12) Un paseo de locos.

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TARDE DE FIRMAS HOY EN LA FERIA. ¡SALVEMOS EL PARQUE!

El día partió muy agitado. Puse muchos afiches en los árboles y postes donde mencionaba que había una convocatoria en la feria para recolectar firmas. Me sentía muy entusiasmada, cada día recolectaba más firmas y jamás pensé que iba a lograr tanto.

Se aproximaba el viernes y debía estar preparada. Eran días donde vendedores se instalaban en la plaza central para vender sus productos. Había muchas plantas, frutas, ropa usada, flores (...) Ir hacia allá se había convertido en uno de mis panoramas favoritos. Había pedido permiso para instalarme en uno de los puestos para convencer a algunos niños de participar en mi taller de huertos orgánicos. 

En fin, estaba feliz de que había dejado las muletillas atrás. Me caí varias veces y fue un poco humillante, pero después de miles de esfuerzos, ejercicios y rehabilitación, ahora podía hacer muchas más cosas. 

—Bien, Owen Sett también estará en la feria con sus maquetas y estará promocionando su centro comercial. Debo hacer algo más interesante... Tener siempre un truco bajo la manga... 

—¿Deshviar su atención? —Aiden me iba escuchando mientras íbamos tomados de la mano hacia casa. 

—Sí, que la gente no se fije, que no se tiente en ese proyecto. 

—Puesh ponle laxante a su bebida. —Aiden se encogió de hombros.

Nos miramos con cara de maldad. 

—Oh, sí... —dijimos al mismo tiempo. 

A la escena se sumó Miles que venía hacia nosotros en patineta. Cuando nos vio, se sacó los audífonos y se llevó la patineta a sus manos. 

—¿Grabando para el blog de Martina la Cochinilla? —me preguntó con una sonrisa socarrona. 

—¡Martina la Cochinilla! —Aiden soltó una risotada. 

—Muy gracioso. —Le alcé una ceja—. Pero ven a ver cómo quedó esta edición. ¿Sabías que los pingüinos no tienen dientes? 

Miles intentó divisar la imagen mental mientras se sentó junto a mí en la banca del parque. Aiden se posicionó detrás de nosotros y nos abrazó a ambos, atrayéndonos entre sí.  

—¿Ya shon noviosh? A ver, denshe un beshito.

—¿Y qué hay de ti, eh? Con la niña del parque... —Lo molestó Miles, a lo que Aiden agachó la cabeza, triste. 

—El... el otro día le rechibió una caja de cocholate a mi mejor amigo. 

—Le rompió el corazón —le comenté—. Ayer tomó mucha leche para pasar las penas. 

Aidencito asintió con la cabeza. 

Nos quedamos conversando sobre la chica del parque hasta que mi celular hizo: ¡Croac! ¡Croac! Aiden y Miles se quedaron mirando raro hasta que saqué el celular y me di cuenta del correo que me llegó. 

Premios Bloggie Influencers Award. 

Estimada Martina, nos complace informar que fuiste seleccionada para la premiación de los mejores influencers de esta generación debido a tu aporte como ambientalista y por tu lucha para el bien de los animales. Bloggie, nuestra plataforma, elegirá al ganador por votación popular. Debido a las condiciones climáticas vistas para la próxima semana, el evento se adelantó para mañana. ¿Confirmas tu asistencia? 

—¡Me nominaron! —exclamé—. ¡No puede ser! ¡Me han nominado en los premios Bloggie! 

—Un momento... Pero tienes un día para llegar... Está en la capital... 

—Y mi papá tiene el auto en mantenimiento... —pensé. Oh, no. 

Los tres corrimos a casa. Cuando entramos de golpe, mamá y el tío Jimmy nos quedaron mirando y luego ladearon un poco la cabeza para entender nuestras caras. Mamá tenía en brazos a un trillizo y Jimmy a dos. Mi casa últimamente parecía jardín infantil.

—¡Me han nominado a los premios Bloggie! ¡Y mañana debo presentarme! 

—¿Te han nominado? ¡MARTINA ESO ES GENIAL! —mamá me abrazó—. ¡Siempre quisiste participar de esos premios! 

—Espera... ¿Cómo que mañana? —preguntó el tío Jimbo. 

—La capital está a doce horas... —dijo la tía Diana, ensimismada. 

—¿Qué haremos? —preguntó mamá. 

—Algo debemos hacer... —pensó papá—. No puedes faltar, has soñado con esto desde pequeña... 

—Le pediría el auto a mis madres, pero se fueron a un viaje de trabajo —habló Miles. 

—No hay pasajes en bus —prosiguió mi tía mirando su Tablet—. Están agotados por hoy...

—¡Ya sé! 

Todos miramos al tío Jimmy. 

—¿Tienes alguna solución, tío Jimo? ¡Por favor dime que sí!

—¡La minivan! 

Oh, la minivan que usaban mis bisabuelos para viajar por el mundo en los años 60's. 

—No, ni de broma —dijo mamá—. ¡Esa cosa se desarma sola! 

—Está buena, solo un poco... deteriorada, ¡pero se puede andar en ella! 

—¡Por favor, mami! ¡Este premio es muy importante para mí! ¡Me he esforzado mucho en mi blog! 

—¿Y en cuánto tendríamos que irnos para llegar a la hora?

Papá respondió rápidamente: 

—¿Máximo? En diez minutos más. 

—¡Dios mío! ¡Todos a armar sus mochilas! —exclamé y entré en pánico—¡Vamos, vamos, familia! 

Mi familia se dispersó para todos lados. Mamá tomó a Aiden en brazos, papá tomó a un trillizo y el tío y la tía cargaron a los otros dos. 

Le dije a Miles que fuera rápidamente a su casa a buscar sus cosas. Pero antes de cerrar la puerta, él me miró con un legítimo entusiasmo. 

—¿Qué me miras así? 

Me tomó del cuello y me regaló un beso que consideré sorpresivo. Cerré los ojos cuando sentí su piel arder y no tardé en acunar mis manos en su cuello. Desprendía cierto calor satisfactorio. 

Después de haberme besado tomó mi cadenita. 

—Aún la conservo —dije—. Me la regalaste cuando teníamos seis. 

—En teoría se la robé a mi abuela, pero... 

Le alcé una ceja y el se echó a reír. 

—Qué romántico. 

—Iré a casa, ya vuelvo. Necesito ir a buscar un libro. —Me tomó de los hombros y me empezó a sacudir suavemente—. Porque quiero dramaaaaaa. 

—¡Ya ve luego! —reí y él me robó un beso por última vez. 

Bueno, era medio rarito, pero me gustaba así. 

🌟🌟🌟

En el momento en el que salimos de la casa hasta el garaje, vimos al tío Jimbo a punto de destapar la manta del vehículo. Se frotó las manos e intentó impresionarnos. 

—Y con ustedes: ¡La minivan! 

Apenas la exhibió, una llanta se salió del neumático. 

Uhm... ¡Genial!

—Bueno... lo importante es llegar —se resignó papá. 

—Llegar al camino de la muerte —acotó Miles. 

Se miraron entre sí y Miles esbozó una sonrisa miedosa. 

—¡Ya suban! —Nos apuró la tía Diana cargando a los trillizos. 

No hicimos caso omiso a sus órdenes y nos acomodamos dentro. El espacio era grande, poseía tres filas bastantes amplias, lo suficiente para colocar el asiento para bebés de lo trillizos y de Aiden. Mamá se fue adelante con papá y cargó a Frijolito en sus piernas, los niños se ubicaron en la segunda fila y  el resto en la tercera. La verdad era que me sentía feliz de que todos me acompañaran. Eran mi familia y siempre me apoyaban en todo. 

—Bien —papá hizo andar el auto—. Veremos si esta cosa aguanta. 

Apenas logramos avanzar, mamá conectó el cable a su celular para colocar música. 

—Lo bueno de estos viajes es que podemos poner la playlist de...

—Donde Están las Rubias —respondimos todos al unísono por mamá. 

—Oye, a los trillizos les gusta. Turutututu. And i need you. 

Cuando los miraba, Aiden y los bebés reían. 

Tuturuturu. And i miss you. ¡AND I WOOOOONDER! 

—Oigan, ¿no creen que mis hijos están bien bonitos? —preguntó el tío Jimo.

—Claro que están hermosos —le di la razón. Segundos después los tres se echaron a llorar al mismo tiempo—. Okey, retiro lo dicho. —Me hundí en el asiento. 

Bien, esto va a ser toda una travesía. 

En fin, ya estábamos saliendo de la carretera cuando le conté a Flynn y Fernanda sobre las premiaciones y me mandaban audios muy emocionados. Harper me dijo que... no era la gran cosa porque los premios eran aburridos. 

Quedé con un sabor amargo en la boca. 

La cosa es que, extrañada, levanté la cabeza de la pantalla del celular porque íbamos más lento de lo habitual. Incluso el auto comenzó a repiquetear...

Ok, esto no estaba funcionando. 

—¿Qué... qué pasó? —pregunté a saltones. 

—No anda... No sé qué pasa... —papá sonaba confundido—. Joder... Eeeh.. Escuchen: deben empujarlo. 

—Ay, caray; esta cosa se va a desarmar... —advirtió mamá. 

Papá miró por el espejo retrovisor y vio a Miles con los ojos cerrados. Con cizaña tocó la bocina y Miles dio un respingo.

—Dormilón, ayúdame a empujar. 

—Oh..., de inmediato. 

—Oris, tú manejas, pollito. 

Mamá se traspasó para el asiento del piloto, decidida. 

—Okey, familia, sujétense. 

El tío Jimmy, Miles, papá y la tía Diana afirmaron sus manos en la parte trasera del auto y comenzaron a contar: ¡1... 2... 3...!

—¡Es muy pesado esto! —gritó la tía Diana—. Le hubiera hecho un ritual antes de partir.

—¡No avanza! —chilló el tío Jimmy. 

Vaya viaje. Me saqué el cinturón de seguridad y fui a ayudar. Aunque había mucho polvo y tuve que pasar un pañito para no ensuciarme las manos. Iugh. Además, me había pintado las uñas y debía tener cuidado. Comencé a empujar con cara de asco. 

—¡Ahí está funcionando! —gritó mamá—. ¡Sigan, sigan! 

No sé lo que hago, pero luzco genial haciéndolo... 

Había familias que se transportaban sin inconvenientes en sus autos y luego estábamos nosotros, cinco personas empujando un cacharrito que se rehusaba a llevarnos. 

—¡Ahí sí! ¡Está andando, está andando! ¡Suban, suban! ¡Apúrense! —gritó mamá. 

—Quítense, yo voy primero —dije y corrí con determinación.

Corrí y corrí, fija en mi objetivo. Todos me alentaban y se sentía como estar en una maratón. Puse un pie arriba y me impulsé hacia dentro. Me quedé en la puerta advirtiendo que el próximo en correr era Miles. Pese a que el viento despeinando mi cabello era una dificultad para mí, le estreché la mano y logró subirse. El problema era que el próximo era mi papá. Y para hacer correr a mi papá...

Miles estiró su mano hacia él. 

—¡Corre, papá! 

—¡Diana, graba esto! —rió mi tío. 

—Con esto logro que me de las décimas a mí. Carlitos será su segundo favorito —me susurró Miles. 

—¡Papá eshta corriendo, mamá! —carcajeó Aiden. 

Cuando aceptó la ayuda del pelinegro, dio un salto y se aventó hacia adentro. Lo quedé mirando justo en el momento en el que le daba el viento en la cara. Lucía cansado. No le quitó la mirada a Miles, solo le estrechó la mano y le dijo algo jadeante y un poco asustado un:

—Gracias.

—No... hay de qué, señor Barker. 

—Uhm, no me llames así, solo dime Nils... 

Vaya, aquello era un gran paso.

—Bueno... No hay de qué, Nils. Ya estaremos arreglando lo de las décimas.  

—¡Oye! 

—¡Dejen de conversar y denme la mano! —La tía Diana estaba corriendo en paralelo a nosotros. 

Papá y yo le ayudamos a subir. El problema fue que el auto tomó más y más velocidad y el tío Jimo, por más que corriera, lo vimos alejarse de nuestra perspectiva hasta que se cansó y quedó atrás. 

No... 

Se quedó en medio de la nada, abandonado, solo como un cachorrito. 

Y así fue como no lo vimos nunca más.

Es broma; al rato aparcamos en una gasolinera y una abuela motoquera lo trasladó hacia nosotros. ¿Cómo tuvo esa suerte? Ni idea. 

—Gracias familia, ya saben, por esperarme —nos dijo cuando se bajó de la moto—. Adiós Muriel, te llevaré siempre aquí. —Se llevó una mano al pecho.  

—Fue un placer haberte conocido, muchacho. ¡Hasta pronto!

Después de que se movieron la mano, él volteó hacia nosotros y nos miró con un visible rencor. 

—Jim, vamos, no te enojes... 

—No estoy... enojado... Solo necesito un momento a... solas —mi tío suspiró de una manera profunda y agachó la cabeza—. Ay, estaré bien. Nací solito y moriré solito. 

—Jimmy —la tía Diana alzó una ceja. 

—Iré a llorar al baño. Digo... a hacer mis necesidades. Espero que cuando vuelva no se hayan ido...

—¡Vamos, Jimmy, no te enojes! —exclamó mamá cuando él pasó hacia dentro—. ¡Jimmy! 

—She le pashará. Solo neceshita reflettsionar. —Aiden se encogió de hombros—. Mamá, quiero un helado. 

Pestañeé y volví a la realidad. Nos dimos de descanso una hora donde pedimos comida en la misma tienda de la gasolinera. Luego Miles y yo fuimos a dar un paseo; me grabó mientras que yo sostenía una mariquita en mis manos. 

—Como les decía, estas pequeñas son esenciales para el ecosistema. Son insectos controladores de plagas. Así que si las ves en tu jardín, déjales agua en la tapa de una botella y beneficiarán a tus plantas. ¡Muchas gracias y recuerden ver mañana la premiación!

Miles cortó la grabación. 

—¿Hay alguna de esas que sean venenosas como para que quieran picarme? 

Le alcé una ceja, a lo que él sonrió. Y vaya sonrisa atractiva. 

—Mejor muéstramelo. 

—¿Qué cosa? —preguntó, asustado. 

—El video, ¿duh? 

—Ah... 

Para mi sorpresa, envolvió su brazo por mi cuello y manejó la cámara con ambas manos. Quedé pegada a la altura de su pecho y la verdad era que me sentí como en casa. Su aroma, su calor corporal era como acurrucarse en cama después de pasar frío. Se me hacía adictivo. 

—¿Estás bien? —le pregunté cuando le abracé por el torso. 

—Sí... ¿Por qué estaría mal? 

—Porque te conozco... Te veo un poco decaído...

—No pasa nada... De verdad. 

—Soy intuitiva según Google, ¿eh? Cuéntame. 

Miles soltó una risa floja. 

—También hiciste un test para saber qué tipo de sándwich eras, Martita, así que no vale. 

Lo miré un poco desconfiada, así que cambió los aires de la conversación. 

—Tomémonos una foto. 

Con cierta duda, accedí. Con la misma cámara, ambos sonreímos y él la miró con cierta nostalgia. No sé, algo me decía que no estaba del todo bien. Sentí que aquella foto tenía un propósito que no quería revelar. 

Cuando tomó otra foto, necesitaba estornudar, así que salí con la barbilla levantada, los ojos cerrados, la nariz arrugada y la boca abierta. 

—¡No! ¡Borra eso!

—No. —Corrió y yo lo perseguí—. Jaja, no. 

—¡Milaneso! 

Nos situamos detrás de un árbol y él levantó el brazo para que no alcanzara. Miles era alto, un metro ochenta aproximadamente; eso era mucho comparado con mi metro cincuenta y ocho. 

Di brincos para alcanzarlo, pero cada vez estaba quedando más cerca de su pecho. Cuando intenté bajarle el brazo, se dirigió hasta mis labios y me dejó sin aliento. 

Cerré los ojos de inmediato cuando mi espalda chocó en la acacia. Sus manos empujaron mi cadera hacia su pantalón y me afirmé en sus hombros. 

Le levanté la sudadera para sacársela. 

—¡Oye! —exclamó riendo—. ¡Tus papás están aquí mismo! 

—¡Perdón, se me olvidó! 

Es que me entusiasmé.

—¡Martina, ya vamos! —gritó mamá—. ¡Tenemos poco tiempo! 

Miles y yo cruzamos miradas avergonzadas. Me peiné, me arreglé la ropa y luego avanzamos hacia la minivan. Le di el último beso para reforzar la amistad. 

Cerré la puerta del vehículo y partimos esparciendo el humo del pobre autito.

—¡Se me quedó Aiden abajo! —chilló mi madre después de unos minutos.

🚐🚐🚐

—¡Oris, cuidado con el basurero! —vociferó la tía Diana.

—Me hubiera ido con la anciana. ¡Cuidado la bicicleta!

Entramos al estudio de Bloggie tambaleándonos de un lado a otro. Quedaban cinco minutos para ingresar, así que mamá dio le dio un giro al volante que nos hizo gritar a todos. Las llantas chirriaron contra el neumático y juré que íbamos a volcarnos. Pero no, como una escena de película de acción, se estacionó perfectamente en el aparcamiento. 

—¡¿Viste eso, Nils?! —exclamó, sorprendida—. ¡¿Lo viste?!

—Fue... sorprendente... 

—El amor es ciego dicen por ahí —murmuró Diana—. Por eso no me enamoro. 

La puerta se había quedado trabada, así que papá se bajó y nos abrió. De ahí salimos todos y corrimos hasta el estudio. Lo primero que vi fue a una chica con audífonos y un micrófono cerca de la boca. Mencionó mi nombre y me dijo que rápidamente pasara al vestuario para que me maquillaran. Joder, estaba tan emocionada que ni siquiera podía dimensionarlo. Jamás ganaba nada, y ahora me estaban premiando por mi blog... 

Aunque, qué raro, recibí una notificación de confirmación de entrada a la cuenta desde otro dispositivo... 

MILES SETT: 

Conozco a esta familia desde los cinco años y no dejo de sorprenderme de lo locos que están.

Y es que el más maduro era Frijolito.  

Sospechosamente, lo observé de reojo y él me miró de la misma forma. 

Sé tu secreto, perrito. Sé que sabes hablar. 

Eres un experimento del gobierno, a mí no me engañas. 

Había mucho público ubicándose en los puestos del estudio. Diana llegó con unas pancartas y plumones que luego decoró con Oris. Para mi mala suerte, quedé al lado de mi suegrito. 

—¿Cómo puedo votar para que gane mi hija? —me preguntó mirando su celular. 

—Tiene que ir a la página de Bloggie y ahí están los candidatos... Yo creo que va a ganar Martina, ¿sabe? Compite contra una chica que se llama Vilú; hace ASMR rompiendo huevos. 

—Aaaah...... —asintió, pero parece que no tenía idea de qué carajos estaba diciendo—. Me acuerdo cuando estaban pequeños y grababan en mi patio. ¿Recuerdas cuando me asustaron con una lagartija? 

—Sí, sí lo recuerdo —reí un poquito—. Estoy perdonado, ¿no?

—No. 

—Vale. 

—La pasaban bien juntos... 

Para mi sorpresa, él rió; fue una risa de esas que se te vienen a la mente viejos tiempos y te sigue dando la misma sensación. 

—Créame, ahora la pasamos mejor —dije—. O sea, de una buena manera. 

Me quedó mirando raro, así que me hundí en el asiento y me aclaré la garganta. 

Como que ya debió haber empezado el evento, ¿no? 

—¡Bienvenidos a los premios Bloggie! ¡El evento más esperado de la comunidad bloggera! —Hubo un aplauso masivo y entusiasta—. Como ya saben, tiempo atrás los Vlogs y Blogs comenzaron a desaparecer. Millones de personas que compartían sus escritos, chismes, fotos, videos y tendencias, se vieron obligadas a cerrar sus páginas. ¡Pero no todo estaba perdido! Nolan Verk, nuestro fundador, revivió las bitácoras digitales, asegurando que un blog son "todas las redes sociales en una aplicación". ¿Acaso no es genial? ¡Es como un libro ilustrado! Puedes compartir recetas, tendencias de modas, reflexiones, subir videos, fotos, hacer collages, ¡hasta contar historias paranormales! Y como no agradecer a las personas que están compitiendo hoy, que gracias a ellos día a día los blogs están siendo tendencia nuevamente. 

—¿Dónde nos sentamos? —escuché susurrar a alguien. Esa voz... —. ¡Abuela, no seas chismosa! 

—¡Pero es que Uren me está contando algo!

Miré hacia atrás con el entrecejo fruncido y vi a nada más ni nada menos que a Flynn con su abuela Mary Rose y un caballero que se sujetaba con un bastón. Lo poco que le quedaba de cabello era rubio; eran unas hebras finas y brillantes. Estaba un poco encorvado y le costaba caminar. 

—Dios mío, ¡hola! —Oris se paró de las gradas y le dio un cálido abrazo al abuelo. Él la reconoció de inmediato, ya que abrió sus brazos con una notoria felicidad—. ¡Tanto tiempo! 

—¡Qué grande estás! Vaya, nos distanciamos mucho y cómo pasa el tiempo. 

—Él... él es mi esposo, Nils Barker. 

—¡Te dije que era igual que Nils de joven! —le susurró la tía Mary. 

—¡Eres idéntico! Nils tiene muy potentes los genes, ¿eh? Nieto y abuelo. 

Nils y Oris se reían sutilmente. 

—Y él es mi hijito Aiden. 

—¡Hola! —Aiden le movió la mano. 

—Le comenté a mi abuela que quería venir a ver a Martina y me dijo que la tenía que llevar sí o sí porque quería apoyar.

—Y a chismear —rió el abuelito, a lo que la tía Mary le golpeó el hombro—. ¡Auch! 

—Tomen asiento aquí por favor —dijo la chica de la producción. Se sentaron detrás de nosotros y conversaron mucho mientras empezaba el espectáculo. El abuelo comentaba que se fue de la ciudad cuando era un adolescente para descubrir su propia identidad. Según él tardó en entender quién era realmente. Aunque no entendía a qué se refería.

Pero eso no era todo, vi llegar a Fernanda con... ¿mi hermana? Traían pompones y venían maquilladas de verde. ¿Y a esa quién le dio permiso para salir? 

—Flynn nos trajo a todos. Larga historia. 

—Genial, vete a sentar atrás —le dije. 

—¡Dame un espacio! 

—¡No caes, ándate atrás! 

—¡Quítate! —Me empujó y le hizo un espacio a Fernanda también—. Idiota.

Iditi.  

—¡Hola, Aidencito! ¡Qué lindo te ves hoy! —le dijo Fernanda con un tono suave, a lo que Aiden se ruborizó y sacó a relucir sus hoyuelos. 

—Grashias. 

Y luego se escondió abrazando a su mamá porque le dio vergüenza. 

Después de algunos minutos salieron las competidoras. La mayoría eran chicas. Una era repostera, otra amaba las matemáticas y enseñaba por internet y luego estaba Martina y su amor por los animales. Con una sonrisa, saqué mi teléfono y comencé a tomarle fotos. 

El entrevistador le puso el micrófono cerca de la boca y ella comenzó a hablar, aunque se notaba nerviosa. 

—Bueno, yo me llamo Martina Barker, tengo diecisiete años y, como ya sabrán, amo a los animales. Mi sueño es ser veterinaria y conocer a cuantos seres vivos sea posible. Muchas gracias a todos los que están votando por mí en estos momentos. Es im- impo- importante para mí que, en estos tiempos, haya más consciencia ecológica. La tierra se está calentando e informarnos es clave, desde el origen de la ropa que usamos y el daño descontrolado que está provocando, la repercusión del micro plástico que está dentro del maquillaje que afecta a las especies marítimas, la comida que estamos consumiendo, entre otras cosas. Mi lucha es por un mundo más sustentable.

—¿Y tú?  

—Yo soy Vilú e intento relajar a la gente creando sonido satisfactorio con cáscaras de huevo, gracias. 

—No entiendo a la generación de hoy en día... —Jimmy opinó—. A su edad yo andaba haciendo travesuras con mis amigos... No sé, viviendo la vida, no viendo videos tan... extraños. ¿Qué recuerdos tendrán de viejos? ¿Recordar los videos más virales? Vaya. 

Después de que todos se presentaran, al fin iban a anunciar a los ganadores. Nos pusimos de pie ante el suspenso y, en cuanto Martina divisó que estaban sus amigas en el público, sus ojitos brillaron de manera genuina. La conocía lo suficiente como para saber que lo que más quería era una buena amistad. 

Resulta que el tercer lugar se lo llevó una chica que compartía tendencias de moda. 

—¡Ahora vamos a anunciar el primer lugar, atentas todas las personas del público! 

—¡Vamos, Martina! —gritó Jimmy con los trillizos en sus brazos. 

—¡Mi hija va a ganar! —Oris daba unos saltitos, emocionada.

—¡Tu hija no va a ganar, la mía sí! 

Oris, por inercia, me estrechó hacia el pecho un soplador de ruido y se giró hacia la señora. Quedé mirando el objeto un poco confundido. 

—¿Y a ti quién te invitó a la conversación? ¿Eh? 

—Por votación popular... El premio Bloggie es para... ¡Redoble de tambores! 

—¡Será para mi hija! —reiteró Oris. Estaba muy emocionada y nerviosa a la vez. 

—ES PARA ¡VILÚ!

¿¡Qué?! ¡Eso era injusto! 

—¡La chica incluso desperdicia alimentos para hacer contenido! —regañó su papá. 

—¡Eso es injusto! —Fernanda bajó los brazos con tristeza—. ¡Martina merecía ganar!

—Es votación del público. En teoría, no hay injusticia, es el contenido que se consume, lamentablemente —opinó Georgina con seguridad.  

—Muchas gracias a todos mis seguidores por este primer lugar. Ya se vendrán más videos satisfactorios donde cortaré jabón con brillitos. ¡Gracias!

¿Era en serio?  

El animador apareció nuevamente con las medallas y le envolvió la de plata a Martina por el cuello. Ella levantó la vista hacia nosotros y nos movió sutilmente la mano. Lo bueno es que después de unos minutos fuimos todos a abrazarla al backstage. Ella corrió a los brazos de sus padres. 

—Gracias a todos ustedes que me acompañaron en esto... Nunca pensé que ustedes vendrían también... Georgina, Fernanda, Flynn... Tía Mary ¿y...? —ella miró a su mamá. 

—Él es Uren, ¿recuerdas que te hablé de él? 

—Hola, pequeña Caramelito. Te conocí de bebé. Quizás no te acuerdes de mí. Pero déjame decirte que estuviste estupenda. Lucha por tus sueños y siempre, pero siempre ten esperanza. Yo prolongué demasiado mis sueños por temor, por preocuparme mucho por el resto. No dejes que a ti te pase, ¿sí?

Martina lo observó con una gran admiración. 

—Gracias, señor. Me alegro saber de usted.

—De nada. Te pareces mucho a Caramelito. Así le decía a tu madre cuando era una pequeña que andaba brincando por la calle. Lo recuerdo como si fuera ayer. 

—¿Tío Jimmy, estash llorando? 

—¡Que solo me entró una basurita en el ojo! 

—Oigan, y ya que estamos juntos en otra ciudad... ¿Vamos al parque de diversiones? —sugirió su madre. 

Nos miramos entre todos y... Oh, sí. 

 Y mientras avanzábamos, me quedé pensando en el hecho de que Martina intentaba las cosas, que pese a la incertidumbre, pese a que caía, pese a que todo el mundo estaba en su contra, se levantaba cada vez más fuerte. Yo no, yo odiaba equivocarme, odiaba hacer las cosas mal y me frustraba desear algo que no tenía futuro. Tenía mucha incertidumbre y quería dejar de crecer.

Si fallaba me hundía en un agujero y no veía solución...  

La fotografía me apasionaba, pero temía que no diera frutos. Papá me tenía asegurado un puesto en el centro comercial. No quería decirle a Martina que no estaba en contra de la demolición, ni mucho menos que jamás firmé. 

Estábamos creciendo y todos los días tenía la presión de las universidades, de los padres; la presión de la gente exitosa que era más joven que yo... Todos los recuerdos se iban quedando detrás de mí. Tocaba convertirse en un adulto. El mundo giraba demasiado rápido. 

—¿Estás bien? —preguntó Fernanda. 

—¿Se me nota mucho? 

—Soy muy intuitiva. 

Otra más. 

Chasqueé la lengua. 

—Cállate, pequitas. 

—Uuuh... Habló el lobo solitario... 

Nos fuimos riendo por el camino. Todo esto hasta que Martina frenó en seco y dijo mirando su celular: 

—¡Me acaban de hackear mi vlog!


NOTA DE AUTORA :D

 amo este capítulo jajajajja Nils ya se está uniendo al enemigo jeje 

Quien le habrá hackeado la cuenta a la martita 😠

Nos vemos en IG para hacer memes de este capítulo 🐸🎸

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