43- Kaldor.

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Regresaron al campamento prolongando un poco esa broma, cuando llegaron Cer los ayudó a extender el pequeño fuego que habían usado para cocinar a una gran fogata que los calentara. La temperatura había descendido considerablemente, ya era media noche. Kaldor moría por unos cigarrillos.

Ellas los habían esperado para cenar, todos engulleron los aperitivos que les había empacado Pepa, no era el estofado más exquisito que había probado en su vida, pero era algo. Cer y Olivia soltaron risitas cuando terminaron la cena.

Se habían pasado toda la noche hablando de las cosas que habían vivido, los que más conversaron fueron Cer y Río, dijeron a qué escuela habían ido, o si conocían a sus conocidos. Resultó que sí, la tía de Cer había ido al colegio con la hermana de Río, hablaron de chismes, de gente, de programas de televisión, de leyendas y demás. Calvin participaba cuando podía, pero al ser nativo de Muro Verde no conocía mucho su cultura. Y nadie había estado tanto tiempo en Muro Verde como aprender las lawers o costumbres.

Kaldor nunca había salido de la prisión así que estaba tan separado de Reino como él y Olivia también estaba callada, pero ella sabía más que nadie de culturas o chismes, es decir, era una princesa.

Kaldor la miró un segundo ¿Por qué? ¿Por qué estaba callada? ¿Por qué? ¿No quería presumir? ¿Había tenido una vida demasiado cómoda y tranquila?

De vidas tranquilas Kaldor no sabía, no podía leer sus expresiones, tenía el codo apoyado en la rodilla y usaba la mano como punto de soporte para su mentón. Sus piernas estaban cruzadas y balaceaba un pie mientras sonreía. Lo ponía de buen humor escuchar a Río contar una historia donde él y su hermana habían sido coronados reyes de la primavera en un concurso que organizaron los niños del bloque de condominios donde vivía. Cer recordaba ese concurso, era más que nada dirigido por los campesinos, por eso no se había acercado mucho.

—Bueno Olivia, aquí tienes tu competencia —añadió Cer—. Dos realezas, el rey de la primavera contra la princesa de Reino.

—Kaldor es el rey de las caras largas, ahí también tiene otra competencia —aportó Río, señalándolo con una cuchara.

—No llegué a ser reina —comentó un poco avergonzada, pero su expresión decía: aún—. Así que no soy de la raleza —resumió con modestia y sonrió tímida ¡Ah, pero acaso nadie veía que tenía plasmado en la cara un gran aún!

¿Por qué solo él lo veía? ¿Acaso todos estaban ciegos?

Kaldor entornó la mirada, él siempre había creído que Darius debería ser rey, por ser el primogénito, pero la verdad los parásitos reales lo tenían sin cuidado. Había escuchado que se casaban entre hermanos o primos, tal vez Olivia estaba prometida con el pelirrojo tonto. Juró que el día en que esa princesucha fuera Reina él se iría a vivir a un pozo en medio de la nada.

Él podía continuar escuchándolos mucho más, no estaba seguro si toda una vida como dirían los románticos, pero tal vez hasta el amanecer, aunque no estaba seguro de cual.

Finalmente, todos se cansaron y se fueron a dormir. Olivia compartió carpa con Río, mientras que Cer, Calvin y Kaldor se fueron a la carpa más pequeña. Habían decidido que era justo que el fauno tuviera la tienda más grande y con menos gente para que nadie tocara su enrojecida piel. Olivia afirmaba dormir como tronco así que no se movería ni irritaría o aumentaría la maldición del fauno.

Kaldor fue el encargado de rodear la fogata con rocas para que las llamas no bailaran por todo el bosque. Cuando terminó el proceso y gateó hasta la carpa no había lugar para él cerca de Cer. Calvin estaba en el medio, cuando no, interrumpiendo todo, pero Kaldor sentía que no iba a forzar las cosas con ella, no otras noches, esa sí.

—Oigan ¿Siguen despiertos? —los llamó en la oscuridad, tumbándose en el sitio libre.

—Mmmmffffff —respondió Calvin.

—¿Cuándo te cansas? —se quejó Cer—. Duerme como la gente normal.

Kaldor estaba acostado de espaldas, con las manos unidas sobre la barriga. Solo quería saber qué soñaban ellos, Kaldor jamás tenía sueños o pesadillas, las extrañas ocasiones en donde dormía solo desaparecía.

Siempre había sentido envidia de las personas que se asustan con sueños espeluznantes o los que pueden ver recuerdos mientras duermen, de esa forma vería a Fany o se enteraría de quién era la zorra que lo parió y lo abandonó. O el maldito infeliz que la embarazó. Los odiaba por igual, pero más a ella porque era su destino el que lo llevó a prisión. La horca de su madre lo había asfixiado solo a él.

Los sueños también podían crear fantasías hermosas, como la muerte de Rex por un pedazo de techo desprendido. Pero esos lujos estaban reservados para otras criaturas, tal vez por ser más afortunadas o más únicas o menos él.

Nunca había sabido si no soñaba porque era propio de su naturaleza o si era mala suerte, un hombre que estaba a dos celdas de él jamás tenía sueños, se había quemado la cabeza con drogas y desde entonces ni siquiera podía recordar su infancia. Pero tal vez se debía a su especie, si es que había más como él, en algún lado ¿Qué era él? ¿Era único? Si el mundo era estaba tan perdido como Kaldor pensaba entonces debería haber más monstruos como él ¿Habría chicas? ¿Niños o viejos? ¿Todos ellos soñarían o ninguno? ¿Dormían regularmente o cada algunos días como él? ¿Lo querrían? ¿Sabían que él existía? ¿Existían?

—Cer. Una cosa. Solo una cosa.

Calvin estaba roncando.

—¿Sí? —preguntó amodorrada.

—¿Podrías soñar conmigo?

—¿Qué? —ya se oía totalmente despierta.

—Si puedes soñar conmigo, maldita sorda.

Hubo un segundo de silencio.

—Lo... intentaré.

—¿De verdad? ¿O estás jugando conmigo? No tengo muchos sentimientos así que agradecería que no me los rompieras.

Un segundo de silencio. Dos.

Oh, el arrepentimiento estaba llegando mucho antes que una respuesta. Se estaba afligiendo por haberle pedido ese estúpido favor, había sido un deseo tonto que salió de la nada. Que no pudo controlar porque había tantas cosas en Kaldor que él no podía controlar.

—De verdad.

—Bien —respiró aliviado.

—¿Por qué quieres que sueñe contigo?

—Me gustaría estar en los sueños de alguien. No importa si es en una pesadilla, no soy tan quisquilloso ¿Sabes?

—Creo que... lo sé. Pero ¿Por qué quieres estar en un sueño que no es tuyo?

—¿Por qué no querría?

—Buen punto —un segundo de silencio, tal vez dos o tres, la ausencia de Cer lo mataba de a poco—. ¿Tu soñarás conmigo?

Kaldor se revolvió en el suelo de lona, giró hacia Calvin, vio por encima de la nariz del chico que ella ya había volteado y lo estaba mirando. Tenía las manos juntas bajo su cabeza, como si fueran una almohada. El dobló su brazo y recostó su nuca en la muñeca donde aún cargaba la esposa rota.

—No puedo soñar.

—Oh, en ese caso, podrías imaginar cosas, es como soñar, pero estando despierto.

—Eso ya lo hago.

—¿Ya imaginaste nuestra primera cita?

—No sabría a dónde llevarte, no conozco muchos sitios bonitos.

—Con una persona bonita me basta.

Kaldor sonrió, le gustaba cuando hablaban a solas, sin la mirada de nadie más.

—Conozco una posada en Muro Verde que tiene el mejor licor del mundo ¿Quieres ir allí algún día?

—Solo si te vistes bien.

—¿Cómo?

—No con ese traje de preso, pareces un vago parrandero. Me da asco.

—Iré de esmoquin, pero escuché que los corbatines son incómodos.

—No te preocupes, no lo usarás por mucho tiempo.

Kaldor arqueó una ceja, Cer le devolvió el gesto. Ambos rieron en la oscuridad. Ella cerró los ojos, él la imitó. La dulce voz de Cer se le deslizó hasta los oídos como si lo abrazara.

—Buenas noches, Kaldor.

No hacía falta que se las deseara, él ya tenía una buena noche.

—Buenas noches, Cerezo.





¡Buen fin de semana y bonito viernes gente!

 ¡Nos vemos en siete días!

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