Capítulo 21

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Durante varios días no tuvimos noticias de Devin, y tampoco apareció la sombra por la casa. A decir verdad, la extrañaba un poco. Tal vez porque me daba curiosidad saber qué me deparaba el destino y cuáles serían los próximos movimientos del astuto demonio, quien ahora seguramente estaba ideando un plan maestro para poder llegar a mí.

Ned me aseguró que él no podría rastrearme hasta la casa, y que lo más probable era que no tuviera idea del cuerpo en el que estaba ahora. Pero yo no estaba tan segura ni mucho menos tranquila. Sabía que Devin estaba más informado que lo que Ned afirmaba; él solo me quería tranquilizar. Tal vez confiaba demasiado en que su sola presencia lo espantaría. Sin embargo, Ned no podría quedarse a cuidarme de por vida. Su deber era cazar demonios, y yo no podría acompañarlo cuando lo hiciera. En lugar de eso, Terry se quedaría a protegerme, y esa idea no me gustaba para nada.

Terry seguía molesto porque había desobedecido y me había atrevido a salir de la casa. A duras penas conseguí su colaboración durante la semana para ayudar a los espíritus. Pero eso sí, en ese aspecto había tenido muchos avances. Ahora gran parte de esos pobres desgraciados habían podido seguir adelante gracias a mi ayuda, dejando mensajes a sus seres queridos, o pistas para que la policía resolviese sus crímenes. Pero quedaban muchos por ayudar, y seguían congregándose en mi jardín todas las noches, con la esperanza de que los liberase de su continua tortura.

Se volvía un poco tedioso tener que hacer lo que ellos me pedían, pero no me podía negar a brindarles ayuda. Se me partía el corazón al verlos allí fuera todas las noches, mientras esperaban un milagro. Y en verdad los entendía... yo también había muerto. Eso era algo que Candice no había podido entender; lo que se siente morir, verte perdido, sin saber adónde irás, y que nunca más verás a tus seres queridos. Eso es algo muy difícil de sobrellevar.

Celeste Gómez había muerto, y su antigua vida jamás volvería pero, a diferencia de los fantasmas en el patio, yo tenía una segunda oportunidad; y en esta nueva vida me encargaría de ayudar a los demás. Era lo mínimo que podía hacer. Aquella era una misión de la que no me podía desentender.

—Buenas noches, Terry —me despedí de mi vigilante. Eran ya las cuatro de la mañana, y habíamos tenido una larga noche ayudando espíritus. Él ahora volvería a su casa y yo esperaría despierta un rato hasta que Ned llegase. Había salido a eso de las once y media ya que se le había advertido que había una vetala en el cementerio de un pueblo vecino. Supuse que no sería un trabajo difícil para él, y que volvería pronto.

Me senté en el sofá a mirar las notas que había tomado en el transcurso de la noche. Al día siguiente debería llamar a varias personas. No era fácil lidiar con la gente y decirles que tenías un mensaje de un ser querido fallecido. La mayoría reaccionaba con escepticismo, y era por ello que siempre les pedía a los espíritus información que solo ellos supiesen, para poder convencer a las personas de que estaba diciendo la verdad.

La segunda reacción, generalmente, era romper en llanto. A veces se sentían culpables, o lamentaban no haberle dicho ciertas cosas a la persona difunta. La mayoría de las veces, yo también terminaba llorando. Debía ser fuerte para soportar todo ese proceso. Por suerte lo era, y más aún de lo que había supuesto.

La puerta se abrió suavemente. Era Ned que volvía tras una dura noche. Corrí hacia él y lo abracé fuerte, como siempre después de que me dejaba un rato sola. Aunque se fuera solo por unas horas, no podía evitarlo; temía que, quizás, algún día no volviese a casa.

—¡Has vuelto! —exclamé llena de felicidad—. ¿Qué tal ha sido tu noche?

—Buenas noches, cielo —me dijo dándome un beso en la frente—. Mi noche ha estado bien, aunque fue más larga de lo que esperaba. No me encontré con una vetala, sino con una docena de ellas… pero lidié con todas ellas yo solo —me contó, lleno de orgullo.

—¿Habían tomado cuerpos vivos? —pregunté con curiosidad.

—No. Sabes que generalmente poseen cuerpos muertos. Estas usaron los cuerpos que recién habían sido enterrados. Todas las tumbas nuevas estaban ultrajadas. —Puse cara de repulsión. No quería imaginarme el estado de descomposición en el que ya se encontraban esos cadáveres, por más frescos que fueran.

—¿Qué pasó con los muertos una vez que enviaste a las vetalas al infierno?

—Nada. Cayeron muertos al suelo. Muertos como ya estaban —respondió con tranquilidad.

—¿Y qué hiciste? ¿Los volviste a enterrar? —quise saber. Me daba pena que quedasen desparramados en el cementerio y no tuviesen un entierro decente. Ned sacudió la cabeza.

—No —replicó—. Pero no te preocupes, ya alguien lo hará. Ese no es mi trabajo.

—Supongo que de allí provienen las leyendas de vampiros levantándose de sus tumbas… —dije, sacando conclusiones.

—Exactamente. El vampiro es un cuerpo muerto que ha sido poseído por una vetala… solo que no es la persona que había estado antes en ese cuerpo. Tiene otra identidad y un instinto asesino. Matará y beberá la sangre de todo aquel con quien se encuentre en el camino.

—Pero mantiene los recuerdos de la persona muerta… ¿No es cierto?

—Exactamente. Y tranquilamente puede hacerse pasar por ella, y por eso muchos vampiros terminan asesinando a toda la familia del muerto que están poseyendo.  —Tragué saliva. Me parecía horrible, pero sabía que era cierto.

—¿Y pueden convertir a otras personas en vampiros, como los de la leyenda? —quise saber.

—No —respondió Ned—. Pero hay otras especies de vampiros que sí pueden hacerlo, pero son demonios, y no muertos poseídos por vetalas.

—Entiendo —pronuncié, y luego suspiré. Hablar de vetalas me hacía recordar que yo misma había sido poseída por una, y que casi había muerto, y esta vez, definitivamente. Debía ser más cuidadosa, ya que se veían atraídas a mí de manera irremediable. Por suerte, hasta el momento, no había vuelto a encontrarme con ninguna, y mientras estuviese con Ned o con Terry a mi lado no podrían hacerme daño. Sabía que estaría a salvo.

—Pero no quiero hablar de vetalas ahora —me dijo Ned, quizás dándose cuenta que el tema me estaba incomodando, mientras me daba un pequeño beso en la nariz.

—¿De qué quieres hablar entonces? —le pregunté. Casi se me escapó un bostezo. Estaba realmente cansada. El día había sido demasiado largo, y lidiar con las almas en pena era extenuante.

—De nosotros —Me tomó de la mano y me llevó hasta el sofá, donde nos sentamos pegados el uno al otro. No estaba segura sobre qué era lo que quería decirme, pero estaba ansiosa por oírlo.

—¿Qué pasa con nosotros, amor? —pregunté. Sabía que Ned quería hablar de algo serio.

—Tú me amas, ¿cierto? —me preguntó, mirándome con sus hermosos ojos verdes.

 —Por supuesto. Claro que te amo —le dije, asintiendo. No me quedaba duda alguna.

—Y yo te amo a ti. Nada nos impide estar juntos ahora… —continuó—. No quise hacerlo antes ya que necesitabas adaptarte a este nuevo cuerpo y a todas tus responsabilidades actuales. Pero creo que ya es hora…

—¿De qué? —pregunté con los ojos bien grandes.¿Será que quería proponerme que tuviésemos sexo? Creía que ya era hora y, a decir verdad, me sentía preparada para hacerlo y para tener una mayor unión con él, como su elegida. Pero por algún motivo u otro, lo habíamos estado postergando, si bien nuestros besos y caricias a veces alcanzaban niveles casi desbordantes para nosotros, siempre decíamos que aún no era el momento.

—Quiero que nos casemos —propuso Ned, arrodillándose delante de mí, y luego sacando una pequeña caja de su bolsillo. Al abrirla, pude ver un anillo plateado con un pequeño diamante en el centro. Era hermoso. No podía creer que eso estaba sucediendo—. ¿Me harías el honor de convertirte en mi esposa? —preguntó, con la sonrisa más bella que jamás hubiese visto. Cualquier mujer hubiera sido una tonta si le decía que no.

—¡Claro que sí! —contesté con entusiasmo. Me había tomado por sorpresa. No me había imaginado que Ned quisiera casarse antes de tener relaciones conmigo, pero no podía estar más feliz. Adoraba la idea de casarme con él, por más que recién tuviésemos dieciocho años. Además, no me sentía para nada inmadura; todo lo que había vivido me había hecho madurar en formas inimaginables.  

Ned me puso el anillo en la mano izquierda, y luego me besó con todo el amor del mundo. Ambos estábamos felices, y se sentía en el aire.

—¿Cuándo nos casaremos? —pregunté cuando rompimos el beso.

—Mañana mismo —me dijo él, lo que me hizo pensar que mi prometido estaba mal de la cabeza.

—¡¿Qué?! ¿Tan pronto? ¿Y los preparativos?

—No te preocupes por ello. Tendremos una boda simple en la parroquia de mi tío, donde están tus padres. No podemos darnos el lujo de hacer una gran fiesta.

—Tienes razón —le di la razón, dándole un suave beso en los labios. No me interesaba tener la boda más impresionante del mundo, pero no pude evitar pensar que tal vez había una razón por la cual Ned estaba tan apurado por casarse conmigo. ¿Habría alguna amenaza cerca? ¿ Quizás el mismo Devin?

—Por un lado quiero que fortalezcamos nuestra unión —me dijo—. Casarnos y tener relaciones hará que formemos un vínculo que nos hará más fuertes. Además, como eres mi elegida, podré sentirte cuando no estés junto a mí, y sabré si alguna vez estás en peligro. Tú también podrás sentirme a mí. Sobre todo sabrás si estoy cerca o lejos. Y por otro lado, te pido que seas mi esposa porque te amo, y quiero protegerte. No pienses que lo hago por motivos egoístas. —Sus ojos reflejaban la sinceridad que lo caracterizaba. Jamás me hubiera atrevido a dudar de sus intenciones.

—Claro que no. Jamás pensaría eso, cariño. Pero me parece un poco apresurado… Me deja pensando que tal vez haya un peligro rondando por aquí.

—Si así fuese, ya hubieses tenido alguna advertencia —replicó, dejándome más tranquila—. No te preocupes. Todo está bien.

Realmente quería pensar que así lo era, que todo estaba bien, mas eso nunca pasaría sino hasta que Devin, y la zombi en la que se había convertido mi antiguo cuerpo, desapareciesen del panorama. ¿Qué sucedería si se enteraban de la boda y buscaban alguna forma de impedir que se llevase a cabo? Eso me causaba pavor. Esperaba que todo saliese bien y, que si ellos iban a atacarnos, fuésemos advertidos a tiempo para poder detenerlos, como lo habíamos hecho la última vez. 

Ned y yo nos levantamos, y nos dispusimos a acostarnos a dormir pero, de pronto, sentimos un temblor en la casa. Todo comenzó a caerse de los estantes. Parecía un terremoto.

—¿Qué fue eso? —pregunté un poco asustada. El temblor me había tomado por sorpresa. Esta no era zona de terremotos.

—Algo debe haber embestido contra la casa —contestó Ned—. Algo que no puede entrar y seguramente no tenía idea de que no podía hacerlo.

—¿Qué podrá ser? —pregunté, aunque ya me estaba imaginando. Fuimos hacia la ventana, y afuera, en el medio del patio, vimos a Grace, con una sonrisa malévola en su rostro.

—¡Voy a acabar con ella ahora mismo! —exclamó Ned. Pero cuando corrió a la puerta para salir, la zombi se dio la vuelta y se alejó a una velocidad infrahumana. Ned no podría alcanzarla.

—Ya se ha ido —dije desesperanzada—. Nos ha descubierto… y ahora irá a decirle todo a Devin.

—¡Maldición! —gritó Ned con el ceño fruncido—. Debe haberme estado siguiendo desde el cementerio. No puedo sentir la presencia de un zombi ya que no tiene alma y no hay un demonio poseyéndolo…Hubiera sido una buena oportunidad para acabar con ella y Devin.

—No te preocupes, cielo —lo tranquilicé, corriendo la cortina para cubrir la ventana por completo—. Esto quiere decir que pronto tendremos otra oportunidad para acabar con esos dos. Estoy segura de que tendremos noticias de ellos cuando menos lo imaginemos. Ned asintió.

—Sí, estás en lo cierto. Pero por lo pronto, no quiero que salgas de la casa bajo ninguna circunstancia a no ser que sea conmigo. Ni siquiera salgas con Terry. Devin no se acercará a ti cuando yo esté cerca, pero sí podría hacerlo si estás con él porque no tiene posibilidades de vencerlo. Ahora vayamos a dormir. No creo que vuelvan, al menos no esta noche.

Aún dormíamos en camas separadas, mas esa sería la última noche que lo haríamos. Al día siguiente nos casaríamos, y seríamos más fuertes para enfrentarnos al demonio. Pronto acabaríamos con esa eterna pesadilla llamada Devin. Tal vez no sería fácil, pero nada lo es, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para lograrlo. Con suerte, no deberíamos esperar demasiado.

***

Me encontraba caminando sobre algo líquido, posiblemente agua. Tal vez se trataba  de alguna otra cosa más espeluznante, pero no quería imaginármelo y, por esa razón, decidí no mirar al suelo para cerciorarme. Mis pasos retumbaban. Splish… splash… splish… splash. Estaba caminando dentro de una cueva, y a lo lejos se podía oír el llanto de un bebé que posiblemente estaba hambriento, necesitaba un cambio de pañales, o simplemente extrañaba el calor de su mamá. Caminé varios pasos más hasta llegar al centro de la cueva. Una vela roja iluminaba el lugar, haciendo que todo se viese más tétrico.

—Al fin llegas, Grace —dijo una voz rasposa. Era la voz de Devin. Me asusté al verlo, e intenté salir de ese sitio lo más rápido posible, pero no podía hacerlo ya que mis pies no me respondían. ¿Acaso estaba poseída nuevamente?

Luego me percaté de que Devin me había llamado Grace. ¡Claro! No me encontraba realmente allí, sino que había ido a ese lugar en mis sueños y estaba viendo todo a través de los ojos de la zombi, percibiendo todo con mi viejo cuerpo, sobre el cual no tenía control en lo absoluto. Era por eso que no podía irme a ninguna parte. Tan solo debía quedarme a observar hasta que la sombra decidiese que era tiempo de volver.

Luego me di cuenta de algo aterrador: Devin tenía una criatura recién nacida en brazos. ¿Qué hacía con ese bebé? ¿Qué pensaba hacerle? Empecé a entrar en pánico.

—He estado siguiendo al cazador —le comentó Grace con un tono frío—. Descubrí donde viven. —El bebé seguía llorando. Al estar en ese cuerpo me di cuenta de que el sonido irritaba a Grace en gran manera. A ella no le gustaban los bebés, y estaba luchando en gran manera para contener las ansias de acabar con la vida de la pobre criatura indefensa.

—¿La casa está protegida? —quiso saber Devin, sin hacer nada para calmar al bebé. Grace asintió.

—Sí, intenté entrar pero no pude hacerlo —respondió, mirando hacia la pared de la cueva—. Discúlpame amo, pero… ¿por qué no puedo comerme a esa pequeña cría humana de una vez? ¿Por qué la estamos manteniendo con vida?

—Aún no puedes comerla —le dijo Devin con seriedad, depositando a la bebé en el suelo, sobre una manta—. La necesitamos como carnada, o ellos no vendrán.

Grace se relamió los labios al ver a la niña más de cerca. Sabía que los humanos pequeños eran más sabrosos que los grandes. Ya había acabado con unos cuantos de ellos. Es más, debía haber comido alguno antes de llegar, ya que sus manos, brazos, y sus ropas estaban cubiertos de sangre que obviamente no era suya. Los zombis no sangraban, la sangre de mi cuerpo había dejado de correr en el momento en que había muerto.

—¿Por qué querrán venir a por ella? —preguntó. No comprendía por qué alguien querría salvar a ese bebé que ella tanto deseaba comer.

—Ya te lo he dicho —le dijo Devin un tanto molesto—. En esta criatura se encuentra el alma de quien antes habitaba el cuerpo donde ahora está Celeste. La necesitamos si queremos terminar con ella. —Grace comenzó a hervir del odio al escuchar mi nombre. Se notaba que realmente me despreciaba. ¿Acaso eran celos lo que tenía? ¿Por qué me odiaba tanto?

—¡Quiero acabar con ella yo misma! —exclamó.

—No, Grace. Yo lo haré—dijo Devin con la voz tranquila pero siempre emanando maldad—. Pero no te preocupes, te dejaré alimentarte de su cuerpo todo lo que quieras.

Grace sonrió con perversidad. La idea de comerme la excitaba en sobremanera. Pude darme cuenta que le producía una sensación extraña entre sus piernas. No era la misma sensación que yo sentía cuando me excitaba, pero así debían de sentir la excitación las zombis.

Grace se lanzó sobre Devin, quien la tomó firmemente de la cintura, mientras ella le daba un mordisco en el cuello. Comenzó a saborear el pedazo de la carne del demonio, mientras que a él le volvía a crecer otro en el mismo lugar. Devin ni siquiera se había movido, eso no le había causado dolor en lo absoluto. Por el contrario, lo había hecho arder en un fuego de deseo sexual. Pronto pude sentir su miembro erecto entre las piernas de Grace.

En menos de un segundo, Devin se levantó de donde estaba sentado, lanzando a Grace contra la pared, quitándole toda su ropa ensangrentada, y apoyando su prominente órgano masculino contra la zona más sensible de la zombi.

Ambos se encontraban demasiado apasionados para mi gusto, y yo ya estaba deseando despertarme de ese sueño horrible. Podía experimentar exactamente todo lo que ellos dos sentían, ya que, al parecer, Grace sentía todo lo que Devin sentía. Supuse que eso se debía a la conexión que había entre los dos cuerpos, aunque yo simplemente había sentido el dolor del demonio cuando había estado unida a él. 

Devin penetró a Grace bruscamente. Era obvio que no era la primera vez que lo hacía y sus cuerpos ya estaban familiarizados. Grace profirió un enorme grito de placer mientras él comenzaba a moverse dentro de ella, a una velocidad mayor a la que un humano podría utilizar para hacer ese acto.

Una repulsión enorme estaba tomando control de mí. ¿Por qué la sombra insistía en mantener mi consciencia en ese lugar? No quería estar viviendo esto. Si bien alguna vez había considerado a Devin sexualmente atractivo, no podía verlo, ni experimentar cómo ultrajaba el que una vez había sido mi cuerpo, y de más está decir que nunca hubiera dejado que él tuviese sexo conmigo. Nunca. No de común acuerdo.

Abrí los ojos de repente y vomité sobre la alfombra al lado de mi cama. Me sentía pésimo, y vomité varias veces más hasta vaciar mi estómago por completo. Cuando terminé, levanté la vista para ver cómo la sombra abandonaba mi habitación.

—¡Podrías haberme hecho volver antes! —exclamé, enojada porque me había hecho ver tanto. Estaba asqueada por todo lo que acababa de experimentar.

Me levanté para asearme, lavarme los dientes y limpiar el vómito al costado de mi cama. Ned salió de la habitación contigua, vistiendo nada más que sus pantalones y dejando ver sus marcados pectorales. El alboroto lo había despertado.

—¿Sucede algo, Cele? —preguntó preocupado.

—Siento haberte despertado —le contesté—. La sombra ha vuelto. —Ned no se inmutó al oír aquello. La sombra era parte de mí, y que me visitase ya no era algo que sorprendiese a nadie....

—¿Es eso vómito lo que huelo? —me preguntó.

—Sí, lo es. He visto y vivido algo horrible en mi sueño.

—¿Qué? —preguntó.

—Devin y Grace… haciendo ya sabes qué. —Ned tragó saliva viendo la expresión dibujada en mi rostro.

—Lo siento —pronunció—. Siento que hayas tenido que ver eso.

—No solo lo vi… También lo viví en carne propia. Además… tienen un bebé. Es… Candice —dije con la cabeza gacha. Aún no podía creer que Devin había secuestrado al bebé en el que Candice se había encarnado, y que la usarían para llegar a nosotros.

—¡Dios santo! —exclamó Ned, sus niveles de preocupación ascendiendo al máximo.

—Grace quería comérsela, pero Devin tiene otros planes. La quiere usar para dar conmigo y matarme —le conté—. Ah… y Devin oficialmente sabe donde vivimos. —Ned suspiró.

—Es posible que debamos irnos a otra parte —me dijo—. Lo habría hecho ya si no fuera porque esta casa está protegida. Roguemos que Devin no planee nada de inmediato. Necesitamos estar preparados para lo que sea que él piense hacer.

—Seguramente la zombi ha oído que nos vamos a casar, y se lo dirá. ¿Crees que él no hará nada al respecto?

—No lo sé —me dijo Ned—. Puede que lo haga. No le conviene que fortalezcamos nuestra unión.

—Debemos salvar a esa bebé —dije angustiada. No quería que esa inocente criatura sufriera por mi culpa.

—Por eso es importante casarnos y consumar el matrimonio lo antes posible —me dijo Ned, abrazándome—. Tranquila, Celeste. Podremos hacerlo.

—Eso espero —suspiré—. ¿Qué le diremos a Terry si no podemos hacer nada para salvarla?

Terry había estado perdidamente enamorado de Candice, aunque ella nunca había querido saber nada con él. Tal vez no porque los sentimientos no fuesen correspondidos, sino porque ella no se sentía capaz de amar y porque odiaba la vida que tenía. Terry, en cambio, hubiera hecho cualquier cosa por ella, y no hubiera preferido acabar su misión prematuramente, como ella lo había hecho.

Yo sabía que cada vez que me miraba deseaba que Candice estuviese en mi lugar. Pero ya se había hecho la idea de que no lo haría, y decía que por lo menos estaba contento ya que alguna vez podría volver a encontrarla, ya que ella estaría en otro cuerpo, que pronto crecería. Posiblemente no tendrían una relación romántica, debido a la enorme diferencia de edad, pero él estaba conforme al saber que ella estaría bien.

¿Cómo contarle que ahora Devin tenía al bebé en cual se había encarnado la mujer que él amaba? Terry se volvería loco. Lo conocía lo suficiente como para poder decirlo con certeza.

—Volvamos a dormir, Celeste —sugirió Ned—. Son las seis de la mañana, y tendremos un día largo.

Sí, el día sería largo. Y yo sabía que en cualquier momento, durante el transcurso del mismo, Devin podría aparecer en mi puerta. Debía recuperar mis energías y estar preparada para lo que fuese que sucediese durante ese día tan especial, el de mi boda.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro