13) Amistades

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Estaba esperando en el paradero de la esquina cuando Martina venía brincando y su padre caminaba detrás. La iba a dejar hasta la entrada del autobús escolar, siempre. 

—¡Hola, Miles!

—H-Hola, Mar. H-hola, señor Barker. 

—Hola, Miles... Por favor, tengo 28 años, dime Nils. 

—Perdón, hola, Nils... 

¿Cómo estás? ¿Todo bien con tus nuevos compañeros? 

Hice una mueca de tristeza. 

—Digamos que son un poco... pesados. 

—¿Pesados? —Martina juntó las cejas—. Bueno, dime quiénes son y nos agarramos a puñetazos.

Me di cuenta de que estaba imitando a un boxeador fingiendo golpear las piernas de su padre. 

—Martina, quedamos en no andar pegándole a tus compañeros —advirtió su papá. 

—Pero si nos molestan yo les hago ¡Cataplum! Y que venga el siguiente. Con estos movimientos no nos molestarán jamás... Oh, sí. 

Vale, me hizo reír. 

Su padre me miró y movió negativamente la cabeza con gracia. Se despidió de su hija con un beso en la frente y nos subimos al autobús. Justo había asiento para ambos. Nos fuimos intentando equilibrar llegar al asiento del fondo, justo donde se sentaban los idiotas que me molestaban por ser el nuevo. 

—Pero si no es la cochinilla con el chico de las estúpidas bandas. —El muchacho rió con sus amigos. Lo que me preocupó es que Martina se giró de su asiento y se puso de rodillas para decirles algo. La miré con los ojos bien abiertos. 

—Pues al menos Miles tiene dientes —dijo. 

—Cállate, rubia tonta. 

—¿Oh, vas a llorar? —Ella movió sus puños cerca de sus ojos, con burla—. Lloroncito. 

—La única que va a llorar serás tú cuando les rompa su estúpida camarita donde graban animales horrendos. 

—¡Tu trasero será horrendo! —exclamó. 

Solté una risotada cuando dijo eso, así que ahora me habían comenzado a molestar a mí. 

—Tú qué te ríes, idiota. ¿Apoyas a la rarita que graba animales? 

—Pues sí, al menos ella tiene más cerebro que tú. 

El muchacho finalmente se quedó callado, aunque con un poco de recelo. Nos dimos vuelta con Mar y chocamos palmas con una sonrisa orgullosa. 

—Hacemos buena dupla, ¿no crees? —preguntó ella, pero no me dejó responder—. Hagamos pinky promise de que seremos amigos para siempre.

—¿Pinky qué? 

—Una promesa. Mi amistad y la tuya, por siempre.

 Vi que, con un gesto simpático, me mostró su meñique. Me dijo que debía cruzar el mío con el suyo. Me daba un poco de vergüenza hacerlo, pero el poco tiempo que llevaba conviviendo con ella alegraba mis días, así que acepté, y se transformó en mi mejor compañía durante años. 

🐸🐸🐸

Miles Sett. 

Apenas llegué a casa, me limité a tomar una ducha con agua... un poco calentita. Bueno, casi hirviendo. Cuando salí, Andrea tocó la puerta. Me traía chocolate caliente con un sándwich. 

—¿Puedo pasar?  

—Sí, ¿qué pasa? —pregunté colocándome mi remera de Queen

—Nada, la verdad te vi besuqueándote con Martina, quería saber el chisme y también pasar rato con mi bebé.

—No soy un bebé. —Fruncí el ceño. 

—Shi eres mi bebeshito bonito. —Andrea se acercó para apretarme las mejillas. Rodé los ojos. 

—Si soy un bebé entonces ¿para qué voy al colegio? 

—Para ver a tu vecinita. 

—Y qué saco con ir si el señor Barker me odia. Hablo: menos una décima. Me muevo en la silla: menos dos décimas. Existo: ¡menos cinco décimas! 

—¿Nils? Nils no te odia, solo es sobreprotector con su bebé. Cuando Martina era pequeña, Nils andaba para todos lados con ella. Era el hombre más feliz del mundo. Solo... no quiere que nadie la lastime. 

—Yo nunca haría nada para lastimarla, Andrea. 

—Lo sé. Pero Nils no te odia, solo te molesta. 

—Estoy seguro de que me odia. ¡Prefiere a Carlitos! ¡Encima Carlitos es gay! 

Mamá se largó a reír. 

—Solo sé tú mismo y ya verá que quieres mucho a su hija. —Mamá se puso de pie—. Ahora duerme que siempre llegas tarde a clases. Y por favor, estudia, ya se acerca el examen de admisión. 

—¿Y qué pasa si no sé qué quiero estudiar? 

—¿No querías ser fotógrafo? 

—¿Eso me dará para vivir? —Me rasqué la nuca y liberé un suspiro—. Es que... tengo un poco de miedo respecto a eso. El hacer a un lado las cosas que me gustan por las cosas que me dan dinero. Me siento infeliz si quiera pensarlo. 

—Miles... La vida es cruel, ¿sí? Te tendrás que exponer a situaciones que no quieres, tendrás que salir de tu zona de confort en vez de evitar cosas. Mi punto es que tal vez las cosas no salgan como uno espera, pero tiene que ser provisorio mientras luchas por tus sueños. Si quieres enfocarte en algo que te gusta, debes ser el mejor en eso. Dar todo de ti, y todo significa exprimir todo tu potencial. Eso implica sufrir, implica llorar, implica esfuerzo. De esa manera no tendrás que ser infeliz en un sistema en el cual no quieres pertenecer... 

—¿Y cuando elija mi camino... simplemente tendré que despedirme y marcharme de todo esto? Dejar todo atrás... Todo lo que viví en esta ciudad... Todos mis amigos... Todos los recuerdos... Todas las personas especiales para mí... 

—Espera, ¿tienes amigos? 

Cuando le alcé la ceja, ella me regaló una cordial sonrisita. 

—Tal vez parezca que odio a todo el mundo, pero igual... hay un poco de cariño en mí. Solo un poco. 

Andrea me miró con cierta condescendencia. Era como si se hubiera visto reflejada en mí. 

Tras soltar un suspiro simplemente dijo:

—Ellos no se quedarán por ti, Miles. Desde ahora en adelante, cada uno persigue sus sueños. 

Asentí. Pronto me dio un cariñoso beso en la frente y se marchó. Me lancé a la cama de espalda y me puse a observar el techo llena de posters con bandas de rock. Al girarme hasta el velador, cogí un cuadro donde salía yo caminando con mi patineta en mi brazo, Martina con su gorrito de rana, Flynn cargando a Georgina y Fernanda riendo.. Incluso Harper sonriéndole genuinamente a la cámara. Teníamos trece años en ese entonces. 

Dejé la fotografía donde estaba y me puse a escuchar música, así durante horas. Saqué unas cartas que me escribía Martina y me puse a leer:

Hola, tontito cara de huevo. Mamá me dijo que te vas de la ciudad. P bueno. Nunca me caíste bien.

Abemás tu hermana era tremenda creída, no porqe sus muñecas tengan patines significa que son mejores que las mías, pesada, date cuenta de tus herrores.

Espero que guarden esta carta y así cuando vuelban ni me miren, porq estoy muy enojada con ustedes y por no dejarme subir a su autito a control remoto. Ni siquiera estaba tan lindo, mi papito Nils me va a comprar uno mejor.

Bueno, esperrro pue nunca vuelvan, feos. Besos en el trasero.

Sonreí y puse la otra hoja desgastada adelante para leer: 

¿Porqué nunca respondes mis cartas? Escuché decir a tu amigo que yo te gusto. ¿Seamos nobios secretos? 

Perfumaré esta carta para ti, ya que mi papito Nils me regaló este diario secreto y tiene ojas llenas de flores. Marca SÍ si quieres ser mi nobio. No sale la opción NO porque no la acepto como respuesta.

SÍ (márcalo)                                   

Y bueno, me sentí mal porque marqué con un plumón rojo donde decía: "no sale la opción no". 

Pobre Mar, no me habló en días. 

MARTINA BARKER: 

—¡Esas galletas son mías, Aiden! —Le lancé un cojín, pero el sucio bastardo bajó corriendo las escaleras. Lo seguí—. ¡AIDEN! 

—¡SHON MIASH! 

—¡Me las compró mamá! 

—¡Tú me las sacaste del refrigerador, mentirosha! 

Mamá y papá estaban en la isla de la cocina. Cuando vieron que estábamos discutiendo, observaron hacia la escalera. 

—¡Yo no te he sacado nada! ¡Tú siempre te comes mis dulces! 

—¡No corran por la casa! —advirtió mamá. 

Pero Aiden se posicionó detrás de mamá sujetando las galletitas con su vida. 

—¿Por qué discuten? —preguntó papá—. Son las seis de la mañana, aún estoy medio dormido y ustedes discutiendo. 

—¡Aiden siempre me roba mis dulces! 

—¡Son mis galletitaaaas! —Aiden hizo un puchero. 

—¡Son mías! 

—¡Mías! 

—¡No! ¡MÍAAAAAS! ¡Mamá me lash regaló a mí cuando tú estabash en el parque besándote con Miles!

—¡Cállate! 

Mamá y papá se miraron con cansancio. 

—¿Los damos en adopción? —expuso mamá. 

—Vale, estoy de acuerdo —suspiró papá—. Niños, hagan sus maletas. 

—¿¿Qué?? —exclamé. 

—Ay, ya basta. Siempre tienen el mismo problema... —Mamá abrió un cajón y nos pasó dos paquetes nuevos a cada uno—. Ahí tienen, y ahora van a rotular todo con su nombre, fecha y firma. Y... estas que tiene Aiden me las como yo, jejeje. 

—Graciash, mami. —Y me lanzó la lengua. 

—Bueno, debemos irnos —dijo papá y le dio un beso a mi mamá—. Adiós, te amo. 

—Adiós, también te amo. Y por cierto, cualquier cosa estaré en las ferias artesanales con Diana y Jimmy. Nos vamos de compras.

—Que te vaya bien —contestó papá—. ¿Te dejo la tarjeta? 

—¡Déjamela a mí! —exclamé. 

—Sí, déjasela a Martina para que vaya de compras con sus amigas.

Yupi. 

Una vez que nos subimos al auto, Aiden me miró con un rostro gruñón todo el camino hasta bajarme del auto. Luego, me acomodé la mochila en el hombro y avancé por el pasillo del colegio. Me tocaba clases con mi padre, y me tenía que preparar porque el muy pesado ni décimas me daba. 

La cosa es que me senté en mi puesto y saqué mis plumones; los ordené en fila y en línea recta meticulosamente. Odiaba tenerlos desordenados. Saludé sutilmente a papá y el empezó su clase. Increíblemente, casi todo el curso le prestaba atención. 

—Martina... —susurró alguien. 

Mmm... ¿Había plumones más grandes que otros o qué? 

—¡Marti! 

Miré por encima del hombro y luego me giré hacia Fernanda. Ella me estrechó una carta. Con cierta extrañez se la recibí. 

—¿Me estás declarando tu amor? —pregunté y le sonreí.  

Fer rió nerviosamente. 

—Eeeh... Bueno... Tal vez... —Fruncí el ceño—. Digo ¡NO! no, exactamente... O sea... Este... Bueno, en verdad es una invitación de cumpleaños. Mañana estaré sola en casa y... he invitado a varias personas para celebrar. Será genial, y quiero que vayas. 

—Siempre he querido ir a un cumpleaños tuyo —le comenté con entusiasmo. Luego, me acerqué con cierta picardía—. ¿Es verdad que tienes un parque de diversiones en tu patio? 

—Mi... abuelo lo hizo para mí. Supongo que ser nieta de un expresidente tiene sus ventajas. 

—Muchas ventajas. ¡Eso es genial!

Ella me sonrió a gusto, luego pestañeó. 

—Bueno y... ¿Pudiste acceder a tu vlog? 

—Por suerte, sí. Intentaron cerrar mi sesión, pero cambié la contraseña. 

—Creo que son los protones, señor Barker —dijo Carlitos, así que tuve que voltearme.

—Uhm... Es incorrecto, Carlitos... Pero por tu esfuerzo, te daré cinco décimas por participación. 

—¡Genial! ¡Gracias, señor Barker! 

—Son los electrones. —Miles levantó la mano—. El flujo entre dos puntos va a generar la corriente eléctrica. 

Papá dejó de escribir en la pizarra y se dio vuelta hacia Miles. No duró mucho, solo le vi cerrar la tapa del plumón, coger un lápiz y anotar algo en su cuaderno. ¿Le iba a dar décimas? 

—Eeeh, bueno, Miles... Ms una dcma. 

—No... le entendí, señor Barker, perdón. No le he escuchado claramente —Miles se estaba burlando. Papá puso cara de estar molesto. 

—He dicho... ms un..a dcima —articuló y se aclaró la garganta. 

—Vamos, papá, yo tampoco escuché. Digo, profesor. —Me hundí en la silla al darme cuenta de la mirada que me disparó. 

—He dicho que te doy décimas, ya, eso. ¿Contento? 

Miles empuñó la mano, triunfante. Nos miramos y nos sonreímos. Estábamos lejos, papá lo había sentado en el rincón del fondo y a mí en la primera fila a la izquierda. 

—Menos mal me cambié del electivo de danza. Es muy gracioso ver como tu papá cada vez quiere menos a Miles —dijo Flynn—. Mejor me quedo aquí. Me gusta esta telenovela. 

—Bueno, Flynn..., Dime qué sabes de los electrones —le preguntó papá.

—Ay, no, le dio conmigo ahora... Ayúdame —me susurró—. Yo solo vine a chismear aquí... 

—Solo di algo, yo estoy peor... 

—Uhm... Señor Nils, agradezco que me haya preguntado, pero cedo mis décimas a Carlitos. 

—Creo que amo esta clase cada vez más —añadió el aludido, entusiasmado. 

Para mi fortuna, la campana sonó. Me puse perfume, me peiné y guardé mis cosas rápidamente. 

Siempre glamorosa. 

—Bien, ya finalizando la clase, recuerden que tenemos examen esta semana. Pueden salir. Ah, y Carlitos, sumaste 10 décimas hoy, felicidades. 

Bueno, tuvimos que aplaudir. Papá era el único que aplaudía con entusiasmo. 

Apenas me despedí de papá, me asomé con Flynn hacia el diario mural donde muchas personas estaban viendo un papel. Ahí escuchamos que se trataba de la nómina de selección para la beca en Sudáfrica. 

—Joder, joder, joder... —Fui corriendo y les arrebaté el papel—. Quítense. 

Comencé a leer los nombres: Sofía, Cole, Dylan... bla, bla... ¿Harper?... ¿Por qué no salía yo? ¿Dónde estaba yo? Esa beca debía ser mía, quería dedicarme a eso, quería ser veterinaria de animales silvestres. La beca era mi proyecto de vida y... Ah, qué susto, estaba de las últimas.

:D 

Eres genial, Mar. 

—Mi próxima veterinaria favorita —expresó Flynn—. Espero que atiendas a mis futuros gatos. Con mi suerte en el amor creo que tendré varios. 

—La verdad es que en un par de años trabajaré con National Geographic.

Acomodé mejor mi postura y lo decreté.  

—Y yo te iría a hacer un reportaje, ¿eh? Pero seré periodista de farándula. 

—Creo que es tu vocación, amigo. 

—Definitivamente. 

Flynn me sonrió y me recorrió el cuello con el brazo. De ahí nos fuimos chismeando hasta la otra sala donde teníamos clases de Lenguas. Recordé que entregaban las notas de un libro del cual solo leí el resumen en Wikipedia

Nos sentamos al lado de Harper. Bueno, yo, Flynn la odiaba, así que se sentó a mi izquierda. 

—¿Supiste lo de la beca para ir a Sudáfrica? —preguntó Harper—. Quedé seleccionada. ¿No te parece genial? 

—Qué mojigata —masculló Flynn. 

—Uuh... Es que no sabía que postularías a esa beca, Harper, me has tomado por sorpresa... 

—¿Tú postulaste? —Harper frunció el ceño.

—Y se hace la sorprendida —Flynn susurró en mi oído. 

—Supuse que era obvio, Harper... Estudiar allá es mi sueño, creí que lo sabías.

—Ah, pero bueno, tus padres tienen dinero igual para pagarte cualquier cosa. No creo que con las notas que tienes vayas a q... ¡Sin ofender!

—Me propondré subir las notas. —Le alcé una ceja. 

—Bueno, tal vez si dejas de preocuparte tanto por todo el maquillaje que te pones y ganas tiempo en estudiar, te podría ir mejor.

No pude decir nada porque no había cosa ni situación que explicara la cara que tenía en ese momento.

Vaya...

¿De verdad dijo eso?

—Digo, me refiero a que... Para subir las notas debes poner prioridad a eso, no rendirte, no aceptar una mala calificación...

Pon tus límites. No es tan difícil; pon tus límites...

—¿Tienes algún problema con el maquillaje? Que tú no te maquilles no significa que yo tampoco quiera hacerlo. Me gusta. Me veo bien.

—Nadie te dice que te ves mal, ya tranquila...

No tuve tiempo de decir nada porque el profesor llegó y prendió su tablet. Apenas nos saludó, venía decidido en entregar las notas del libro que nos hizo leer. Don Quijotes, lo siento, me busqué un resumen por internet.

—En este momento les estoy enviando las notas a sus tabletas. La mayoría del curso tiene mala nota, así que les deseo suerte. 

De seguro saqué cero.

Eso pasa porque nos hacen leer libros de la prehistoria.

Actualicé la página, como todos. No esperaba nada a cambio, pues no entendí el libro y no me pude concent...

—¿Saqué 9? —me pregunté a mí misma cuando me llegó la notificación—. ¿Qué?

—¿Cómo que 9? —Harper me arrebató la Tablet—. Si a ti siempre te va mal...

Pronto, comenzó a comparar las calificaciones. Flynn y yo nos mirábamos como si no lo pudiéramos creer. Estaba llena de ira y me había tratado mal en cuestión de segundos... 

—Profesor, ¿por qué a Martina le puso buena esta respuesta si no es la correcta y a mí me la puso mala?

Por un momento me mantuve dolida, sin poder gesticular ninguna palabra, pero algo dentro de mí salió disparado tan rápido como una bala. Justo ahí, justo en frente de todos.

—¡Harper! —exclamé—. ¡Eres una idiota!

—¡Pero si me puso una mala a mí y me iba a bajar la nota! ¡Sabes lo que me importa mi promedio!

—¡A mí también me importa mi promedio!

—¡No parece porque siempre repruebas! ¡Yo me sacrifico día a día y no es justo que te vaya mejor por un error del profesor! 

—Chicas... —El profesor intentaba calmarnos, pero había algo en mí que me hacía sentir furia. Tal vez retuve muchas cosas y ahora todo me salía como un colador. ¡Estaba que explotaba! Y lo peor de eso era que no podía pelear con alguien sin llorar...

—¡Porque me cuesta, Harper! ¡Pero siempre intentas perjudicarme de alguna u otra manera! ¡¿Qué fue lo que te hice?! ¡No te hecho nada para que me trates tan mal!

—¡Chicas, cálmense!

No, ya nos habíamos puesto de pie y todo el curso quedó perplejo.

—¡Eres una maldita egoísta! —chillé.

—¡Que te juntes con nuevas amigas no te da el derecho a que me grites así!

—¡Tal vez me junto con nuevas amigas porque tú me tenías asfixiada! —Se me estaba formando un nudo en la garganta—. ¡Llevo años aguantando que me mires extraño cuando visto bien, que no me dejes juntarme con otras personas, que creas que los únicos problemas que importan son los que te pasan a ti!

Fernanda se puso de pie y comenzó a hacerme cariño en la espalda, como si intentara darme un poco de paz. Flynn me tomó del hombro. 

A esa altura ya estaba llorando demasiado. Harper no siempre fue así, y eso me cegaba un poco; ya saben, el querer seguir dándole oportunidades y teniendo fe de que podía cambiar. 

—Mejor vámonos, Mar —dijo Fer—. No tiene caso seguir discutiendo. 

—Te dije que la envidia se le notaba a leguas —añadió Flynn. 

—Eso, ve, ve con tus nuevas amigas a ver qué tan bien te va.

—Chicas... —advertía el profesor. 

—¡ME VA A IR MEJOR PORQUE ME SIENTO ALIVIADA!

—Ja, ¿aliviada? ¿No eras tú la que lloraba porque no se podía abrochar los cordones y me pedías ayuda a mí? ¿Saben ellos que aún no sabes hacerlo? ¡Malagradecida! 

—¡ERA UN SECRETO! 

—¡BASTA! —El profesor alzó la voz—. Las dos. Al directorio. Ahora. 

Y para remate dijo:

—Y citaré a sus padres para que queden al tanto de sus problemas. 

Oh, no... 


Nota de autora: en el próximo capítulo narra alguien muy especial :D 

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