4. Limpio y largo.

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Siempre amé detallar a las personas, a veces lo hacía en mi mente, otras en simples dibujos, y en algunas ocasiones lo escribía.

Me gustaba imaginar sobre las vidas de las personas que observaba, me preguntaba si tenían parejas, qué carreras estudiaban o cuáles eran sus mayores sueños de la infancia.

Fuera en el colegio, el parque, el centro comercial o la piscina, dejaba volar mi imaginación. Me ayudaba a divagar en mi mente, pensando en historias magníficas en las que involucraba a los interesantes desconocidos con los que me cruzaba.

Mis ojos pagaban por aquel café-biblioteca, el libro de historia que estaba sobre la mesa era aburrido y no captaba mi atención.

Algunas mesas lejos de la mía, lo vislumbré.

Lo conocía, más de lo que quisiera.

《El mundo es como un pañuelo, extremamente pequeño》 había poco por ahí, nunca pensé que fuera cierto hasta que lo vi en esa mesa blanca.

Solitario como siempre, inmiscuido en su mundo, leyendo un libro de tapa gruesa color marrón mientras apoyaba su mentón en la madera, muy concentrado para darse cuenta de que lo observaba con fijeza, analizando todos los detalles y movimientos de su rostro.

Tenía el cabello rizado color dorado, los bucles caían con rebeldía por su frente hasta el punto de tener que quitarlos en un limpio movimiento. Sus cejas eran pobladas, un poco más oscuras que su cabello, las alzaba de vez en cuando cada que algo le causaba impresión.

Sus ojos eran de un color verde grisáceo, cuando se cerraban me dejaban apreciar lo largas y atrayentes que eran sus pestañas.

Había pequeñas pecas esparcidas en sus pómulos y por encima de su nariz, que contrastaban perfectamente con su piel pálida y notablemente sensible.

Aquel día, el estaba usando un gorro azul marino en el que encerraba su cabello largo, además de un suéter negro y sus clásicos lentes de lectura del mismo color. Había una taza humeante de chocolate caliente sobre la mesa de la que tomaba de vez en cuando. Porque él odiaba el café

Después de vacilar un rato, me levanté y me senté frente a él. En seguida su atención se posó en mí, al principio su rostro expresó confusión, pero luego una leve sonrisa escapó de sus labios rosados.

-Creí que no te volvería a ver, Layla -comentó cerrando el libro, luego de poner el marcapáginas.

-Creiste mal, querido Ashton -le dije a mi ex novio.

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