(6) Acción y reacción.

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MARTINA BARKER:

Vale, teníamos esperanzas de ganar la competencia anual, pero resulta que los perros debían desempatar y a Frijolito le dio pereza correr. Mientras el policial de Miles esquivaba todos los obstáculos, Frijolito levantaba la patita y bañaba las trabas con su orina. 

(El más respetuoso de la casa)  

—Ya, tranquila, Mar... —Mamá me hacía cariños en el cabello mientras estábamos sentados en el pasto con papá y Aiden—. Debes recolectar firmas y el parque se salvará... Piensa que tienes un vlog donde tienes muchos seguidores, de seguro te apoyarán. 

Si tan solo supiera que tenía comentarios que me llamaban patética, ridícula y un sin fin de cosas solo por querer hacer contenido entretenido sobre animales... 

—Mira, pásame a mí un par de documentos y se las pasaré a mis compañeros de trabajo para que las firmen —dijo papá.

—Y yo lesh digo a mish amigosh de Roblox —acotó Aiden. 

Me limpié una lágrima y solté una risita floja. Al menos había esperanza, una solución saliendo a la luz. Así que una cosa estaba clara: No me iba a rendir. Rendirme jamás estaba en mis planes. 

🥑🥑🥑

—Aquí vemos en vivo y en directo el descontento de cierto grupo de gente, en su mayoría jóvenes, que se oponen a la demolición del santuario. —El periodista le hablaba a la cámara—. Diversos grupos animalistas y ecologistas están en desacuerdo con el proyecto de Owen Sett, reconocido empresario de nuestro país. —El sujeto se acercó a nosotros y tuvo que hablar fuerte por el ruido de los cacerolazos—. ¡Señorita, cuéntenos como llevan la marcha!

—Quería decir... —Agarré el micrófono— que nos oponemos rotundamente a la demolición del santuario, porque es una reserva natural que no merece ser demolida y losempresariosnotienenconcienciaecológicay... ¡eh, eh, eh! —Nos pusimos a saltar entre todos—. ¡No nos moverán, no nos moverán! 

Flynn hizo sonar la olla que le había robado a la mamá mientras cargaba a Carlitos en los hombros. Este llevaba una gran pancarta que decía "¡NO A LA DEMOLICIÓN! ¡SIN ÁRBOLES NO HAY FUTURO!" Y el rostro de Owen Sett con una "X" encima y un diente pintado de negro. 

—¡Cómo piensan hacer que se conserve el santuario! —gritó el periodista. 

—¡Recolectaremos firmas! ¡EH, EH, EH! 

—¡Cuál es su nombre!

—¡Martina Barker! ¡Y ellos son mis amigos... Flynn, Carlitos y Fernanda! ¡Ellos tampoco quieren que el parque sea destruido! —Miré hacia la cámara—. ¡Un saludo a mis papis que no saben que estoy aquí! 

El periodista le puso el micrófono a Flynn. 

—¡Mamá, perdón por sacarte la olla, pero esto es por una buena causa! ¡EH, EH, EH! ¡NO A LA DEMOLICIÓN! ¡NO A LA DEMOLICIÓN!

Ya habíamos absorbido al pobre hombre en el círculo. 

—Y aquí ven cómo la juventud se manifiesta... Emm.. Temo por mi vida en estos momentos... 

—Que Owen Sett no los engañe... —continué—, enviar a los animales a su hábitat natural solo hará que no sobrevivan ahí, no están acostumbrados. ¡En el santuario se les da todo tipo de cuidados! ¡Injusticia, injusticia! 

Mientras saltábamos se comenzó a sentir la sirena de la policía. Todos dejamos de hacer ruido y pusimos nuestra atención en la acera. Instantes después, se bajaron del auto con violencia y se acercaron a nosotros con la intención de llevarnos detenidos. 

Oh... Oh... 

MILES SETT:

—... No digo que no me guste trabajar, solo a veces me da ganas de pegarme un tiro, pero nada más. 

—Miles, tu estabilidad mental me preocupa. 

—Vamos... No puedes preocuparte algo que no tengo... 

Mi primo Nate me alzó una ceja. Me vi obligado a contarle algunas cosas al tiempo que limpiaba la moto fuera de mi casa. 

—Me preocupa mi futuro, ¿vale? Quiero estudiar algo que no da frutos. Quiero ser fotógrafo y mi papá quiere que tenga un buen puesto en el centro comercial. No sé si quiero pasar el resto de mi vida haciendo algo que no me gusta solo porque me da más dinero. 

—¿Te doy un consejo de primo a primo? Todo siempre da frutos cuando realmente te apasiona. —Nate me dio palmaditas en la espalda—. Solo tienes que esforzarte. 

—¿Esforzarme? ¡Tú fuiste el que repitió curso este año! 

—Me sirve para repasar la materia, ¿duh? 

Chasqueé la lengua. Para mi horror, cambié el gesto cuando vi que, por la caseta de vigilancia, Martina venía corriendo echa una bala. Pasó por debajo de la pluma de acceso, miró para todos lados y se dirigió hacia nosotros cuando nos vio. 

Lo primero que hizo fue posicionarse detrás de mi espalda como un chihuahua en alerta. 

Apenas la miré por encima del hombro, unos policías pasaron de largo.

—Pero tú te volviste loca o qué. —Me di vuelta para mirarla. 

Otra tropa de policías corrió horizontalmente, así que me tomó suavemente de los hombros y se volvió a esconder.

—Martina, qué carajos...

Nate la miraba con la cabeza ladeada.

—¡Es que estaba en la marcha y llegaron los policías! Todos comenzaron a correr y... Uff...  Fue una locura y... 

Se quedó en pausa por unos instantes y miró a mi primo. Se le formó una pequeña sonrisita interesante. 

—Hola... Disculpa... ¿Nos conocemos? —preguntó en un tono provocador. 

Lo que faltaba. 

Ah, mira que andas enamoradiza.

—Te recordaría de inmediato si nos conociéramos. —Nate le estrechó la mano—. Nate Sett, un placer. 

—Martina Barker, un placer igual. 

Rodé los ojos.

Mejor ya cásense, ¿no? 

—Espera...Tú eres Martina... Miles me ha hablado mucho de ti. 

—¿Te habló de mí? Entonces ya debes tener una pésima imagen de mi persona. —Ella ladeó un poco la cabeza para mirarme con recelo. Automáticamente le sonreí forzadamente.

Nah, solo me contó que le pusiste laxantes en sus dulces de Halloween. Mi primo aquí es un poco rencoroso.

Ella me miró de reojo con culpabilidad. 

—Y que siempre discuten porque tu perro va a hacer popó al patio de Miles, pero eso.

—Bueno, ya saben lo que dicen —Martina soltó una risita nerviosa—: Infierno chico, pueblo grande.

—Creo que es... —Nate la intentó corregir—. Nada, olvídalo. Bueno, debo irme, ¿eh? Gusto en haber hablado contigo, eres encantadora. 

Mar le sonrió y le movió la mano, luego, ambos miramos hacia la puerta de su casa. Su mamá había salido y se había posicionado con las manos cruzadas, imponente. El pequeño Aiden estaba atrás de su mamá e imitó la misma pose. 

—Martina Cordelia... 

Me cubrí la boca para reír y Mar me dio una mirada fatal. 

—¿Qué pasó, mami? —La miró, un poco asustada. 

—¡Saliste en la televisión arrancando de los policías! ¿No has revisado el celular, jovencita? ¡TE LLAMÉ COMO DIEZ VECES! La muy linda anda con el celular todo el día, pero cuando la llamo ¡no contesta! 

—¡Pero es que lo tenía en silencio! 

—Tu papá está furioso. 

—Mentira, eshta roncando en el sofá —dijo Aiden. 

De nuevo tuve que mirar para otro lado apretando los labios. 

—Bueno, sí se durmió... Pero ya despertará y hablaremos seriamente. 

—Tiene razón, señora Barker —me entrometí—, Martina estuvo muy salvaje hoy. Intentó lanzar bombas lacrimógenas y se subió arriba de un caballo policial. —La miré—. Fue muy riesgoso, Mar.

—¡Que hiciste qué! 

—¡Yo no hice eso! ¡Lo que te dice este... aldeano es mentira! 

Negué con la cabeza haciendo ruiditos de ardilla con la lengua. 

—¡Yo solo luché por una buena causa! —Ella avanzó hasta su casa y gritó desde dentro—. ¡Nunca nadie me cree! 

Su madre suspiró. 

—Adiós, Miles. Gracias por contarme lo de Mar. No sabía que andaba trepando los caballos de los policías. 

—Lo sé —me llevé una mano al pecho—. Lo cuento por su bien. 

—Y te lo agradezco. Nos vemos luego. 

Me despedí de Oris y seguí limpiando la moto. Me quedé pensando unos instantes en cómo la iban a regañar y me daba un poco de risa. Su familia era muy cómica la verdad. Eran buena gente. Bueno, su papá me quería matar, pero eran buena gente. 

Suspiré y me puse a pensar en el hecho de que papá me garantizó un futuro con ese centro comercial. Alcé la vista hacia la habitación de Mar, intentando comprender cómo ella tenía la capacidad de perseguir sus sueños y yo no. Mi familia elegía mi camino, y por razones que desconozco, se me hacía difícil contradecirles. 

La cosa era que faltaba poco para entrar al último año escolar y yo estaba más perdido que un piojo en una peluca. 

MARTINA BARKER: 

Nadie me quiere, todos me odian, mejor me como un gusanito. 

Me puse mis prendas holgadas en mi walk in closet y luego me lancé a mi cama. Encendí una velita y me puse a meditar para controlar mi enojo con... todo el mundo. 

Frijolito estaba durmiendo en el sofá de mi cuarto. 

Nuevo mensaje. 

Abrí un ojo para ver quién era. 

Miles 🎸: Hola, Martina la cochinilla. 

No le contesté.

Miles 🎸: Sé que estás despierta, se ve luz prendida. 

Apagué la luz. 

Miles🎸 : 🙄

Martina 🐸: qué qieser. Quieres** 

Miles 🎸: ¿Te retaron? 😂

Martina 🐸: Tus papás no saben que te escapas de clases y te vas a dormir a las colchonetas del gimnasio, ¿verdad? 

Miles🎸 : No seas tan evidente, solo dime que quieres ir conmigo. Siempre llevo una mantita :D 

Martina 🐸: Tremendo olor a chivo que hay en el gimnasio y crees que voy a ir contigo. 

Miles🎸 : ¿Puedo ir para tu habitación? Necesito decirte algo. 

Martina 🐸: No, ya me acosté. 

.... 

.... 

Martina🐸 : ¿Qué me quieres decir?

Miles 🎸: Que hueles a chivo jajajajajajaja

Levanté el brazo un poco desconcertada para olerme la axila. Sentía que Miles se estaba riendo en su habitación.

Martina 🐸: Huelo a pétalos de rosas 💋

Miles🎸: Tengo una pregunta para ti... ¿Siempre actúas positivamente? ¿Cómo lo haces para no pensar tanto en escenarios trágicos? 

Martina🐸 : Mmm... Digamos que pienso mucho en escenarios trágicos, pero mamá siempre me dijo que la única forma de vencer lo que no te deja en paz es enfrentándolo. ¿Por qué la pregunta? 

Miles🎸: Por nada. 

Martina🐸 : Mmm... Si quieres hablar... 

Miles 🎸: No pasa nada. 

Martina🐸: De casualidad, ¿qué haces? 

Me envió una foto de él con una bolsa de palomitas casi pegada a su pómulo. Tenía el cabello desparramado y las mejillas un poco rojas.

Miles🎸 : ¿Y tú? 

Mis labios se movieron hacia los lados y examiné a mi alrededor. No sabía si enviarle una foto o no, pero me acomodé el cabello hacia atrás y me tomé una selfie

Martina🐸 : No estoy haciendo nada, solo existo. 

Miles 🎸: Me gusta cómo se te ve la sudadera. 

Vale, admito que me quedé pensando en llevarle la contraria. Me sentía extraña cada vez que hablaba con él, aunque fuera por teléfono, casi siempre estaba con las mejillas ardiendo. 

Me saqué la sudadera y me quedé con una polera con tirantes de color verde. Dejé que se me viera la clavícula y le mandé la foto. 

Martina🐸 : Pues ya no estoy con la sudadera. 

Esperé con fervor su respuesta. 

Miles🎸: Te la sacaste porque hace mucho calor, ¿no? 

Me mordí el labio inferior. 

Martina🐸: Sí. Oye, ya que no estás haciendo nada ni yo tampoco... ¿Quieres venir a ver una película? 

Antes de que escribiera, advertí. 

Martina 🐸: Pero que mis padres no se enteren porque estoy castigada. 

Miles🎸 : Abre la ventana entonces para meterme rápido. Dime que no está tu papá en tu casa. 

Martina🐸 : está roncando en el sofá, nada pasará. 

Salí de la cama y abrí la manilla de la ventana; por ahí vi que Miles trepó el elevado cerco que dividía a ambas casas y subió por la escalerita de emergencia, escalerita que formaba un caminillo hasta mi habitación. Se me erizó la piel cuando retrocedí para dejarlo entrar. 

Miles se había impulsado con ambas manos y entró sin dificultad. Llevaba una remera negra, holgada; unos pantalones a cuadro de pijama y unas zapatillas blancas. Un mechón de su cabello negro se deslizó hacia su frente.

—Hola —dijo. 

Tragué duro. 

—Hola. 

—Se te ve mejor en persona. —Apuntó hacia mi crop verde. 

Ay, mi Dios. 

—Gracias. —Asentí y me vi en la necesidad de coger aire. 

Él me contempló con mucha curiosidad.

—Oye... No sabía qué película poner y... Bueno... ¿Buscamos entre los dos? 

—Ajá. Me parece. —Miles se lanzó hacia mi cama, se sacó los zapatos y se recostó ahí. Me acosté también un poco titubeante y puse el computador sobre mis piernas. Mi crop con tirantes era bastante ajustado y me sentía extraña cuando la mitad de mi cuerpo chocaba con la mitad del suyo. 

Carraspeé. 

—Y... ¿Qué películas te gustan? —pregunté. 

Miles ladeó su cabeza hacia mí, tenía sus manos entrelazadas en su estómago y sus pies cruzados. Esa mirada curiosa estaba matándome. 

Noté que su dedo índice tamborileaba sobre el dorso de su mano. 

—Me gustan las películas de romance —respondió para mi sorpresa. 

—¿De verdad? —junté las cejas, observándolo también. 

—Me gustan las que son clásicas y predecibles —habló bajito—. Las que sabes lo que pasará y solo los protagonistas lo niegan. 

Me deleité con sus ojos, y acaricié esa posibilidad de que se sintiera igual que yo. El negro se expandió en su mirada y juré que sentía su piel arder. 

—A mí también me gustan esas películas —susurré y le miré los labios. 

—¿Ah, sí? 

—Sí, me encantan... 

Miles se acomodó mejor en la cama, se relamió los labios y deslizó una mano hacia mi mejilla para acariciarla. Yo misma me acerqué a él con delicadeza; dejando el computador debajo de la cama. Nuestras rodillas chocaban entre sí y nuestras bocas sentían la respiración del otro. 

Solo podía pensar en que lo necesitaba. 

No me besó, pero su mano descendió hasta mi brazo, dibujando una suave caricia y luego llegó hasta la cintura. Mi mano estaba en su nuca, masajeándola. 

Me encontraba inquieta, ya no resistía más. Su mano me apretaba la cintura como si él ya no pudiera con sus impulsos. Seguíamos tocándonos mientras deseábamos llegar a un nivel más profundo. 

Así que volvió a mi cuello y, con desesperación y sufrimiento, me besó en los labios. 

Un jadeo salió de ambos al sentirnos mutuamente. No era un beso tranquilo o tierno, sino efusivo, ardiente, quejoso. 

Sus dedos estaban en mi trasero, luego en mis muslos; mi cuello estaba siendo atacado por sus besos y por sus respiraciones espesas. Mi estómago era masajeado por su mano. Sentía cómo mi cuerpo ardía, como tenía punzadas en mi vientre que no podía controlar. Eran nuevas sensaciones que no sabía cómo manejarlas porque se sentían demasiado bien... 

Me impulsó para que me subiera arriba de él. 

 Creo que ahí reflexioné que quería estar así para siempre.

—Martina —gritó mamá desde abajo. Puse mi mano en el pecho de Miles y le pedí que guardara silencio. No me bajé.

No podía ni hablar sabiendo lo que había en medio de mis piernas, pero hice un esfuerzo. 

—Q-¿Qué?  

—Hija, iremos a andar en bicicleta con tu papá y Aiden... ¿Vamos? 

—Yo... ¡Yo no, vayan ustedes! 

Miles tenía los ojos cerrados y una mueca de dolor excitante. Su mano permanecía en mi muslo, inquieto. Deseaba tocarme. 

—¿Segura que no quieres ir? 

—N-no quiero... ¡Gracias! 

—¡Adiós! 

Ya estaba acostumbrada al ruido de casa, así que usé mi oído para concentrarme en los sonidos. El sonido de papá sacando las llaves del porta llaves, los pasitos de Aiden y la chaqueta de mamá en el perchero. 

Habían cerrado la puerta. 

Miles se inclinó hacia adelante para devorar mis labios, pero volví a ponerlo contra el colchón. 

—¿Qué pasa? —preguntó con la voz grave.

—Aún no... 

Estaba en lo cierto, la puerta se abrió porque a mamá se le olvidó su cartera. La buscó rápidamente y ahora sí salieron de verdad. 

—Entonces... ¿Ahora estamos solos? —Miles afirmó los codos en la cama. Estaba colorado y su cabello echo un lío. 

—Sí, creo que tenemos tiempo antes de que lleguen. 

Y lo besé. 




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