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Después de ese desastroso intento de reconciliación, las cosas no hicieron más que empeorar. Pablo y yo no cruzábamos palabras, pero si las miradas mataran, puedo asegurar que yo ya estaría recontra muerto y enterrado.

De todas maneras, después de la sentencia que me dio, lo menos que quería era volver a acercarme a él, pero todavía tenía esa espinita adentro que no me dejaba dormir tranquilo por las noches.

Mis padres siempre me decían que no tenía que preocuparme por lo que pensaran los demás, que la gente siempre especulaba y prejuzgaba. Yo creí que ese consejo era sencillo de tomar, pero lo cierto era que me molestaba soberanamente que ese chico que no me conocía de nada estuviera emitiendo un juicio erróneo sobre mi persona basándose únicamente en mi aspecto físico y en situaciones sacadas de contexto.

—Ay Karim... —Facundo se sentó a mi lado luego de sacarse la mochila y dejarla en el piso—, tenés una cara... Parece como si recién vinieras de un velorio. ¿Qué te pasa?

—Todo mal, amigo —contesté con desgano—. ¿Viste cuando la gente piensa cosas de vos que nada que ver y vos sabés que está mal pero no podés hacer nada? El problema es ese, que yo sé lo que él piensa y es terrible.

Facundo resopló.

—Vos ya trataste de explicarle, que él no quiera entenderlo ya deja de ser tu problema.

—Sí, yo sé, pero igual es horrible que piense que soy un acosador, ¿entendés? Andá a saber si se lo habrá dicho a sus amigos. Se lo dijo al adscripto, boludo. Cuando un alumno es acusado de ser un bully no hay vuelta atrás.

—Si fuéramos mayores de edad podríamos acusarlo de calumnia.

Miré a Facundo con una ceja levantada. Él siempre me dijo que cuando se graduara de la secu iba a seguir la carrera de derecho. Trató de convencerme de arrancar con él pero lógicamente le dije que no. Ser abogado era la última carrera en mi lista. No es que tenga nada en contra de los abogados, pero claramente no se me da nada bien litigar.

—Pero somos menores de edad, estamos en el liceo y no podemos acusarlo de calumnia. Además es mi palabra contra la de él. ¿A quién le van a creer más? ¿Al muchachito hermoso con cara de angelito que no rompe un plato o al mastodonte de un metro ochenta? El chiste se cuenta solo.

—¿Y si hablo yo con él? Puedo decirle que soy tu amigo.

—Va a creer que yo te obligué.

—¿Qué sabés?

—Ya me dejó claro que todo lo que venga de mí es negativo. Te agradezco, Facu, pero me parece que lo mejor es dejar las cosas así y ya está. Estamos en el último año, así que supongo que solo es cuestión de hacer lo posible por convivir y listo.

Facundo estiró el brazo para palmear mi espalda con gentileza.

—Sos un buen tipo, Karim. Tu familia y yo que soy tu amigo lo sé, es lo único que tiene que importarte. Lo que piense la gente no es problema tuyo. Si ellos no quieren conocerte se pierden de un tipazo.

—Ojalá todos pensaran como vos, Facu.

—Pero a vos te tiene que importar que la gente que es importante para vos tenga un buen concepto de quién sos como persona, no los desconocidos. Ese pibe no te conoce de nada, solo te agarró bronca porque cree que sos algo que claramente no sos. Él va a tener que trabajar en eso, no vos. 

—Sí... Tenés razón.

Facundo nunca me decepcionaba. Siempre encontraba las palabras justas cuando necesitaba un poco de aliento. Por eso éramos amigos. Era realmente genial tener a alguien como él en mi vida. 

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