(5) El campamento

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Holaa, me demoré mucho en subir esto, lo siento :c pero ya tengo actualización, déjenle un corazoncito a Martina  <3

MARTINA BARKER: 

—Miles... ¿qué haces...? 

La carpa era pequeña, apenas caíamos los dos. El sonido de los búhos y el fuego crispando era lo único que se escuchaba. Teníamos la linterna prendida, lo que hacía que los ojos de Miles brillaran de una manera fascinante. Todo un espectáculo. No sé si la luz reflejaba nuestros cuerpos hacia afuera, pero no me importó. 

—No sé, quiero hablar —me susurró con una voz sexy—. ¿Y tú? 

—¿Y entonces por qué tan cerca? —Miré su boca y sentí su respiración. Luego, volví a observar sus ojos.  

—Porque quiero hablar sobre tus labios... 

—Mmm... Oye, ¿y si nos besamos para romper la tensión? —sugerí. 

—Okey, de acuerdo. 

Miles tomó de mi trasero y me subió a su regazo. Joder, sentí demasiadas emociones. El ambiente estaba muy cálido y tenía una punzada en mi estómago bajo que me acaloró las mejillas de inmediato. Él se inclinó hacia adelante para profundizar el beso. Sus manos se pasaron por mis muslos y los arañó. 

—Hermana...

Sentí un zarandeo, pero supuse que era Miles masajeándome los brazos con sus dedos larguiruchos y delicados. Pronto se posaron en mi cintura por debajo de mi ropa y de inmediato gruñó sobre mis labios con debilidad. 

—Miles... —Jadeé. 

—¿Miles? ¡Hermana, despierta ya que no encuentro a mi sush! 

—Mis padres nos pueden encontrar... 

—¡HERMANAAAA! 

Di un respingo y desperté salvajemente asustada. 

Atisbé de inmediato la expresión de mis padres desde sus asientos del auto. Estaban con el ceño fruncido mirándome. 

Oh, no, vergüenza ascendiendo en escalas logarítmicas... 

—¿Qué... pasó? —me atreví a preguntar—. ¿Por qué me miran así? 

—¿Estabas soñando con Miles? —preguntó Aiden—. Uuuh, soñabash que te daba un besitooooo. 

—¿Qué? ¡Claro que no! ¡Tuve una pesadilla! 

—¿Quieres agua? —preguntó mamá.

—No, no, sigan manejando, ya... desperté... Estoy recuperándome de esa... horrible pesadilla. 

—¿Segura que estás bien? —preguntó papá poco convencido.

—Sí, sí, gracias, papá. Nada... ha pasado aquí. Por suerte desperté. 

Mis padres se encogieron de hombros y él continuó manejando y puso algo de música. 

Por un demonio... Me acomodé en el asiento y me puse los audífonos. ¿Por qué tenía esa clase de sueños? Necesitaba una explicación. 

O una recreación. 

🐣🐣🐣

—Ya siento el olor a caca de caballo —fanfarreó mi padre doblando hacia la izquierda, donde estaba el letrero de bienvenida al campamento. 

—¿Me ayudash? —Mi hermano me pasó la Tablet. 

—Tu Sush se fue, Aiden, por abandono. 

—¿Volverá? 

—Creo que no... Lo siento mucho. —Le di toquecitos en la cabeza. 

—Ya deja la Tablet, Aiden. —Papá lo miró por el espejo retrovisor—. Has estado ya tres horas ahí. —Me miró—. Y tú también sácate esos cosos de la oreja. 

—Estoy escuchando un audiolibro de cómo ser millonaria. 

—La gente millonaria no lee esos libros, Martina. Solo los escriben, los venden y... generan más dinero con ello. 

—Vale, me cortas la inspiración. 

—Lo siento, cielito —Mi papi me sonrió—. Oris, despierta ya... —Papá le tocó la pierna a mamá—. Ya llegamos. 

—Otro ratito. —Bostezó mamá y siguió durmiendo. 

—Aiden, ¿estás listo para aprender a andar en bicicleta? —preguntó papá—. Hoy le sacaremos las ruedas. 

—¡Nooo! ¡Me puedo caer! ¿Sabes que si me caigo y me hago una herida pueden haber estreptococos come carne? 

—No seas dramático, te enseñaré y déjame decirte que es obligación. 

—Bien, pero iré con todas lash medidash de seguridad. 

Dejamos atrás el cartel de bienvenida al campamento y nos estacionamos entre los tantos autos que habían ahí para competir en el torneo anual. La vista era fenomenal. A mi izquierda estaba el tranquilo y limpio lago, acompañado de mesas y sillas de madera. Y a mi derecha, estaba la sala principal que, según decían, constaba de baños, duchas; un gran comedor; una sala de estar con mesas de pool, ajedrez y un espacio con un gran sofá que incluía cosas vintage, una cafetera automática y una estantería llena de libros. 

Apenas nos bajamos del vehículo, papá se puso repelente en todo el cuerpo por segunda vez y roció a Aiden. Luego lo tomó de la mano y cargó un bolso en su hombro. Mamá se fue casi sonámbula para la casa principal cargando algunas cosas con ella. 

Pero de pronto, el padre de Miles estacionó su limosina cerca de nuestro auto y se bajó con un atuendo deportivo azul. El muy idiota miró a papá con burla. 

—¿Listo para perder, Barker?

—¿Perder? No conozco esa palabra. —Papá frunció el ceño. 

—Ja, claro. ¡Ya veremos y que gane el mejor! 

Y se fue trotando para precalentar. Papá lo imitó con burla y cargó a Aiden en sus brazos, ya que venía un poco adormilado. Aiden no tardó en afirmarse en su pecho y fregarse los ojos. 

—¿Lista para sobrevivir aquí? —Apareció Miles con una sonrisita torcida. Cargaba su guitarra en el hombro y su mochila colgando de una mano. Era tan alto que me vi obligada a mirarlo hacia arriba.

Recordé el sueño lujurioso de inmediato. 

A ver, recreémoslo. 

—Este... sí, creo estar lista. —Pestañeé—. Solo espero que no nos quiten los celulares porque me muero. 

—Esto va a ser un desastre. Solo mira como viene mi mamá. 

Avisté desde lejos a Carla bajando las maletas con tacones y un vestido más caro que el auto. Tenía el pelo tan tirante que ni una hebra se salía de su perfecto cabello negro. En efecto, era de las que jamás perdía el estilo ni aunque estuviera en un basural. Andrea, su novia, cerró la puerta del auto y se puso un cigarrillo en la boca. Levaba lentes de sol. Tenía el cabello largo, despeinado y con rulos cafés que se movían con el viento. Vestía una remera blanca de mangas anchas y unos pantalones acampanados y floreados. 

—¡¡Hola!! —Apareció Flynn—. Dios mío, esto se parece a Camp Rock, ¿no creen? 

Vale, le dije a mi mejor amigo que viniera a apoyarme. Flynn era el bisnieto de la abuelita Mary Rose, una gran amiga y vecina de mamá. Apenas le dije a Flynn que necesitaba refuerzos, tomó sus cosas y viajó hasta acá. 

Y también porque quería chismear. 

—¿Qué es Camp Rock? —preguntamos con Miles al unísono. 

—Cómo que no saben. —Flynn alzó una ceja—. Es una película medio antigua... Campamentos... música... ¿No? This is real, this is me... ¿No les suena? 

Ambos negamos con la cabeza al mismo tiempo. 

—Martina, ¿has visto...? —Papá salió de la casa principal— Ah, hola, Miles. 

—Saluda a tu suegro —le susurró Flynn. 

Miles se puso hasta de color azul. 

—Hola, señor Barker, ¿cómo está? ¿Todo bien...?

—Todo bien, gracias... —papá sonrió algo incómodo.

—Supe que dará clases de física este año... Será un placer. 

—Oh, sí, respecto a eso... Tendré que descontarte décimas si llegas tarde. —Papá cargó una caja y se entró rápidamente. 

—¡Pero si aún no empiezan las clases! —alegó Miles—. ¿Te das cuenta? ¡Ni siquiera somos nada y ya me odia! ¿Cómo será cuando tengamos algo en seri...?

Y se retractó. 

Quedé tan impactada que con Flynn nos miramos de reojo y nos entendimos de inmediato. 

—Digo... —Miles carraspeó—. Este... Ni siquiera sé qué carajos hago hablando con ustedes. Con permiso. 

Y se fue vertiginosamente. Yo lo seguí con la mirada, muy alarmada. 

—Este hombre no se le quita lo enamorado que está de ti, definitivamente... —dijo Flynn con una risita un poco inoportuna. 

—¡Flynn, ayúdame con esto! —dijo una abuelita. Espera, esa era ¿la tía Mary Rose? 

—Oh, disculpen que haya traído a mi abuela, es que no quería perderse ningún... chisme de este campamento. Ya saben cómo es. 

La abuelita venía en silla de ruedas. Tenía el cabello blanco, unos lentes circulares y una pañoleta envuelta en el cuello.

—Vengo a apoyar a la Matilda. 

—Abuela, es Martina. 

—Pues eso dije. 

—Dijiste Matilda. ¿Ves? Ya estás quedando sorda, no podrás escuchar los chismes. 

La abuela le pegó con la cartera. 

—¡Auch! 

—Vamos y anda a ayudarle a tu abuelo Matt a bajar del auto. 

De pronto un abuelito se posicionó cerca de todos. Era algo pequeño, de cabello blanco, lentes grandes y vestía de explorador. Sus piernas lucían delgadas y pálidas. Tenía una banda donde lucía todas las insignias que había ganado. 

—¡Buenoz díaz! Lez habla su fundador, Avery Malet. Lez quiero agradezer por partizipar en el aniverzario cuarenta y zinco de ezte hermozo campamento de exploradorez. Como ya zaben, todoz loz añoz ze ezcoje a una familia ganadora que ze llevará la copa de honor dezpuéz de haberze enfrentado a todaz laz pruebaz. 

Todos aplaudimos con entusiasmo. Frijolito andaba persiguiendo al perro de Miles, Chuletitas. 

Aunque Chuletitas era un perro policial bastante grande. Supongo que nuestro perro tenía medio distorsionada la realidad. No le temía a la muerte. 

—Lez voy a pedir que armen zuz carpaz, den un tour con nueztroz guíaz ezploradorez y que se tomen un día de dezcanzo, porque mañana zerá un día agitado. Muchaz grazias y ya noz veremoz pronto. 

Volvimos a aplaudir. 

—¡Grande Avery, carajo! —gritó un extra. 

Dicho y hecho, me fui con mi familia a mirar las remodelaciones del campamento. Lo mejor era que había una pequeña granja con animales, así que estuve un buen rato saludando a las llamas. Incluso me hice amiga de un loro que me comenzó a seguir para todos lados. Su nombre era Popeye. 

Más arriba del lago estaba con mi papá y mi hermano que aún no sabía andar en bicicleta. Mamá estaba en los mesones de abajo, fingiendo que sabía pelar papas. Era la más jovencita de ahí, pero le gustaba conversar con abuelitas. 

—Papá, creo que no hay que sacarle las rueditas hasta que me acostumbre. 

—Bueno, hijo. —Papá comenzó a pasearlo de un lado a otro—. ¿Ves? Es fácil, tranquilo. 

—¡Sí, lo estoy haciendo bien!

Papá le levantó las ruedas sin que él se diera cuenta y lo siguió paseando. 

—Aiden, no pasa nada, solo mantén el equilibrio, llega hasta donde mí —dije. 

—Bueno... Aquí voy, pero sostenme que si no te acuso a la mami. 

Trató de andar solo, pero se le dobló el manubrio.

—¡No puedo! 

—Sí, puedes, hermano... Confiamos en ti, intenta. 

—No puedo, ¡no sé, todos mis amigos saben menos yo!

—¿Sabes, cariño? —papá le habló— Te voy a enseñar así como mi abuelo me enseñó a mí. 

—¿Cómo? 

Mi papá lo tomó del volante y lo empujó tan fuerte que mi hermano salió disparado a toda velocidad. 

—¡PAPÁÁÁ! 

—¡PEDALEA! 

—¡AAAAAH! 

—¡HAZLO, TÚ PUEDES! 

—¡LO ESTOY HACIENDO! ¡LO ESTOY HACIENDO! 

—¡DALE, AIDEN! —lo motivé, dando saltos y aplaudiendo—. ¡DALE, HERMANO! ¡TÚ PUEDES, SÍ! 

—¡PAPÁ, LO ESTOY HACIENDO! ¡MIRA, HERMANA!

—¡ESTOY ORGULLOSO, HIJO!

—¡YA SÉ ANDAR! ¡YA SÉ ANDAR! 

Saqué mi celular y me puse a grabar. Sin embargo, de un momento a otro, perdió control del volante y se fue laderas hacia abajo.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAH! 

¡Con papá corrimos como un torbellino detrás de él!  Ay, no, ay, no...

—¡FRENA! 

—¡NO PUEDO! 

—¡AIDEN! —chillé—. ¡FRENA!

—¡NO... SHÉ FRENAR! 

Y cuando estaba llegando cerca de los mesones, la rueda hizo contacto con una piedra y Aiden... voló. 

Literal, voló. 

Oh, no... Aquí nos matan. 

Mamá lo siguió con la vista, en cámara lenta, su hijo volando por los aires, moviendo brazos y piernas, abriendo la boca a más no poder. Incertidumbre. Y cuando el efecto de la cámara dejó de funcionar, cayó al lago. 

—¡HIJO! —Mamá dejó el cuchillo y el recipiente con papas a un lado y se fue a verlo—. ¡QUÉ PASÓ! 

—¡QUÉ PASÓ...! —gritó el loro Popeye. 

Pero antes de que mamá se metiera al lago, Aiden emergió entre las aguas y gritó: 

—¡ESO FUE EXTREMO! 

Nos volvió el alma al cuerpo. Automático fue cuando nos miramos con papá y soltamos todo el aire contenido. Dios mío, como voló mi hermanito... 

—Tu mamá me va a matar...

—Te está mirando con el ceño fruncido —dije entre dientes—. Te está matando con esa mirada, no te muevas.

Mamá hizo contacto con la arena del lago, cogió a Aiden en sus brazos y se dirigió hacia nosotros con una mirada que podía comernos vivos. 

—Mierda, viene hasta acá... —musitó papá. 

—Lo sé, lo sé... Nos va a asesinar... 

—Iré a cambiarle ropa a Aiden —dijo en un tono que me dio escalofríos—, así que cuando vuelva... Oh, cuando vuelva tendremos una hermosa charla los cuatro. 

Y se marchó dando pasos molestos, furiosos. 

—Y bien, papá, creo que hoy dormirás afuera. 

Nah, después se le pasa. A veces ni se acuerda por qué se enojó. 

—Creo que cuando me case seré igual a mamá. 

—Pero Carlitos no te hará enojar, es un buen chico. 

Le alcé una ceja. 

—Carlitos es mi amigo, papá. Además... No hay química entre nosotros, ¿sabes? No hay como encantamiento... Ni tensión sex... 

—Okey, ya entendí. Déjalo ahí. 

—Como que con Miles me pasa. Cuando está cerca, como que me pongo nerviosa. No puedo explicarlo, siento que quiero comérmelo a bes... 

—Martina —papá frenó la marcha y me miró—, estás castigada. 

—¿¿Qué?? ¡Pero eso no tiene sentido! 

Siguió caminando y comenzó a dejarme atrás. 

—¡A los treinta tienes permiso para tener novio! 

—¡Papá, espera! ¡Oye, es injusto! 

Llegó hasta la carpa de mamá y me detuve a unos metros dando la conversación por perdida.

 Exhalé. 

¿Por qué siempre actuaba como un viejito? 

Pero bien, a medida que pasaba la primera noche del campamento, la carpa ya estaba lista. Después de hacer una fogata y comer mucho queso derretido escuchando chismes de la tía Mary Rose, me preparé para ir a dormir. Fui hasta los baños, me puse la pijama, cepillé mis dientes y me puse mi crema nocturna. Al salir, Miles estaba mirando hacia el lago. Tenía los codos afirmados en una rejilla blanca de madera y una cámara fotográfica puesta en la misma rejilla. 

Parte de mí quería ir a hablarle, pero solo me quedé observándolo como una idiota mientras me tronaba los dedos. 

—¿Por qué es tan importante para ti ese santuario, Mar? —me preguntó, sin siquiera mirarme. 

Resignada, avancé hacia él y me afirmé en la reja también. Contemplé de mejor manera la luna llena. 

—¿La verdad? —intenté explicarme, aún mirando hacia el horizonte. Él tenía puesta su atención en mí—. Siento que todo el mundo pisotea la naturaleza como quiere y a nadie le interesa. 

—No creo que a nadie... O sea... Hay mucha gente que piensa en un mundo mejor. 

—A la gente le encanta pensar que puede mejorar el mundo, Miles. Y ese es justamente el problema, pensar no es lo mismo que actuar. 

El pelinegro me quedó mirando fijamente por unos instantes, luego, volvió a mirar el lago en silencio. Esta vez, mi vista estaba para su lado. 

—Me gusta eso de ti —dijo. 

—¿Qué cosa? —fijé toda mi atención en su rostro. 

—No... No lo sé —se tomó una pausa para aclararse—. Estoy un poco cansado de que la gente le tome el valor material a todo. Si vas para la playa es para subirlo a las redes sociales, eliges platos de comida para tomarle fotos, y si sales con tus amigos te interesa más quién se entera del con quién saliste a pasar el rato con ellos. No hay una realidad humana en nada. Hoy pocos disfrutan las pequeñas cosas de la vida... como tú. Eso me gusta de ti. 

>>Valoras correr bajo la lluvia, aprendes sobre los animales, tienes corazón de abuela y amas hacer cosas sin la necesidad de que otros se enteren. No lo sé, me parece muy lindo. 

Para ser sincera, nunca me habían dicho algo tan bonito, y precisamente eso hizo que no supiera qué responder. Se sintió como una caricia directa al corazón, así que solo me limité sonreír mientras el viento me desordenaba el cabello. 

—Gracias —dije finalmente. 

Él con una sonrisita pícara respondió:

—No hay de qué. 

Curvé mis labios hacia arriba ante su sonrisa y miré para otro lado, intentando no reparar su especie de coqueteo, pero me delaté con el rostro. 

—Buenas noches, Cordelia. 

Lo miré por encima del hombro cuando se marchó y luego atendí mis expresiones. Esa sonrisa a gusto que quedó en mí y mi apretón de labios para aguantar los nervios. 

Luego simplemente volví a mi carpa y Flynn ya estaba roncando. 

🦎🦎🦎

COMPETENCIA ANUAL

Había un escenario a metros del lago; sobre él había una correa de banderines de diversos colores y muchos globos. Al lado, una pizarra de puntuación con los apellidos Barker y Sett del cual estaba encargado Carlitos. 

El lugar estaba atestado de gente. Vi a Flynn cargando a la tía Mary Rose en silla de ruedas y también la comunidad de exploradores que venían a observar a la competencia. Avery anunció que cada familia competidora tenía que usar un disfraz de algún animal. 

Avery dijo que los Sett se disfrazarían de vaca. 

Y los Barker de pollo.

—¡QUÉÉÉÉ! —gritó mamá, lo que provocó que todos la miraran—. Digo... ¿No hay otro?

Mi mamá le dio una mirada fatal a papá, quien miró hacia otro lado para no reír. No entendía el por qué. ¿Qué pasaba con los pollos?

—Zon loz únicoz dizponiblez, lo ziento.

Mamá bajó los hombros como si se diera por vencida.

Unos asistentes llegaron con nuestros disfraces y tuvimos que colocarnos ahí mismo. Mi mamá estaba molesta mientras le colocaba el traje más pequeño a Aiden.

—Tú eresh la mamá pollita.

Aiden abrazó a mamá.

Prontamente Miles se acercó a mí para modelarme con mala gana su enterito de vaca. Solté una carcajada. Lucía humillado. 

—Dios mío... —continué riendo— y es que ¿quién fuera granjero para ordeñarte?

¡Martina!

Me puse seria de inmediato. Eso no tenía que decirlo en voz alta...

—Digo...

—No molestes, esto es directamente una humillación... —Se apretó una urbe. No salió leche.

Flynn llegó hacia nosotros también vestido como yo. A la tía Mary Rose le había puesto un gorrito de pollo y un pompón amarillo el cual ella movía con entusiasmo. 

La cosa es que Avery se puso el megáfono a centímetros de sus labios y dijo que comenzarían las competencias. La primera consistía en una carrera por el lago en bote. Como familia nos subimos en el bote y recibimos los remos. Mamá y papá nos ayudaron a colocarnos los salvavidas y nos preparamos. 

—¿Listo para perder, Barker? —gritó el padre de Miles. Iba en la delantera con Miles mientras que Carla y Andrea iban atrás. 

—Oye, qué te pasa con mi familia —mamá abrió los brazos—. ¿Temes una derrota o qué? 

Y entonces, el señor Avery soltó un pitido y bajó la bandera. Carlitos estaba con unos binoculares supervisando. 

—¡Vamos, vamos! —motivaba mamá entre dientes, haciendo fuerza con el remo. Y sí, en efecto, los Sett iban más rápido. 

Caracoles. 

¿Spoiler? Estábamos los tres remando y dándolo todo cuando nos dimos cuenta tardíamente de que Aiden se había dado vuelta y no estaba con nosotros.

Tuvimos que volver por él, que estaba flotando gracias a su salvavidas.

—¡Grashias por darse cuenta! —nos alegó. 

Y la pizarra marcó un: 

Barker: 0 - Sett: 1

La otra en llevar un huevo con la cuchara en la boca sin que se cayera. En eso ganamos, porque la madre de Miles, Carla, compitió en tacones y se dobló el tobillo. Cayó al suelo. En cambio mamá iba concentrada en ganar, y lo hizo. 

Barker 1 - Sett 1. 

La tercera era una carrera amarrada de pies con tu pareja. Fui con Flynn y Andrea con Miles. 

—¡Vamos, hija! —gritaba mamá. 

—¡Eso cariñito! —sentía la voz del tío Jimbo—. ¡Están ganando! 

Pero no, nos enredamos con Flynn y nos caímos de cabeza, lo que hizo que Andrea con Miles rompieran la cinta del ganador de esa competencia. 

Barker 1 - Sett 2

Todos los familiares que habían llevado celebraban. Mamá tenía ganas de regañarlos, pero guardó la compostura. 

—¡Pendejos, tenían que ganar! —nos gritó Mary Rose.

—¡Abuela! —exclamó Flynn. 

—En mis tiempos yo lo hacía mejor. Ay —le suspiró a una señora—. Estos niños de ahora puro celular. 

Y, para terminar tan agitado día, los hombres debían jugar un partido de básquetbol.

Antes de quitarnos los trajes, nos tomaron una foto familiar vestidos de pollo. Tomé a Frijolito en mis brazos. Papá, Aiden y yo salimos sonriendo, mamá estaba con cara de enfado. 

Partimos corriendo hasta la cancha. Mamá le daba agua a mi papá y le hacía masajes en los hombros para precalentar. 

—Años que no juego —le decía. 

—Nunca has jugado, mentiroso —rió mamá. 

—¡Claro que sí! —le respondió él y le dio un beso corto—. Deséame suerte, mi vida. 

—Ganarás. —Mamá le dio otro beso. 

Pobre de mi papá, con suerte caminaba y ahora lo hacían correr.

Para mi sorpresa, llegó una persona en un vehículo. Cuando se bajó, abrí la boca de manera impresionada. Hace tiempo no lo veía... 

—Creo que llegué a tiempo. Esta la ganamos. —Apareció mi tío Aston y se sacó el abrigo.

—¡Tío! —Aiden y yo corrimos hacia él para abrazarlo—. ¡Ya te extrañábamos! ¡Necesitamos que nos cocines tú por favor! 

Antes de que dijera algo, la mayor sorpresa fue que la tía Diana igual se bajó del mismo auto. 

—¡¡¡NO PUEDE SER, TIA DIANA, ESTÁS AQUÍ!!!

Ella tomó a Aiden en sus brazos y nos dimos un cálido abrazo los tres. 

—¡Hola, mis niños hermosos! 

Apenas el tío Jimbo la vio, corrió tan fuerte que abrió los brazos y se cayeron al pasto. 

—¡Qué bueno que llegaste! ¡Estos dos me tienen traumado, te necesitaba! 

—¡No puedo respirar, Jimmy! 

Una vez que se pusieron de pie, mamá se emocionó tanto que no podía dejar de abrazarla. 

—¡Qué bueno que estás aquí! ¡Te extrañábamos! ¿Qué tal todo con el jeque? 

—Oooh... Tengo muchas cosas que contarles. Y les traje muuuy buenos regalos. 

Con Aiden nos miramos de soslayo como si hubiéramos hecho el plan más malévolo del mundo. Oh... sí. 

La tía luego abrazó a mi papá como a un viejo amigo. Por supuesto que le preguntó si es que no habían inciensos allá que decidió volver. 

—Aston me pasó a buscar al aeropuerto —reveló. 

—Uuuh... Algo pasa aquí, ¿eeeeh? —codeé a mi tío.

Ambos negaron con la cabeza y rieron. 

—Vine porque no podía dejarle el liderazgo a su papá, chicos. Si no perderían de inmediato. —Mi tío le esbozó una sonrisa maliciosa.

Mi papá tomó el balón y se fue a la cancha sin antes decirle:

—No eres el único que sabe jugar básquet, ya verás.

Y entonces, sonó el silbato y el equipo de papá tomó la delantera. El tío Aston le arrojó la pelota al tío Jimbo, el tío Jimbo a papá y este partió hasta el aro. 

—¡Tú puedes mi amor! —gritaba mamá desde las gradas. 

—¡Sí, papá, tú puedes, no te acalambres! —exclamé. 

Miles tenía miedo de quitarle el balón porque temía que se enojara. Así que papá dio un salto y encestó.

Le lanzó un beso a mi mamá y todos la miraron. Ella puso rostro de presumida, como diciendo: lo sé, yo soy la esposa.

—¡Esho, papá! —exclamó Aiden aplaudiendo en brazos de mamá—. ¿Viste mami lo que hizo el papi? 

Mamá le dio un beso en la mejilla. 

—¡Miles, quítale la pelota a tu suegro! —Flynn rió.

Miles y papá se miraron de reojo y el pelinegro se puso más pálido de lo habitual. 

Flynn y Aiden chocaron palmas mientras que les di una mirada fatal a ambos. 

Uno de los tíos de Miles le quitó la pelota a papá y lo empujó. De inmediato alegó con que no lo podían tocar, pero le dijeron que eso no era falta. Papá era muy quisquilloso.

La cosa es que mi padre hizo un amague, le pasó la pelota a mi tío Aston y este encestó en el segundo final, dándonos el triunfo.

¡Bravo! El team Barker estaba de pie moviendo los pompones verdes y celebrando. 

El tablero nos aumentó el puntaje, pero había un problema. Era un empate. Lo que yo no sabía era que luego el desempate sería entre Miles y yo en una competencia muuuuy reñida. 

Y caliente. 






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