Capítulo 16: Cuando el sueño se convierte en pesadilla

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Sabía que sería un golpe duro para Jade, pero también que era lo correcto. No podía vivir engañada al lado de un chico que podría hacerle tanto daño. Dejó de importarme el dinero que no recuperaría, y me concentré en lo más valioso, en la vida de una de las personas que más amaba.

No pensé en el camino a seguir, en las palabras adecuadas, con el corazón frenético entré a la casa con un confundido Nael que pareció dudar si debía entrar o quedarse en el umbral. Fue un acierto que decidiera seguirme los pasos porque mi avance solo podía anunciar una catástrofe. Era una bomba de tiempo.

—¡Jade, Jade! —la llamé elevando la voz, mirando de un lado a otro de la casa. Alcé la mirada a la escalera encontrándome con su figura que bajaba aprisa por el escándalo. Había confusión en sus ojos azules. Contemplarla bien me hizo respirar tranquila—. Estás aquí —celebré aliviada.

Jade abrió la boca, posiblemente para preguntarme qué mosca me había picado, pero no le di tiempo, apenas bajó en un impulso la envolví en mis brazos. Percibí como se desconcertó ante mi muestra de afecto, mas no me rechazó. Dejó que la abrazara porque sabía que lo necesitaba. Era una mezcla extraña, entre querer protegerla y también buscar un poco de consuelo porque en el fondo estaba asustada. Todo iría bien, pensé cerrando con fuerza los ojos.

—¿Qué sucedió, Dulce? —preguntó extrañada cuando se apartó de mí.

No supe por dónde empezar.

—Es sobre Silverio... —titubeé.

Sus ojos se llenaron de angustia.

—¿Él está bien? —me cuestionó preocupada.

—Sí... No... —balbuceé. Eso logró ponerla más ansiosa. Respiré hondo, ordenando mis ideas—. Él está bien —repetí para tranquilizarla. Ella soltó un suspiro de alivio, fue una pena que su calma durara apenas un pestañeo—. Necesito contarte algo muy, muy importante —anuncié armándome de valor—, por favor, no me interrumpas hasta que termine —pedí.

Después podría explicarle los detalles, cuando ambas estuviéramos juntas en esto.

Jade me estudió extrañada, pero asintió despacio. Le di una débil sonrisa en agradecimiento cuando ocupó un lugar en el sofá. Nael prefirió ser prudente, se quedó en el marco de la puerta para no intervenir y tuve la impresión que dudó si lo mejor sería marcharse, agradecí no lo hiciera.

—Esto no es sencillo —expuse para prepararla. Jade frunció las cejas ante mi misterio, pero tal como me prometió aguardó paciente. Rechacé la opción de ocupar un lugar a su costado, no podía quedarme quieta—. Ayer cuando regresé del trabajo encontré a Silverio afuera de casa, le conté sobre mis planes de acudir al concierto en unos meses y propuso pasarme los datos de un contacto que podría ayudarme a conseguir el boleto más fácil —le expliqué. Jade me escuchó atenta, realmente interesada en los hechos—. Me aseguro que ese chico era de confianza y le creí, por eso le entregué todo mi dinero cuando fue a buscarme en la tarde al café —le confesé. Ella abrió los ojos asombrada—. Nunca llegó, lo esperé toda la noche... Cuando le pregunté a Silverio si sabía algo más sobre ese hombre descubrí que ambos estaban confabulados.

Noté como sus hombros se tensaron. Sabía que no era fácil para ella, y aún faltaba la peor parte. Pude frenar, intentar soltarlo poco a poco, pero no lo hice. 

—Discutimos, discutimos muy fuerte —admití—, y en medio de la pelea me di cuenta de algo muy grave. Él fue el chico que nos asaltó a Andy y a mí, hace unas semanas... —revelé.

—¿Qué? —murmuró con la voz ahogada.

—Estoy segura que se trata de él. No había logrado reconocerlo, pero hoy que lo vi directo a los ojos y lo escuché de forma clara, descubrí que no podía ser nadie más —declaré—. No lo negó cuando lo acusé.

Jade llevó sus ojos azules, ahora cristalizados por la pena a sus manos que se enredaron en su regazo. Un espantoso silencio se formó entre las dos, incluso en contra de mi propia naturaleza, preferí mantenerme callada porque entendí que necesitara un tiempo para procesarlo. Ella lo amaba, debía doler. Me equivoqué, la única que necesitaría tiempo para recompensarse sería yo después del golpe que venía. Ojalá me hubiera preparado.

—¿Qué pruebas tienes? —me preguntó, tomándome por sorpresa. Mi rostro reflejó la duda de la intención de sus palabras. Ella fue más específica—. Es decir, algún papel que firmaste para probar entregaste ese dinero...

Parpadeé aletargada, pensando por primera vez que no tenía ningún elemento físico que me respaldara. Jade tenía razón. No tenía nada que me sirviera para comprobar las artimañas de Silverio. La policía solo se reiría en mi cara.

—No... Oh, pero Andy vio cuando les di el dinero —recordé, recobrando la esperanza. Tenía un testigo, y aunque en mi opinión, era de gran valor, la forma en que Jade me miró dejó claro no pensaba lo mismo.

—Andy, tu mejor amigo —expuso como si fuera el argumento más tonto que hubiera escuchado.

Había algo en su voz, cierto fastidio que me costó reconocer.

—¿Piensas que lo estoy inventando? —dije, al caer en cuenta de su recelo. Su silencio contestó. Algo en mi pecho se quebró. Jade estaba dudando de mí—. ¿Por qué haría algo así? —cuestioné. No tenía sentido que me improvisara una novela.

—Eso es lo que me pregunto, ¿por qué haces algo así? —mencionó poniéndose de pie de un salto, harta de conservar la calma. Por primera vez la vi dominada por el enfado, di un paso atrás hecha un enredo.

—¿Hacer qué? —repetí, contrayendo el rostro.

—Diciéndome todas estas cosas, Dulce. Involucrar a Silverio en algo tan grave —me reclamó.

—Estoy diciéndote la verdad —sostuve—, y lo hago para protegerte.

—No necesito que me protejas, sé cuidarme sola —concluyó sin tener la menor idea de lo que hablaba.

No podía creer lo que escuchaba. ¿Lo estaba defendiendo?

—No de un criminal como él, de uno que tiene en su poder un arma que usa para amedrentar a inocentes —expuse la magnitud de sus acciones. No estábamos hablando de alguien que tocaba timbres y se echaba a correr, sino de un hombre con la sangre firme para amenazarte de muerte.

—¡Basta, Dulce! —explotó, caminando de un lado a otro, sin querer escuchar la realidad—. No tienes nada que te respalde, solo conjetura que inventaste porque siempre le has tenido mala espina a Silverio —mencionó, sacándome de quicio. ¿De dónde diablos sacaba eso?

—¿Qué?

—Desde que lo conociste supe que no te agradó —justificó—, pero no pensé que serías capaz de decir algo así. Silverio me lo advirtió, dijo que lo odiabas, y no puedes negarlo —expuso.

Ni siquiera sabía cómo había pasado a ser la acusada, pero contrario a su novio yo me defendería con la verdad.

—Cierto, no me agradaba —reconocí. Creí que Andy o alguien parecido a él era mejor para ella—, pero jamás hablé mal de él porque sabía que te hacía feliz.

—Me hace feliz —me corrigió. Sentí pena por ella.

—Pues lo siento mucho, Jade —declaré cansada de su negación—. Lamento que no fuera lo que esperabas, pero tu príncipe azul resultó ser un ladrón y en el mundo real ellos no se redimen por una princesa, terminan en la cárcel —le hice ver la realidad, no importaba cuanto le doliera. Era hora que despertara.

Hay cosas que nos lastiman y no porque finjamos que no están ahí dejan de existir.

—¿Cómo hablas con tanta facilidad de alguien? Tú no lo conoces como yo —gritó, perdiendo los nervios—. Él ha trabajado mucho para sacar a su familia adelante, solo, sin ayuda de nadie —me remarcó como si él fuera digno de orgullo.

¿Qué quería que hiciera? ¿Le aplaudiera?

—La que no lo conoce suficiente eres tú que le compraste el cuento que decidió venderte.

Jade endureció su mirada, por primera vez distinguí en esos ojos siempre compasivos un deje de ira, de esa que se intenta contener y explota sin medir los daños.

—¿Por qué siempre crees saberlo todo? —me reclamó—. ¿Por qué en cada lugar que vas quieres ser el centro de atención y controlar a todos creyendo saber lo que les conviene? —me preguntó directa, sin morderse la lengua. Cuando analicé sus palabras, fui incapaz de sostener la mirada, avergonzada porque analizándolo descubrí había cierta verdad. Odié ver desfilar mis defectos—. ¿Por qué minimizas la libertad del resto? Dulce, tomé la decisión de esta con Silverio, respétala —me exigió.

Me costó reconocer a la chica con la que charlaba por noches enteras, la que custodiaba mis secretos y me escucha durante horas.

—Te escucho y lo único que deseo es que Silverio sea el que te lavó el cerebro, porque no quiero pensar que tú me creas capaz de manchar la reputación de alguien por mero placer —mencioné dolida.

—Lo único que sé es que no le entregaste ese dinero a Silverio —defendió—, también que dijiste que no pudiste ver al tipo que los asaltó porque traía puesto un pasamontañas, has deducido él está detrás de todo eso porque nunca has confiado de él, pero no hay nada que lo pruebe más que lo que maquilaste en tu cabeza —me acusó.

Apreté los labios porque no encontré manera de contestar. Estaba segura que Silverio estaba detrás de todos esos hechos, él mismo me lo confirmó con sus acciones y amenazas, pero no había una prueba tangible que me apoyara.

Era mi palabra contra de él, y para mi sorpresa, Jade decidió de qué lado estaría.

—Dulce, tal vez tú no puedes entenderme porque estás acostumbrada a robarte el corazón de todas las persona que se cruza en tu camino —añadió con un toque de dolor a la par suavizó su voz—, pero yo al fin he encontrado a alguien que me ama, que me ama por lo que soy, que me ama de verdad, ¿por qué no puedes estar feliz por mí? —me cuestionó herida.

Fue un golpe descubrir la manera en que me veía. Empecé a cuestionarme si todo ese cariño que un día juramos tenernos en verdad existió o solo nos unían los lazos de sangre, porque que Jade creyera no me preocupara su bienestar, que incluso me acusara de intentar de arruinar su felicidad provocó doliera mi corazón. De pronto sentí estaba frente a una extraña.

Di un paso adelante, le sostuve la mirada, pese a que me escocieron los ojos y aunque percibí la lucha de mis lágrimas por salir, resistí, no permití me ganaran, no cuando había un enorme significado detrás.

—Es porque te amo que no voy a solapar una relación que va a destruirte —defendí mi postura, sin dar mi brazo a torcer.

Jade tomó mi determinación como una traición. Lo sentía, pero no cambiaría de opinión. No aplaudiría algo que la dañaba solo por verla sonreír durante un momento.

—Bien, está claro —aceptó. Tampoco le sorprendió, las dos éramos igual de obstinadas. Se planteó frente a mí y aunque me sacaba una cabeza no me achiqué. Fingí sabía lo que estaba haciendo—, pero te advierto algo Dulce, espero que cuando le cuentes a mamá tengas pruebas en las manos porque no voy a permitir que lastimes a la gente que quiero tan fácil.

Pruebas, la palabra retumbó en mi cabeza al leer en su mirada que hablaba en serio.

Jade no esperó una respuesta que ni quiera existía, se marchó dejándome hecha un mar de preguntas. Y al no quedar sombra de su presencia volví a respirar, ni siquiera me di cuenta en qué momento dejé de hacerlo.

Cuando la tormenta cesó fui capaz de ver el daño que causó, la adrenalina se asentó haciéndome más consciente del huracán que tocó y puso mi vida de cabeza. No solo había perdido la esperanza, sino que descubrí la cara de dos personas que confíe. Silverio dejó de importarme, pero al recordar la manera en que Jade se refirió a mí, como si fuera un monstruo que se alegrara de su desgracia, me quebró.

Superada por el derrumbe me dejé caer en el sofá, sin fuerzas para mantenerme de pie. Odiaba llorar, no lo hacía a menos que fuera imposible retener el dolor dentro, pero esa noche sentía que estaba a punto de ahogarme. Un traicionero sollozo escapó, llevé mi mano a la cabeza, como si quisiera contener los dañinos recuerdos.

¿En qué momento para Jade, a la que quería como una hermana, me había vuelto la villana? Tal vez no escogí las palabras adecuadas para darle la noticias, consideré, quizás carecía de hechos que me respaldaran. Para ella era una traidora, y verlo claro me atravesó el corazón.

Lloré en silencio, para mí, pero de pronto alguien se sentó a mi lado, sentí un brazo rodearme los hombros con cuidado. Alcé la mirada encontrándome con los ojos comprensivos de Nael que sin palabras me cobijó al romperme. Todo el dolor, el coraje, la impotencia, corrió como el agua de una presa que estalló. Lloré como quien se siente completamente perdida, desconociendo el camino, el que siempre había considerado el sendero seguro había quedado a oscuro.

Se suponía que ese sería uno de los mejores días de mi vida, que vería uno de mis sueños hecho realidad. Sin embargo, desperté en una pesadilla, una pesadilla que daba señales de iniciar.

:( Le rompieron el corazón a Dulce.

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