Jules D'amico 

—Hola, Nicol. Adivina cómo fue mi día, en serio te reto. No te imaginarás que me ha tocado vivir hoy... tomé un café con una mujer, sí, ni yo me lo creo.

No te hagas ilusiones, fue un encuentro casual y no duró mucho. Estoy feliz, pero no voy a exagerar. Es solo que había pasado un tiempo desde que pasé el rato con alguien que no fuera de nuestra familia, se trata de la mujer furiosa de la que te platiqué ayer y sí, también sé que es una coincidencia gigante.

Repito: no te hagas ilusiones.

Le di su número a Tino, no le llevará mucho llamarla. ¿Te imaginas que se vuelva nuestra cuñada? —preguntó entre risas.

Es una mujer particular, realmente lo es. Bueno, es todo lo que tengo para decir hoy, mañana debo trabajar en la florería de Fio y sabes lo estricta que es con el horario.

Háblame cuando puedas, por favor y espero que te vaya bien.

Adiós, flor pequeña, delicada y bonita.

Erin Mckenna

Querido padre, nunca te he escrito una carta ni a ti ni a nadie en realidad. Escribirte después de tantos años me parece doloroso, quisiera contarte demasiado y a la vez no logro hacerlo. Secretos que me he guardado y me destruyeron. Siento que si te los digo te haría daño, pero es un sinsentido porque te fuiste cuando tenía once.

Creo que me tomaré mi tiempo para decirte cada una de las espinas que me tragué y que siguen incrustadas en mi interior. No puedo decirlas ahora.

Aunque si puedo contarte de mí... me divorcié, arruiné mi matrimonio con un hombre maravilloso y ahora tengo a mamá viviendo conmigo. Ella sigue siendo la personificación de la belladona, es una flor bella y un veneno letal, la amargura la hizo más prepotente desde que la tía Moira falleció.

Yo... lo siento, papá. Me olvidé de ti, me olvidé de soñar y me olvidé de cómo se ama a alguien sin herirle.

Ya no soy la niña que criaste, ya no creo en nada. No soy una Mckenna, me convertí en una O' Neal y te defraudé.

Atentamente, un hada de tormenta.

Posdata, perdóname, papá. Te amo como nunca amé a nadie.