Capítulo 12: Toda cita empieza con un tropiezo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—¿Estás segura que es una buena idea?

Tal como prometió Andy me acompañó a la reunión del club después de nuestras clases de domingo. Era temprano, por lo que el sol nos golpeaba directo a la cara mientras cruzábamos la calle que daba al salón que el padre de Sofía nos prestaba. Solían usarlo para pequeños festejos, así que la reunión se planeaba de acuerdo con los días libre en su agenda.

No respondí enseguida, aproveché para detenerme junto a una banca y hurgar al fondo de mi mochila. Ahí tenía la respuesta.

—Sí —contesté al fin, contenta sonreí al dar con lo que buscaba—. Hasta te traje algo —anuncié emocionada. Andy alzó una ceja, no extendí mucho la intriga extendí mis brazos para mostrarle una camiseta con la leyenda Las Regias de Chayanne. Torcí los labios al notar la diferencia de tamaño—. Aunque me temo que te va a quedar pequeña —concluí, no fue ninguna sorpresa, Andy y yo no compartimos tallas—. Ya lo sospechaba, por eso te traje otra cosa —resolví alegre.

Andy me agradeció con una sonrisa cuando le entregué un paliacate impreso, incluso se agachó para permitirle anudárselo en el cuello. Ya podía formar parte de nuestra familia, acepté cuando contemplé lo bien que le quedaba.

—¿Algún consejo? —me pidió.

Sus brillantes ojos estudiaron las puertas cerradas. Fingí pensarlo, escondiendo una sonrisa ante su nerviosismo. 

—Solo respira.

No había una mejor recomendación para enfrentarse a los que nos esperaba del otro lado.

Empujé la puerta derribando la barrera de seguridad. Repasando las hojas pegadas en la pared, los atuendos similares, el murmullo y la música que escapaba de una grabadora cerca de la salida me encontré con mi refugio. No entendí cómo el caos pudo darme tanta paz. Efusiva agité mi mano reconociendo a todas a mi alrededor, viéndome de un momento a otro rodeada. Distinguí un interés particular en sus miradas. No tardé en deducir el porqué.

—No sabía que traerías compañía —mencionó Sofía, confundida y algo recelosa, sin entender el cambio de planes. Reí encogiéndome de hombros, todas las miradas recayeron sin el menor disimulo en mi acompañante que se mostró levemente intimidado por la indiscreta atención.

—Andy y yo hicimos una apuesta —conté mirándolo de reojo. Él no lo negó—. Y cumplió su palabra —le reconocí con un toque de orgullo. Lo cual no me sorprendía.

Andy sonrió tímido ante la ola de preguntas con las que fue atacado. Mientras era bombardeado con una clase intensiva sobre el amor de mi vida, me disculpé un segundo para llenar mi registro y traerle una etiqueta que pegaría en su camiseta. Había esperado con mucha ilusión esa tarde, presentarle a todos, mostrarle una parte del mundo que amaba porque sentía que Andy era el tipo de persona que se interesaba genuinamente por lo que le compartiera.

Estaba distraída escogiendo una calcomanía cuando noté alguien me siguió los pasos. Me sorprendió un poco fuera Alejandra, según las miradas que le dedicó a mi compañero creí disfrutaría más su compañía. Abrí la boca para saludarla, pero ella me ganó la partida.

—Me hubieras dicho que tendríamos invitados para arreglarme un poco más —reclamó, pero sin enfado, fingiendo era un comentario al aire. Le agradecí con una sonrisa cuando me cedió la hoja antes de inclinarme sobre la mesa para rellenar los datos.

—Te ves maravillosa así —le recordé riéndome de su preocupación. No mentía, era muy bonita al natural, no necesitaba hacer nada para impresionar, cualquier cosa solo sería un extra.

No lució muy convencida, torció sus labios gruesos, pero no protestó. Siguió ordenando los formularios, intentando convencerse de que ellos tenían su atención, sin embargo, su actuación duró poco, bastó un minuto para soltar lo que realmente torturaba su cabeza.

—¿Dulce, ustedes tienen algo? —soltó de golpe, como si no pudiera retenerlo para sí misma.

Su pregunta me tomó por sorpresa. Alcé el rostro confundida. No hubo necesidad de que le explicara no entendía dé qué me hablaba.

—Me refiero a ti y Andy, ¿están saliendo? ¿Él te gusta? —insistió siendo más específica.

Fruncí las cejas, era la segunda persona que lo preguntaba y la respuesta no había cambiado desde esa noche.

—No, solo somos amigos —le expliqué aletargada.

—¿Entonces no te molestaría que lo intentara con él? —sonó casi como si estuviera pidiéndome permiso. 

Confieso que me tomó un poco por sorpresa, aunque había sido yo la primera en proponerlo. 

Titubeé, no me pregunten por qué lo hice, pero tras reaccionar negué despacio tranquilizándola. Y aunque era verdad me supo a mentira. Es decir, sabía que Alejandra era una gran chica, la quería y deseaba que fuera feliz, estaba segura que Andy tenía todo para lograrlo, pero en el fondo me atacó un atisbo de celos porque significaba que todo ese tiempo que pasaba conmigo se esfumaría. Ahora su prioridad sería él y su novia. Me dolía un poco imaginar que nuestra relación se volviera tan fría y rutinaria como la que tenía con mi prima desde que se ennovió.

Era consciente que estaba siendo egoísta e irracional, que Andy tenía derecho de hacer su vida, pero no pude evitar sentirme desplazada cuando tras esa respuesta Alejandra ocupó el lugar entre los dos y eclipsó su atención durante toda la reunión. Toda.

Una parte de mí me repetía debía concentrarme en la conversación, en la música, en las risas, otra mucho más fuerte no logró quitarles los ojos de encima. No entendía cómo de un segundo a otro todo se había ido al caño. Nos habíamos reunido para escuchar el disco que había salido a la venta hace unos días, y pese a estar impaciente por oír las nuevas canciones y comentarlas, apenas fui capaz de reparar en las melodías, al igual que ellos.

—¿Qué te parece esa, Dulce? —me preguntó Sofía, que atrapándome con la cabeza en las nubes me hizo pegar un respingo.

Carraspeé incómoda al tener los ojos de todos sobre mí, intenté recomponerme rápido.

—Uhm... Increíble. Creo que será sencillo —comenté animada, robándole una carcajada.

Miré de un lado a otro, sin entender qué resultaba tan gracioso.

—Dulce, las diez canciones no pueden ser sencillos —se burló de mi despiste.

Abrí la boca, volví a cerrarla, quise decirle que sí creí esa lo sería, pero lo olvidé cuando caí en cuenta la reunión había llegado a su fin. Lo supe porque vi a Andy ponerse de pie, lo que indicó había llegado la hora de volver a casa.

Me apresuré a colgarme la mochila a mi espalda, despedirme de las chicas y acercarme a los dos para integrarme a su conversación, si eso era posible. Ni siquiera fue necesario una entrada triunfal, apenas Alejandra me distinguió en su campo visual se dirigió a mí con una sonrisa que no le cabía en el rostro. Pareció un buen inicio...

Me engañé.

—¿Puedes creer que Andy nos ha probado las nieves de Don Luis? —me preguntó de pronto. Parpadeé confundida—. Pero lo he convencido de que me acompañe por una para que acepte son las mejores de la ciudad —anunció emocionada.

¿Qué? Miré a Andy que me sonrió cohibido sin decir nada.

—Eso es genial —comenté sonriendo. Un corto silencio. La invitación para mí no llegó. Capté la indirecta. Estaba siendo el mal tercio. Incomoda me columpié de adelante a atrás con las manos en los bolsillos—. Espero se diviertan —deseé.

Nadie me detuvo. Alejandra pasó rápido de mí para terminar de planear su increíble tarde.

Confieso que por más infantil que sonara me molesté, no sabía la razón, tal vez fue que pensé regresaríamos juntos, que no logré presentarle a nadie, ni enseñarle lo que hacíamos, que ninguno de planes que había hecho con mucha ilusión se cumplió o quizás solo me odiaba por haberme perdido el evento por algo tan tonto. Pero ni siquiera teniéndolo claro, aprendí porque caminé a la salida, sin darles la espalda, con mis ojos fijos en ellos, preguntándome si eso se volvería costumbre. En el fondo esperé que no.

Cuando me decidí volver la vista al frente fue demasiado tarde. Mis piernas se enredaron con el cable de la grabadora. Fue tan rápido que no logré ni meter las manos. Se armó tremendo escándalo al caer conmigo al suelo, gritándole a todo mundo mi tropiezo. No sé qué me dolió más, si el pie o la dignidad. Eso no era precisamente ser discreta, maldije.

Ahogué un lamento, pero fue inútil. cuando me senté en el suelo no solo comprobé había logrado ser una excelente almohada para el aparato que no sufrió ningún daño, sino que tanto Andy, como Alejandra y otras chicas observaban el espectáculo en primera fila. Quise hundir la cabeza en el suelo.

—Que tonta —me regañé nerviosa. Tuve la impresión que Andy estuvo por ponerse a mi altura, pero no se lo permití, abochornada me levanté de un salto o eso intenté. Sonreí forzando la mandíbula para disfrazar el dolor—. No ha sido nada —le resté importancia.

—¿Qué pasó? —me preguntó Alejandra preocupada. No tuve cara de decirle la verdad.

—Bueno... Ya sabes, esa canción me dejó mal. Wuju —inventé risueña—. Será mejor que tome un pequeño descanso de estrella profesional en mi camita. Suerte, chicos —me despedí, girando a la salida. Ese simple movimiento bastó para darme cuenta que algo andaba mal.

Di un par de pasos, pero el tercero dolió más que mi capacidad interpretativa. Me apoyé en el marco de la puerta, aprovechando estaba dándoles la espalda me di permiso de respirar hondo. Esto me pasa por bruta. Un dolor punzante me atravesó el pie al apoyarlo. Karma, eso me saqué por chismosa. No está tan lejos, me animé retomando el camino sin prisas.

Aunque de pronto, alzando la mirada y contemplando el paisaje, sentí que debía atravesar el país a gatas.

—¿Estás bien?

Escuché una voz a mi espalda. Reconocí enseguida de quién se trataba. Cerré los ojos y me maldije, logré lo último que quería. De todos modos, armé una perfecta sonrisa que alegó a favor.

—Como nueva —mentí tranquilizándolos—. Hey, si no se van ahora se les hará tarde —les recordé animada, deseando se marcharan pronto para ponerme a llorar a gusto. Porque sus miradas curiosas sobre mí solo aumentaban mi agonía.

—¿Quieres que te acompañe a casa? —propuso Andy—. O podemos pedir un taxi...

—¡Nooo! Digo, no —me corregí. Reí avergonzada de mi propio sobresalto. No tenía dinero para un taxi, además estaba en modo tacaño extrema, ahorrando en cada cosa que podía, y me parecía un despilfarro gastar en un vehículo de alquiler estando tan cerca de casa—. Estoy muy buen, es solo el tobillo, pero ya se me está pasando —mentí.

—Si quieres apóyate en mí —me ofreció su ayuda. Y aunque lo consideré un tierno gesto, bastante digno de él, tuve que rechazarlo.

—No, estoy bien, Andy —sentencié sin pizca de duda, mirándolo a los ojos para que entendiera hablaba en serio. Y aunque no había molesta en mis palabras, si destilaba una firmeza que pocas veces usaba y que a él le sorprendió. Vi la duda en sus ojos, quise decirle que no era su culpa, que solo estaba actuando como una desequilibrada porque no era capaz de darle voz a mis sentimientos, pero entonces alguien más me regresó a la realidad.

—Deberías llevarla a casa —mencionó mirando de uno a otro. Había decepción en su mirada—, nosotros quedamos otro día —concluyó Alejandra marchándose. Pasó de mí sin dedicarme un solo vistazo.

Y por su indiferencia supuse debía estar odiándome. Me había convertido en la antagonista de su historia, actuando como esas villanas que nunca dejan ser felices a otros por su egoísmo. Tal vez pensó que todo era un teatro montado, porque sí, tenía un poco de celos, pero no me caí por eso, me caía por estúpida.

—¡No! —grité, asustándolo por mi desesperación. Contemplé la figura de Alejandra alejándose—. Andy ve tras ella —le pedí.

Aún estaba a tiempo de solucionarlo, pero él ni siquiera hizo el intento.

—¿Te duele mucho? —insistió preocupado.

Eso qué importaba.

—No me duele nada, mira —inventé, mostrándole mi avance, pero una punzada de dolor me desmintió al agitarlo—. Solo ve por ella —repetí atormentada.

—Te llevaré a casa —me dijo.

—No.

—Apóyate en mí —me pidió.

—No —repetí. Porque aunque todo era mi culpa quería regresar el tiempo y no arruinarlo. Dios, pedí por años ser millonaria y nunca se me cumplió, bastó quejarme un segundo del romance de Andy y terminé echándolo a perder—. Aún puedes...

—Hey, no te angusties por eso ya. Te llevaré a casa y verás que con una compensa mañana estarás bien —me consoló, creyendo que mi caos se debía a mi pie y no a lo que se estancaba en mi mente.

No acepté, pero tampoco me negué. Hice lo que me pidió, me apoyé en su brazo y con la mente enredada me dejé guiar. Sin embargo, fallé al verme superada apenas crucé la calle. Suficiente. Resoplé aferrándome a una banca, reconociendo estaba retando a mis fuerzas.

—Olvídalo, pediré un taxi —acepté de mala gana, dejándome caer. Por más que lo intentara dudaba pudiera llegar completa a casa. Andy asintió estando de acuerdo. Mi corazón latía con fuerza, por el enfado y la impotencia.

Andy se colocó de cuchillas frente a mí. Tuve la impresión que quiso revisar el daño, pero no se atrevió. Se me escapó una débil sonrisa porque nunca hacía algo que me incomodara o cruzaba tu línea. Él era muy bueno, y yo...

—Perdóname —murmuré sin contenerme, viéndome golpeada por la culpa.

—No me pidas perdón por esto, Dulce —me tranquilizó. Negué, no lo estaba entendiendo.

—Por arruinar tu cita —añadí siendo más concreta.

—Solo iríamos a tomar helado —me explicó relajado.

—Andy, eso es una cita.

Andy contrajo el rostro, como si fuera la primera vez que la idea se le cruzara por la cabeza. No fue mi intención, pero no pude evitar esconder una débil sonrisa ante la forma en que sus cejas se fruncieron al analizarlo.

—Entonces está bien —concluyó, encogiéndose de hombros—. No quiero salir con nadie, ni enamorarme por ahora —mencionó simple. Tenía derecho a pensar de aquel modo, pero para una romántica como yo, me parecía una locura. Un tipo como Andy, tan lleno de luz y amor, estaba destinado a una historia épica.

—Andy, esas cosas no se controlan, solo pasan —le hice ver. Apretó los labios, no pareció estar del todo de acuerdo—. Conoces una persona, descubres en ella cierta magia que te hace imposible sacarla de tu cabeza y ahí lo sabes —resumí—: te has enamorado.

—Te creo —dictó dándome una sonrisa comprensiva. Debía pensar no era más que una niña.

—Alejandra es la clase de chica que se roba tu corazón —admití siendo objetiva, por eso no me sorprendería se hiciera con el suyo—. Creo que estaría en mi top de personas que he conocido y no es por presumir, he coincidido con gente increíble. Lo que la hace especial es que su amor es incondicional —la describí con melancolía—. Sin importar lo que suceda, ella siempre estará ahí, nunca te sentirás solo...

Andy me dedicó un vistazo curioso.

—¿La conoces desde hace mucho? —me preguntó.

—Sí. Bueno, la conozco desde que tenía trece cuando entré al club que su mamá lideraba —le conté. Ella era un poco mayor que yo, apenas unos años—, sin embargo, no fue hasta que murió la mía que en realidad la conocí. En ese entonces estaba completamente destrozada, me sentía tan sola, tan abandonada por la vida que me refugié aquí. La gente solía decir que era porque estaba intentado bloquear el dolor, escapar de él y aferrarme de alguna manera al recuerdo de mamá en algo que amaba tanto —repetí con cierta tristeza—. Tal vez tenían cierta razón, pero también estaba aquí porque adoraba las reuniones, a su gente, lo fácil que era mostrarme libre. Resulta sencillo amar los lugares donde puedes ser tú, sobre todo si no perteneces a ningún otro lado.

Y en ese momento yo había perdido todo, no tenía espacio ni en mi propia historia.

—Te entiendo, eso me pasa contigo —mencionó sonriéndome, tomándome por sorpresa—. Me cuesta mucho hablar, encajar, sentirme bien frente a los ojos de los extraños. No sé, mi cerebro simplemente entra en un bloqueo, pero no sé si lo has notado, contigo casi no tartamudeo —remarcó orgulloso. Claro que lo hacía—, y puedo hacer cosas que nunca antes pensé haría porque sé que no te burlarás, ni me verás diferente.

—Oh, sí, que te he veo diferente —lo contradije. Mordí mi labio al notar la forma en que frunció las cejas, confundido—. No eres como el resto, Andy, eres el chico más adorable, el galán menos soberbio y más incondicional que conozco —reconocí divertida—. Mi mejor amigo, el chico que más quiero en el mundo —le agradecí con una sincera sonrisa—. Sí que te veo diferente porque cualquiera que te conociera lo haría.

Los ojos de Andy adquirieron un brillo especial, pero no despertó alarmas, ni dudas, sino una calma desconocida que se sentía como un abrazo. Sin embargo, mi paz se vio atacada cuando caí en cuenta era yo la que estaba ahí con él. Una oleada de culpa me hizo apartar la mirada.

—Alejandra y Sofía me ayudaron mucho cuando mi mamá murió —hablé para mí, sintiéndome una traidora—. No se convirtieron en esa clase de consuelos que desaparecen en dos días, sino que me dieron una motivación para levantarme. Organizaban reuniones con más frecuencia, me invitaron a formar parte del comité principal para que ocupara mi tiempo en crear nuevas ideas, me visitaban todas las semanas para escuchar mis tonterías... —Callé, odiándome. Y yo no era capaz de alegrarme genuinamente por algo que a ella le hacía tanta ilusión. ¿Qué clase de amiga era?—. Alejandra es una gran chica, Andy —le aseguré.

Por eso me dolía haberlo arruinado.

En los labios de Andy se deslizó una comprensiva sonrisa.

—Lo sé, Dulce, pero no basta que una persona sea buena para enamorarse de otra —me explicó paciente. Él tenía razón, aunque yo me resistiera a creerlo—. Para amar a una persona se necesita más, tiene que haber algo más —defendió riéndose de mi mohín. Y ese algo solo le correspondía a las personas implicadas, aunque a una celestina le costara aceptar esa verdad—. También depende del momento, de las circunstancias. No lo sé, tal vez las estrellas aún no se alinean para mí, ni para ti.

—Con la suerte que me cargo posiblemente nunca lo hagan —me quejé en voz alta, resoplando.

Andy sonrió ante mi infantil protesta.

—Siempre sucede, Dulce. A veces nos toma por sorpresa, ocurre en el momento menos esperado, pero siempre lo hacen —repitió esperanzado.

Dudé, pero debí creerle, porque tenía razón.

Hola ❤️ Tenemos un nuevo capítulo :') Preguntas de la semana, ¿les gustó el capítulo? ¿Alguna vez han pertenecido a un grupo o club? Si es así, ¿de qué? ¿O de qué les gustaría formar parte? Les quiero. Gracias por sus comentarios ❤️. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro