6

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Se había cortado el pelo.

La melena hasta los hombros se había esfumado. Ahora llevaba la nuca bien rapada y un degradé que dejaba sus orejas al descubierto, las cuales llevaban un par de aritos de acero inoxidable.

Lucía tan distinto que incluso me costó un poco de trabajo reconocerlo. Fue en ese preciso instante que me sentí un completo estúpido. Saltaba a la vista que era un chico. Sus facciones resaltaban mucho más con el pelo corto. Por más que fuera delgado y bajito se notaba. Quizá yo no lo quise ver; tal vez me gustó y de forma inconsciente no le presté atención a esos detalles que ahora me rompían los ojos. Eso estaba bien, siempre pensé que uno no tenía que limitarse ni censurarse a sí mismo para complacer a una sociedad que nunca estaba satisfecha con nada, pero la cuestión acá no era esa, sino que yo había quedado como un estúpido.

—Uh, ¿viste que se cortó el pelo?

—Sos un genio, Facundo. Me sorprende tu capacidad para observar.

Facundo arrugó la boca.

—¿Le vas a hablar?

—¿Qué querés que le diga?

—Primero, hola. Modales ante todo. Después podés explicarle el malentendido.

Resoplé.

—Sí, puede ser.

—Hacelo.

—No me presiones.

—Hacelo —repitió Facu.

—Está bien, lo voy a hacer.

Así fue como terminé siendo convencido y obligado a dar el paso crucial que definiría el resto de mi vida. Bueno, tal vez era medio exagerado decir el resto de mi vida, pero uno a los dieciséis ve las cosas de manera mucho más grande de lo que son en realidad. Mi padre siempre me decía eso.

Yo creí que Facundo iba a ir conmigo, pero a último momento se le ocurrió decirme que tenía que ir yo solo, así que, obviamente, las cosas se complicaron un poco.

—Solo no voy ni en pedo.

—Semejante grandulón y vas a tenerle miedo a un pibe que te llega al ombligo. Dale, Karim, no seas gil.

—¡Más gil serás vos! No le tengo miedo, le tengo... respeto. Dale, no seas sorete, acompañame.

—Esto es algo que tenés que resolver vos.

Cuando se estaba yendo lo agarré de un brazo y ¿cómo no? Justo en ese momento, Pablo nos miró.

—¡Esperá!

Facundo aprovechó ese momento para huir.

—¿Otra vez te estás metiendo con ese pibe? Dejalo en paz, idiota.

—¡No, no! Somos amigos...

—Sí, claro, por eso salió corriendo cuando lo soltaste. Que yo sepa los amigos no hacen eso.

—Es que... —Me pasé la mano por la frente, ya medio desesperado—. Todo es un malentendido, Facu y yo somos amigos desde hace tiempo. El día que nos viste le estaba enseñando a pelear porque le robaron y quería que aprendiera a defenderse.

Pablo se cruzó de brazos y alzó una ceja.

—Esa historia berreta que me estás contando tiene menos sentido... ¿Me querés hacer creer que sos su salvador ahora?

—No te quiero hacer creer nada, solo quiero dejar las cosas claras.

—Mira, flaco. Yo no te conozco, no sé ni cómo te llamás, ni me importa. Lo único que quiero que sepas es que odio con todo mi ser a los abusadores que se creen superiores solo por tener lomo y vos tenés toda la pinta de ser justamente eso. Así que no quiero que te me acerques, ni que me hables. Y si te llego a ver molestando a ese pibe o a cualquier otro voy a volver a hablar con el adscripto, ¿entendiste? Ahora salí de mi camino.

Me dio un empujón para abrirse paso y se fue. Yo, como siempre, me quedé sin palabras. Era chiquito, tenía pinta de que no mataba una mosca, pero su aura era feroz. Todo él lo era.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro