Capítulo 10: Apuestas vampíricas (Nuevo capítulo)

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Mis dedos repasaron deprisa los billetes, hice la suma en mi cabeza y celebré cuando comprobé que los números coincidían. Aleluya.

—Eres buena con los números —me halagó Andy al acercarse, mientras preparaba un capuchino, percatándose de mi festejo.

—Para lo único que soy buena —remarqué divertida, encogiéndome de hombros—. Sabes, la mayoría de la gente piensa que soy tonta porque soy rubia. Y sí, soy tonta, pero no por ser rubia. Jamás fui muy brillante en la escuela —reconocí sin orgullo—, pero las matemáticas siempre salvaron mi promedio. Si no fuera por ellas tal vez seguiría en la primaria.

—Yo creo que eres muy lista —comentó sonriéndome.

—Eso dices porque me quieres —lo acusé. Eso lo llevaba a ser poco objetivo.

—Don Julio y Celia también lo han dicho —argumentó espolvoreando la canela.

—Entonces debe ser verdad porque ellos me odian —concluí risueña.

Terminé riéndome del sonrojo que nació ante el enredo. Apuesto que quiso explicármelo, pero algo le robó mi atención. Parpadeé extrañada al divisar la llegada de un par de chicas. No pude evitar sonreír emocionada al reconocerla, no esperaba su visita, e incluso cuando era evidente me habían visto desde que cruzaron la puerta no resistí mis ganas de agitar mi mano en su dirección.

—¡Chicas! ¿Qué hacen aquí? —las saludé entre sorprendida y contenta. Lo último que pensé es que las vería aquel día en el trabajo.

—Fuimos a buscarte a casa, pero tu tía nos dijo que ahora trabajas aquí —me contestó Sofía.

Cerré los ojos, me di un sutil golpe en la frente reprochándome no avisarles que ahora mi rutina había sufrido un cambio.

Sofía y Alejandra eran parte del club Regias de Chayanne de la ciudad que entre las tres dirigíamos. Yo formaba parte de él desde que era una niña, pero en el último par de años ascendí en la pirámide convirtiéndome en su mano derecha. Aunque últimamente tenía poco tiempo para proponer ideas seguía al pendiente de todas las noticias que surgieran y asistía a las reuniones sin falta. Era un miembro ejemplar.

—¿No nos vas a presentar a tu lindo amigo? —curioseó Alejandra dándole un vistazo a Andy. Sonreí al ver que fingió estar ocupado en su bebida.

—Su nombre es Andy, y no solo es lindo, sino también el chico más adorable del mundo —remarqué abrazándolo del brazo y apoyándome en él. Andy me dedicó una tímida, pero dulce sonrisa que testificó mis palabras—. Ellas son Sofía y...

—Alejandra —me ganó la partida, dando a conocer no necesitaba presentación, ofreciéndole su mano y regalándole una sonrisa digna de comercial de dentista—. Es un placer conocerte —añadió cuando él se atrevió a estrechar sus dedos en los de ella.

Confieso que tuve que contener mi imaginación para no comenzar a soñar con lo bello que serían sus hijos. Es decir, Alejandra no solo era bonita por fuera, con ese cabello negro cayendo hasta su espalda, algo regordeta, que le daba un brillo precioso a sus mejillas, ojos y sonrisas, sino que además era encantadora y tenía seguridad lo cual resaltaba sus virtudes.

—Bueno, retomando el tema...

Sin embargo, Sofía que no era amante del romance mató mi novela y retomó el tema que consideró más importante que jugar a cupido: la reunión de la próxima semana.

La escuché atenta, grabándome la fecha y prometiendo acompañarla, sin importar tuviera que irme directo de la cafetería. Desde la muerte de mamá no había faltada a una sola sección, y no lo haría, sobre todo después de lo que significó para mí el apoyo del grupo para mi recuperación. Ellas fueron mi sostén durante mis peores días.

Disfruté mucho la corta conversación que tuvimos, y su compañía avivó mis ganas de volver a verlas en unos días. Quise prolongar la charla, pero a sabiendas que Don Julio me echaría si descubría perdía el tiempo, y me la daba de clienta en vez de atenderlos, ellas aprovecharon la visita para pedir un par de cafés que tomarían en mi honor.

Apenas se alejaron a las mesas tuve el impulso de buscar la mirada de Andy, y liberar todo lo que corría por mi mente, pero él que pareció leerme la mente, fue más rápido, me robó las palabras de la boca.

—No me gusta —aclaró deprisa, antes pudiera pronunciar una sola palabra.

Dejé escapar el aire acumulado en mis mejillas. Reí aceptando que era bastante predecible.

—Pero tú a ella sí —rematé.

Él no pudo negarlo porque no era un secreto. Alejandra no se andaba con rodeos, su lenguaje corporal y su sinceridad que no le daba permiso de morderse la lengua la delataba. Las sonrisas indiscretas que le dedicó a Andy durante toda la conversación hablaron por sí sola. Ella no tenía problema en decirlo en voz alta.

—¿Por qué te gus-gusta tanto armar pa-parejas? —cambió de tema, a sabiendas esta vez tenía razón. No sonaba a reclamo, había un guiño de diversión en su sonrisa, abandoné la caja para ayudarle a preparar el pedido.

—Tal vez porque no tengo una —admití encogiéndome de hombros—. Supongo que el tiempo que podría usar en mi vida amorosa, o en algo mucho más productivo, lo uso creando cuentos. ¿Cuántas veces te has enamorado? —curioseé de pronto.

De la sorpresa casi se le escapó la taza de cerámica. Apreté los labios para no reírme de su reacción antes de tomarla para acomodarla sobre la barra. Celia no tardaría en llegar por ellas y si faltaba una me cortaría la cabeza.

—Tranquilo, cualquiera pensaría que te pregunté si eres un vampiro —bromeé para aligerar el ambiente. Funcionó, Andy dibujó una discreta sonrisa—. A menos que... —añadí, llevándome la mano al pecho, sorprendida, ganándome un pequeño chubasco cuando me arrojó juguetón un poco de agua, haciéndome soltar una carcajada—. Era un chiste —aclaré—, solo quería sacarte la verdad...

Andy guardó silencio un instante, pensándolo.

—Ninguna —concluyó sin mirarme a la cara. Sí, tal vez era un tema complicado.

—Pues todo comienza con un hola, cómo estás... —argumenté contenta, ladeando el rostro, desconociendo tanto del tema como él, era solo que estaba segura que Andy tendría un historial amoroso completamente distinto si tuviera un poco más de seguridad en sí mismo.

Él pintó una mueca sin lucir convencido.

—Ya-ya sabes que soy terrible para hablar —me recordó incómodo.

Fruncí los labios, meditando. Andy solo necesitaba una oportunidad, cuando ganaba confianza su fluidez mejoraba muchísimo, conmigo apenas tenía pequeños tropiezos y cualquiera de estos quedaba en segundo plano apenas escuchabas su voz.

Pensé, pensé, pensé...

—Tengo una idea —solté pegando un salto, emocionada. Andy vio venir el caos—, hagamos una apuesta —lancé sin contenerme.

—¿Una apuesta?

—Ajá. Si logras hablar con Alejandra uno, o dos minutos —planteé señalándola con la cabeza desde nuestro sitio seguro—, tú ganarás.

—¿Qué ganaré?

—Haré lo que tú quieras —expuse simple.

Andy alzó una ceja.

—¿Lo que quiera? —repitió.

En cualquier otro caso me lo hubiera repensando, pero con él era diferente. Tal vez pecaba de crédula, pero tenía la corazonada de que él no era de los tipos que se aprovechaban de ti. Desde que lo conocí lo único que había hecho era cuidarme. Me sentía segura en su compañía.

—Sí —respondí.

—¿Qué si pierdo? —tanteó el terreno.

Ni siquiera lo pensé, lo tenía bien claro.

—Me acompañarás a la reunión del club la próxima semana —solté contenta.

Andy contrajo el rostro ante mi rara condición, pero no pareció encontrarla tan descabellada, hasta se dio permiso de pensarlo. Mordí mi labio para ocultar una sonrisa siendo testigo de su debate.

—Con una condición —añadió, intrigándome. Asentí, escuchándolo—. Si gano tú me acompañarás a un lugar especial —expuso.

—¿Un lugar especial? —dije, arrugando la nariz, extrañada por su misterio.

Él rio por mi gesto antes de sacudir la cabeza en una afirmación.

—Sí, pero no puedo decirte de qué se trata aún. Es una sorpresa —aclaró para que no lo llenara de preguntas.

Llevé mis dedos a mi barbilla, fingiendo pensarlo con la única intención de hacerme la interesante, tenía la respuesta clara desde el principio.

—Trato hecho —concluí entusiasmada, ofreciéndole mi mano para sellar el pacto. Complacido Andy entrelazó sus cálidos dedos a los míos. Aprovechando la unión lo halé juguetona antes de darle un pequeño empujón que lo hizo reír—. Vamos allá, galán —le animé.

Andy negó ante el mote. Respiró hondo, mentalizándose para entrar a la arena. Yo me quedé echándole porras desde la barra viéndolo luchar por inventar un motivo para aparecer de la nada. Desde donde estaba no lograba ver su rostro, pero la rigidez de sus hombros y la poca naturalidad de sus pasos me dio una pista de lo que atravesaba su cabeza.

Un poco más. Un poco más, pensé mientras acortaba la distancia. Entonces de la nada frenó.

Ladeé el rostro cuando se detuvo. Comenzó un baile de dudas. Un paso adelante, otro atrás. Sus manos se movieron de un lado a otro sin encontrar calma, cada vez más lejos de la mesa donde mis amigas conversaban ajenas a su batalla.

Tuve el impulso de llamarlo, liberarlo de la tortura, pero no fue necesario, antes de abrir la boca él mismo se arrepintió y se dio la vuelta regresando con prisa al área segura.

Cuando se apoyó en la barra, frente a mí, soltó una bocanada de aire, rindiéndose. Avergonzado dudó en mirarme, le sonreí para que lo olvidara. Al menos lo intentó, eso era un buen avance.

—No te preocupes, Andy...

—Tú ganas —reconoció como un buen perdedor, evadiendo el consuelo para no sentirse más expuesto—. Iré a la reunión —declaró en una promesa. Asentí sin tener duda lo haría.

—Yo también podría ir a ese lugar especial —solté de pronto, cruzándome de brazos sobre la barra. Contuve una gran sonrisa ante su extraño parpadeó—. Tú lo intentaste y yo en verdad intenté superar la curiosidad, pero me rendí — reconocí. Andy era siempre trasparente, admito que me intrigaba conocer cuál era ese secreto que guardaba—. ¿Qué te parece si convertimos esta apuesta en un trueque? Es mucho más justo —le expliqué ganando una de sus auténticas sonrisas, de esas que siempre me susurraban estaba haciendo lo correcto.

—Hecho, Dulce.

Comencé a hacerme ideas en mente, pensar en todos los sitios que tendrían un significado especial para él, tratando de entender por qué, pero incluso con mi increíble ingenio no me acerqué ni un poco a la realidad. En ese momento no entendí sus razones para ocultarme ese dato, ahora puedo verlo: él sabía que esa visita cambiaría mi vida. Claro que lo haría.

¿Cuál será ese lugar especial? ❤️🙀

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