Capítulo 17: La persona correcta en el momento equivocado

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Tranquila, Dulce.

Imposible, por más que lo intentara era incapaz de mantener mi revolucionario corazón quieto. Sentía que estaba atrapada en un volcán que estaba a punto de colisionar. Era la lava, el fuego, el caos. Resoplé, echando el dinero en la caja registradora después de que un cliente se retiró. Posiblemente debió pensar lo atendió un ogro, no estaba lejos de convertirme en uno.

—No puedo estar tranquila a sabiendas ese criminal estará en mi casa esta misma noche fingiendo ser el chico perfecto —expuse de mal humor, imitando su descarada sonrisa—. Tal vez hasta compró esas flores que impresionaron a mi prima con el dinero que nos robó —planteé una posibilidad—. Es un cínico de lo peor— me quejé golpeando el mostrador.

Auch.

—¿Estás bien? —se acercó preocupado Andy al verme luchar por disimular el dolor.

Asentí agitando mi mano.

—¿Y sabes qué es lo peor? Que Jade piensa que me inventé un cuento para perjudicarlo. ¡A él! —me reí de lo estúpido que sonaba, como si perdiera mi tiempo en un tipo como Silverio. ¿Qué ganaría?—. Lo que más me duele es que conoce a ese chico desde hace unos meses, meses, hemos estado juntas por años, se supone que éramos mejores amigas y ahora su palabra vale más que la mía —me escandalicé, incrédula.

Hermana, así me llamaba antes de que ese tonto apareciera.

—No lo tomes personal, Dulce —intentó calmarme. No funcionó, es que fue un ataque directo—. A veces cuando las personas se enamoran les cuesta ver lo que sucede a su alrededor —intentó justificarla compasivo. Sabía que tenía razón, pero me negué a aceptarlo. No, yo jamás hubiera puesto su palabra en duda, menos por la de un recién aparecido.

—Y lo peor de todo es que me robaron mi dinero —me lamenté atormentada, cayendo en cuenta de mi tragedia. Con tanto drama no le había guardado luto a mi otra pérdida. Estaba más salada que el mar—. Tendré que empezar de cero otra vez —me quejé exhausta.

Cada vez era más difícil, lo que empezó como un sueño de principiantes se me había escapado de las manos. Si antes temía no alcanzar un boleto ahora, con un par de meses de desventaja, estaba más lejos de volverse una realidad.

Agobiada me apoyé en la barra, llevé una mano a mi cabeza. En aquel momento todo estaba mal, no sabía a qué aferrarme para mantenerme optimista. Ahora ni siquiera Chayanne me servía de consuelo porque cada que su imagen llegaba me era imposible borrar lo estúpida que fui creyendo en Silverio. Era la chica más ingenua del mundo.

Andy me contempló de reojo, abrió su boca, la volvió a cerrar, como si no lograra encontrar un consuelo. Y por un momento pensé que se había rendido, cuando se apartó un poco dejándome sola, pero me sorprendió al dejar en silencio frente a mí un cupcake de vainilla. Sin palabras, solo acciones de por medio. Estudié el postre antes de alzar la mirada, encontrándome con sus ojos cálidos y una trasparente sonrisa.

Fue reconfortante, como un rayo de sol en plena tempestad.

—Voy a pagarlo —bromeó ante mi expresión confusa—. Es de parte de la casa —añadió en un intento por hacerme sentir mejor. Él sabía que a veces los hechos tienen mayor impacto que las palabras. Le agradecí ese detalle con una débil sonrisa que tembló en mis labios—. Oye, no estés triste —me animó cruzando los brazos sobre el mostrador, a mi costado, rozando su codo con el mío—, no me gusta verte así. Ya verás que todo irá bien, vamos a encontrar una solución.

—Una solución —repetí soltando una risa amarga. Reír para no llorar—. Ni siquiera sé si existe algo así —confesé de mal humor. Las traiciones estaban hechas.

Pese a mi pesimismo Andy no me juzgó, me regaló una comprensiva mirada que me hizo sentir menos sola. Pareció dudar un segundo antes de atravesarse a hablar.

—No conozco nada que sea imposible para ti —me animó dándome un suave empujón de brazo a brazo para robarme una sonrisa. Lo consiguió—. ¿Sabes qué te hará bien? —preguntó de pronto.

Me hubiera gustado conocer la respuesta, pero me quedé con la duda porque la llegada de alguien al local, dejó la respuesta de Andy en el aire.

Mis ojos viajaron a la entrada donde reconocí una familiar sonrisa que me hizo cosquillas en la boca del estómago. Sus ojos se fijaron en mí con una atención que gritaba había ido a verme, lo confirmé cuando fue directo a la barra.

—Hola, Andy —lo saludo Nael amable, levantando su brazo, con una naturalidad que a cualquier otro le hubiera hecho pensar eran amigos desde hace años. No era algo nuevo, Nael tenía una forma cálida de dirigirse a las personas que las hacía sentir apreciadas. Mi amigo le dio un tímido asentamiento—. ¿Cómo van las cosas, Dulce? —mencionó, concentrándose en mí.

—Terrible —hablé para mí. No había cambiado mucho desde la noche anterior, solo más ojeras—. Jade me ha aplicado la ley del hielo, así que no hemos hablado —le conté en confianza, después de todo, había presenciado todo el drama. No tenía sentido ocultarlo.

—Escucha, no quiero meterme, pero deberías considerar contárselo a tu tía, por seguridad de todos —expuso una coherente propuesta. Y aunque al inicio fue mi plan, me vi obligada a negar con la cabeza.

—No puedo, no hasta tener cómo probar lo que digo —lamenté—, porque quiera o no, es la palabra de Jade contra la mía. Ella defenderá a Silverio —adelanté. Y tenía miedo de hacer las cosas más grandes, si mi tía también se ponía de su parte, natural siendo Jade su hija, me quedaría completamente sola, repudiada por la gente que amaba—. Necesito conseguir pruebas para abrirle los ojos —me exigí. Pero no sabía cómo, era como estar en una habitación sin puertas o ventanas.

Nael me estudió sin prisas, una débil sonrisa se deslizó en sus labios antes de tomar mi mano sobre el mostrador. Alcé la mirada, chocando con su mirada compasiva.

—Dulce, entiendo que estés preocupada —concedió—, quizás lo que voy a decirte no te gustará, ni es lo que esperas, pero a veces... Las personas nos negamos a escuchar y no importa cuánto nos lo adviertan, solo lo aprendemos hasta que nos toca vivirlo —me recordó la realidad.

Apreté los labios, meditándolo. Tal vez tenía razón, sería imposible convencer a Jade, quizás me había convertido en su enemiga y eso no cambiaría hasta que la verdad la despertara, pero aún así no podía rendirme.

—No me lavaré las manos —concluí respirando hondo—. Cuando mamá murió solo mi tía y Jade me dieron una mano. Y con esto no quiero decir que me dieron el pésame y se olvidaron de mí —remarqué para que me entendiera—. No, me dieron la bienvenida a su casa, Jade me ayudó a ordenar mis cosas, me hizo sentir como si ese fuera mi hogar, me escuchó llorar durante noches enteras y me consoló sin descanso. Yo no sabía que necesitaba ayuda, pero ella no se rindió, estuvo conmigo. Ahora es ella la que necesita ayuda, aunque no lo sepa, yo no voy a dejarla cuando más me necesita —declaré.

Las palabras de una noche de enfado no podían borrar sus acciones de años. No sabía qué sería de mi vida si ella no me hubiera sostenido en plena tormenta. Yo tampoco la abandonaría a su suerte.

Nael me escuchó atento, en silencio, hasta que poco a poco fue dibujando una sonrisa peculiar. Le había visto muchas, pero esa sin duda fue diferente, parecía tener un significado escondido. Me hubiera gustado interpretarlo, pero siendo tan expresiva pocas veces lograba dar con lo que no se exponía con palabras.

—Me gustaría mostrarte un lugar especial—lanzó, intrigándome.

—¿Un lugar especial? —repetí confundida.

—Ajá, pero no puedo decirte dónde porque es una sorpresa —me explicó—. Si no me equivoco, hoy sales más temprano, ¿te gustaría acompañarme?

La invitación me tomó por sorpresa y sumado al misterio, admito que no me mostré del todo convencida. Yo sabía que era un buen chico, pero el idiota de Silverio había logrado menguar mi seguridad. Nael no se ofendió por mi recelo, dibujó una sonrisa antes de buscar algo en sus bolsillos. Extrañada seguí sus movimientos hasta que liberó de su cartera una identificación que me tendió.

Pasé la mirada de él al documento, sin entenderlo.

—No pasará nada malo, Dulce. Confía en mí —pidió. Sentí mi rostro enrojecer avergonzada por mis dudas—. Y si te hace sentir más segura, puedes custodiarla hasta que vuelvas a casa, sana y salva —propuso. Yo negué sin querer ser tan extremista, él sonrió por lo efusivo de mi ademán—. Vamos, no te angusties, sé que después de lo que pasó debes tener miedo, pero te aseguro que distraerte te ayudará —aconsejó.

Lo pensé un segundo, llegué a la conclusión que tal vez alejarme de mis problemas me daría un pequeño descanso.

—Está bien —acepté sonriéndole.

—Entonces pasaré por ti esta noche —anunció antes de abandonar su sitio, con un toque de entusiasmo que logró contagiarme—. Gracias por la oportunidad, Dulce.

Sin embargo, cuando Nael se marchó y caí en cuenta de la realidad quise golpearme contra la pared. Había soñado con ese momento desde que lo conocí, el día que Nael me pidiera salir, y sucedió cuando mi mundo estaba de cabeza. No solo estaba llena de problemas, sino que con el cabello atado en una coleta baja y sin una pizca de maquillaje cualquiera podría confundirme con un panda.

Sin embargo, hice un esfuerzo magistral por mejorar mi imagen unos minutos antes de la ocho, peinando con mis dedos mi cabello para que no pensara me había explotado la cafetera en la cara. Negué, viéndome en el reflejo de la licuadora. No era capaz de hacer milagros.

—Hey, Dulce, quería decirte que tal vez... ¿Vas a salir? —me atrapó Andy en plena transformación. Pegué un salto, ruborizándome por ser tan ridícula.

—Sí. Nael me invitó a pasear.

—Oh... Genial. Me-me alegro por ti —dijo. Asentí agradeciéndole con una débil sonrisa—. ¿Eso está bien para ti? —preguntó extrañando porque no me pusiera a saltar como era mi costumbre mientras distraída empecé a guardar mis cosas en la mochila—. No pareces feliz.

—Lo estoy. Mucho —lo corregí, pero no sonó natural. Callé, dudando. Fruncí las cejas, decidida a dar con el porqué—. Es solo que... Nael no es el problema, soy yo —reconocí suspirando. A él no podía mentirle. Cansada me recargué en la barra, dispuesta a desahogarme.

Andy me estudió en silencio, esperó paciente, no me presionó para hablar.

—Él es increíble, no solo es lindo, sino muy gentil, fui realmente dulce conmigo, lo más parecido a mi sueño, pero... Siento que he envejecido diez años en los últimos días, que no soy la misma —admití—. Tengo la impresión que sufro de ese mal llamado "encontrar a la persona correcta en el momento equivocado" —lamenté frustrada—. Necesito encontrar a la Dulce que es optimista, la que ama sonreí y hacer locuras, no la que está llena de líos. No quiero solo ofrecerle dramas y desencantos porque mi vida se resume a eso en ese instante —me sinceré sobrepasada.

—Dulce, tú no eres solo desencantos y dramas —defendió—. Incluso en tu "peor momento" haces feliz a las personas.

—Si lo dices porque le tiré por error a Don Germán su té de limón en su suéter déjame decirte que fue un accidente aunque todos se rieran como si fuera mi plan desgraciarle su prenda favorita —aclaré—. Lo positivo fue que él no se molestó, dijo que sabía no lo haría adrede —me consolé—. Es un anciano muy dulce.

—Me refiero a eso —argumentó señalándome como si ahí estuviera la prueba. No lo entendí—. Siempre estás remarcando lo bueno de las personas, pensando en otros. No tienes que hacer nada, das alegría simplemente estando presente —dijo, conmoviéndome. Parpadeé alejando las lágrimas que amenazaron con salir, no sabía si estaba sensible o se debía a que sus palabras llegaron en el momento preciso—. Te aseguro que Nael sería feliz estando contigo así se quedaran en silencio durante horas —me tranquilizó buscando mi mirada.

—Estás diciendo que preferiría descansar de mi parloteo —mencioné fingiendo ofenderme solo para ponerlo en aprietos. Andy se sonrojó en un chispazo.

—No, no... —intentó explicarme deprisa, pero cortó de golpe su balbuceo cuando me acerqué.

Sin pensarlo, me paré de puntillas y lo rodeé con mis brazos, abrazándolo con todas mis fuerzas. Cerré los ojos, agradeciéndole sin palabras su poder de hacerme recuperar la esperanza cuando sentía estaba perdiéndola. Solía ser la que buscaba cosas buenas, por eso valoraba me ayudara a encontrar la luz cuando comenzaba a oscurecer. Andy se congeló, no respondió enseguida, no esperé lo hiciera, pero antes pudiera apartarme me correspondió con la misma intensidad. Ahí, en medio de la desolada cafetería, junto a él tuve el impulso de ponerme a llorar, de soltar todo lo que estaba reteniendo en mi pecho, pero me contuve. No quería arruinarlo.

Respiré hondo, apartándome para mirarlo a la cara. Andy me dio a cambio otra sonrisa, tan genuina, que tuve la impresión vendría acompañada de palabras igual de auténticas, pero prefirió callar cuando la puerta se abrió.

Sonreí al reconocer a Nael, con una actitud tan cálida que parecía tener el poder de derretir cualquier corazón. Pasé la mirada de él a Andy, que me regaló una mirada que habló por sí sola, deseándome suerte. Repetí sus palabras una y otra vez, no debía preocuparme por impresionar, sino ser yo misma, si alguien me quería debía hacerlo incluso con esos defectos y tropiezos que me acompañaban a todos lados.

—¿Lista? —me preguntó con una media sonrisa después de saludar a Andy con un ademán.

—Supongo que sí —mentí.

No lo estaba, nunca lo estaría, pero no importó porque los mejores momentos de la vida son una sorpresa, escapan del control, de los rígidos planes. Decidí que esa noche dejaría que la vida dictara el camino. Me despedí de un tímido Andy antes de que mis ojos dieran con la moto que estaba aguardando por nosotros afuera. El cosquilleo por la adrenalina de enfrentarme a algo completamente nuevo me inundó, susurrándome al oído que lo que fuera a suceder esa noche no podría olvidarlo. No me equivoqué.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro