabaré con toda tu familia. ¿Realmente quieres eso?

—¡No! ¡Por favor no les haga daño! —sollocé—. ¡Por favor!

—Entonces sé una niña buena, Celeste y sal de allí de una vez.

Junté coraje y, lentamente, abrí la puerta del armario. Lo que vi allí fuera, esperándome, me cortó la respiración.

Era el hombre más apuesto que jamás había visto en mi vida. Debía de tener entre veinte y veinticinco años, era alto, tenía el cabello de un color castaño oscuro, y sus ojos de un color azul intenso brillaban en la oscuridad. Cuando posó sus ojos en mí, me pareció notar que brillaron con mayor intensidad. Me puse de rodillas ni bien lo vi y comencé a suplicar.

—Por favor, no me haga nada a mí ni a mi familia. —Él comenzó a reírse a carcajadas.

—Esto recién comienza, Celeste. Suplica, suplica que me encanta. Me deleito en tus llantos y lamentos. —Seguí sollozando, esperando que, si ese día mi vida acababa, al menos todo fuera rápido.

—¡Mírame, Celeste! —me ordenó. Levanté mi vista con miedo, aterrorizada, aunque él no era algo feo de mirar, para nada. Era el chico más apuesto que yo jamás hubiera visto. Sus facciones eran realmente perfectas. Pero al mismo tiempo no podía evitar preguntarme ¿cómo podría un chico tan perfecto ser tan malvado?  Su persona emanaba crueldad. Yo nunca había visto a alguien tan malvado, y tan apuesto al mismo tiempo.

—¿Por qué soy tan malvado? —preguntó él entre risas, haciendo eco a mis pensamientos—. Porque no soy humano, Celeste. Simplemente porque no soy humano.

—¿Qué eres? ¿Qué quieres? —dije entre lágrimas, por dentro preguntándome cómo sabía todo lo que yo estaba pensando.

—Soy un demonio, Celeste. Y sí, te he estado leyendo los pensamientos. —Mis lágrimas volvieron a inundar mi rostro en forma repentina, aunque nunca lo habían abandonado por completo. Él estaba loco, debía estarlo si pensaba que era un demonio, y ese loco tan apuesto iba a ser la última persona que yo viese en mi vida.

—¡Deja de pensar que te voy a matar hoy! —exclamó él, un tanto molesto—. ¡Y deja de llorar de una vez! ¡Realmente luces horrible cuando lo haces!

—¿Qué quieres? —pregunté nuevamente.

—A ti… te quiero a ti —me dijo con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

—¿Qué es lo que quieres de mí?

—Quiero tomar todo de ti, Celeste. Volveré por ti una y otra vez hasta que ya no te quede nada más que dar. Hasta que no te quede nada…

Traté de calmarme, pero aquello era imposible. Mucho menos con lo que me acababa de decir.

—¡Cálmate que me exasperas! —me ordenó. ¿No era que le gustaba que yo tuviera miedo? —Una cosa es que te veas aterrorizada, y otra muy distinta es que te veas patética. Y créeme, ahora luces demasiado patética para mi gusto.

—¡No me importa! —le espeté, luego de haber juntado un poco de coraje.

—Así me gusta —respondió, dando un paso hacia delante, parándose a un centímetro de mí—. Ahora levántate.

—No —me negué, quedándome de rodillas frente a él.

—Vamos, levántate —insistió, tomándome del mentón y a la fuerza me puso de pie hasta que quedé parada a la altura de sus ojos. Él debía medir alrededor de una cabeza más que yo, y estaba mirándome fijamente, con esos ojos azules tan penetrantes y amenazadores.

—Si cooperas —me dijo—, te dolerá menos, y todo habrá acabado en un instante. No luches que será en vano.

Di un paso hacia atrás, pensando que tal vez podría llegar a la puerta y huir. No podría haber estado más equivocada. Ni bien di el paso hacia atrás, él dio uno hacia delante. Yo di otro hacia atrás, y él otro hacia delante, así hasta que me tuvo contra la pared, al lado de la puerta. Él mostraba una sonrisa llena de maldad y satisfacción. “¿Cómo puede alguien tan malvado ser tan bello?” me volví a preguntar.

Él llevó su rostro hacia mi cuello y comenzó a olerme. Luego, sentí su fría lengua recorrer mi cuello. “¡Madre santa!”, pensé. “¡Me va a violar!” No podía moverme, él tenía su peso completamente contra mi cuerpo, imposibilitando cualquier tipo de movimiento de mi parte. Su lengua seguía bajando, hasta que pronto la tenía sobre mis pechos. Su mano estaba desprendiendo los botones de mi pijama, que resultaba ser uno que tenía botones delanteros. Yo estaba congelada. No sabía si me daba más miedo la idea que ese chico me matase, que me quitase la virginidad, o que me viera desnuda. Mis emociones estaban descontroladas y encima, mi cuerpo traicionero parecía disfrutar la manera en que este criminal lo estaba tocando.

—Shhh… tranquila —dijo él, quitándome la parte superior de mi pijama, tomando mi pecho derecho desnudo con su mano izquierda, mientras su lengua cruzaba por el valle entre medio de mis dos senos y bajaba hasta llegar a mi ombligo. No podía dejar de preguntarme qué tan lejos iría esa lengua, cuando de pronto él se detuvo allí, justo en mi ombligo, y comenzó a besarlo hambrientamente. Al principio, y a pesar del miedo que tenía, disfruté la sensación que producía en mi cuerpo, pero luego comencé a sentirme cada vez más y más débil, hasta que de pronto perdí el conocimiento.

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