Capítulo 2

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Me desperté en mi cama. La ventana de mi habitación estaba cerrada y todo se veía normal. No había búhos, tenía la cabeza sobre mi almohada y estaba tapada con una manta. Podía oír a mis padres y a mi hermano abajo en la cocina. Todo parecía estar bien. Pensé que lo de la noche anterior quizás había sido una mera pesadilla, pero lamentablemente, estaba equivocada.

Miré mi reloj despertador. Este marcaba ya las siete de la mañana. ¡Madre santa, tenía planeado levantarme a las cinco a estudiar! Ahora debería vestirme y desayunar a las apuradas para llegar a tiempo al  instituto.

Salté de la cama y corrí al baño, mientras tanto me di cuenta de algo perturbador: mi pijama estaba abierto, y alrededor de mi ombligo tenía una aureola oscura. Me toqué allí y sentí un dolor intenso. Algo malo me había pasado.

 Mientras me cepillaba los dientes, me miré en el espejo y pude notar unas pronunciadas ojeras bajo mis ojos celestes. Mi rostro estaba demasiado pálido. Mi cabello, de un color castaño claro, era un desastre total, y se veía un poco más oscuro, tal vez porque estaba un tanto grasiento. Lamentablemente no tendría tiempo para lavarlo antes de ir al instituto. Debería conformarme con una buena cepillada.

“¡Cielo santo!”, pensé. “¿Habrá sido todo real?” Me negaba a pensar que lo había sido. ¿Cómo era posible? Además, si lo había sido… ¿Cómo había terminado en mi cama? Me vestí rápidamente, cepillé mi cabello y caminé hasta la cocina. Mis padres me miraron con preocupación.

—¿Estás enferma, Celeste? —preguntó mi madre—. Puedo llevarte al médico si te sientes mal.

—Estoy bien, mamá —le contesté con una sonrisa fingida—. Simplemente no he dormido del todo bien. —Miré a mí alrededor y todo lucía normal—. ¿Por casualidad escucharon algún tipo de ruido extraño anoche?

—No, querida —dijo mi papá—. No hemos escuchado nada. ¿Tú has escuchado algo, Guillermina? —le preguntó a mi madre.

—No, Gustavo. No he escuchado nada. ¿Tú, Timmy?

—A no ser que refieran a los gases de Celeste mientras duerme… No, no escuchado nada —contestó Timmy con una sonrisa burlona. Sacudí mi cabeza, y no le dije nada. Simplemente tomé una tostada en una mano mientras agarraba mi mochila con la otra.

—Me voy yendo a la escuela —anuncié—. No quiero llegar tarde.

—Debes comer algo, Celeste —dijo mi padre con un rostro serio.

—Comeré esta tostada de camino y algo en el recreo. No se preocupen.

—Claro que nos preocupamos —aseguró mi madre—. Solo mírate cómo estás. Parece que has bajado un kilo en un día. Necesitas comer y dormir mejor.

—Ya comeré mamá, lo prometo —dije, yéndome antes de que me viniesen con más argumentos para convencerme a quedarme a desayunar en casa.

Caminé por la vereda mientras comía mi tostada. Antes de haber caminado alrededor de una cuadra, oí el ruido de un aleteo detrás de mí. Me di la vuelta para ver de qué se trataba y pude ver un búho acomodándose en las ramas de un árbol. Era un búho inmenso, más grande de lo normal. ¿Pero qué sabía yo de búhos? Lo más extraño era verlo de día. ¿No era que los búhos andaban de noche? Obviamente este tendría algún problema si andaba de día.

Me di la vuelta y seguí caminando rumbo a la escuela. Caminé un par de manzanas más cuando, al haber terminado mi tostada, me di cuenta que no sería suficiente para saciar el hambre que tenía. Tal vez debería comprar algo de camino.

—¡Uuuuh! ¡Uuuuh! —escuché detrás de mí.

“¡Oh, no! ¿De nuevo ese búho? ¿No me digas que me está siguiendo?”, exclamé dentro de mí. Me di la vuelta y lo comprobé. El búho, definitivamente, me estaba siguiendo. Cuando vio que me detuve, se posó en el árbol más cercano. Lo miré, y él me devolvió la mirada, hasta me pareció que me había guiñado el ojo. Pero eso era imposible; los búhos no guiñan los ojos. Me di la vuelta y seguí caminando, esperando que el ave se quedase allí donde estaba.

—¡Uuuuh! ¡Uuuuh! —volví a escuchar. Ese búho ya me estaba poniendo la carne de gallina. Apresuré el paso y pronto llegué a la escuela, sin parar a comprar algo para comer. Entré tranquila, sabiendo que ese maldito pájaro no me seguiría allí dentro. Guardé mis libros en mi casillero y me dirigí a mi clase de biología. Me iba a costar bastante concentrarme en el estado en el que estaba, pero al menos haría el intento. Necesitaba mantener mis buenas notas, no podía dejar que una noche de mal descanso afectase mi rendimiento académico.

Entré a la clase y me senté junto a mi compañero de laboratorio, un chico un tanto tímido llamado Ned Thomas. Ned era rubio y tenía los ojos de color verde. Era flaco y usaba anteojos, lo cual no me resultaba del todo atractivo. Pero ese día, Ned no llevaba los anteojos puestos y me di cuenta de que era eso lo que disminuía su atractivo, ya que de verdad, aunque no me había percatado antes, no era algo que le faltase. Ned me sonrió, pero no me dijo nada. Mis amigas me decían que yo le gustaba pero que él era demasiado tímido como para decírmelo. De todos modos, a mí nunca me había gustado, así que nunca hice caso a sus comentarios, es más, me molestaban.

Comencé a trabajar en la consigna que la profesora nos había dado, y no me di cuenta del paso del tiempo. Pronto sonó el timbre y mis compañeros se estaban levantando para ir a la próxima clase.

—Nos vemos en la clase de matemática —me dijo Ned. Yo me sorprendí que él me hubiera hablado ya que siempre era muy callado. Supuse que el no tener sus anteojos puestos le había dado un poco más de confianza.

Antes de salir de la clase, miré por la ventana del laboratorio y me percaté que, sobre un árbol, frente a la escuela, tan solo a unos metros de la ventana, estaba posado el maldito búho que me había estado acosando desde la noche anterior, si es que todo no había sido una pesadilla. El ver el búho por todas partes me daba la certeza de que lo que había sucedido era real. ¿Pero qué había sucedido en verdad, aparte de haberme dado el peor susto de mi vida?

Un hombre joven de unos veintitantos  años, que aseguraba ser un demonio, había entrado en mi casa, me había besado desde el cuello hasta el ombligo y me había tocado los senos. En algún momento yo había perdido el conocimiento. No dejaba de preguntarme si, tal vez, él me habría drogado para poder hacer conmigo lo que fuera que me había hecho. ¿Me habría violado, y yo no lo recordaba? La sola idea me daba náuseas. De todas formas, fuera cierto o no, esperaba no encontrarme nunca más con ese chico por el resto de mi vida. Esperaba olvidarme de ese suceso tan horrible y seguir adelante como si nada hubiera pasado.

¿Cómo pude ser tan estúpida e ingenua como para pensar que, alguna vez, todo podría llegar a ser igual? Nada, absolutamente nada volvería a ser igual. 

Evadí a mis amigas durante todo el día; no quería hablar con nadie sobre lo que me estaba sucediendo, y cuando salí de la escuela, fui inmediatamente a casa. No me fije si el búho me seguía y me prometí a mí misma que ya no me dejaría asustar por esa ave estúpida.

Entré a casa, dejé mi mochila sobre el sofá, donde la noche anterior había intentado dormir, y fui a la heladera a buscar un refresco. No había nadie en casa, y me estaba preguntando si había sido una buena idea, después de todo, volver tan temprano.

El teléfono sonó de repente. Era Jessica, una de mis mejores amigas.

—Hola, Cele. ¿Todo bien? Te notamos un tanto rara en la escuela.

—Lo siento, Jess. Es que he tenido una mala noche.

—¿Quieres hablar al respecto?

—La verdad prefiero no hacerlo ahora. Mañana, ¿sí?

—Está bien, Cele. No te preocupes, mañana puedes contarme lo que te quita el sueño. Hey, estamos en casa con Mary y Rose. Vamos a ver una peli y a comer pizza. ¿Quieres venir?

—No lo sé, Jess. Tengo que estudiar para los finales, en serio.

—¡Es viernes, Celeste! Necesitas relajarte un poco. Vamos, ven a casa. Va a ser divertido.

Di un suspiro. Era imposible discutir con Jessica. Me había derrotado.

—Está bien. Iré a las ocho, pero volveré a más tardar a las doce así mañana puedo levantarme temprano a estudiar.

—Bueno, vale. Nos vemos luego.

Colgué el teléfono. Al final me habían convencido de ir allí. Bueno, después de todo no me haría tan mal distraerme, pensé mientras subía las escaleras. Necesitaba darme un buen baño.

Saqué unas ropas de mi closet, lo volví a cerrar, y llené la bañera con agua caliente. Tenía pensado quedarme allí dentro por lo menos por una hora. Darme un baño siempre era lo mejor cuando necesitaba relajarme. Me quité la ropa lentamente y me metí dentro de la bañera, dejando que el agua me cubriese el cuerpo entero. Cerré los ojos para relajarme y pronto me  quedé dormida.

***

Drip… Drip… Drip…

No sé si fue el sonido, o el hecho de que un tibio líquido estaba cayéndome en la cara lo que me hizo abrir los ojos. Desde el techo caían grandes gotas rojas… gotas de sangre que teñían la bañera de rojo.

—¡Ahhhhhhh! —grité con todas mis fuerzas mientras salía disparada de la bañera. Corrí hasta la habitación, respirando de manera entrecortada, sintiendo cómo mi corazón latía furiosamente. “¿Y esa sangre? ¿Qué ha sucedido en el baño?”

Mi madre abrió la puerta de mi habitación y entró con cara de preocupación.

—Celeste, ¿estás bien? ¿Qué ha sucedido?

—Eh… El baño… —fue lo único que alcancé a decir, mientras buscaba algo para cubrir mi cuerpo desnudo.

Mi madre inmediatamente entró al baño. Yo temía lo que ella iba a encontrar, pero se dio la vuelta enseguida, volviendo a mi habitación con un rostro serio.

—Allí no hay nada, cariño. ¿Te has quedado dormida de vuelta en la bañera? —Simplemente asentí—. Has de haber tenido una pesadilla. Intenta no volver a quedarte dormida allí, cualquier día podrías terminar ahogándote.

—Tienes razón, mamá —dije—. Procuraré no dormirme más en la bañera.

—Muy bien, ahora te dejo para que termines de bañarte.

Estaba conmocionada y con pocas ganas de volver al baño pero lo hice. Necesitaba higienizarme después de todo, y aún no me había lavado el cabello. Entré nuevamente y descubrí que el agua se había enfriado. Decidí soltar el agua y ducharme.

Cinco minutos más tarde estaba lista. A esta altura, me había convencido que mi madre tenía razón y que nada había sucedido en el baño. Todo había sido una pesadilla; probablemente originada por las experiencias que había tenido en esas últimas horas y que me habían afectado en gran manera.

Me envolví en una toalla y me di la vuelta para mirar el espejo del baño.

—Oh, mi Dios… —dije al ver un mensaje escrito con delineador de ojos:

Sé una niña buena y quédate esta noche en casa, Celeste.

Inmediatamente tomé papel higiénico y limpié el mensaje del espejo. ¿Habría entrado Timmy al baño mientras me duchaba para hacerme una broma? O… peor aún, ¿habría entrado el acosador que me había atacado la noche anterior? No quería ni pensar que podría volver a verlo, pero decidí que sería fuerte y que esta vez no dejaría que me hiciera nada. Por eso, antes de salir de casa esa noche, tomé una navaja del escritorio de mi padre. Ese desgraciado no volvería a tocarme; no lo permitiría.

Caminé las dos manzanas que separaban mi casa de la de Jessica. Ambas éramos amigas desde el preescolar, por lo que nos conocíamos desde casi toda la vida. Mary y Rose vivían más lejos y no habíamos sido amigas desde siempre, sino de cuando empezamos el instituto.

 Llevaba la navaja que le había quitado a mi padre en el bolsillo interior de mi campera de jean. Sabía que los acosadores suelen observarte y perseguirte a todas partes. Estaría bien preparada si al mío se le ocurría aparecerse. Decidí que no le tendría miedo. Era un hombre, más fuerte y más alto que yo, pero eso no quería decir que yo no podría defenderme sola. Tenía toda la intención de hacerlo.

Cuando llegué a la casa de Jessica, toqué la puerta suavemente. Segundos más tarde, ella la estaba abriendo, dándome un fuerte abrazo.  Jess tenía una botella de cerveza en la mano. Había estado bebiendo, aunque no parecía estar borracha, al menos no de momento.

—¡Hey, chicas! ¡Miren quien llegó! —exclamó con exagerada emoción.

Mary y Rose se levantaron del sillón donde estaban, ambas con cervezas en sus manos. Yo les sonreí y entré a la casa.

—Hola, chicas. ¿Hace mucho que han llegado? ¿Qué hacen ?

—Hola, Cele. Nada, estábamos charlando. Ya hemos ordenado unas pizzas, y vamos a ver una peli de terror.

—Suena bien —les contesté, aunque de verdad no tenía muchas ganas de ver una película de terror. Para nada.

Mary y Rose eran muy unidas, casi tanto como Jessica y yo. Mis tres amigas tenían diecisiete años, casi dieciocho, con unos meses de diferencia la una de la otra. Yo ya había cumplido los dieciocho, lo que me hacía la mayor. Jessica era la más guapa de las cuatro, aunque ella siempre aseguraba que lo era yo, tenía el cabello rubio y largo, y era el cabello más lacio que recordaba haber visto, simplemente perfecto. Sus ojos eran verdes y siempre brillaban cuando sonreía. Jessica era simplemente hermosa.

Mary era morena y su cabello lacio le llegaba hasta los hombros. Tenía los ojos color almendra y era la más bajita de las tres, midiendo solo un metro cincuenta. Rose, por su parte, tenía el cabello color canela y los ojos de un color marrón oscuro. Ella era muy atractiva para los chicos, pero más que nada porque tenía unos senos enormes para su edad, que la destacaban de entre todas las chicas de nuestro curso. Rose siempre usaba remeras escotadas, lo que lo hacía de esto un hecho aún más evidente.

Me senté en el sofá junto a Mary y a Rose, tomando la cerveza extra que estaba sobre la mesita ratona. Yo no solía beber, pero no podía negarme cuando mis amigas lo hacían.

—¿Qué vamos a ver? —pregunté, llevando la botella a mi boca, para tragar un sorbo de ese amargo líquido.

—“Terror en lo profundo” —contestó Mary.

—Uhh… tiburones —comenté—. Escalofriante. —La verdad era que estaba aliviada que mis amigas no hubieran escogido mirar “Actividad Paranormal”, o alguna otra película de ese tipo. Sabía  que no podría quedarme allí si lo hubiesen hecho.

Pronto sonó el timbre. Supuse que debía ser el chico del delivery con las pizzas.   

—Cele, ¿por qué no vas tú a abrir la puerta? —me pidió Jess con una sonrisa sospechosa—. Arriba de la mesa de la cocina está el dinero.

—Okay —respondí. Tomé el dinero y abrí la puerta, encontrando allí al chico que nunca me había parecido atractivo hasta esa misma mañana. Ned estaba allí, con una camiseta que decía “Pizzas Daniels”.

—Hola, Ned —lo saludé con una sonrisa amable.

—Ho… hola —dijo él,  tartamudeando un poco —. Aquí está el pedido.

—Gracias —dije, tomando las pizzas y entregándole el dinero—. Quédate con el cambio.

—Gracias a ti —dijo él, listo para darse la vuelta y salir de allí.

—No sabía que trabajabas —comenté, antes de que se marchase.

—Sí, trabajo viernes, sábados y domingos de noche. No hace mucho que empecé. Nos vemos el lunes en la escuela.

—Nos vemos —me despedí, cerrando la puerta una vez que él se marchó.

—¡Jess! —exclamé, caminando hacia mi amiga—. Tú sabías que era él. ¿No es cierto?

Las tres comenzaron a reírse.

—Sí —confesó mi mejor amiga— Yo sé que te gusta Ned, aunque siempre pareció tan nerd. Seguro que desde que usa lentes de contacto has cambiado tu opinión respecto a él. ¿O me equivoco?

—No lo sé —repliqué, tomando asiento nuevamente.

—Bueno, por las dudas ya lo hemos reservado para ti —dijo Rose con una sonrisita. Yo simplemente sacudí mi cabeza. La verdad no estaba interesada en salir con Ned, por más guapo que estuviese ahora que ya no usaba anteojos culo de botella.

Jessica abrió las cajas de  pizza y todas tomamos una porción. Pusimos la película y la comenzamos a ver mientras comíamos y tomábamos cerveza. Charlábamos animadamente, por lo que no le prestábamos mucha  atención al film.

Cuando la película iba aproximadamente por la mitad, y estábamos en lo mejor, las luces de la casa se apagaron repentinamente y con ellas el televisor. Yo pegué un salto, un tanto asustada.

—Tranquilas, chicas —nos dijo Jessica para calmarnos—. Debe haber saltado la térmica o algo por el estilo. Pasa casi todo el tiempo, no es nada. Tal vez vuelva sola en unos minutos.

—¿Tienes velas? —pregunté. Después de lo de anoche, no podía sentirme cómoda en un lugar si estaba a oscuras.

—Sí —respondió Jessica—, tengo algunas en mi habitación, sobre la cómoda. ¿Quieres ir a buscarlas? Yo iré a la cocina por los fósforos.

—¿Y ahora qué hacemos mientras esperamos que vuelva la luz? —preguntó Mary, con un tono aburrido.

—Ya veremos qué hacemos —dijo Rose—. Algo entretenido vamos a encontrar.

Ambas se quedaron discutiendo sobre las posibilidades mientras yo subía las escaleras hasta la planta superior, para buscar las velas en la habitación de Jess. Me iba iluminando con mi móvil ya que, aunque conocía bien la casa, no quería tropezarme con nada en el camino.

Finalmente llegué a la habitación. La ventaba estaba abierta y la luz de la luna entraba por allí. Pude ver las velas sobre la cómoda, Jessica las usaba de ornamentación. Caminé hasta allí para tomarlas, aliviada que las había encontrado tan rápido.

De pronto y cuando menos lo esperaba, vi las cortinas moverse en la ventana. Mi corazón dio un salto, amenazando con salirse por mi boca. Me di la vuelta y vi una sombra cruzar por el espejo. Me quedé inmóvil, esperando ver alguna otra cosa, pero no sucedió más nada así que, después de un par de minutos, decidí volver a la sala. Comencé a caminar por el pasillo, con las velas en mis manos, aún asustada por lo que había visto cuando, de golpe, sentí que pisaba algo.

—¡Miaaaauuuu! —gritó Ronny, el gato de Jessica.

—¡Oh! ¡Ronny! Lo siento tanto —dije, agachándome para acariciar al felino—. No fue mi intención pisarte —le dije cariñosamente. El gato comenzó a ronronear. Por suerte no se había ofendido. Supuse que él había entrado por la ventana de la habitación de mi amiga, y que por eso se había movido la cortina y había visto una sombra. Debía de haber sido eso. Volví a respirar con tranquilidad.

Bajé las escaleras. Se podía oír a mis amigas hablando en la sala.

—Sí, me parece buena idea jugar a la ouija —decía Rose—. Creo que Jess tiene una. ¿No es cierto Jess?

—Sí —afirmó la dueña de casa, volviendo de la cocina.

—¿Ouija? —pregunté yo. Mis amigas debían estar de broma. Yo no quería jugar a eso.

—Sí, Celeste. Va a ser divertido —dijo Mary.

—No lo sé —respondí dubitativa. No me gustan para nada esas cosas.

—¡No seas aguafiestas, Celeste! —exclamó Rose—. ¿No me digas que tienes miedo?

Sacudí la cabeza. No quería que mis amigas pensasen que le tenía miedo a un simple juego. Simplemente… en las películas las cosas nunca salían bien cuando alguien jugaba ese maldito juego. ¿Por qué irían a salir bien en la vida real?

—No, no tengo miedo —dije finalmente, poniendo las velas sobre la mesa ratona. Jess tomó un cerillo y las encendió.

—Vale —dijo mientras las velas comenzaban a iluminar la sala—. Lo dejo escondido para que mis padres no se enteren que lo tengo. Ya lo traigo.

Jess se fue, y minutos más tarde regresó con una gran caja en sus manos.

—Saquen las cajas de la mesa así lo puedo ubicar allí.

Rose se levantó y despejó la mesa, ubicando una vela en cada extremo. Luego, Jessica sacó el tablero de dentro de la caja y lo ubicó en el centro. Consistía en una tablita de madera de tamaño circular que tenía números, letras, y las leyendas “Sí”, “No” y “Tal vez”,  con una pequeña punta que servía de indicador.

—Debemos poner nuestros dedos índices sobre la tablita —indicó Jess—. Yo haré las preguntas, ¿vale?

—¿Por qué tú? —preguntó Mary—. Yo también quiero.

—Porque el juego es mío y hago con él lo que se me da la gana —respondió Jess a secas, con un tono un poco arrogante.

—Vamos chicas, no peleen —interrumpió Rose—. La próxima vez podrás hacerlo tú, Mary.

“¿Próxima vez?” pensé yo, queriendo que el juego acabase ya mismo.

Tal como lo había indicado mi mejor amiga, las cuatro pusimos nuestros dedos sobre la tablita, y Jessica comenzó a hablar sin pausa pero sin prisa.

—Buenas noches espíritus que anden por aquí cerca. Quisiéramos hablar con unos de ustedes. ¿Hay alguien aquí? —El silencio reinó por unos segundos, y Jess repitió la pregunta con la misma solemnidad que al principio—. ¿Hay alguien aquí? —Pensé que no sucedería nada pero, lentamente, la tablita comenzó a moverse, yendo al casillero del “Sí”.

—¿Eres mujer? —preguntó Jessica nuevamente, con la intención de develar la identidad del espíritu visitante. El indicador comenzó a moverse al casillero del “no”. —Hmm… Entonces eres hombre. ¿Cómo te llamas?

El indicador, con nuestros dedos encima, comenzó a moverse hacia el sector de las letras, de a poco comenzando a deletrear un mensaje:

“T – E – N- G – O – M – U – C – H – O – S – N – O – M – B – R – E – S – P – E – R– O – P – U – E – D – E – N – L – L – A – M – A – R – M – E – D – E – V – I – N”.

—Tengo muchos nombres, pero pueden llamarme Devin —interpretó Mary, una vez que el indicador había dejado de moverse.

—Bien, Devin —respondió Jessica, mirando hacia un costado, como si estuviese mirando a dicho espíritu—. ¿Hace mucho que estás en el mundo de los espíritus?

La tablilla comenzó a moverse nuevamente. Yo miraba la forma en que lo hacía, tratando de ver si alguien la estaba moviendo a propósito, pero no parecía ser así.

“N – O – S – O – Y – U – N – E – S – P – I – R – I – T – U.”

—No soy un espíritu —leyó Mary.

—¿Qué eres entonces? —preguntó Jess, su voz ya un poco titubeante.

“U – N – D – E – M – O – N – I – O”.

—Un demonio —dijo Mary. Ya no sonaba como si se estuviera divirtiendo mucho con el juego. Las demás permanecimos en absoluto silencio por cerca de un minuto, hasta que Jess comenzó a hablar nuevamente.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó.

“L – A – S – V – O – Y – A – M – A – T – A – R – A – T – O – D – A – S – E – X – C – E – P – T – O – A – C – E – L – E – S – T – E”.

—¡¿Las voy a matar a todas excepto a Celeste?! —exclamó Mary exacerbada, quitando su dedo de encima del indicador—. ¡Esto ya no es divertido! Yo me voy a casa.

—No pensé que eras así, Celeste. Esto es demasiado. —dijo Rose, sacudiendo la cabeza en desaprobación.

—¡Esperen! —exclamé—. ¡Yo no lo he hecho! ¡Juro que no estaba moviendo el indicador!

—No lo sé —contestó Mary aún sin creerme, ya con un pie en la puerta. Rose también la seguía.

—Jess, dime que me crees —dije mirando a mi amiga en forma suplicante.

—Ha sido solo una broma, chicas —dijo ella en mi defensa—. No se vayan.

—Y una de muy mal gusto —repuso Rose—. Nos vemos mañana si quieren… o el lunes en la escuela. —Rose y Mary se fueron, cerrando la puerta de un portazo, dejándome a solas con Jessica.

—¿En serio crees que lo hice yo? —pregunté, un tanto decepcionada. Ella, más que nadie, debería creerme.

—No lo sé, Celeste. No lo sé.

—No importa —dije, ofendida—. Mejor me voy a casa.

Volví caminando a mi casa, un poco alterada con lo que había sucedido. ¿Quién de las cuatro habría estado moviendo el indicador? Yo sabía que no lo había hecho, y me era difícil creer que alguna de mis tres amigas nos hubiera jugado una broma así. ¿Se habría movido solo? Imposible, alguien debía haberlo hecho.

Cuando llegué a mi casa fui directo a mi habitación. No estaba de ánimo para hablar con nadie. Ni bien llegué, me encontré con un escalofriante mensaje escrito en rojo, en mayúsculas, sobre mi espejo.

“TE DIJE QUE TE QUEDASES EN CASA, CELESTE. AHORA HABRÁ CONSECUENCIAS”.

 —¡¡¡Mamá!!! —grité a todo pulmón al ver el mensaje en el espejo. Estaba segura que alguien había entrado a casa, posiblemente el mismo chico de anoche o bien, que mi hermano se estaba haciendo el gracioso conmigo.

Mi madre vino de inmediato a la habitación, para ver qué sucedía.

—¡Mira mi espejo! —exclamé. Mi madre se quedó mirándolo.

—¿Es eso lápiz de labios? —preguntó, perpleja.

—Eso creo —respondí—, pero… ¡Alguien ha entrado a mi habitación y me ha escrito eso! —exclamé.

—Debe haber sido tu hermano —dijo mi madre sin preocuparse en lo más mínimo, sacudiendo la cabeza.

—Hay algo que no te he dicho, mamá —dije, aunque me daba vergüenza contarle lo que había sucedido la noche anterior, sabía que debía decírselo, aunque el momento adecuado hubiera sido a la mañana y no recién en ese momento.

—¿Qué, cariño? —preguntó mi madre.

—Hubo un hombre dentro de casa anoche.

—¡¿Qué?! —prorrumpió ella—. ¿Un hombre? ¿Cómo no nos lo has dicho? ¿Qué fue lo que sucedió?

Le conté a mi madre todo lo que había ocurrido la noche anterior, cómo había despertado con la ventana abierta, lo del búho, cómo me había ido a dormir en el piso de abajo y luego había visto una sombra y me había encerrado dentro del armario, y lo que había ocurrido con ese hombre. Todo en la forma más detallada posible.

—Cariño,  ¿estás segura que no ha sido más que una pesadilla? —preguntó, preocupada—. Nosotros no escuchamos nada anoche. Además, dudo mucho que tu ventana se haya abierto sola. Debe haber sido una pesadilla. Seguro te ha parecido tan real que creíste que era cierto.

—Me ha dejado una marca alrededor del ombligo —dije, lanzando un largo suspiro.

—Hmm… déjame ver eso.

Me levanté mi camisa para mostrarle la marca a mi madre pero, extrañamente, había desaparecido.

—¿Ves? —me dijo ella—. Ha sido tan solo un mal sueño, querida. Estás muy estresada a causa de los exámenes y es normal que estas cosas sucedan cuando estás bajo presión. Si sigue sucediendo me lo dices, ¿está bien? —Asentí, pensando que tal vez mi madre tenía razón.

—Ahora iré a hablar con tu hermano sobre ese mensaje en el espejo —me dijo, saliendo de mi habitación. En seguida me tumbé sobre mi cama, mientras examinaba la escritura en el espejo. Parecía demasiado perfecta para ser de mi hermano. No pude soportar verla por mucho más tiempo, por lo que fui al cuarto de limpieza a buscar líquido limpiavidrios y un paño. A la vuelta, esfumé un poco del líquido en el espejo y comencé a frotar con el paño en forma enérgica, esperando que se borrase pronto. Pero para mi sorpresa, el mensaje quedó grabado allí. No se borraba por más que lo frotase frenéticamente.

—¡Mierda! —exclamé, expresando mi frustración—. Esto no es lápiz labial.

Lo froté con el dedo. Parecía indeleble. Suspiré y me di por vencida. Luego le diría a mi madre que lo limpiase ella. Puse el paño y el limpiavidrios a su lugar, y cuando volví a mi habitación, me quedé paralizada al ver que el mensaje ya no estaba en el espejo.

—¡Mamá! —grité nuevamente. Tenía que haberlo limpiado ella, tenía que haberlo limpiado ella. No podía dejar de repetírmelo a mí misma.

—¿Qué sucede ahora, Celeste? —preguntó mi madre, entrando a mi cuarto.

—¿Tú has limpiado el vidrio?

—No, querida. Has de haberlo hecho tú. Recién te vi cruzar frente a mi habitación con el limpiavidrios y un paño.

—Sí —repliqué—, intenté quitarlo pero no salía. Froté el vidrio, ¡y nada! Cuando volví después de dejar todo en su lugar, el mensaje había desaparecido.  —Mi madre apoyó su mano sobre mi hombro.

—Celeste, cariño. Te debe haber parecido así. Mira, ya se ha borrado. Nadie más que tú puede haberlo hecho. Estás muy estresada. Acuéstate a dormir y descansa un poco, ¿vale? Mañana no te levantes tan temprano a estudiar.

—¡Pero debo hacerlo, mamá!

—Ya sé que debes aprobar los exámenes con buenas notas para poder conseguir una beca, querida. Pero con tu padre confiamos que podrás lograrlo sin tener que dejar de descansar lo suficiente. ¿Está bien?

—Vale…

—Ahora a la cama —dijo ella mostrando un rostro serio mientras se retiraba—. Hasta mañana.

Eran las diez y media de la noche. Una vez que mi madre se fue de mi pieza, me puse un camisón color rosa que me llegaba a las rodillas. No quería ponerme el pijama de la noche anterior. Recordé que tenía la navaja de mi padre en el bolsillo de mi chaqueta,  la saqué de allí y la dejé bajo mi almohada, en caso que la necesitase durante la noche. No estaba del todo convencida de que solo había soñado con aquel muchacho tan malvado, pero tan apuesto al mismo tiempo. “¿Cuál será su nombre?” no podía dejar de preguntarme por dentro.

Me acosté luego de comprobar que mi ventana y mi puerta estuviesen bien cerradas. Es más, esta vez hasta cerré la puerta de mi habitación con llave, aunque sabía que a mi madre no le gustaría la idea. Al menos me podía dormir sabiendo que estaría segura allí dentro.

Intenté dormirme pero no lo logré; por más cansado que estuviese mi cuerpo simplemente parecía que no podía mantener mis ojos cerrados. Todos los sonidos a mi alrededor parecían acentuarse. Tic… Tac… Tic… Tac, hacía mi reloj despertador. Nunca antes me había percatado de lo molesto que podía ser ese aparato.

A eso de las doce menos dos minutos, comencé a sentir el ruido de pasos. Pasos que parecían acercarse a mí. ¿Pero pasos dónde? ¿En el techo de mi casa? Sí, eso era. No lo podía creer.  Me senté en mi cama para intentar escuchar mejor ese sonido. Me convencí a mí misma que seguramente era un gato caminando en el tejado. Pero antes de poder seguir considerando la idea, la ventana de mi habitación se abrió de golpe de par en par en par. Abrí los ojos grandes y redondos como platos. Se me hacía imposible creer lo que estaba viendo. Me quedé bien quieta, agazapada en mi cama, tomé con mi mano derecha la navaja que estaba bajo mi almohada y sin animarme a moverme de allí me quedé prestando atención para ver si veía algún movimiento en la ventana.

Pasaron dos minutos y no ocurrió nada. Cuando recién estaba tranquilizándome de a poco, una negra figura entró volando por la ventana, y se detuvo en el medio de mi habitación frente a mi cama. Intenté gritar del terror que sentí al verlo, pero mi garganta hacía caso omiso. Intenté moverme de mi cama, pero mi cuerpo tampoco respondía. Estaba inmóvil, y era la sensación más horrible que había sentido hasta ahora. Nunca me había sentido tan indefensa, ni siquiera la noche anterior cuando había sido atacada.

La figura frente a mi cama dio un paso hacia delante y parándose en medio de un rayo de luna, se hizo visible. Era él, el chico más apuesto que yo hubiese visto, el que pensé que me iba a matar la noche anterior. Ahora  había vuelto,  tal como había prometido. 

“Quiero tomar todo de ti, Celeste. Volveré a por ti una y otra vez hasta que ya no te quede nada más que dar. Hasta que no te quede nada…” Lo que me había dicho la noche anterior ahora resonaba en mi mente. ¿De veras era un demonio? ¿Podía serlo? ¿Era él quien nos había hablado por la ouija en la casa de Jessica?

—¿Devin? —pregunté, sorprendida porque ahora podía hablar, y porque aunque estaba aterrorizada, todavía no estaba gritando para pedir ayuda.

—¡Muy bien, Celeste! —dijo él, aplaudiéndome—. Eres más inteligente de lo que me imaginé. Te has dado cuenta al fin y al cabo.

Sus ojos azules brillaban con intensidad, mientras él se acercaba a mi cama cada vez más. Yo estaba temblando de miedo, pero cuando abrí mi boca para gritar, el grito no salió.

—Shhh... Ni siquiera lo intentes porque no podrás hacerlo. —Era cierto, ni siquiera podía sacar un quejido de adentro.

Él se detuvo justo al lado de mi cama, mirando hacia abajo, mientras su mano quitaba la manta que tenía encima de mí. Su mano comenzó a subir por mi pierna lentamente. Quise patalear, pero mi cuerpo aún no me respondía. Luego, su mano dejó mi pierna cuando él centró su atención en el cuchillo que yo tenía en mi mano.

—¿Con que valiente, eh? Yo te enseñaré que no hay nada que puedas hacer para detenerme, Celeste —dijo, marcando bien cada una de sus palabras—. Nada podrás hacer para librarte de mí. Eres mía y harás todo lo que yo te diga de ahora en más.

—¡No! —logré pronunciar.

—¡Sí! —me contradijo—. Porque si no… cada vez que desobedezcas, mataré a uno de tus amigos o familiares, comenzando por la pechugona, siguiendo por la pequeña morocha, luego la jugosa rubia y después ese tonto que tanto te mira. Aunque en verdad, tal vez comience con él. Déjame pensarlo…

—¡No! ¡Por favor no les hagas daño! —exclamé, viendo en sus ojos que estaba hablando en serio, que realmente mataría a cada persona que me importaba.

—Bueno, entonces deberás hacer exactamente todo lo que te diga—dijo Devin, sentándose en mi cama, mientras  ponía una mano en mi pierna, y con la otra jugaba con la navaja. Un profundo temor me inundó cuando amenazadoramente  él comenzó a subir y bajar la navaja por mi pierna. Podía sentir el frío filo del mortal instrumento. ¿Acaso lo usaría para infringirme daño?

—Tampoco podrás hablarle más a nadie sobre mí, Celeste —me dijo, sacudiendo su cabeza—. No me ha gustado nada, ¿sabes?

—Lo siento… —alcancé a decir.

—¿Qué? — preguntó él, arrugando su rostro.

—¡Lo siento! —repetí.

—¿Cuánto lo sientes?

—¡Mucho! ¡Lo siento mucho! —Mi corazón latía cada vez con mayor intensidad. No podía creer el giro que mi maldita vida había tomado. Tenía un demonio acosándome, justo ahora tocando mis piernas, que antes había amenazado con matar a todos mis seres queridos. No podía ser cierto. Tenía que ser una pesadilla.

—No, lamentablemente para ti, esto  no es una pesadilla —dijo él, habiéndome leído los pensamientos nuevamente—.No podrás despertarte para darte cuenta que todo era un sueño.  Esto seguirá, y seguirá, y seguirá, hasta que yo diga que es hora que acabe. Pero créeme cuando te digo que disfrutaré haciendo tu vida miserable, corrompiendo tu alma hasta que quede completamente sucia. Realmente disfrutaré de hacer tu vida una pesadilla. Yo seré tu peor pesadilla, Celeste.

No pude más. Rompí en llanto. Grandes lágrimas inundaban mi rostro. Devin entonces se subió sobre mí, y pasó su dedo índice por mi rostro, llevándoselo a la boca.

—Mmmm… qué bien saben tus lágrimas —me dijo—. ¿Pero sabes qué sabe mejor que las lágrimas?

—No —respondí, sacudiendo mi cabeza, aún sin poder dejar de llorar. Devin realmente era una pesadilla hecha realidad.

—Tu sangre… La quiero probar. Ahora. —Tragué saliva. Lo único que parecía poder hacer con mi cuerpo en este momento además de llorar y hablar.

Devin volvió a jugar con la navaja, ahora bajándola por mi cuello, cortando mi camisón en dos con ella, dejando mi cuerpo al descubierto. Siguió el recorrido y la pasó entre medio de mis pechos, luego por mi estómago, por encima de mi tanga, hasta llegar a la parte superior de mis piernas. Fue allí donde se detuvo para hacer un corte de unos cinco centímetros de largo. No era un corte profundo, pero me dolió, y mucho. El brillo de sus ojos aumentó en intensidad mientras miraba cómo el líquido vital brotaba por el corte en mi pierna. Luego llevó su boca al corte y comenzó a beber de mi sangre. Algo más debió de haber sucedido, porque mientras él hacía esto, yo perdí el conocimiento  por segunda vez.

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¡Espero que hayan disfrutado estos dos capítulos! En algunas ocasiones especiales subiré dos, como hoy, pero la mayoría de las veces será solo un capítulo por viernes. 

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