30

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—No, no, no.

—¡Dale, boludo!

—No puedo, no me sale.

—¡Lo que practicamos ayer!

—Me olvidé de todo.

Facundo sabía que, si él no me daba un pequeño empujón, yo no me iba a animar a hacerlo. Así que, en la hora libre, cuando todos salieron del salón, literalmente me pegó un empujón que casi me hace caer de jeta frente a Pablo.

—¿Qué hacen?

Pablo nos miró extrañado.

Facundo se apuró para agarrar la mochila y salió del salón, cerrando la puerta detrás de sí.

Yo me había congelado.

—Karim, ¿estás bien? te pusiste pálido...

—Bueno, yo... —me aclaré la garganta varias veces—. Lo que pasa es que... Yo te quería... Yo quería decirte que...

Su mirada intensa me puso todavía más nervioso. Me temblaban las manos, las rodillas, sentía la boca seca y unas ganas de salir corriendo espantosas.

Entonces pensé en Gómez. El carisma de Gómez, la actitud de Gómez. A veces se pasaba de canchero, pero siempre conseguía lo que quería gracias a su personalidad.

Pero... ¿Qué haría Gómez en una situación como esa? Probablemente mostrar su sonrisa de lado y cancherear. Eso es lo que yo tenía que hacer.

Así que, hice una mueca que se quiso parecer a una sonrisa y me senté en el borde de la mesa de uno de los pupitres, con tanta mala suerte que el peso de mi cuerpo lo desbalanceó y terminé yéndome al piso, con el bendito pupitre de sombrero.

Pablo miraba toda la situación desconcertado.

—Boludo, ¿estás bien? ¿Qué quisiste hacer?

—Nada, dejá... Soy un boludo.

Me levanté rápido, agarré mi mochila y salí a toda velocidad del salón.

Estaba muerto de vergüenza. Después de ese papelón probablemente no iba a intentar nada nunca más en mi vida.

Estaba por bajar las escaleras cuando escuché la voz de Pablo retumbando en el pasillo.

—¡Eu, Karim, pará!

Yo frené en seco. Lo único que esperaba era que no me dijera nada que me hiciera sentir peor.

—Te olvidaste de esto —entonces, me extendió la bolsa con la caja de bombones y el llavero de osito—. No pude evitar ver lo que había adentro porque se cayó todo al suelo...

—No importa. Era un regalo para vos igual —contesté, desanimado.

—¿En serio?

Asentí.

—Pero como siempre la cagué, así que ta. Entiendo si no lo querés.

Cuando extendí la mano para agarrar la bolsa, Pablo no me dejó agarrarla.

—¿Qué era lo que estabas intentando decirme?

Tragué saliva. Me había olvidado de que él tenía un corazón de acero. Parecía que nunca se ponía nervioso con nada.

—Estaba... Bueno... Estaba intentando pedirte que... fuéramos novios. Pero ahora lo pensé bien y es re cualquiera. O sea... Solo me diste un beso en la mejilla el otro día y yo ya flasheé noviazgo, pero me parece que me precipité y encima voy y me caigo como un boludo...

—Sí, quiero.

Iba a seguir hablando hasta que reparé en la respuesta de Pablo.

—¿Eh...?

—Te estoy diciendo que sí. Pero me vas a tener que comprar otra caja de bombones porque te caíste encima de esta y los hiciste mierda. Igual me los voy a comer, pero a mí me gusta mucho el chocolate, así que es una buena excusa.

Ni siquiera sabía cómo sentirme al respecto.

Un subidón de adrenalina trepó por mi estómago y me aceleró el corazón.

—¿Me estás hablando en serio?

—¿Querés que te lo grafique?

Entonces, se colgó las asas de la bolsita en la muñeca, se me acercó y luego de ponerse en puntillas, me dio un beso en los labios.

Mi primer beso, de hecho.

En ese preciso instante sentí que explotaba.

—No me diste tiempo de darte más pistas, aunque supongo que fui bastante obvio, hasta vos que sos un nabo bárbaro te diste cuenta —dijo entre risas —solo decime que Facundo no eligió mis regalos.

—Me ayudó, pero los elegí yo...

Todavía no podía creer lo que estaba pasando. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro