XIX: Kevin

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—Ay, joven Kevin, ¡qué bueno que vino a visitar a don Omar! Él ha estado bastante apático.

Una nerviosa sonrisa le devolví a Martha, el ama de llaves de Omar. Él ya sumaba más de una semana de reposo en casa y durante los días previos no me había atrevido a visitarlo. En realidad, deseaba sacarle de mi vida o que me expulsara de la suya, se olvidara de mí; en cambio, la culpa me obligó a contestar sus mensajes y fue el mismo motivo que me llevó a su lado aquel día.

La mujer ante mí rondaba la edad de Omar o quizás era más joven, aunque su apariencia era similar al hada madrina de Cenicienta: mejillas anchas, gesto amable y dulce sonrisa. La isla de la cocina se interponía entre ambos, ella preparaba a saber qué porque ni pregunté, pero un aroma increíble se había apoderado de la casa, una mezcla de verduras y carne... lo que fuese, me tenía con hambre.

En la dulce mirada y amable gesto con el cual realizaba la preparación, quedaba en evidencia el gran cariño que le profesaba a Omar, quizás cuántos años llevaría al servicio de él; eso sí, su cabellera corta estaba repleta de grandes rizos tinturados en un color cobrizo, además llevaba un maquillaje discreto. «Mayor y todo, pero primero muerta que sencilla», sonreí ante el veloz pensamiento.

—¿Y eso, Martha, no ha tenido visitas o qué? —indagué mientras servía un par de vasos con jugo, fue ese mi motivo para abandonar la recámara de Omar donde habíamos platicado y reído acerca de cualquier tontería desde mi llegada. Quizás por eso, ella me agradecía la visita ya que él no paró de reír hasta el momento en que lo dejé para buscar las bebidas.

—Joven Kevin, claro que sí, don Omar es muy querido, pero hoy lo veo mucho más animado. ¡Usted sí sabe!

Por algún motivo sus palabras me apenaron y sé que sonrió al notar el enrojecimiento de mis mejillas. Decidí encender el modo payaso para desviar la atención:

—Ay, Martha, ¡así es el amor, no distingue de edad, raza ni sexo! —expresé con un fingido tono afeminado y amanerada actitud por lo cual le provoqué una fuerte carcajada.

Entonces, me giré, listo para volver a la habitación, mientras me contoneaba fuera de la cocina, al estilo "chica sexi" súper exagerado; sin embargo, volví a detenerme un momento y asentí con la cabeza en cuanto me invitó a almorzar, entre risas. Omar temía que su ama de llaves me conociera y aquello produjera algún tipo de catástrofe, pero sonreí al subir las escaleras porque me metí a la mujer al bolsillo en cuestión de horas.

Aquella oportunidad la iba a usar para despedirme de Omar o así suponía, aunque esa parte del plan no terminaba de arrancar. Pese a que Ricky fue con Cory, aún no contaba con una respuesta y empezaba a desesperarme.

En la U, cuando por casualidad me cruzaba con Rico, podía ver en su mirada la preocupación por mí, pero me tocaba ignorarlo y pasar de largo sin siquiera saludarlo, era mejor así. Apenas medio compartimos durante "el grito", una tradición entre los habitantes de la residencia en la cual buscamos una ventana para gritar a todo pulmón, a las ocho de la noche, como una forma de liberar la tensión producida por los finales en la U.

Aquella noche, Rico me observó y yo a él durante el conteo inicial, se hallaba a unos diez compañeros de distancia. Cuando el reloj marcó la hora acordada, los gritos iniciaron, sin dejar de contemplarnos ni una vez, era como si nuestras vociferaciones fuesen parte de un código que solo él y yo comprendíamos; en ese momento dejábamos salir toda la rabia, frustración, preocupación y cada juego o risa que no volveríamos a compartir pronto.

—¡¡¡Aaaaaaaaah!!! —Un nuevo grito brotó de mi garganta y la visión de Ricky, ante mí se nubló, me pasé un puño por los ojos para limpiarme. Vi la tristeza en su semblante también.

—¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!! —Ricky gritó con todas sus fuerzas en medio del llanto y pude leer en sus labios un silencioso "te quiero" antes de darme la vuelta y regresar a mi alcoba. No soporté hasta el final.

Entre menos contacto tuviese Ricky conmigo, sería más sencillo protegerlo. Quería lo mismo con Omar, salir de su vida, pero no, allí estaba con una fingida calma y sonrisa al ingresar a su recámara, acompañado por la bandeja donde portaba el par de jugos.

—Dice Martha que debes tomártelo todo o de lo contrario no hay almuerzo para ti —le dije risueño y Omar sonrió, pero en cuanto tomó el vaso, se apresuró a agarrarme la mano. Un escalofrío me recorrió.

—Gracias, enfermero.

Su voz ya no sonaba como Vader, eso me tranquilizaba mucho, pero la culpa seguía allí y verlo en cama, descansando, cuando siempre había sido muy activo, lograba deprimirme.

—Tú lo que quieres es una intramuscular, pero te me aguantas porque no traje mi botiquín.

La risa de Omar me provocó una sonrisa, su mano fue a mi mejilla e hizo presión para acercarme a besarlo. Juro que realmente anhelaba ese momento, sentirme seguro al contacto de su piel, embriagarme con la calidez de su aliento, la suavidad de sus labios y ese cosquilleo que su barba solía producirme; pero no pude. Si quería alejarme, era tiempo de marcar distancia. Tomé el otro vaso y me lo llevé a la boca antes de sentarme en el borde de la cama.

—¡Diablos!, está delicioso.

Omar liberó una baja risa al asentir y yo seguí adelante, bebí ese jugo de naranja y zanahoria como si no hubiese un mañana, en realidad era una delicia, Martha sí que tenía el toque. Él hizo lo mismo con su vaso, pero apenas consumió unos sorbos cuando volvió a hablarme, palidecí al escucharlo:

—Entonces, ¿era cierto lo que dijiste en el hotel?

Permanecí pegado al vaso, no supe responder, quería creer que no recordaba el incidente, pero acababa de descubrir justo lo contrario. Temí contestar esa pregunta y que las cosas se salieran de control como aquel día.

—¿Por eso te has portado distante? —Omar ansiaba una respuesta y yo no me atrevía a dársela— Kev, ¿es el motivo para no volver a verte en el hospital y apenas aparecer hasta hoy?

—Omar, ¿podrías obviar ese tema por ahora? Tú estás en recupera...

—Responde, Kev —me interrumpió enseguida con un tono severo y sentí un golpe dentro de mí—. ¿No quieres que volvamos a vernos? Si es así, ¿por qué regresas conmigo? ¿O acaso es simple lástima por un pobre viejo que cometió el error de enamorarse de la persona equivocada?

Negué con la cabeza en silencio. De inmediato mi vista se nubló y deseé escapar. Me debatí entre el deber y lo que sentía, porque sí, era consciente de que debía alejarme de él por su seguridad; pero mi propio egoísmo me impedía dejar atrás a aquello que me hacía sentir algo nuevo o distinto, a esa paz y calma que él transmitía a mi vida. No quería perder eso.

—Kevin, de nuevo esa mirada de dolor y pánico, chico, me preocupas; pero no puedo ayudarte si no me cuentas.

No dije nada, solo contemplé el gesto de preocupación en su rostro, mi boca tembló. Me levanté del borde de la cama para evadirlo, él no dejaba de observarme atento y con una silenciosa negación. Mi único pensamiento era irme, cometí un error garrafal al volver a buscarlo.

—Kevin, no huyas...

—Me tengo que ir.

Caminé a paso rápido hacia la puerta, pese a que él siguió llamando; pero apenas la abrí, vi a Martha de pie en el portal con sendas bandejas y su dulce sonrisa. Maldije en silencio.

—Ay, joven Kevin, me leyó la mente, ¿podría ayudarme?

No pude negarme, regresé con Omar a entregarle su almuerzo. Él me observaba atento mientras yo hacía todo lo posible por evadirle la mirada y emular serenidad.

—Muchas gracias, joven. Provecho para ambos y, don Omar, quiero ver ese plato limpio.

Dicho eso, volvió a dejarnos a solas mientras mi respiración se tornaba más errática. Tomé asiento en la silla junto a su cama y me dediqué a intentar comer, todo lucía delicioso, pero mi estómago se había revuelto. Sabía que Omar no apartaba la mirada de mí, podía sentirlo como una energía muy pesada; cuando menos lo esperé, jaló mi bandeja y la colocó a un lado, después tiró de mi mano hasta obligarme a sentar a su lado. Por largo rato solo intercambiamos silenciosas miradas, fue él quien abandonó el mutismo:

—Kevin —dijo en tono bajo con ese gesto de preocupación mucho más marcado y que realmente deseé borrar de su rostro, sus manos envolvieron las mías y esa pequeña calidez le aportó una pizca de paz a mi interior—, habla conmigo, por favor. Chico, estás temblando, ¿qué te ocurre?

Cada maldito suceso acontecido pasó ante mis ojos y quise salir a toda marcha de ese lugar, aterrado, pero mi cuerpo se tensó por completo, parecía de roca y no reaccionó. Me sentí como si tuviese un increíble pánico a las alturas y me encontrase en lo más alto de un precipicio, una especie de vacío nació en mí epigastrio y se extendió al resto de mí, igual a escalofríos. «¡Cuéntale!», pareció gritar algún tipo de voz interna y aunque abrí la boca para intentarlo, apenas un balbuceo inentendible se atrevió a abandonar mi garganta:

—S-Si-Sim...

La puerta volvió a abrirse y ese sonido fue suficiente para liberarme de la cadena invisible que me impedía el movimiento, solté a Omar y luego de recuperar mi bandeja, tomé asiento en la silla a su lado. Bastó acomodarme la comida sobre las piernas para volver a temblar en cuanto fijé la vista hacia la entrada.

—Ay, don Omar, hoy es un gran día para usted. Mire quien acaba de llegar, su amigo Konrad.

El tipo sonreía afable, amistoso y sereno. Yo, en cambio, debí controlar el reflejo de vómito que me produjo el solo verlo.

—¡Amigo mío!, recién supe lo que pasó y vine a verte —dijo el desgraciado en cuanto se acercó para abrazar a Omar, tomó asiento en el borde de la cama y fijó su cínica sonrisa en mí—. Hola, chico, ¡qué empleado tan fiel!

Me costó horrores mantener la calma en su presencia, verlo allí era revivir todo lo que pasó en ese club, sentía mi interior revolverse. Su mirada y la manera en que se expresaba, eran una firme amenaza.

—Hijo, te ves tenso. ¿Sabes? Aquí cerca hay un bar increíble, podrías ir a distraerte. Abre temprano, a eso de las cinco de la tarde —expresó verificando la hora en su reloj de pulsera antes de volver a fijar los ojos en mí.

Era evidente, quería encontrarse conmigo en el Imaginarium por razones obvias y a nada estuve de caerme; costaba no temblar, aunque estaba consciente de que captaba la atención de Omar con mi actitud, resultó muy difícil disimular. Permanecí en silencio, intenté centrarme en la comida que tenía ante mí, solo para darle gusto a Martha e ignoré cualquier palabra trivial emitida por ese tipo, si se dirigía a mí, un sí o no era la única respuesta que obtenía de mi parte sin siquiera dejar de contemplar mi plato.

En realidad, tampoco podría afirmar con certeza cuánto tiempo pasé con cabeza gacha, contemplando el contenido del plato entre pequeños bocados, sentí el estómago revuelto y ni siquiera fue culpa de la comida. Omar le daba la atención necesaria a su amigo, pero con frecuencia lo vi desviar la mirada hacia mí hasta que ya no pude soportarlo más, me puse de pie dispuesto a largarme.

—Kev...

—Hasta luego, Omar, me ale-alegra ver tu me-mejoría.

Se notaba en él, ese abrumador deseo de saber qué ocurría conmigo, Konrad sonrió cínico solo por notar cuánto me afectaba su presencia. Si yo permanecía otro segundo más delante de ese tipo, acabaría vomitando.

Caminé veloz a la salida sin voltear ni una vez, ignoré el llamado constante de Omar. Bastó cerrar la puerta tras de mí para aferrarme al marco y no terminar en el suelo. Respiré varias veces como un vano intento por encontrar algo de calma. Bajé las escaleras a toda prisa y, nervioso, me despedí de Martha con un gesto de mano al pasar junto a ella.

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Ni siquiera supe cómo logré conducir la motocicleta hasta ese bar. Mis manos no dejaron de temblar y en más de una ocasión se me nublaron los ojos, eso me dificultó la visión del camino; por si fuera poco, el clima se había tornado gris y cada repentina centella que atravesaba el cielo incrementó mi miedo a ese encuentro.

Sin embargo, conseguí llegar, con el corazón en la garganta y pese a la orden de Cory, a quien llamé desesperado en el camino, no sabía qué tanto podría guardar la calma. Era consciente de que rompía la norma al comunicarme con su prometido, pero ese enano bastardo no me dejó otro modo de contactarlo y aunque Cacius se metería en un lío por facilitarme su número para casos de extrema urgencia, ya ellos se arreglarían, pero sin dudar, mi situación era una emergencia.

—¡Maldito mocoso! —gritó el enano en el auricular, apenas su novio le pasó la llamada y ya que iba conectado por Bluetooth a mi casco, ni cómo alejarlo, me tocó soportar sus vociferaciones hasta casi romperme los tímpanos.

—Cory, ¿de qué otra manera te digo que necesito ayuda?

—¡Si yo no te he contactado, significa que estoy ocupado, limpiándote el camino, mocoso estúpido!

—¿Y mientras yo qué, eh? Cory, voy al Imaginarium a verme con el maldito ese.

—Bueno, asegúrate de mantenerlo contento... —El tono irónico que empleó me provocó una necesidad intensa de asesinarlo—. Estamos a punto de acabar con él, no cometas una estupidez en este punto.

Lo siguiente que escuché fue una serie de gritos que probablemente dirigía a su novio y otras vociferaciones que parecían códigos o a saber qué porque la llamada finalizó y no me quedó más que suspirar y prepararme para el encuentro con el infeliz de Simmons.

Aparqué la moto junto a otro par, al lado del bar y después de un largo suspiro camine a la entrada, gotas de lluvia comenzaron a caer y apresuré el paso. Me dirigía con pesadumbre hacia la barra para esperar al tipo ese; observé el par de asientos que Omar y yo ocupamos la primera vez que nos vimos, un suspiro de pesadez se me salió al pensar, ¿cómo habíamos pasado de una divertida noche a ese encuentro de mierda?

Incluso el lugar lucía distinto: apagado y deprimente. Era como si el sitio se condoliera de mi desgracia. Escasos clientes había regados aquí y allá; de las coloridas luces, música increíble y ambiente fiestero no quedaba rastro alguno; parecía más bien una madriguera de ratas o quizás así lo veía, debido a mi condición.

—¡Qué cara te traes! —me dijo el cantinero del parche, en cuanto ocupé un lugar y de nuevo suspiré— ¿Deseas hablarlo o prefieres la opción dos?

—¿Esa sería?

—¡Embriagarte, ¿cómo si no?!

—Es un bar. ¿No sería la primera opción? —indagué con ironía y él se encogió de hombros, despreocupado, al responder:

—Estos chicos de ahora. El alcohol nunca debe ser la primera opción.

Sonreí ante su razonamiento o quizás me contagió el mismo gesto en su rostro; de cualquier modo, escogí la segunda opción. Ni cómo hablar de lo que vivía, solo me quedaba esperar a ese desgraciado, junto a una cerveza, creí que así conseguiría una pizca de valor o calma.

—Las cinco y diez de la tarde...

La voz de Simmons sonó tras de mí luego de varios tragos y tomó asiento a mi lado. Un escalofrío me recorrió.

—¡Ay, pero qué puntual, Ángel!

—No vine a socializar contigo, habla de una maldita vez.

—¡Angelito, qué aburrido! Siempre al grano, sin importar nuestra historia.

Sentí asco ante sus palabras, peor aun cuando decidió aferrarse a mi hombro y reposar su cabeza allí para contemplarme con esa mirada de corderito. Me sacudí enseguida y volví a apostar por la cerveza.

—Aguafiestas, supongo que te has contagiado por el viejo Omar.

—¿Quieres dejar de mencionarlo e ir al grano de una puta vez?

Simmons me apretó el rostro con una sola mano y de nuevo sentí pavor. Sus ojos negros y profundos se clavaron dentro de mí, una silenciosa amenaza que me obligaba a temblar.

—No he visto avances, Ángel. El minúsculo magnate del arte da entrevistas muy tranquilo y despreocupado. ¿Sabías que volvió a golpearnos fuerte?, entonces te veo jugar a la casita feliz y me digo: tic tac, Angelito.

—¡Suéltame! —Me liberé de un manotón, pero replicó el gesto enseguida con mayor fuerza y se atrevió a besarme antes de volver a su asiento. Quise escupirle la cara, en cambio, apenas me limpié la boca con el dorso de mi mano—. Infeliz. ¿Crees que es así de fácil ir y darle un tiro a alguien?

El desgraciado sonrió cínico, luego tragué saliva al percibir la presión de algo duro a mi costado.

—¿La verdad? Lo es, Ángel. Podría tirar del gatillo aquí mismo.

—¿Qué esperas para hacerlo?

Su sonrisa se amplió. Alejó el arma de mí y luego de guardársela, bebió un largo trago de mi cerveza.

—¡Qué gustos corrientes los tuyos! Prefiero un buen escocés.

Lo vi llamar al cantinero y pedirle su bebida, el sujeto parchado me observó con detenimiento cuando le trajo su pedido, supuse que no logré disimular todo lo que el maldito infeliz junto a mí me provocaba.

—¿Ocurre algo? —me preguntó el sujeto y apenas negué en silencio— ¿Seguro?

Simmons pasó un brazo sobre mis hombros y volvió a besarme de una manera más ruda y pasional, sentí náuseas, todo mi cuerpo se tensó. Luego, contempló al cantinero con una sonrisa:

—Tranquilo, mi noviecito se molestó porque no le compré el convertible que deseaba, pero... —Se giró hacia mí y me observó atento, su amenazante mirada me pedía con una sonrisa seguirle el juego— amorcito, comprende, no había en tu color favorito.

—No me interesa... —Agaché la cabeza y movió el arma como una amenaza bajo la barra, suspiré resignado—. Quería esas ruedas y lo sabes.

Volví a levantar la cabeza con una calma y fingida sonrisa que consiguió convencer al cantinero de dejarnos a solas.

—Ay, por eso me encanta trabajar contigo, Angelito —me dijo en tono bajo y volvió a restregar su nariz con la mía.

El desgraciado tomó asiento y se guardó la pistola con disimulo. Bebio un larguísimo trago de su escocés añejo, el gesto de satisfacción no abandonó su rostro en ningún momento.

—Angelito, ¿sabes? —habló con tranquilidad, apenas ubicó el vaso sobre la barra— Si me deshago de ti, ahora, ¿quién haría el trabajo sucio? Además, tenemos un trato, no lo olvides.

—Lo sé, pero no es sencillo, no soy como tú.

—¿Debo recordarte a los dos cadáveres que dejaste atrás?

—No es la misma situación.

—No, pero ya lo has hecho, además, entre más demores, no aseguro una vida tranquila para ti.

Su risa cínica brotó antes de volver a buscar su bebida y ladeé la cabeza confundido. Lo observé atento mientras tomaba el whisky con una cara de placer que realmente deseé borrarle.

—¿Sabes qué es irónico? Me contrataron para investigarte.

Un escalofrío recorrió mi columna ante el gesto de burla que me devolvió. No lograba comprender a qué se refería, pero el miedo se sembró en mis huesos y tragué con dificultad.

—¿De qué mierda hablas?

—Angelito, creo que debiste quedarte para el show.

Su risa burlona se hizo estruendosa y yo seguí sin comprender la gracia, entonces, sus palabras resonaron en mi mente como un bucle hasta hallar algo de sentido, sentí mi corazón igual que un redoble, enseguida me levanté con la respiración errática.

—¿Qué mierda hiciste, infeliz?

—Angelito, presentar avances, nada más.

Todo en mi interior se revolvió y pese al miedo que él solía producirme, enterré un fuerte puñetazo en su rostro ni siquiera supe cómo, pero le tocó aferrarse a la barra para no acabar en el suelo. De igual modo, me atreví a sostenerlo por las solapas de su saco de piel café mientras él se apretaba la nariz, no dejaba de sangrar y me observaba con ganas de matarme; ni así consiguió intimidarme.

—¡Espero que en tu investigación también incluyas cuando me prostituían, siendo un niño, la pornografía o cada maldito abuso! —Volví a empujarlo contra la barra. Suspiros de sorpresa se oyeron alrededor, pero los ignoré y a paso veloz caminé a la salida, no sin antes gritarle—: ¡Discúlpame, cariño. De verdad, quería esas ruedas!

Volví a girarme y continué mi trayecto, la taquicardia se tornó demasiado fuerte, el efecto de la adrenalina había pasado y en ese momento el miedo hizo estragos conmigo, solo de pensar la manera en que el desgraciado podría vengarse. Seguí adelante, tragué en seco más de una vez.

Apenas pisé afuera del bar, fui asaltado por la gélida lluvia, mi cuerpo comenzó a temblar y me apresuré a abordar la motocicleta, pero esta ni siquiera conseguía encender. Una sensación frustrante se apropió de mí...

—¡Maldita sea, enciende de una vez! —grité en otro vano intento por arrancar.

Quería creer que solo eran habladurías de Simmons. Sin embargo, dado su historial, lo que me esperaba en casa de Omar no sería agradable.

—¡Sabía que no eras de fiar!

No comprendí tales palabras hasta que fue tarde. Un fuerte impacto me tumbó de la motocicleta hacia un charco del suelo, la lluvia en mis ojos me dificultó la visión y tuve que rodar veloz en cuanto conseguí notar que el vehículo se venía sobre mí.






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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 un placer volver a leernos, espero estén disfrutando esta cosa hasta aquí.

Nos leemos pronto, los loviu so mucho.

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