Capítulo 16

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿Qué me había sucedido? No me lo podía explicar. Cuando abrí mis ojos nuevamente, tenía peores problemas por los que preocuparme: estaba nuevamente en el infierno, o al menos eso era lo que parecía. ¿Había muerto? ¿Me habían echado del cuerpo de Candice?

Todo a mí alrededor era oscuridad y podredumbre. A lo lejos se veía un volcán en erupción, había charcos por todas partes y personas tratando de salir de ellos, gritando por ayuda. Algunos de esos charcos oscuros y podridos parecían burbujear, como si estuviesen en hervor.

 “¡Gracias a Dios que no me encuentro dentro de uno de ellos!”, pensé. Además de que  parecía que estaban hirviendo, los charcos despedían el olor más nauseabundo que alguna vez hubiese sentido. El panorama era realmente horrible.

Me levanté de donde estaba y comencé a caminar hacia el charco más cercano, donde una mano estaba comenzando a salir a la superficie. Tenía unas horribles garras asomando desde la punta de sus dedos, garras que se me hacían un tanto conocidas.

Me limité a mirar. Por alguna razón, algo hizo que me quedara allí, la curiosidad me impidió irme a cualquier otra parte. Aunque si lo hubiera querido, no sabía a dónde ya que no conocía ese horrible lugar que me hacía sentir tan mal y me producía un sentimiento de opresión en el pecho.

La mano se movió, levantándose lentamente, aferrándose a la orilla del gran charco. Pronto apareció en la superficie la otra mano de la criatura, aferrándose también a la superficie. Luego emergió una cabeza con cabello negro, empapada con el líquido hediondo. 

Di unos pasos hacia atrás al ver ese cuerpo arrastrarse fuera del charco. Se encontraba desnudo y completamente sucio, pero no sentí lástima por él. Presentía que merecía estar en ese lugar y sufrir de esa manera. No fue sino hasta que levantó su rostro que lo reconocí.

Estaba un tanto quemado, tal vez por haber estado sumergido en ese pozo de inmundicia. Pero sus ojos azules brillaban como siempre, mirando en mi dirección.

Aunque sabía que Devin no me dañaría más, y no me daba tanto miedo como antes, la verdad era que lucía más escalofriante que nunca. Su rostro estaba lleno de odio y, por sobre todo, determinación. Un demonio determinado a destruirme.

Se puso de pie. Iba a echarme a correr pero, por algún motivo, estaba inmóvil. No podía moverme, no podía hacer nada mientras Devin caminaba en mi dirección, con la sonrisa más malévola que jamás hubiese visto.

Un millón de posibles escenarios cruzaron por mi mente: Devin tomándome del cuello y arrastrándome hacia el charco para sumergirme en él; Devin utilizando sus garras para herirme y desfigurarme; Devin haciendo Dios sabe qué con mi cuerpo. Y así, muchas posibilidades más que incluían dolor y mi muerte como único resultado final posible.  

Cuando estaba a tan solo unos centímetros de mí, sentí que mi corazón iba a estallar. Devin siguió caminando, su mirada cada vez más perdida en la distancia. Y caminó hasta que literalmente me atravesó.

Me invadió la sorpresa al ver que Devin seguía caminando. ¿Qué sucedía? ¿Cómo había hecho eso? ¿Acaso no me había visto? No entendía nada.

—¡Te encontraré, Celeste! —gritó el perverso demonio. Inmediatamente comencé a oír murmullos a mí alrededor. Miles de cuerpos sucios y oscuros comenzaban a levantarse de la tierra, alzando sus manos deformes por doquier.

—¡Nadie conoce el infierno mejor que yo! —profirió Devin—. ¡Saldré de aquí!

No. Devin no podía salir del infierno. Estaba muerto, yo había ayudado a matarlo y él debía quedarse allí. Comencé a entrar en pánico. Sabía que si volvía, terminaría con lo que había comenzado y destruiría mi vida del todo. Me había prometido no temerle y realmente lo estaba intentando, pero el miedo me invadió y di un grito desesperado.

—¡Nooooo!

***

—¿Candice? ¿Candice? Todo está bien —dijo Terry sacudiéndome, tratando de calmarme. Obviamente pensó que Candice había regresado, más aún al verme tirada en el suelo, en el medio del bosque. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

—Soy Celeste —le dije, abriendo los ojos, viendo nuevamente a la escalofriante sombra que me había embestido, solo que esta vez se alejaba, hasta desaparecer en la distancia.  —Terry me soltó, largando un suspiro.

—¡Demonios! —exclamó—. Ya comienzo a pensar que Candice no volverá.

—Ya te he dicho que en este cuerpo no está. Solo estoy yo, lo siento. No sé qué ha sido de ella. Tampoco tengo forma de saberlo.

—¿Qué te sucedió? —preguntó él, poniéndose de pie. Claramente ya no quería hablar de Candice.

—No sabría decirlo —respondí, tragando saliva—. Una sombra, una silueta oscura con forma un tanto humana, me empujó. Luego abrí mis ojos y estaba en el infierno, viendo al demonio que vencimos con Ned saliendo de un charco, prometiendo que saldría de allí y me encontraría. Y cuando desperté, volví a ver a la sombra pero alejándose.

—¡Demonios! —masculló Terry—. No lo puedo creer.

—¿Qué no puedes creer? —pregunté mientras me levantaba y sacudía la tierra de mi ropa.

—Realmente tu alma ha reemplazado la suya, ¿no es cierto?

—Eso parece… —dije, sin saber a dónde Terry quería llegar—. ¿Por qué lo crees ahora?

—Porque acabas de experimentar su don —me dijo.

—¿Su don? — pregunté confundida.

—Tuviste una visión —me explicó con toda naturalidad.

—Una… ¿visión?

—Sí. Candice era clarividente. Es algo que se lleva en la sangre; es genético. Podía ver fantasmas y demonios, aunque estos no tuviesen forma física y nadie más los viera… Y tenía visiones y sueños, principalmente de cosas que estaban por suceder. Aunque a veces también sobre cosas que ya habían ocurrido, o que estaban sucediendo en ese mismo instante.

Tragué saliva. Aparentemente, con este cuerpo había adquirido un don no deseado. ¿Podría vivir con eso? Un don como ese más que seguro conllevaría tener pesadillas por el resto de mi vida.

—¿Es por eso que te tenía a ti para protegerla? —pregunté. Terry asintió.

—Sí, su don la hacía vulnerable a ataques de seres malignos… y ella era demasiado necesaria como para dejarla sin protección.

—¿Necesaria en qué sentido? —pregunté con curiosidad.

—Su madre, y ahora ella, ayudaban a encontrar demonios… las clarividentes de su familia siempre lo han hecho ya que generalmente sus visiones aparecen antes de que un demonio ataque. Eso ayuda muchísimo a los cazadores, porque saben dónde podrán encontrar al demonio que deben matar o enviar al infierno.

—¿Cuál es la diferencia? —pregunté.

—Solo puedes matar a un demonio que tenga cuerpo físico, y a los que no lo tienen, solo se los puede enviar al infierno.

—¿Puede un demonio que tenía cuerpo físico y fue asesinado salir del infierno? —Terry asintió.

—Sí. No es fácil hacerlo, pero se puede. Nada más que ya no será el mismo tipo de demonio, ni tendrá los mismos poderes. Un demonio que no puede materializarse por su propia cuenta, necesitará un cuerpo que poseer, a no ser que logre dar con su propio cuerpo muerto, lo que es una posibilidad. En ese caso, podrá entrar en ese cuerpo.

—Pero tampoco será lo mismo…

—No. No lo será. Pero todo depende de la clase de demonio que era antes.

—Seguro que sí —asentí—. Creo que necesitaré una clase sobre demonios.

—Claro —replicó él—. Ya pronto aprenderás todo lo que haya que saber sobre ellos.

Miré a nuestro alrededor, recordando que Terry había ido a ver si Ned se encontraba dentro del sótano. Pero si Ned no estaba allí con nosotros, eso significaba que no había tenido suerte.

—¿Ninguna noticia sobre Ned? —pregunté, aunque con pocas esperanzas. Terry sacudió su cabeza.

—No. Pero volvamos a casa. Tal vez Grayson sepa algo de él.

Grayson era el padre de Ned. Con suerte, Ned lo habría contactado para contarle lo que planeaba hacer ahora que se había iniciado.

—Lo llamaremos desde allí entonces —sugerí.

Caminamos hacia el carro y emprendimos la marcha. Terry condujo, sin hablar y mostrándose bastante reservado durante el viaje, aunque de tanto en tanto me miraba de reojo. No sabía cuál podría haber sido su relación con Candice, pero evidentemente él la quería, y mucho. Sin embargo, sabía que no le quedaba otra que acostumbrarse al hecho que yo había llegado para quedarme y que Candice ya no volvería.

Pronto llegamos a la casa que ahora debía sentir como propia. Bajé del carro y caminé hasta la puerta, con Terry detrás de mí, tomando la llave en mis manos. Pero me sorprendí al ver que la puerta estaba abierta y que había sido forzada.

Entré, un poco asustada, esperando encontrar a algún ladrón. O peor, algún demonio en el salón. Pero ese no fue el caso.

En el living estaba parado un chico rubio mirando por la ventana. Él, Ned Thomas, había venido a mí.

Es imposible describir la emoción que sentí al ver a Ned parado a tan solo unos metros de mí en la sala. Sentí unas ganas inmensas de correr a él, de abrazarlo y besarlo por horas; de decirle que era yo, que había vuelto y que ya no me iría, que lo había extrañado en el poco tiempo que habíamos estado separados, que me había apenado mucho tener que hacer lo que había hecho, pero que sabía que había sido por el bien de todos.

Pero ahora estaba en otro cuerpo... ¿Cómo haces para decirle a tu chico que eres tú, pero que has cambiado de envase? ¿Cómo haces para que te crea? Sentía que moriría si él me trataba de mentirosa, o pensaba que Candice le estaba jugando una broma de mal gusto y luego decidía no regresar nunca más. Decidí que no podía decírselo, al menos no en ese momento. Tal vez más adelante, cuando llegase el momento adecuado.

—Hola, Ned —dije, intentando sonar fría y haciendo fuerza para ocultar la alegría que me desbordaba al verlo. Ned se dio la vuelta para mirarnos. Mostraba una leve sonrisa, pero su rostro pronto se llenó de confusión al verme. ¿Algo estaba mal? ¿Se había dado cuenta de algo?

—Hola, sobrino —lo saludó Terry, quien estaba parado justo detrás de mi hombro izquierdo.

—Hola, Candice, hola, tío Terrence —nos saludó Ned, dando unos pasos hacia delante—. He venido a hablar con ustedes.

—Me parece bien —respondió Terry, quien parecía que no quería  ser él quien le contase todo a Ned—. Candice te estaba buscando, también quería hablar contigo. Los dejaré solos un rato. Volveré en una hora.

—Hablamos luego entonces —asintió Ned, y se sentó en uno de los sillones de mimbre de la sala. No me gustaban demasiado, hice una nota mental de que los cambiaría si me tocaba seguir viviendo en ese lugar y en ese cuerpo.

Me senté frente a él después de que Terry se hubiese ido. Me sería más fácil contarle todo a mi querido Ned si su tío metiche no estaba allí para escuchar nuestra conversación. ¿Pero por dónde y cómo empezar? Supuse que sería mejor esperar a que Ned diese señales de sospechar que yo era Celeste.

—Disculpa que hace tiempo que no vengo —comenzó diciendo Ned—. He estado bastante liado.

—Lo sé —contesté. No sabía cómo haría para actuar naturalmente, pero al menos lo intentaría.

—En verdad lamento no haberlo hecho. Tal vez podrías haberme advertido contra ciertas cosas que iban a suceder, para ayudarme a prevenirlas… —Ned suspiró—. Pero ahora ya es tarde.

Asentí. No sabía que decir, por lo que me quedé en silencio, esperando a que él continuase con lo que me iba a decir.

—No me preguntas lo que ha sucedido porque lo sabes, ¿no es así? —quiso saber Ned. Asentí nuevamente.

—Así es. ¿Por qué has venido ahora? —Ned debía tener algún motivo por el cual quería ver a Candice después de todo lo que había ocurrido.

—Quiero saber una cosa —me dijo Ned, como pidiendo un gran favor—. Si es que la puedes averiguar.

—Supongo que sí —contesté, un tanto insegura de si podría hacerlo o no—. ¿Qué quieres que averigüe?

—Quiero saber sobre ella… qué ha pasado con su alma.

—¿Te interesa saber si se ha ido al infierno? —pregunté, mirándolo fijamente. Trataba de disimular lo más posible, pero Ned se veía atormentado al imaginar que yo estaba en el infierno por culpa de él. No podía dejar que sufriera así.

—Dame tu mano —le dije, sin saber lo que estaba haciendo. Algo me decía que esa era la forma en la que debía proceder. Ned acercó su sillón al mío y extendió sus manos. Ambos cerramos nuestros ojos y nos tomamos de la mano. Yo no sabía qué debía esperar, solo sabía que debía hacerlo. Pero no tuve que esperar demasiado, porque, de golpe, Ned me soltó y se puso de pie, alejándose unos pasos de mí.

Abrí mis ojos para mirarlo y note en él la sorpresa que había visto antes, cuando había posado sus ojos en mí cuando lo encontré en la sala.

—¡No es posible! —exclamó.

¿Qué no era posible? ¿Se había dado cuenta de que yo era Celeste?

—Sí lo es —le dije, aunque no sabía bien exactamente qué quería decir.

—Nunca. Nunca ha habido más de una sola elegida por cazador, Candice. ¿Cómo se explica que ahora tú seas una? —Ned estaba terriblemente confundido. Ahora entendía que obviamente un cazador podía identificar a su elegida de alguna forma. Él había visto algo extraño en mí y luego lo había sentido al tomarme de las manos. ¿Cómo se explicaba que ahora Candice era su elegida? Eso sería demasiado para él. No era algo que pudiera procesar en esos momentos, no después de haberme perdido de manera tan trágica.

—Lo puedo explicar —le dije, decidida a decirle la verdad. Sabía que ahora me creería.

—Además —me interrumpió, antes de que pudiese continuar—. Mi tío está enamorado de ti, y tú de él aunque no quieras admitirlo. Siempre lo he sabido. Tú simplemente no querías estar con nadie y sé que menos aún querrás estar conmigo y yo no quiero estar con nadie después de haber perdido a Celeste. Ella será la única mujer que haya amado… —Ned tenía una lágrima rodándole por la mejilla. Me acerqué a él lentamente y lo tomé del brazo.

—Ned, escúchame. Puedo explicarlo. Yo soy tu elegida porque no soy Candice… —me detuve un segundo, midiendo mis palabras—. Yo soy Celeste. —Los ojos de Ned se abrieron tan grandes como platos.

—¡¿Qué?! —exclamó—. ¡Eso no es posible!

—Sí, lo es —afirmé—. Aquí estoy, Ned. No lo dije en un principio porque tenía miedo de que no me creyeras, que pensaras que estaba bromeando. Pero cuando te diste cuenta de que soy tu elegida, supe que podría decírtelo.

—Pero… Si tu alma está ahora en el cuerpo de Candice… ¿Qué ha sucedido con ella?

—No lo sé —respondí—. Después de morirme dos ángeles me levantaron del infierno, diciéndome que me darían una segunda oportunidad… Lo siguiente que recuerdo es levantarme en otro cuerpo, dándome el susto del siglo. Terry me ató a un árbol a la mañana porque se dio cuenta de que no era Candice —suspiré—. Aún no me he adaptado, ha pasado muy poco tiempo. —Ned se acercó y me miró a los  ojos, acariciando mi mejilla.

—Te creo. Sé que eres Celeste —señaló—. Mi corazón me dice que eres tú. Me apena lo que pueda haberle sucedido a Candice, pero me alegro mucho de tenerte nuevamente conmigo y de que sigas siendo mi elegida, aun estando en otro cuerpo.

Sonreí, sintiéndome feliz de estar allí con él.  Ahora que Ned estaba conmigo, sentía que nada podría separarnos de nuevo, ya que ni la muerte lo había logrado. Estábamos destinados a estar juntos.

Ned rodeó mi cintura con sus brazos, abrazándome más fuerte que nunca, y llevó sus labios a los míos, besándome como si fuese la última vez. Eso era todo lo que necesitaba, tenerlo allí conmigo, compartiendo un beso, haciéndome saber que todo estaría bien.

—Te amo, Celeste —confesó.

—Yo también, Ned —le contesté—. Eres lo mejor que me ha dado la vida.

—Tengo tantos planes para nosotros ahora que podemos volver a empezar… —comenzó diciendo Ned, pero lo detuve antes de que pudiese enumerarlos.

—Tenemos que lidiar con algo primero —le informé.

—¿Con qué?

— Con Devin —dije con seriedad.

—¿Cómo  que Devin? Ha muerto y se ha ido al infierno.

—Lo vi en una visión. Parece que desde que estoy en este cuerpo, he adquirido los poderes de Candice. Vi a Devin salir de un charco y luego prometer que saldría del infierno.—Ned palideció.

—¡Maldición! Sabía que debía quemar el cuerpo de ese engendro.

—¿Por qué no lo hiciste? —le interrogué—. ¿Qué fue de su cuerpo?

—Los demonios como Devin, y también de algunas otras especies, son descendientes de ángeles caídos y datan de los albores de la humanidad, por lo que poseen cuerpo físico. Pero sus cuerpos no son como los de un humano, sino que pueden ser físicos solo de doce a tres de la mañana. Son como fantasmas en los demás horarios, por así decirlo, y solo quienes tienen dones especiales pueden verlos... Aunque sí pueden llegar a tomar la forma de algún animal. De todas formas, cuando mueren queda el cadáver, aunque no sea el horario en el cual pueden ser corpóreos. Y si no lo quemas, el demonio puede lograr volver a su cuerpo si consigue huir del infierno, cosa que no es nada fácil.

—¡Maldición! ¿Pero por qué no lo quemaste? —reclamé. ¿Cómo se le había pasado aquello?

—Estaba tan afectado por tu muerte que lo primero que hice fue marcharme. Tomé la ruta e hice varios kilómetros. Cuando me di cuenta que debería haber quemado al demonio, me di la vuelta y volví. Pero cuando estaba cerca del lugar de la iniciación vi que ya estaba la policía allí. Eran muchos y lo mejor era no luchar contra ellos. Se deben de haber llevado el cuerpo de Devin —dijo, dándome la peor noticia del día. Tragué saliva, llenándome de preocupación.

—¿Sabrán que no es humano?

—Si le hacen una autopsia sí. Se darán cuenta porque los demonios no tienen corazón, ni ninguno de los demás órganos internos que tenemos los humanos. Si lo abren, descubrirán que su cuerpo está relleno por una sustancia pegajosa de color negro. —Hice una mueca, me daba asco imaginármelo.

—No le será difícil entonces recuperar su cuerpo —comenté—. Si lo tienen los humanos podrá recuperarlo ni bien salga del infierno…

—Sí, podrá hacerlo con facilidad… A no ser que nosotros lo encontremos antes.

—¡¿Qué?! —pregunté alarmada.

—Sí, Celeste. No debemos dejar que vuelva a su cuerpo. Se volverá un demonio más fuerte al haber vuelto de la muerte y al entrar en su mismo cuerpo.

—¡Dios! —exclamé—. ¿Cuándo?

—Esta noche, cuando cierre la morgue. Podremos ir allí, forzar la entrada, sacar el cuerpo de Devin y quemarlo. Si vuelve de todas formas, me encargaré de enviarlo nuevamente al infierno.

—Está bien, iremos —acepté. En esos momentos justo entró Terry por la puerta.

—¿A dónde vamos — preguntó.

—Tú a ninguna parte —le dije—. Nosotros a quemar el cadáver de un demonio.

—Tú no vas a ninguna parte sin mí —me comunicó Terry seriamente.

—¿Cómo que no? ¿Por qué? Sé cuidarme sola y Ned estará conmigo.

—Porque soy tu vigilante, seas Candice o no. Y voy a todas partes contigo. —Ned suspiró.

—Tiene razón. Él debe ir con nosotros.

—Vale —dije, sacudiendo la cabeza. No podía soportar a Terry, me resultaba demasiado pesado. Me alejé un poco de Ned y caminé hasta la ventana, dando un suspiro. Esperaba que fuera fácil terminar con esta amenaza, para así poder seguir con mi vida junto a él, sin que nadie se interpusiese en nuestro camino.

De pronto, mientras estaba sumida en esos pensamientos, vi otra vez a la sombra que me había embestido más temprano ese día. Se movía entre los árboles, en dirección a la casa.

—La… sombra —dije, un tanto asustada. Aún no entendía lo que era, ni por qué la había visto antes ni después de haber tenido una visión.

—¿Qué sucede con la sombra? —preguntó Ned, acercándose a la ventana. Aunque obviamente no veía nada.

—Siéntate Can… Celeste —ordenó Terry, un poco preocupado.

—¿Por qué? —pregunté.

—Porque estás a punto de tener otra visión —me informó.

Asustada, me senté en el sofá. Justo a tiempo para ver la extraña sombra cruzando la pared de la casa, tirándose encima de mí.

La sombra portadora de pesadillas me había atacado de nuevo y, en respuesta, volví a perder el conocimiento. 

.........................................

¡Hola! ¿Cómo están? ¡Feliz año nuevo! ¿Qué tal han comenzado este 2015?

Quiero comentarles que en la página de Facebook de #TMP hay un sorteo imperdible. Podrán ganar libros en papel, en digital, y tazas con el diseño de la novela. ¡No se lo pueden perder! 

www.facebook.com/TuMiPesadilla :D

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro