(17) El garaje de los celos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Hijos, tenemos que darles una noticia. 

Ay, no; un hermano no, por favor...

Mamá se puso de rodillas y le tomó las manitos a Aiden, preparándolo para vaya a saber uno. Nos pasaba tanta cosa que ya ni me sorprendía. De hecho, ayer mi abuelo Roger salió en la televisión por intentar ingresar al área 51. Sus palabras fueron: porque el gobierno... 

—Bueno, les diré la situación —Mamá se preparó, aunque se le dificultaba un poco—: Por asuntos de trabajo, tenemos que viajar unos días. La tía Diana se quedará con ustedes, ¿sí? Por favor, no estén trist... 

—¡Shíííí, libertaaaaaaad! —Aiden alzó los brazos, brincando. 

Mamá abrió la boca, estupefacta, y miró a papá. 

—También te queremos, hijo —dijo papá, resignado. 

—¿Y cuándo van? 

—Hoy en la noche —me respondió papá—. Así que la tía Diana y su tío Aston quedarán a cargo. 

Quedamos conformes, así que nos subimos al auto para otro día de clases. Como siempre, mi padre subió a Aiden a su sillita y le pasó su cubo Rubik. Yo, por otro lado, me compraba revistas para leer chismes de los famosos. 

En el momento en el que llegamos a clases le pedí a papá unos minutos para dar un anuncio. Sospechaba que ya nadie me soportaba con mi lucha, y eso me daba un poco de vergüenza; pero al recordar que estaba batallando por una causa justa, se suponía que me tenía que sentir orgullosa más que cualquier otra cosa. 

—Bueno, chicos, quería informarles que ya quedan solo 100 firmas para evitar la demolición del parque. Me preguntaba si alguien más quiere firmar... 

El grupo de atrás me ignoró. Siguieron conversando entre su grupo de amigos. 

Pero espera, Flynn se levantó de su asiento y le lanzó el estuche en la cabeza a un compañero. 

—¿¿Que no ves que está hablando mi amiga?? 

El muchacho rápidamente se puso de pie y se dirigió hacia Flynn, sin embargo, Miles se levantó primero y, de un empujón, lo dejó en el suelo, arrastrando las mesas con él. 

Papá y yo abrimos los ojos al máximo. 

—¡Eso, Miles, muéstrale quién manda! —exclamaba el mismo Flynn detrás de Miles. 

—¡Chicos! —Papá golpeó la mesa, pero nadie le hizo caso. 

El muchacho espetó un insulto y se puso de pie. Yo creí que algo así no iba a pasar hasta que empujó a mi novio de vuelta. Intenté intervenir pese al abucheo, pero Fernanda se adelantó. La pelirroja lo tomó del brazo y lo arrojó al suelo como si fuera un saco de papas. 

—¡Fernanda! —exclamó mi padre, impactado. 

—Perdón, tío. —Pestañeó—. Uhm, digo... Señor Barker. Es que sé defensa personal. 

El pobre se quejaba en el piso a la vez que se tocaba la espalda. 

—¡Esa es mi amiga, sí! —Flynn se sentía orgulloso. 

Papá se limitó a suspirar y lo escuché susurrar para él mismo un: ay, esta juventud de hoy en día. Dios, dame paciencia... 

—Vale, haremos algo. Quiero que todos vuelvan a sus puestos porque les asignaré una tarea. Martina, vuelve a tu silla. 

Hice caso y me senté al  lado de Harper. Le sonreí con miedo a un posible rechazo, y tal como pensé, no me devolvió la sonrisa, por lo que me limité a poner mis carpetas encima de la mesa y me acomodé en la silla algo tensa. 

—Harán un trabajo de a dos sobre cómo cuidar el medio ambiente. 

Carlitos levantó la mano. 

—Señor Barker, pero usted hace física...

—A ver, quién es el profesor. 

—L-lo siento.

—Pero tienes razón, te doy cinco décimas. 

Miré sobre mi hombro a Miles, quién estaba atrás. Me lanzó un beso y se aproximó a mi oído para susurrarme: 

—Seguro que tu papá nos deja juntos, ya estoy autorizado para estar con su mini pollito. 

—Bien, Carlitos, te toca con Flynn. 

Flynn y Carlitos chocaron puños. 

—Martina te toca con... 

Le moví las cejas a Miles. 

—Nate.

Se me borró la sonrisa del rostro. 

—Miles, te toca con Fernanda.

¿Era en serio? 

Papá definitivamente estaba haciendo imposible mi relación. Una vez le escuché decir a mamá que le daba miedo que Miles se comprara un terreno y me llevara a vivir con él. ¿Sabrá que apenas teníamos dieciocho? 

En fin, la cabeza de papá funcionaba distinto. Aún no se lograba adaptar del todo. 

Miles y Fernanda se sentaron juntos. No me molestaba en absoluto, se criaron juntos desde que eran pequeños porque tienen cierto parentesco. Nate pasó toda la clase en el teléfono mientras yo buscaba la información. Cuando al fin logré terminar el informe, no se dio cuenta de que no puse su nombre, jejeje. 

No hiciste nada, pues te jodes. 

—¿No pusiste su nombre? —Miles reía mientras esperábamos a que saliera Aiden de su sala. 

—Claro que no. Estuvo todo el rato en el celular, ni la fecha me dijo. 

—Oye, ¿y qué harás hoy? 

—Irá a casa un asistente para hacerme preguntas sobre la beca. 

—¿Un asistente? Ah, un chico. 

—Sí, un chico... 

—Tienes suerte que no soy celoso. 

—Sí lo eres, Milaneso. 

Miles chasqueó la lengua. 

—Martita, por favor. 

—Ves... —Le toqué la punta de la nariz—. Estás celosito. 

—Claro que no. Va a ir un chico a tu casa, ¿qué pasa con eso? Pues nada, pásenlo bien. 

—¡Es su trabajo entrevistarme! 

—Tienes muchos pretendientes, Mar. 

—¿Quién te dijo eso? —reí, juntando las cejas. 

—Pues tu papá. 

—Mi papá te dijo que yo tenía muchos pretendientes, ¿es en serio? 

—Claro. Me dijo que de todos los "pretendientes", yo era su favorito. Aunque no se nota mucho, ¿eh? Para mí que lo dijo porque creyó que se iba a morir en las arenas movedizas. Me dio hasta autorización para que nos casáramos. 

Me eché a reír. Me los imaginaba en esa travesía. Apenas llegamos a casa con papá dijo que se había perdido a mitad del camino, pero que no lo quería admitir para no entrar en pánico. 

Finalmente Aiden salió de la sala brincando con una sonrisita en su rostro. 

—¿Y esa sonrisa? —Lo tomé de la mano. 

—Es que hoy sacó nota perfecta en las tres pruebas —contó la profesora.

Aidencito hizo un gesto con la mano para restarle importancia, pero lo presumido no se lo quitaba nadie. 

La profesora naturalmente negó con la cabeza de manera divertida y nos dirigimos hacia el furgón. Yo le llevaba la mochila y Miles lo cargaba a caballito. Antes de subir, Aiden sacó una flor y se subió. No sabía con certeza para qué era hasta que fue hacia el asiento de Fernanda y le estrechó dicha flor. 

—Una flol para otra flol. 

Fernanda abrió la boca con una mezcla de sorpresa y risa. 

—¡Gracias, Aidencito! Amo las flores. —Se llevó una mano al pecho. 

Cuando nos fuimos a sentar, noté que se sentía seguro de haberle entregado la flor. Creo que se levantó sin vergüenza ese día. 

En el momento en el que el bus entró a nuestro condominio, hicimos la misma rutina de siempre: Frijolito nos esperaba en el paradero y nos íbamos caminando juntos. Sorpresivamente, el asistente estaba afuera de casa con unos cuadernos sobre el brazo y tocando el timbre. 

—¿Hola? —saludé con cierta duda, a lo que el muchacho de terno blanco se giró hacia mí. 

—¿Martina Barker? 

—Sí, y-yo soy, un placer. —Nos dimos un apretón de manos. 

—Y yo soy el novio: Miles Sett. 

Miles también le estiró el brazo con una sonrisa un poco amarga. El asistente le dio la mano con cierto temor y se retorció cuando el apretujón fue muy fuerte. 

—Bueno, Martina —el tipo carraspeó—, necesito hacerte unas cuantas preguntas. 

Le dije que no había problema y lo hice pasar a casa. También le susurré efusivamente a Miles que dejara sus celos. Me despedí con un beso y él se fue hacia la casa del lado. 

Bien, tenía que dar una buena impresión. Por suerte la casa estaba ordenada, los juguetes de Aiden no estaban repartidos en el piso ni tampoco el papeleo de mamá esparcido por toda casa. Estaba todo en ord...

Oh, oh... 

No lo podía creer, mamá y papá aparecieron por el pasillo con un aspecto fatal. ¡Fatal! Papá solo llevaba el pantalón de pijama puesto y el dorso desnudo. Mamá vestía con una camiseta larga de papá y no llevaba pantalones. Estaba despeinada y bostezando. 

Tan pronto como lo vieron, abrieron los ojos como platos. 

—Uhm... ¿Ustedes son los padres de Martina Barker Farett? 

Mamá tragó saliva. 

—Sí, sí, es que a veces dormimos siesta, fuimos al gimnasio y terminamos un poco agotados, ya sabes. Ahora... —tomó a papá de la espalda— nos iremos a cambiar. 

Asentí sintiéndome algo incómoda. El muchacho miró su carpeta y comenzó a hacerme preguntas; pero antes de eso, sentí que Miles estaba tocando la guitarra en el garaje a todo volumen.

Un palo en la cabeza les iba a mandar a todos... 

Miles Sett 

Abrí el refrigerador. Mi hermana tenía un flan rotulado con su nombre; me encogí de hombros y me lancé al sofá para comerlo. 

Aunque me quedé pensando en el muchacho que estaba con Martina. El idiota ese, vi como le sonreía. Seguro iba a creer que tenía chances. 

—¿Por qué estás ahí sentado con cara de culo? —me preguntó Andrea de brazos cruzados. 

—Porque es la única cara que tengo. —Me encogí de hombros. 

—¿Ves, Carla? Le heredaste la cara de culo al niño. 

Carla le lanzó un cojín, riendo; y luego se sentaron a mi lado. Me sentí acorralado. 

—A ver, qué le pasó a nuestro bebé. —Mamá me hacía cariños en el cabello. 

Suspiré. 

—Nada. 

—Ese nada comienza con M y termina con artina, estoy segura —dijo Carla. 

—Has estado siempre tan enamorado de esa niñita... Y fíjate que ella igual de ti. 

—¿Y ustedes no andaban enojadas? —pregunté. Siempre se trataban de una forma muy extraña, vivían peleando y ya ni siquiera sabía si era de verdad o era su lenguaje del amor. 

Se habían conocido por la prima de Andrea, y según ellas, se habían llevado bastante mal al principio. El resto jamás me lo habían contado porque mi madre se ponía muy mal al acordarse. 

La cuestión es que no quise seguir indagando más. Me fui al garaje a tocar la guitarra. Estaba todo tan desordenado. Tenía posters de mis bandas favoritas, herramientas y cajas con fotos. Saqué esta última y sonreía al ver todas las fotografías que tenía con Mar. Había una donde salíamos vestidos de dinosaurios, otra donde ella se sacaba los mocos y otra donde fuimos rey y reina de nuestra alianza. 

Salíamos tomados de la mano y ambos sonriendo. 

Me limité a dejar la foto dentro de la caja y me senté en el sofá con la guitarra. Quería dejar de pensar en que estaba muy enamorado de esa rubia habladora y que ahora con la beca existía la posibilidad de que ella dejara todo atrás.

—Hola, qué hashes. 

Dejé de presionar las cuerdas cuando vi al enano frente a mí. 

—Llorando por tu hermana.

—Pues vaya tontería. 

—Ya verás cuando sufras por amor. 

—¿Yo? —se apuntó—. Yo shufriré de leer tantosh libros, no por amor. 

Sonreí en silencio hasta que Aiden hizo el esfuerzo para subirse al amplificador de la esquina. Cuando ya estaba sentado, tenía sus manos entrelazadas y balanceaba sus pies. 

—Mi helmana se va a ir lejos dicen. 

—Lo sé, la vamos a extrañar mucho, ¿no? 

—Shi. 

Apreté los labios, resignado. Iba a seguir tocando hasta que vi que Aiden hizo un puchero y explotó en llanto. 

Ay, no. 

El pobrecito se había tapado la cara. 

Rápido aparté la guitarra de mi vista y fui hasta donde él para echarle aire. No estaba acostumbrado a convivir con niños ni sabía cómo calmarlos; menos en una situación así, donde estábamos hablando de su hermana. 

—Aiden, Aiden... —Lo tomé de los hombros—, tranquilo, ¿sí? Martina no se irá para siempre... Además, aún no es seguro que se vaya. 

—¡Pero esh que la voy a extrañal!

—Lo sé, pero hablarán todos los días por videollamada, ¿sí? Ella no te dejará de hablar, Ai. 

Aiden se limpiaba las lágrimas con las palmas de sus pequeñas manos. Estaba claro que le afectaba, Mar era una de las personas más importantes en su vida. 

Creo que si ganaba la beca a todos nos iba a afectar demasiado. Los Barker amaban demasiado a su hija y siempre estaban pendientes de ella, no me quería ni imaginar lo que sufrirían cuando ella tomase ese avión para cumplir sus sueños. 

Martina Barker

Me puse a contabilizar las firmas y luego prendí el computador. Contarles mi día a día a mis seguidores ya era un hábito, muchos me seguían desde mis primeros días y me habían visto crecer. Mi página cada vez crecía más y jamás pensé lograr tanto pese a las críticas. Al comienzo todos se burlaban de mí y pensé muchas veces en que no valía la pena continuar. Claramente estaba equivocada. Que yo les incomodara no era mi problema. 

Cerré la laptop con cierta nostalgia y me puse mis ruleros; sin embargo, dejé de hacerlo en el instante que sentí un ruido en mi ventana. Me giré de un brinco cuando supe que era Miles. 

Inmediatamente después de que me vio con los ruleros en la cabeza, ladeó la cabeza como un cachorrito. 

—¿Doña Florinda? 

—¡Oye! —Lo empujé—. Muy gracioso. 

Maestro longaniza. 

Miles no dudó en darme un beso. Se lo devolví, y casi automático, mis brazos recorrieron su cuello y sus manos se posaban en mi cintura, atrayéndome hacia él. 

—¿Tus papás ya se fueron? —preguntó respirando con dificultad.

—Mhm, sí... 

—¿Y cómo te fue con el damiselo ese? 

—Pues... 

—¿Pues...? 

Le dije que nada y lo continué besando. La verdad no quería hablar del tema, pero Miles se tensó un poco y me separó con suavidad. 

—Mar. 

—No pasa nada, solo... Yo solo... 

—Hey, ¿qué pasa? 

—¿Por qué no me besas y ya? —le pregunté con frustración. No estaba lista para decirlo. 

Pero el instinto de Miles parecía ir un paso adelante, me conocía tan bien que sus sospechas se hicieron ciertas. 

—Ganaste la beca, ¿verdad? 

Cerré los ojos y agaché la cabeza. Debía estar feliz, lo sé, pero no quería abandonar a mi familia. Tenía mucho miedo de estar lejos de ellos. Iba a viajar por un año al lugar de mis sueños y ahora lo único que me recorría por las venas era el temor. 

Simplemente lo abrace y lloré en su pecho como una pequeña. Estaba odiando esta etapa de mi vida donde tenía que tomar decisiones por mí misma. 

Crecer. 

—Te voy a extrañar mucho... —sollocé—. ¡Yo quería estar más tiempo contigo, Miles! 

—¿Cuándo te... vas? 

—El otro mes, y no le he dicho a mis papás, ni a Aiden... No quiero decirles, ¡no quiero alejarme de ellos!

—Tú me enseñaste que el miedo no te debe ganar cuando se trata de los sueños —susurró y me acarició el cabello—. No pierdas esta oportunidad, has estado años esperando esto. 

—¿Y qué va a pas-sar con nosotros? 

—Yo te esperaré, te esperaré el tiempo que sea necesario. —Miles se separó suavemente para mirarme—. Siempre eres y serás tú, Martina. Siempre. 

Para mí siempre fue él también. Siempre él. Siempre Miles Sett. 

Miles acunó sus manos en mis mejillas y me limpió las lágrimas con el dedo pulgar. Me sentía fatal. Estaba enamorada de él y no quería dejarlo. Temía que se aburriera de esperarme, porque yo sí quería estar con él para siempre. 

—No llores aún, Martita, recuerda que aún tienes una misión pendiente.

—¿C-cual? 

—Salvar el parque. No puedes irte sin causar estragos. No es una despedida digna de ti si no haces una locura antes, Barker. 

Sonreí con labilidad. 

—Tienes razón —reí un poco entre mi tristeza—. Finalicemos esto. 


Nota de autora 

Nada más decir: a preparar lágrimas para cuando Martina le diga a sus padres que se va 😔Imaginen la tristeza de Nils, Oris y Aiden 😭

No se imaginan lo que pasará entre MYM, ya verán 💙















Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro