88- Olivia.

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Olivia nunca había visto llorar a Kaldor... no de esa forma. Era como si de repente el cielo estuviera debajo y la tierra sobre su cabeza.

El mundo no tenía sentido. Habían quebrado a la persona más fuerte que ella conoció. Sabía que su padre era una bestia y Cratos un maldito cobarde, pero distraerlos mientras Cer tenía un ataque era depravado e inmoral.

Olivia se sujetó el estómago y se mordió la lengua mientras experimentaba un dolor agonizante, no emitió ni un sonido y se sostuvo en pie, aunque le temblaban las rodillas. Trató de que su sufrimiento se convirtiera en el combustible de su odio. Pero sentía que su cuerpo pequeño y menudo estaba rebosando de odio, se atragantaba con el, se ahogaba ¿A quién más podía repudiar? Si ya no le quedaba nadie.

Lo observó con rabia febril.

Papá estaba cubriéndose la cara refugiándose de su rencor. Agotado y triste.

Cratos estaba con la lanza en la mano, esperando a que todo acabara. Ni siquiera se había despedido de Calvin a pesar de que él había contribuido a su sufrimiento por años. Lo había retenido como un prisionero en un mundo ajeno cuando el trotador pudo haber regresado a su hogar hace años. Era un cazador, un sobreviviente, estaba segura de que ni siquiera había llorado por Darius, su gran amor, seguro ya estaba acostumbrado a endurecer el corazón. Y los corazones de piedra no sienten nada.

Cratos enarcó una ceja cómo preguntándose: «¿Por qué me odias tanto, vieja amiga?»

Era cierto que habían sido amigos, de día, cuando ella era pequeña, ambos solían montar campamentos juntos o su hermano y él la hacían jugar en el castillo. Tenía buenos recuerdos con Darius y Cratos, pero todos eran una farsa.

Kaldor seguía llorando, abrazaba el cadáver de Cer, le pedía, le suplicaba que regresara, pero ella ya no estaba ahí. La sujeta y los brazos de ella caían a los lados como los ribetes de una bicicleta.

—Cer... por favor, regresa... por favor. Anda, arriba. No me dejes, vámonos de aquí si quieres, pero no te vayas.

Jamás había visto llorar a Kaldor... Ni sabía que él solo había llorado tres veces en la vida, de las cuales dos fueron por esa chica que yacía muerta en sus manos.

Grady Grimmer.

Él era el maldito Grady Grimmer. Se sorprendió de no haberlo visto venir. En el bosque solo había mensajes tallados para ella, Calvin, Cer, Río y Grady. Esos mensajes los escribía Cratos porque la fuente le pedía que guiara a los cuatro desafortunados jóvenes. Kaldor siempre había sido el cuarto. Grady.

En la casa de Jora él se había mostrado bastante interesado en la mujer del cuadro y cuando ella le confesó que había leído el nombre Grady Grimmer en la corteza de un árbol él le había contestado: «Tal vez deberíamos cuidarnos de Grady. Me suena a que es peligroso»

Todo ese momento le había ocultado que era él y que la mujer de la historia de Jora y de su cuadro, era su madre.

Peptolomena Grimmer había sido la desafortunada joven que, al cumplir los dieciocho, recibió como destino tener un hijo con un desconocido y encerrar a ese bebé en prisión hasta que se hiciera mayor de edad. Kaldor tenía cierto parecido a Peptolomena, ambos eran rubios y de ojos verdes. Ella jamás lo había reclamado porque luego de engendrarlo se había desterrado a Muro Verde y se había suicidado.

Ella le había dicho a Jora que había hecho algo horrible, ese algo era su hijo. Pero Olivia no estaba segura si lo horrible era crearlo o abandonarlo, tal vez ambas, porque a pesar de ser una humana había parido un monstruo.

Pero también esa mujer se había quitado la vida por la culpa que le provocaba traicionar a su patria, a Reino. Pero solo había engendrado un hijo, había hecho lo que la fuente le pidió ¿Por qué eso significaba traicionar a Reino? Tal vez Kaldor era el monstruo negro que empujaría a Olivia a desatar el fin del mundo, pero a ella no se le ocurría cómo los dos podrían destruir todo un mundo.

Además, Peptolomena Grimmer había dicho que odiaba al Rey Negro, que era su enemigo, el mismo Rey que destruiría a la familia real para acabar con el trato de Gartet y la participación de Reino en la guerra.

Olivia carraspeó y se enderezó luego de que los dolores de la maldición se calmaran.

Había una pieza que faltaba y que ella creía haberla descubierto, pero resultaba tan aterradora que no tenía intenciones de decirla en voz alta.

Le dio la espalda a Kaldor, no podía ayudarlo, estaba roto y jamás podría volverse a arreglar. Lo notaba en su voz y en la desesperación. Ahora solo era una herramienta manchada que otros podrían usar. Ni siquiera se había levantado del suelo, estaba desecho.

Olivia miró a papá, atormentada de dudas y certezas.

—Cuando desapareciste... tú... ¿Cuál fue el primer nivel que tenías que jugar? ¿Qué fue lo primero que te pidió la diosa? Yo era una bebé y desapareciste por casi una semana.

Papá alzó lentamente la cabeza y bajó las manos.

—Es que...

—¡YA DIME DE UNA PUTA VEZ! —estalló.

Papá asintió, tragó aire, balbuceó y musitó:

—Yo me liberé de la maldición, hice el ritual que Gartet le había dado a tu familia hace cientos de años. Lo hizo porque quería conquistar este mundo así que fue con un humano, ese trotamundos sabía que solo los humanos son tan codiciosos como ciegos. Le ofreció el trato de liberarse de la maldición a cambio de que, si gobernaba, hicieran la vista gorda de Muro Verde en adelante donde usaría la tierra para cultivar sus cosas y utilizaría todos los pasajes como atajos. Incluso construyó un muro para que nadie pasara.

Se frotó los labios como si quisiera retener las palabras.

—No sé cómo el embustero de Gartet consiguió la forma de burlar a una diosa o si sabía algo de lo que iba a ocurrir cuando Thelonius aceptara el trato. Tal vez Gartet solo engañó a Thelonious, jugó con él para que muera. No sé. La fuente no me lo dijo y creo que es una historia que yo no te puedo contar.

Suspiró.

—Confié en tu madre, era mi novia de secundaría, me hacía tan feliz... además, siempre me había parecido triste la idea de que la diosa tuviera todo el poder. Me gustó deshacerme de la maldición, aunque tuviera que matar a alguien. Quise engañar a la diosa, confundirla. Elegí a mi víctima, Olivia, tenía dieciocho años y elegí a un borracho llamado Dradas, a los seis meses se le cayó el cabello y se le quemó la piel sola... murió por mi maldición porque la fuente creía que era yo.

Se golpeó en la frente.

—Fuimos ingenuos y arrogantes. La diosa es astuta, fingió ser engañada por mí, por tu madre, tu hermano, por tus abuelos, tíos, por Thelonious y toda su estirpe, porque le pareció lo mejor. Pero cuando tu madre estaba embarazada de ti... la maldición volvió. Solo a mí. Estaba tan confundido. Fue entonces que supe que debería cumplir mi destino, por más horrible que fuera. Tenía que empezar por el primer nivel, la primera orden.

Chasqueó la lengua.

—El día de la fuente mentí y dije otro destino, pero cuando volví a mi asiento leí rápido todo lo que decía el papel, lo memoricé y lo tiré. No quería ni que tu madre ni nadie leyera que había falsificado mi vida. Pero la maldición volvió cuando tu madre estaba embarazada y cuando naciste ya estaba muriéndome. No entendía por qué yo, por qué toda la familia real podía zafarse de su destino y yo no ¿Había hecho algo mal en el ritual? ¡Sí habían pasado años! ¡El borracho ya estaba muerto! ¿Cómo es que había regresado la maldición?

Olivia apretó la mandíbula.

—La respuesta era simple: porque la diosa decide a quien perdonarle la desobediencia y a quién no. Así que había llegado la hora de vivir la papeleta. No tuve el valor para decirle a tu madre que debía cumplir mi destino... porque me pedía que la engañara, que el fuera infiel y luego... y luego cometiera la peor de las traiciones.

Suspiró.

—Me ordenó que cuando tuviera a mi segundo hijo, que sería una niña, tendría que esperar un puñado de noches, levantarme de mi cama determinada madrugada... era el veinticuatro de diciembre, lo recuerdo bien. La fuente me ordenó ir esa noche a la Catedral. Yo tenía miedo porque ahí vive la diosa y solo es abierta una vez al año, en el Ritual de Nacimiento, pero entré por una ventana. Parecía que la diosa había ordenado el patio de juegos para que yo me moviera porque no me crucé con ningún guardia, nadie me vio salir. En el interior del santuario me acerqué al estanque de aguas doradas con papeles flotando y me encontré a un trasto sentado en la orilla.

—Torrenco —susurró Olivia.

—Sí, él. La diosa especificó que hiciera lo que el trasto me ordenara, para entonces tú eras una bebé y Cratos debería tener diez años. Yo fui al primero que Torrenco le dio indicaciones. Él me dijo que esa fuente, fue construida por la diosa sobre un portal, que si me echaba al agua y me sumergía por unos segundos saldría en tierras más lejanas que Muro Verde. A un lugar llamado Sombras. Yo no quería meterme porque es agua mágica y sagrada, todos meten la mano por un segundo allí y sacan un papel, nada más. Nadie jamás se había sumergido... me parecía profano. Pero lo hice. Me zambullí en el agua dorada y cálida, estaba dentro del cuerpo de la diosa. Me hundí y fui despedido detrás de ese trono.

Papá señaló la mancha pequeña, del tamaño de un balde que brillaba. Olivia tragó saliva. Ese portal llevaba a casa, a la Catedral que estaba ubicada en una colina al linde de los jardines reales, su parte favorita del castillo.

—Una vez en Sombras el trasto me dijo que debería beber esa agua oscura —señaló la Fuente Negra, donde había saltado Calvin, era el portal que llevaba al mundo de los cambiaformas—. Fue doloroso y su sabor era repugnante, era como tragar fuego. Torrenco me explicó que hay humanos que viajan por los mundos y ellos no tiene magia, van más allá, controlan a la magia. Esos trotamundos quisieron bloquear la puerta a una tierra llamada Francia, no querían que La Sociedad los siguiera por allí... por eso trataron de hacer un parche con magia negra, para que cualquiera que atravesara esas aguas y no fuera amigo de los trotadores se desintegrara. Era un hechizo, fue como crear una lámina. Torrenco me pidió que bebiera esa barrera que ellos habían acumulado ahí. Pensé que era imposible beber magia, es como que te pidan beber luz solar o el calor de una estufa.

Carraspeó.

—Le dije a Torrenco que era imposible ¿Cómo puedo beberla? Es que no es algo que se pueda tocar. Además, se supone que la magia negra desmiembra a los humanos. Pero Torrenco me dijo: «La diosa no permitirá que mueras, dejará que la muevas de lugar, bébela y lleva ese líquido negro y maldito a otro recipiente, uno que ella creará con tu ayuda y de alguien más» Me ordenó que la bebiera y que después...

Miró a Kaldor, él estaba en silencio de espaldas a ellos, pero había dejado de llorar y musitar el nombre de Cer, ahora la aferraba a ella como si fuera un niño con su muñeca. Olivia supo que los estaba escuchando.

Papá meneó la cabeza.

—Lo siento.

—¿Qué hiciste después, papá?

Papá se sacudió su cabellera, observó el suelo y soltó apresuradamente:

—Después de beber el agua negra estaba... me había convertido en una cosa horrible, de pesadilla, Olivia, mi piel se volvió barro oscuro. Era una masa viscosa que a duras penas podía caminar. Mi cuerpo no tenía forma y despedía un olor putrefacto. Torrenco me dijo que fuera a un callejón de Reino. Me hizo meterme por otra mancha. Aparecí a kilómetros de Sombras. Y en el callejón había una chica asustada, esperándome. Porque su destino decía que debería tener un hijo con la persona que entrara por ese callejón.

Partió en llanto.

—Me preguntó quién era y le respondí lo que Torrenco me especificó que le dijera: «Soy el Rey Negro»

—Tú...

—Creamos a un monstruo. Lo vimos nacer esa misma noche. Fue tan... asqueroso —rugió y tuvo una arcada al recordar el proceso—. Cuando terminé, digo... —se aclaró la garganta—. Peptolomena casi muere, su vientre creció en cuestión de minutos y entró inmediatamente en labor de parto. Casi se le desgarra el estómago. No sabía cómo ayudarla, estábamos tan asustados. Luego de estar con ella pude deshacerme de ese barro y humo inmundo, pero me quedaron secuelas, siempre tengo frío, mi piel es dura como la roca y... me reprendo por haberlo hecho. Toda esa oscuridad se la pasé a... terminó en... Lo siento tanto, Grady.

Miró lastimeramente la espalda de Kaldor.

—Perdóname, hijo.

















En el vídeo encima del título, me estoy burlando de mí misma. Perdón por el final que se explica con "un hechicero lo hizo", pero es la única base que me gustaba para los poderes mágicos de Kaldor :v

   

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