Epílogo

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—Dale, Facu. ¡Vos podés!

—No, no puedo, no puedo...

Pablo lo agarraba de los hombros para intentar sostenerlo, mientras Facundo temblequeaba como un loco.

—Sí, podés. ¡Dale, boludo! Lo practicamos un montón de veces.

—Se me olvidó todo lo que tenía que decir.

—¡Pero enfocate! —exclamé—. Mirá, nosotros vamos a estar acá, atrás del murito, esperándote. Más que decirte que no, no va a ser, pero con el regalo que elegimos seguro te dice que sí.

—¿Y si se burla de mí o me echa fly?

—Ella se lo va a perder —dijo Pablo.

Así fue como terminamos convenciendo a Facundo para que le declarara su amor a una chica por primera vez.

Era una muchacha de otro curso que se había cambiado de liceo casi a fin de año. Para Facundo fue amor a primera vista, pero no se animaba ni siquiera a saludarla cuando pasaba cerca de ella. Así que Pablo y yo decidimos darle una mano para que dejara de mortificarse y se animara a decirle lo que sentía.

Digamos que, de alguna manera, más allá de que Facu era mi mejor amigo, yo me sentía en deuda con él por haberme ayudado a concretar mi relación con Pablo. Si no fuera por él, probablemente yo nunca me hubiese atrevido a confesarle mis sentimientos. Facu estuvo ahí en todo momento, acompañándome y dándome ánimos cuando más lo necesitaba. Lo mínimo que podía hacer era devolverle el favor.

—Ahí viene, ¡Dale!

Facu empezó a negar frenéticamente con la cabeza, pero justo cuando hizo amague de irse, le metí un empujón que casi lo hace chocar con la chica.

—Sos un bruto, Karim... —me reprochó Pablo.

Los dos nos quedamos escondidos detrás del muro, esperando la gran confesión. Veíamos que Facundo movía la boca y hacía ademanes con una mano, porque en la otra llevaba la bolsita con el regalo que lo habíamos ayudado a elegir.

—Cuando vos te querías declarar, ¿también pasó todo esto? —preguntó Pablo.

—Más o menos... —respondí. No quería admitir que yo era tan cagón como Facundo.

Ya llevábamos dos meses y medio juntos.

Todavía me parecía increíble que Pablo hubiera aceptado ser mi novio. De hecho, cada vez que me daba un beso, me agarraba la mano o me abrazaba, mi corazón todavía seguía explotando dentro de mi pecho. Todavía me seguía tomando por sorpresa esa faceta cariñosa de Pablo. Cuando nos conocimos él era arisco y tosco, pero como novio era completamente distinto. Él no se avergonzaba por demostrarme cariño en público. Incluso en el liceo me agarraba la mano, se sentaba en mi regazo o me besaba con cariño en las mejillas. Yo me moría de vergüenza, pero la realidad era que me encantaba. Me había dejado de preocupar por los comentarios o las miradas; entendí que, normalizar mis sentimientos y mi relación, comenzaba por mí.

—¡Le dio el regalo! —exclamó Pablo —. No se lo tiró por la cabeza, eso ya es algo.

Los vimos conversar un rato más. Luego, La muchacha lo saludó con un beso en la mejilla y se fue.

Facundo se giró sobre sus talones y caminó hacia donde estábamos nosotros, duro como un robot.

—¿Qué te dijo? —le pregunté. Yo estaba más nervioso que él.

Facundo solo asintió, sin abrir la boca.

—¿Te dijo que sí? —preguntó Pablo.

Facu volvió a asentir.

—Tengo novia... —dijo, como si no se lo pudiera creer.

Pablo y yo fuimos a abrazarlo mientras vitoreabamos.

Cuando uno inicia un año nuevo en el liceo tiene millones de expectativas. Con las expectativas también viene la ansiedad; ¿Haré nuevos amigos? ¿Me irá bien con las materias? ¿El grupo que me toca estará bueno? ¿Encontraré el amor?

A veces pasan cosas que uno nunca se imagina. Y eso puede ser algo muy bueno, o algo muy malo.

Con Facu nuestra única expectativa era que nos tocara juntos en la misma clase, lo que vino después fue como un extra bonus muy, pero muy bueno.

Los dos aprendimos cosas juntos, maduramos un poquito más y, de paso, encontramos el amor.

—Che, ahora hay que planear una salida de cuatro —propuse.

—No sé si estoy psicológicamente preparado para ver a Facundo besuqueandose con una chica —bromeó Pablo.

—El día que esta chica me de un beso, me desmayo —dijo Facundo.

Los tres nos matamos de la risa. 

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