57- Kaldor.

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Ni siquiera las ventanas servían para que pudiera ver a Reflejo. Estaba atrapado, como otras tantas veces, pero en esta ocasión no estaba tan solo.

—¿Panqueque? —preguntó Kaldor—. ¿De verdad pensaste que esa iba a ser la contraseña?

—No tengo tiempo para esto.

—¿Ah no? ¿Qué vas a hacer? ¿Acaso tienes una fiesta de té a la que ir?

Olivia puso los ojos en blanco, tenía la cara rígida, le dolía la herida que le habían hecho en la mejilla. La sangre se le derraba por el cuello y le apelmazaba el cabello pelirrojo. Estaban todavía a un lado de la puerta, ni siquiera se habían movido.

—La próxima vez no supliques por tu vida.

—Estaba haciendo tiempo —respondió superada.

Cada vez que hablaba más con ella sus conversaciones se volvían más inusuales. Sentía que la conocía de toda la vida.

Olivia caminó torpemente al vagón, dejándolo solo. Kaldor la siguió, observó el lugar y no pudo evitar arquear una ceja ¿No se suponía que los trenes eran para viajar? ¿No deberían tener butacas o bancos? En lugar de eso había filas de roperos y armarios, algunos elegantes con ornamentas talladas en las puertas o de patas torneadas, otros escuetos y gastados en las esquinas.

Ella abrió la puerta de uno y se sentó torpemente bajo unas perchas vacías, tenía la mano ensangrentada sujetándose la mejilla herida y cortada. Le iba a dejar una cicatriz. Tenía ese tipo de rostro que quedaría hermoso con cualquier cosa así que una cicatriz no parecía el fin del mundo. Al menos para él.

Descubrir su belleza le hizo echar de menos a Cer ¿Algún día iba a superar a esa chica?

Había fuego en los ojos de Olivia como si quisiera asesinar a alguien... otra vez.

—¿Estás enojada porque te dejaron una cicatriz?

Ella alzó sus ojos coléricos hacia él, de una forma brusca. Se remojó los labios, pero no contestó.

—Imagina que es un grafiti —agregó él—. Para el futuro puente.

Eso la hizo estallar.

—¡Estoy asimilando lo que pasó, Kaldor! ¡Estoy pensando! ¡Al menos alguno de nosotros lo hace!

—Es obvio que terminamos en el lugar donde esos tipos querían llevarnos. Nos hubiesen matado fácil con las armas, le dieron al teléfono celular, está roto, me parece mucha coincidencia, ni siquiera me lastimaron los dedos —Meneó sus dedos frente al rostro de ella para comprobarlo—. Te lastimaron apropósito, no tenían intenciones de matarte. Pero lo que no estaba en sus planes era que los atacáramos y murieran.

La mejilla herida se le estaba hinchando con rapidez, le recordaba a una ardilla.

—Sí, me doy cuenta ¿Crees que el soldado también fue una trampa? Yo no lo creo —hablaba sin modular las palabras, le dolía mover los labios y las mejillas.

Kaldor meneó la cabeza y se estiró la manga de su camisa de preso. Siempre había sido el número: 4324110

—Yo tampoco.

—¿Qué te dijo Reflejo?

Le resultaba poco común que alguien hablara de Reflejo con anhelo, casi deseo. Las personas generalmente le tenían miedo a esa faceta de su vida, en realidad todo aspecto de Kaldor aterraba, pero esa parte más que nada.

—Me hablo del terremoto.

—¿Terremoto? —preguntó Olivia con su voz tranquila.

—No sé si será un terremoto, una lluvia de rocas o una erupción volcánica, pero tendrá lugar en tres días. Y matará a Rex.

—¿Rex?

—Mi carcelero.

Olivia chasqueó la lengua.

—No hay volcanes en la capital de Reino, solo en la provincia Virian y queda a dos días en auto.

¿Tenían provincias? Vaya, eso era nuevo. Desconocía muchas cosas de Reino, por suerte, saber de ese lugar le hubiera provocado nauseas. Olivia suspiró, agobiada, la voz le tembló.

—Yo... no, no entiendo.

Kaldor se encogió de hombros.

—Luego me dijo que en breve averiguaría de dónde salió el soldado, pero que no podría decírmelo porque si me entretenía iban a matarme ese grupete.

—Grupete —repitió Olivia, se quitó la mano de la herida porque ya no había sangre que retener, miró sus palmas mojadas de rojo brillante—. El hombre ese murió en mis manos. Recién.

—Sí, lo sé, estuve ahí, ovejita.

Olivia tragó saliva, las manos comenzaron a temblarle, pero su voz continuó igual de sosegada.

—Murió.

—Ya aclaramos eso.

—No el soldado —musitó, observando la punta de sus pies, había lágrimas amontonándose en sus ojos—. Calvin, Cer... Río. Murieron por mi culpa.

Suspiró y pateó desganadamente el suelo.

—Sí.

—Si no hubiera confiado en Sillo, si te hubiera escuchado, ellos seguirían vivos.

—Sí, efectivamente.

—Es toda mi culpa.

—No lo dudo.

Olivia cerró los ojos y varías lagrimas le cayeron por la mejilla con tranquilidad como manteca resbalándose por una cacerola caliente. Hasta para llorar era delicada. Al igual que un retrato viejo, esos en donde todas las personas se ven perfectas y grises y tristes. Kaldor juntó sus manos.

—Escucha, tampoco es tanto tu culpa, Sillo les enturbió la mente, a todos...

—A ti no.

—Tal vez porque no tengo nada en la cabeza —dijo dándose un golpecito en la frente—. Esta hueca.

Olivia sonrió, pero la pena no se esfumó de sus ojos. Persistía. La tristeza en los ojos de Olivia era el último soldado de la batalla, cuando Olivia perdiera su melancolía se quedaría vacía, sin nada. Ella tal vez lo desconocía, pero la pena era lo único que le quedaba. Kaldor pensó divertido que hacían un buen equipo, ella estaba triste y él enojado. O tal vez era al revés.

—Quiero volver a casa, Kaldor. Quiero volver a como todo era antes.

—¿Eso quieres? ¿No quieres detener tu destino?

Kaldor se sentía tonto al preguntárselo ¿Qué estaba haciendo en ese bosque, en ese tren? ¿Buscaban al cambiaformas? ¿Regresaban a Reino? ¿Esperaban a morir? Desde que Calvin, Cer y Río los habían dejado él sentía un verdadero vacío en su interior que no sabía cómo llenar. Ellos habían sido su propósito en los últimos días, en toda su nueva vida de ciudadano libre y desterrado.

Siempre había estado esperando cosas, esperando salir, esperando matar a la reina, esperando encontrar al cambiaformas, pero, ahora, ya no sabía qué esperar porque no sabía lo que quería. Y eso lo encabronaba.

Se sentó al lado de Olivia, encogió sus piernas contra el pecho para esconderse en el ropero y cerró la puerta. Estaba descalzo porque había tirado sus zapatillas, ahora podía sentir el barniz suave de la madera. Ella lo observó inquieta un segundo y luego lo imitó. Ambos se plegaron en el estómago del mueble y cerraron la puerta. La oscuridad era absoluta. Era como si compartieran un ataúd.

—Ya no sé si quiero un destino, Kaldor —la voz de Olivia se oyó ahuecada dentro del armario—. Este mundo no tiene sentido. Me siento nítida. Y no quiero formar parte de un lugar tan borroso.

—Creo que ninguno lugar tiene sentido.

—Extraño a papá, más que nunca.

—¿De qué murió el rey? —se interesó Kaldor.

Si no sabía que Reino tenía provincias, cómo eran los trenes o si existían los volcanes al menos debería saber qué era lo que acababa con la realeza ¿Malaria? ¿Choques de auto? ¿Comida atascada en la garganta?

—Él... no lo sé.

Todavía lo sacudía la impresión de que ambos eran arrastrados por la diosa hasta ese bosque. Olivia. No era su compañera por mera casualidad. Ocultaba algo de su familia, pero no podía adivinar qué era.

—¿No sabes cómo murió tu papá?

—N-no.

—¿Por qué?

—Era pequeña.

—Tenías casi trece años.

—Era pequeña.

—Pequeña la polla de Rex. Yo creo que lo sabes Olivia, creo que sabes todo.

Ella no volvió a responder. Desapareció en la oscuridad. Y él, también.

A veces el mundo cobraba sentido, un poco, si se iban un rato. Tal vez cuando se fueran completamente las cosas se ordenarían para siempre.

No deseaba pensar en los sicarios, ni en los maleantes, el soldado, el cambiaformas o la familia real. Solo quería rememorar los pocos recuerdos que tenía con Cer. Como cuando ella lo abrazó por detrás cuando estaban empacando o cuando le prometió que soñaría con él.

Con un brazo se rodeó las piernas y con la mano libre se tapó los ojos.

Por el momento, Kaldor anhelaba estar en penumbras, así Olivia no veía cómo él lloraba la perdida de la dríada. Otra puta vez. Sentía que, a cada segundo, la volvía perder y al siguiente y al siguiente y al siguiente. Y una vez más.










 Subo tres partes sin razón especial porque, como saben, yo escribo todo en Word y después lo subo por acá. En mi archivo original es un capítulo Olivia y uno Kaldor, parejos, pero acá los divido. 

 Llevo más de dos horas leyendo cómo cortar y publicar los capítulos y hacer que se entienda la narración, porque pasaban muchas cosas y temía que cuando terminara de publicarlo (a final de mes) se olvidaran lo que leyeron al principio.

 Así que lo subí todo junto.

Sea un libro con fallas argumentales o no, me divertí mucho creando un narrador omnisciente que sea un poco protagonista también. Un omnisciente que se burla de los protagonistas y sabe de todo pero a la vez no dice nada, lo va soltando de a trocitos minúsculos. O al menos así siento yo al narrador.

:v

A lo que iba: ¡Buen fin de semana a todos, pásenla lindo! ¡Abrazote!


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