11) El accidente y la verdad.

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NILS BARKER: 

—Feliz cumpleaños, Martina. ¡Te amamos mucho! —Me posicioné detrás de ella junto con Oris y nos tomaron una foto. La vela marcaba el número 5 y el pastel tenía escrito un: "bebé supersónica". 

—Ahora debes pedir tres deseos —dijo Oris y nos sentamos a su lado. 

—Pido... 

1) Que mish papis se quieran mucho por siemple...

2) Que el tío Jimmo deje de tirarse pedos mientras duerme... 

—E-es... mentira. ¡La niña miente! —dijo rápidamente Jimmy.  

3) Y que el nuevo vecino sea mi noviecito. 

Oh, no, no podía dejar que apagara las velas. 

Oris puso una mano en mi boca y comenzamos una lucha infantil en la cual perdí. Después de que Martina se riera a carcajadas, las velitas se fueron apagando lentamente hasta dejar unas visibles volutas de humo. 

Nuestra hija ya tenía cinco años, y éramos demasiado felices. 

Oris estaba tomando un poco de agua con azúcar, pero sus manos nerviosas apenas la dejaban tomar. No había parado de llorar desde que llegamos al hospital. 

—¿Qué... le pasó? —le preguntó a Aston, pero su voz dependía de un hilo. 

—No lo sé bien, Oris. Me dijeron que hubo una explosión en la cabaña y que... que los bomberos encontraron el celular a metros del lugar. —Aston le sobaba la cabeza, pero ella nuevamente se largó a llorar en sus brazos. 

—No quiero que le pase nada, Aston... ¡Es mi hija! 

Yo, por otro lado, me mantenía pensativo, intentando entender qué carajos pasó o... Por qué mierda se fue a meter a la cabaña...

—Te dijeron que había otra persona en el accidente, ¿no? 

—Sí —me respondió rápidamente él—. No se sabe quién es. Murió al instante. 

Me fregué la frente, abrumado. Tenía rabia, pena, confusión... Si algo le pasaba a nuestra hija... Joder, si algo le pasaba... No iba a poder salir de esto jamás. 

—¿Familiares de Martina Barker? 

Nos acercamos hacia el doctor rápidamente, esperando que hablara de una maldita vez. 

—¿Cómo está mi hija? —preguntó Oris—. ¿Está bien? Está bien, ¿verdad? 

El doctor soltó el aire contenido. 

—Martina se expuso a gran cantidad de energía eléctrica. Como resultado se originaron quemaduras de tercer grado, especialmente en su miembro inferior derecho. Ella... Llegó inconsciente al hospital. 

—Pero... Ahora... Ella está bien, ¿no? —Oris seguía insistiendo. 

—Está en coma inducido. 

No... 

Me volví a fregar la frente. Oris tuvo que sentarse del impacto.

El doctor nos explicó cómo le afectó y cuál sería el tratamiento. El pronóstico y el proceso sonaban catastróficos. Lo peor era que sospechaba de que se había enterado la verdad. Debimos decirle antes de que todo terminara así... Con mi hija en coma. 

—Doctor... —intenté ser lo más claro posible—. Quiero a los mejores especialistas trabajando para mi hija, ahora. 

—Estamos haciendo lo que podemos, señor Barker. 

—No, no lo entiende. Pagaré lo necesario para que traigan a los mejores cirujanos plásticos que me aseguren que mi hija sí o sí se va a sanar. —Fui tajante al decirlo—. Así que requiero que se ponga en contacto con el equipo más conveniente para que estén aquí hoy

El doctor asintió. 

—De inmediato me pondré en contacto con ellos. Ahora debo entrar. Cualquier cosa le estaremos informando. 

—¡Pero yo quiero verla! —se frustró Oris—. ¡Quiero ver a mi hija! 

—Oris... —Acuné mis manos en su cuello y le limpié las lágrimas con el dedo pulgar. Ella tomó mis manos—. Ahora están trabajando para que se recupere, ¿sí? Se hará todo lo posible, pronto podremos verla. 

No se calmó, pero sí asintió y me abrazó. Sus lágrimas mojaron mi remera negra. Por inercia, puse mis manos en su cabeza y comencé a acariciarle el cabello, asegurándole de que todo iba a estar bien. 

O al menos era lo que esperaba. 

Había pasado la media noche y no adquirimos mucha información. Oris estaba envuelta en una manta y no había comido nada, solo bebía mucha agua. Lo peor era hablar con Aiden. Debíamos decirle que estaba todo bien, aunque costaba el cielo fingirlo.

La parte más fuerte fue que jamás supimos quién era el chico fallecido. Según Fernanda, era un muchacho que se hizo amigo de su hermano en cuanto llegó a la ciudad. Sin embargo, al hablar con la familia Barker, aseguraron que no tenían ningún familiar con ese nombre. 

Le preguntamos al hermano de Fernanda —Félix— sobre qué sabía de él. Nos dijo que venía de una familia adinerada y que él venía a aprender más sobre física. Como Félix estudiaba en la facultad de física, se volvieron amigos. 

Estaba seguro de que él era un viajero. Una variable vinculada a nosotros. Incluso podía ser un familiar del futuro. 

Tiempo presente, me encontraba con los codos afirmados en los muslos, mirando mis dedos. Fue una voz la que me hizo alzar la vista. 

Era un muchacho de cabello negro que sostenía su skate con uno de sus brazos. 

—Hola, señor Barker. 

Le di una sonrisita entristecida y me puse de pie. 

—Hola, Miles.

—¿Cómo está...? 

—Solo hay que esperar. ¿Se te ofrece un café o algo? 

—No... en verdad espero que no le moleste, pero traje a Flynn y a Fernanda. Estaban también preocupados. 

Los chicos llegaron por la puerta principal y nos abrazaron. Tras comentarles a los tres el estado de Martina, se quedaron esperando toda la noche con nosotros. 

Y la siguiente. 

Y la siguiente. 

La semana posterior Miles se quedó con ella. Durmió en la misma habitación y no se despegó ni un segundo de mi hija. No quería decirlo, pero tal vez era el candidato más digno. 

Debíamos viajar todos los días a ver a Aiden para que dejara de llorar por su hermana. Teníamos peleas con Oris y toda la situación parecía un infierno. No sabía cuánto iba a durar, pero sentía que todo se estaba yendo al carajo. 

Ni siquiera podíamos hablar ninguna palabra sin discutir.

—Señor y señora Barker. —El doctor Kant llegó a la sala de reposo—. Tengo noticias. 

Nos pusimos todos de pie. 

—¿Pasó algo? ¿Está bien? —preguntó Aston. 

—Gracias a Dios las heridas están sanando con éxito y Martina ya se encuentra despierta. 

—¿De verdad? —Oris abrió los ojos con una ilusión que brillaba—. Yo... quiero verla... 

—¿Podemos pasar? —pregunté, muy ansioso y sorprendido a la vez. 

—Sí, claro, los padres deben tomar precauciones que le explicarán a continuación. Por favor, está muy delicada, no discutan, no hagan nada que la pueda alterar. 

Asentí y me preparé para avanzar, pero Oris me tomó suavemente de la muñeca. Tras quedarnos mirándonos de una manera que solo nosotros nos entendíamos, le sonreí y puse mis mano en su hombro para caminar así hasta la habitación. 

—Tienes que comer muchas proteínas, son las indicaciones —le dijo Oris llevando una cucharada de papilla a la boca de Martina. Yo estaba sentado en el sillón viendo como ella ni siquiera quería hablarle a su mamá. 

Ya había pasado un día desde que despertó y solo hablaba con sus amigos. A nosotros no nos quería ni mirar. 

El doctor nos dijo que estaría más emocional que de costumbre, pero nunca pensamos que tanto.

—Ya te dije, no comeré nada. 

—Martina, prácticamente es obligación comer proteínas adicionales —le dije—. Hazle caso a tu mamá. 

—Otro intento, comamos, ¿sí? —Volvió a ponerle la cucharada en la boca. 

—¡Que no quiero! ¿Que no entiendes? 

—Pero... 

—¡Pero nada! ¡Déjame sola! 

—Martina... ¿qué ocurre contigo? —preguntó Oris y me miró. 

—Martina, no le hables así a tu mamá. 

—¿Mi mamá? Oh, me había olvidado de que era mi mamá. Tal vez no lo es. Es más, quizá ni siquiera tú seas mi papá. Es más todavía, ¡no sé ni qué eres ni de dónde vienes! 

—Voy a explicarte todo, pero no seas grosera —le advertí. 

—¡Explicarme qué! ¿Que formaron una familia a base de mentiras? ¿Que Assen murió frente a mi porque quería abrirme los ojos de todos sus engaños? ¡Murió frente a mí! 

—Si tuve que mentir fue para protegerte.

—¿Protegerme, papá? ¿Y mamá también quería protegerme al querer darme en adopción? —Martina miró a su mamá, perspicaz—. ¿O eso también es mentira? 

Oris agachó la cabeza. 

—Martina, basta —le advertí por segunda vez—. Cuidado con lo que dices. 

—Me lo imaginé. Tal vez mamá ni siquiera me quería, por eso quiso regalarme. Tal vez hubiera sido lo mejor crecer en otro hogar que con mentirosas como tú. 

—Estás siendo injusta. —Oris tragó saliva. 

—¿Yo injusta? ¡¿Ustedes me mienten y yo soy la injusta?! ¿Por qué no me dejan sola? ¡Qué les cuesta dejarme en paz! ¡Ni siquiera sé quiénes son realmente! Y, ¿saben qué? Para mí, ustedes ahora solo son extraños. 

—Martina... 

—¡Déjenme sola, no los quiero ver! ¡Los odio! ¡Una persona murió frente a mí! ¿Que no lo entienden? 

Seguí a Oris después de que se fue llorando de la habitación. Lo peor fue que sabía que Martina también lo estaba haciendo. También se había puesto a llorar.

MARTINA BARKER: 

—Tus papás son geniales —Fernanda me intentaba convencer—. Deberías volver a hablarles. Ellos te quieren mucho.  

—No, gracias. Creo que no saldré de mi habitación por un buen tiempo.

Nos miramos con papá por el espejo retrovisor. Mamá iba mirando por la ventana y no habló una palabra en todo el camino. 

En cuanto aparcamos, vi que Aiden estaba mirando por la ventana. Cuando nos vio llegar, se le formó una sonrisa entusiasmada y corrió hacia donde mí. 

—¡Hermanaa! 

—Auch... —mis piernas ardieron cuando me abrazó—. Hola, Ai. ¿Cómo... estás? 

—Te eshtrañé... 

Debí decirle que también, pero solo le sobé su cabello castaño y me entristecí. 

Cuando al fin llegué al comedor, la tía Diana y el tío Jimmy tenían una cena que, a simple vista, se notaba exquisita. Pero me estaba debatiendo entre pasar hambre y no perder mi orgullo o comer una pizza vegana sabrosa. 

Apenas papá dijo que era una sorpresa para mí y mamá se sentó, se me quitó el apetito. 

—No tengo hambre, gracias. Iré a mi habitación. 

—¡Pero hice esta pizza para ti...! —me dijo el tío Jimbo—. Está muy rica, ¡deberías probarla!

—No quiero sentarme en la mesa con gente que no es de mi agrado. 

La tía Diana miró a papá y mamá de reojo, preocupada. 

Sentí como mamá soltó el servicio cuando subí las escaleras y corrió la silla para atrás. 

—Oris... 

—No, Nils, me colmó la paciencia. 

Como era de esperar, subió las escaleras y entró a mi habitación. 

—¿Me quieres dejar en paz? —le pedí, y fruncí el ceño. 

—¿Quieres dejar de actuar como una niña malcriada? 

—Me hubieras dado en adopción, ¿no?

—Si Assen te contó toda la verdad según tú, ¿sabías por qué yo te quería dar en adopción? ¿Crees que yo no te quería? —Guardé silencio, así que continuó increpando—. Porque tu padre tenía un viaje y ya sabes lo que me refiero con viaje. Pensé que no iba a volver. Meses y meses no supe nada de él. Tenía miedo de no hacerlo bien. 

—¿Y por qué quisiste formar una familia después de eso si sabías que le ibas a mentir? Muy buena elección, mamá. 

Ella tensó la mandíbula. 

—¿Sabes qué es lo que más me molesta? Que te enojes más conmigo. Sí, es cierto, sentí mucho miedo cuando me enteré de que estaba embarazada, pero ¡Dios mío! Ojalá tuviera un manual que me diga qué debo hacer, cómo actuar en todas las ocasiones, qué decir en cualquier momento y cómo debo planificar mi vida para que salga a la perfección... ¡Pero no lo tengo! 

—¡Pero entonces porqué te quedaste conmigo si sentías miedo! 

—¡Porque es parte de la vida sentir miedo! Con tu papá hemos hecho todo lo posible para que ambos crezcan felices. Todos los días leía cómo ser la mejor mamá;  cómo criarte para que jamás te faltara nada... Todos los días me esforcé para que fuéramos una familia feliz y ¡ahora me estás faltando el respeto y diciéndome que me odias! ¡No me lo merezco! 

Se me aguaron los ojos. 

—¡Pero es que como quieres que esté mamá si toda la vida me mintieron!

—Es que yo sé, sé que es complicado, ¿vale? Yo sé que suena como una historia de ciencia ficción, y mi libro lo he estado vendiendo así... Pero pasó Martina, la historia es real. Yo viajé en el tiempo.

—Es que no te creo, lo siento... 

—Y con tu padre nos queríamos tanto que al final desafiamos todas esas barreras y decidimos estar juntos. 

—Me estás mintiendo, mamá... Basta, ¿sí? 

—Todo lo que pasó, Martina, absolutamente todo... es real. ¿Okey? Todo. Estamos rodeados de físicos, si te das cuenta. 

—Esta familia no es normal, mamá... 

—Normal o no, te amamos. Te amamos tanto que ni siquiera nos importó que nos trataras tan mal durante todo el proceso. Lo único que nos importó fue que estás aquí, ahora. 

Me senté en la cama y me limpié las lágrimas. Mamá se sentó a mi lado, pero miró hacia el frente con cierta melancolía. Se notaba cansada. Yo sabía que ella estuvo llorando todo este tiempo por mi culpa. No medí lo que salía de mi boca. Fui muy dura, y pese a que mamá jamás se guardaba las cosas, aguantó todas mis palabras hirientes.

—Cuando le dije a tu papá que estaba embarazada de ti estábamos muy felices. En el fondo me di cuenta de que nadie te iba a querer más que nosotros. Tenemos un álbum lleno con fotos de ti haciendo cualquier gracia. Y es que fuiste nuestra primera hija y te mimábamos y sobreprotegíamos... Incluso hacíamos ampliaciones a la casa para que tuvieras un salón lleno de juguetes y cosas para que te divirtieras. 

Sonreí un poco y me miré las manos. 

—Y aun así, te gustaba rayar las paredes y lanzarte de las escaleras con una plancha de ropa —continuó mamá y rió ligeramente. 

—Solo... solo me hubiera gustado que me dijeran, mamá. Yo no se lo hubiera dicho a nadie si significaba un riesgo para mi familia. Pero... debes entenderme de que estoy sentida con ustedes y aún no puedo asimilarlo... 

—Lo sé. Era un riesgo que tarde o temprano sabíamos que iba a pasar —mamá dio un suspiro abatido—. Tu abuelo tenía notas ocultas. Yo las tengo guardadas en una caja. Hay registros de viajeros, teorías, prototipos de máquinas, etc. Me gustaría que las leyeras. 

Tragué saliva y asentí. 

—Lo haré, mamá. 

Mamá movió la cabeza positivamente y se paró de la cama. Iba a abrir la puerta, pero le faltó decir otra cosa. 

—Martina... Yo también fui una adolescente como tú. Pero tú algún día tal vez seas una mamá como yo y te darás cuenta de que es mi primera vez formando una familia. Todos tenemos que poner de nuestra parte para que seamos unidos, ¿sí? Tener un hijo no es fácil, pero siempre lo damos todo con tu papá para que ustedes sean felices. Quiero que sepas eso. 

Volví a limpiarme otra lágrima. 

—Está bien y... perdón por ser mala contigo.

—No pasa nada. Dulces sueños. Mañana vendrá el médico a curar tus heridas. 

Y cerró la puerta. Lamentablemente, aún me quedaba mucho llanto de por medio. 

🐸🐸🐸

Miles🎸: ¿Ya curaron tus heridas? 

Martina🐸: sí, pero me duele :/ 

Miles🎸: ¿Quieres que te lleve chocolates? 

Martina🐸: Yaaa :D 

Miles🎸: Por cierto, estos días que has faltado a clases, no sabes lo que pasó. 

Martina🐸: ¿Que pasó? ¿Fue Justin Bieber? 

Miles: tu papá me dio 5 décimas 😂

Martina: ¡Nooo! JAJAJAJAJAJAJ ¡Carlitos tiene competencia! 

Miles: soy un rival digno 😎

Después de sonreírle al teléfono como una idiota, dejé el aparato a un lado y les sonreí a mis padres cuando se asomaron a la terraza. Mamá tenía a Aiden en brazos y papá venía medio dormido. Apenas repararon que me había despertado más temprano que ellos, fruncieron el ceño. 

Me moví en la silla de ruedas e hice que miraran la mesa. Había preparado el desayuno como disculpa por haberlos tratado mal todo este tiempo. 

—Hace tiempo no desayunábamos juntos y pensé que... podríamos hacerlo hoy —dije. 

—¿Tú hiciste todo esto? —preguntó papá.

—Sí, y preparé tu taza de café con leche que tanto amas. Y a mamá le preparé sus tostadas con mantequilla y a Aiden sus wafles... 

—¡¡¡Shi, wafles!!! ¡Y no eshtan quemados! 

Mamá y papá se miraron, sorprendidos. 

—Pues yo opino que debemos probar este rico desayuno, ¿no? —opinó papá. 

—Creo que el desayuno es perfecto —dijo mamá y comenzaron a acomodarse en la mesa. 

Eso sí, papá antes me abrazó y me susurró al oído: 

—Siempre estaré para ti. Jamás te olvides de eso. 

Y se sentó en la mesa a probar el café. Con el diario que había en la mesa, comenzamos a jugar al crucigrama y nos reímos durante unos buenos minutos. 

Todo estaba mejorando, poco a poco. 

Hasta que sonó la puerta. 

—Oh, ¡es Miles! —exclamé. 

—¿Tan temprano? —se quejó papá mientras mamá fue a abrirle. 

—Supe que le diste cinco décimas. 

—Ese fue mi alter ego. 

Cuando se asomó a la terraza, hizo un saludo en general.

—Hola... Uhm, provecho.

—Nada de provecho, ven a comer —le dijo mamá y lo hizo sentarse a mi lado—. ¿Quieres wafles? 

—Me encantaría. —Me miró y se sacudió un poco el cabello húmedo. 

—¡Juguemosh con Miles al crucigrama! —exclamó Aiden ahora comiendo un helado recién sacado del congelador. 

—Bien, juguemos. —Papá acomodó el diario y se puso a leer—: Su producción se desarrolla a través del tratamiento químico o físico de desechos orgánicos o de plantas. Miles... ¿Te la sabes?

Nos miramos de soslayo.  

—Uhm... Este... O sea, sí me la sé... Eh... Bueno... 

—¡Já! Menos cinco décimas. 

—¡Nils! —mamá soltó una carcajada—. ¡Ya no le queda puntaje! 

—¡Estaba muy difícil! —defendí a Miles. 

—¡Sí, señor Barker! ¡Otra oportunidad! 

—Mmm... No lo sé, ¿eh? 

—Mi helmana eshta preñada porque se dio muchos beshos con Miles. 

 Papá soltó el café por las narices. 

Todos nos quedamos en silencio. 

Ay, no. 

—Señor Barker... esto es un malentendido del chiquitín... 

Y bien.... Papá se levantó de la silla y Miles se preparó para correr. 

El resto era historia. 

Gracias, Aiden, ahora Miles está reprobado. 




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