19

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

En mis cortos dieciséis años, pocas veces me había sentido tan perdido. Eso es todo un logro, considerando que, por lo general, los adolescentes siempre solemos pasar por etapas oscuras muy a menudo. Pero yo podía jactarme de ser una persona que no tenía demasiados mambos mentales.

Claro, eso fue antes de conocer a Pablo.

En realidad había varias cosas que me tenían escuchando un ruido. Creo que de todo, lo más jodido era no saber qué carajo era lo que me estaba pasando. Era vergonzoso tener casi diecisiete años y enloquecerme por cosas como estas, pero yo sabía que en parte era mi culpa. Siempre me hice el canchero con estos temas porque nunca creí que alguna vez me iba a tocar a mí. Mi madre siempre decía que uno no tenía que escupir al techo porque te podía caer en la cara. Sus dichos no eran tan poéticos como los proverbios de mi padre, pero al final de cuentas igual tenía razón, porque era justo lo que me estaba pasando ahora.

A ver, ¿qué podía ser tan terrible si me gustaba Pablo? ¿Yo tendría que cambiar en algo? ¿Y si yo a él no le gustaba?

Por un instante se me fue el aire cuando pensé en esa pregunta.

¿Qué iba a pasar si yo no le gustaba?

Listo, si me preocupaba eso era más que seguro que yo sentía algo. O sea, no me voy a estresar si me pongo a pensar que Facundo no gusta de mí, por ejemplo. Pero sí me puso mal pensar que por ahí a Pablo no le intereso de esa manera.

—La puta madre... —dije en voz baja mientras me tumbaba en mi cama y me tapaba la cara con las dos manos.

Ya estaba todo más que claro. Pablo me gustaba, era un hecho. Pero yo era muy pelotudo como para asumirlo de entrada porque siempre le tuve miedo al rechazo. No quería que Facundo o mis padres me rechazaran. No quería que él me rechazara y encima perder la amistad que estábamos construyendo.

—Me cago en...

Mi puteada se cortó cuando escuché el teléfono vibrando dentro del bolsillo de la mochila.

La razón de mis lamentos me había mandado un mensaje preguntándome algo sobre el proyecto que estábamos haciendo juntos.

De solo ver su chat se me aceleró el corazón. Yo no sé mucho de estas cosas, pero eso era un claro síntoma de que me pasaban un montón de cosas con ese pibe.

Le contesté el mensaje rápido y mientras esperaba su respuesta, sin darme cuenta empecé a morderme las uñas por la ansiedad. Ni siquiera estábamos hablando de algo relevante, pero parece que después de asumir mis sentimientos, hablar con él me generó una cosa rarísima que si me preguntan, ni siquiera sabría cómo describir.

—Pero serás pelotudo... —me dije a mí mismo cuando caí en cuenta de que estaba mirando fijamente la pantalla mientras los tres puntitos bailaban bajo el nombre de Pablo.

Creo que esa era la mejor forma de describirme en ese momento: como un grandísimo pelotudo. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro