XXXII: Omar

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Corría el verano de dos mil veintiuno cuando el desgarrador dolor por la muerte de Kevin amenazaba con destrozarme el corazón y el distanciamiento de Oliver golpeaba mi pecho para acelerar tal efecto. Lo único bueno que trajo aquella temporada fue la vuelta a casa de mis hijos menores, la presencia de ambos se volvió un bote salvavidas en medio de aquel océano de sufrimiento, aunque el constante miedo a que su hermano mayor los pusiera al tanto de la situación, disparaba mi ansiedad.

—¡Hombre, agarra bien a la bebé que no muerde! —le dijo mi risueña hija desde la piscina a su hermano Mike en cuanto recibió a la pequeña Mile de manos de su padre y cuñado. Aquel fin de semana el sol estaba en su apogeo, pese a eso, el día se sentía fresco e ideal para compartir en el patio. Yo me encargaba del asador y el olor ahumado de las carnes nos tenía a todos con hambre.

—Cuidado dejas caer a mi cría, tío —añadió Armando como una fingida amenaza antes de realizar un clavado en la piscina.

—¡Cuñado! —escuché a mi niña mientras se aferraba a la espalda del mencionado— ¿Qué pasó con Oli? ¿Por qué no vino? Yo no me como el cuento ese del trabajo.

—¡Tu hermano es un gilipollas!

La declaración de Armando me provocaba risa, pero a la vez sentí un golpe muy fuerte dentro de mí y me preguntaba cuándo podríamos restaurar nuestra relación. Por aquel entonces, mi niña estaba firme con respecto a cursar estudios de artes escénicas en la universidad; su cambio a Bellas artes en la UB resultó sorpresivo a la par de repentino y lo que yo menos imaginé fue que mi comportamiento aquel día forjaría las bases para tal idea.

Cuando el ocaso llegó, del jolgorio y diversión se había extinto la última risa, Armando y mi nieta se despidieron y llevaron consigo a Mike quien quedó de verse con su mejor amigo, Johan. En casa permanecimos mi niña y yo, organizando los restos de la parrillada, pero bastó su interrogatorio para hacerme pensar de nuevo en la ausencia de Kevin y cómo nunca más volvería a escuchar su risa o anécdotas, hacía un mes que lo descubrí por boca de su mejor amigo y me tocaba aguantar su perdida en silencio pues el miedo podía conmigo. Sobrepasado por los sentimientos y aquella dolorosa sensación, escogí abandonar la cocina y dejar a solas a mi niña, pero su misma preocupación la llevó a armar un plan que luego nos dejaría perplejos.

—¿Oli? —contestó la llamada de su hermano mayor con tono molesto, apenas tuvo la certeza de escuchar la puerta de mi alcoba cerrarse—. ¡Pedazo de gilipollas! ¿Por qué no viniste?

—Tengo mis razones —le dijo él en tono serio, según el relato de mi niña, al fondo de la llamada podía escucharse a Armando bastante cabreado, pero ni así Oliver desistió—. Necesito verte mañana, te vienes a almorzar a mi casa.

—¡Claro, tío! Le diré a papi...

—Mariana, solo tú.

—Pero ¿qué pasa, gil? ¿Qué cosa tan fea te hizo nuestro padre?

—Mañana lo sabrás.

La llamada finalizó y si ya la confusión de mi niña era evidente, sin duda todo aquello resultó peor. Decidió llamar a Mike y juntos hallar alguna solución, más sorprendida quedó al saber que Oliver también había citado a su hermano con la misma condición.

—Bueno, enana —le dijo Mike—, es momento de saber, ¿no crees? Tuvo que ser fuerte lo que ocurrió para ese distanciamiento.

—Mike, yo creo que hay algo más, debiste ver a papá, no me dijo nada, pero actuaba como si hubiese muerto una parte suya, fue deprimente.

—Lo que haya sido, mañana sabremos, quédate tranquila y atenta con papá, llámame si algo ocurre.

La llamada finalizó entre voces y el típico bullicio provocado por los amigos de Mike. Aquella noche recuerdo ser sorprendido por la repentina intromisión de Mari a mi alcoba, pero su fuerte abrazo y compañía hizo más llevadera la gran pena que pasaba en silencio. Intenté contarle la verdad, sin ningún éxito, las palabras se quedaron trabadas en lo más profundo de mi garganta y así conciliamos el sueño hasta el día siguiente.

Mike pasó la noche fuera de casa, nada atípico en él, ya que al estar en la ciudad, solía reunirse con todo su grupo y muchas veces amanecían de fiesta en la playa. Mi niña y yo compartimos durante el día hasta despedirse paravisitar a su hermano mayor; aunque sentí un fuerte latido, no podía impedirle hacerlo, solo deseaba que él tampoco le contara sobre esa bajeza de investigación, pero al parecer fue demasiado para esperar.

Mariana dijo que, al principio, todo estaba tranquilo: risas, juegos, bromas; nada fuera de lo común, salvo la ausencia de su padre en aquella reunión familiar. La atención de mi niña se fue repentinamente hacia el retrato en marco dorado de mi esposa que en algún momento Oliver se llevó de casa y permanecía en una especie de altar en la sala. El drama inició con una discusión en la cocina, Armando intentó convencer a mi hijo de desertar respecto a lo que fuese, en ese momento Mike y ella intercambiaron una mirada de confusión que se tornó peor cuando su cuñado abandonó aquella área, molesto y luego de disculparse con ellos, subió a la bebé en su coche y partió.

Los chicos estuvieron a punto de ir a la cocina para ver a su hermano, pero este salió a su encuentro; aunque se notaba afectado por la situación, tomó asiento en medio de ambos y les mostró aquella espantosa investigación.

—Espera... ¡¿Quééé?! —Kevin resumió en dos palabras toda mi sorpresa y confusión. ¿Mis hijos lo sabían? Pero jamás me dieron algún indicio en todos los meses que siguieron.

—Sí, Grandulón, sabía quién eras desde el principio —respondió risueña, aunque yo no salía del shock y el rostro impactado de Kevin era probablemente una réplica del mío—. ¿Me dejan continuar? Esto apenas comienza.

Ambos asentimos en silencio, creo que nunca antes había visto a ese chico así de nervioso y confundido, pero yo me sentí exactamente igual. Mi mayor miedo era contarle a mis hijos ese enorme secreto que había guardado con recelo por temor a perderlos, sin embargo, allí estaba ella delante de mí, haciéndome ver que no solo ya lo sabía, sino que al parecer tampoco tenía algún problema con ello, lo mismo que su hermano Mike, pues aquella tarde, luego de ver lo que vieron y escuchar lo que Oliver tenía para decir, golpeó fuerte el cristal de la mesa del comedor donde se hallaban sentados y se levantó furioso, acallando cada voz en ese sitio.

—Me estás diciendo que nos citaste aquí para intentar ponernos en contra de papá. ¿Qué pasa contigo? —le dijo enojado— Oliver, ¡tú eres homosexual, deberías ser su primer apoyo!

—Así es, Oli, papi siempre lo ha sido contigo —añadió mi niña, consternada.

—Chicos, no lo entienden. ¡No se trata de su homosexualidad, sino de sus mentiras!

—¡¿Cuáles mentiras?! —preguntó ella y cerró con premura el folder que reposaba en frente , pero asegurándose de llevar consigo una fotografía del chico— Mi papi ha sido el mejor del mundo, nos ha querido y apoyado en todo momento, jamás te ha puesto una sola traba...

—Mari, no se trata de eso, comprende, ¡todo fue una maldita farsa!

—¡Jamás lo he sentido así, hombre! —replicó molesta y se puso de pie.

—Mari, tú no conociste a mamá, no viviste su historia, cuánto se quisieron y resulta que murió enamorada de un hombre que solo la utilizó de tapadera. ¡Es injusto!

—Yo sí la conocí —le dijo Mike y ambos centraron la atención en él—. Yo sí viví su historia y felicidad, también la entrega de papá cuando mamá enfermó, ni hablemos del gran pesar que dejó en nuestro padre su pérdida. ¿Cómo puedes decir que ha sido falso?

—Mike, tú no entiendes...

—No, Oliver, no lo entiendo. No puedo comprender cómo eres así de maldito, pero claro, a ti te ha tocado fácil.

—¿Fácil? ¿Eso es lo que crees? Armando y yo hemos luchado para poder casarnos, ni hablemos de conseguir la adopción.

—¿Y sabes qué? ¡En cada uno de esos procesos te acompañó nuestro padre! —Mike gritó furioso y una vez más golpeó la mesa, cada cosa sobre ella tembló e incluso Mariana tuvo un sobresalto— ¿Se te olvida el terror que sentías con cada visita del abuelo? ¿Lo mal que la pasabas con sus comentarios de mierda? Ahora imagínate crecer con eso.

Mi niña sintió escalofríos ante la discusión de sus hermanos mayores, pero con solo pensar en las palabras de Mike se le hizo imposible contener el llanto. Oliver lucía afectado y mientras se perdía en sus pensamientos, su hermano la jaló por un brazo y juntos abandonaron la casa no sin antes decirle unas últimas palabras:

—Armando tiene razón, eres un gilipollas.

A las afueras de la casa, Mike gritó de frustración un rato mientras ella se abrazaba a sí misma e intentaba idear una manera de solucionar el problema.

—¿Y si buscamos a este tío? —le propuso a su hermano y este la observó como si le hubiese crecido una segunda cabeza— ¿Te parece descabellado?

—Enana...

—Escucha, sonará a locura, pero te consta que papá se veía feliz.

—Enana, lo sé... —Suspiró y se masajeó la cabeza—. Pero ¿dónde podemos encontrarlo?

—Yo qué sé, tío, no soy detective.

Aquellas palabras parecieron encender el foco mental de mi hijo y sin decirle nada, sacó su celular para realizar una llamada. A la persona que atendió solo le dijo que los recogiera en el parque del árbol ya que no estaba dispuesto a pasar un segundo más en casa de Oliver. A paso veloz se dirigieron al punto de encuentro con la confusión reinante en mi niña quien no comprendía lo que se traía su hermano. Algunos minutos pasaron hasta que una bocina sonó fuerte al ritmo de «La cucaracha» y le produjo un nuevo susto a mi hija, allí comprendió que Kay sería su transporte.

—Hermano, ¿no deberías comprarte un auto y dejar de depender de Kay? —le dijo risueña a Mike mientras ambos abordaban la camioneta del chico pelirrojo.

—Sí, hola, muñeca. Un placer volver a verte.

—Coquetea después, idiota —replicó mi hijo a su amigo—. Llévanos a Renacer, ¡rápido! Tengo que hablar con Evans.

—¿Renacer? ¿Evans? ¿Qué te hace pensar que está allá? Es verano.

—Oh, tranquila, muñeca —respondió Kay con galantería barata mientras ponía en marcha el vehículo—. El benevolente señor Evans está allí.

—Espera, ¿tu hermano conoce a Cory? —Kevin volvió a interrumpir la historia de Mariana, ella asintió entre risas y vi la respiración de él acelerarse, realmente lucía nervioso e incluso la lengua se le enredó—. ¿Co-Cory te-te di, di-jo dónde hallarme?

—Algo así. —Sofía y ella compartieron una risita, yo opté por sentarme en el banquillo del piano para seguir escuchando, estaba anonadado con cada palabra—. Cuando la imponente y moderna estructura metálica, repleta de cristales que es la fachada de Renacer se alzó frente a nosotros, Kay realizó una loca maniobra al frente; entonces, casi como si estuviésemos en A todo gas, bajamos del vehículo, luego corrimos como locos entre las exhibiciones de la galería hasta llegar a su oficina con un par de sus hombres de seguridad tras nosotros.

»Interrumpimos la reunión que tenía con su amiga Jennifer y el señor Cacius. Así que podrás imaginarte, el tío se cabreó por entrar sin tocar, casi nos manda a arrestar también, pero después de disculparnos y que sus acompañantes intercedieran por nosotros, Mike le pidió prestado un detective.

Kevin se cubrió la boca con ambas manos, su mirada se notó emocional conforme Mari continuaba el relato. No podía creer que Cornelio Evans, el magnate del arte, se hubiese prestado para ese jueguito de los casamenteros al cual decidieron jugar mis hijos.

Sin embargo, tampoco resultó sencillo de convencer, pues en cuanto supo que la persona a quien buscaban se trataba de Kevin, no dudó en pedirles amablemente largarse:

—Escucha, Ricitos de oro sin rizos —le dijo Evans a Mike dado el parecido con su mejor amigo; mi hijo debió tragarse una risa—, yo puedo prestarte al detective que gustes, lo juro, pero a los muertos se les contacta con ouija.

—¡¿Dice que murió?! —preguntó mi niña, alarmada y Evans afirmó en silencio desde su escritorio mientras tomaba una taza de té— No... no puede estar muerto.

—Lo lamento, pequeña, es así.

—No es justo.

—¿Qué puedo decirte? Era mi mejor testigo.

Evans se expresaba como si nada, esa actitud provocó que a Mariana le hirviera la sangre ante su aparente indiferencia, verlo sentado muy tranquilo, disfrutando de su bebida mientras hablaba sobre la muerte de alguien más.

—Miente —le dijo mi niña con convicción, pero a la vez se sentía frustrada y empuñó ambas manos a los lados del cuerpo mientras lo contemplaba, molesta—, señor Evans, dijo que era su mejor testigo, pero habla como si no valiera y quizás así sea para usted. Sin embargo, mi papá es un muerto en vida desde que dejó de verlo.

—¿Tu papá? ¿Quién es tu papá?

—Omar Rubio, señor.

Evans fijó la mirada en mi hijo y con un gesto de indignación se dirigió a él:

—¿Yo por qué recién me entero de que Rubio es tu padre?

—¿Porque nunca lo preguntaste? —replicó con ironía mi hijo— ¿Y eso qué? ¿Hace alguna diferencia?

—¡A mí no me retes, muchachito! Entonces, Oliver es tu hermano.

Mis hijos afirmaron en silencio sin entender qué tocaba su hermano mayor en todo el asunto; yo, en cambio, comprendí con ese relato que él participó en la liberación de Oliver. Los oficiales que lo devolvieron a casa trabajaban junto a él y no para Konrad como creí en un principio. Recordé cuando quien fue mi amigo por años me llamó para pedirme representarlo ya que había sido arrestado bajo hechos de corrupción y estuve a punto de acceder hasta ser intersectado por Cacius Campbell quien me mostró un archivo con la cantidad de cargos que a partir de ese momento se le imputarían.

Quedé perplejo y me sentí aun más miserable por no haber protegido a ese chico, mi sospecha resultó cierta, se conocían desde antes... ¡y de qué forma! Konrad tuvo razón en algo: a veces las personas no son lo que aparentan; por ejemplo él que resultó ser todo un maldito infeliz, implicado en esa red de trata que le hizo tanto daño a Kevin. Sentí un golpe muy fuerte en mi interior y fijé la vista en él que permanecía con la espalda apoyada al marco de la puerta mientras observaba atento a mi niña al hablar. Una lagrima se me escapó y procedí a limpiarme antes de volver a centrar la atención en Mariana.

Habló sobre el dramatismo de Evans y cómo posó la taza vacía sobre el opulento escritorio dorado antes de levantarse de aquella silla similar a un trono y caminar despacio alrededor; el taconeo de sus zapatos lo sintió mi niña como un redoble en el pecho conforme se acercaba, cada uno de sus acompañantes se había mantenido al margen hasta que Cacius decidió romper el silencio:

—Señor, creo recordar que confiaría en su decisión.

—Cacius, no intervengas.

—Señor...

—¡Además, eso fue antes del desastre! —Evans sonaba fastidiado y bastante alterado, el redoble en el pecho de Mariana creció.

—Cornelio.

—¿Cómo te atreves a tutearme? —respondió molesto y hasta cruzado de brazos, pero ante la insistencia, accedió— ¡Está bien! Escúchenme los dos: el chico está vivo, pero fuera del país.

—¿Dónde está, tío? —replicó mi niña enseguida y Evans la observó extrañado.

—Bonito acento, no sabía que eras española. ¡Qué curioso!

—Evans, no te hagas el misterioso y dinos. —Fue Mike quien insistió.

—Lo siento, jóvenes, pero es lo único que sabrán por mí.

—Cornelio... —Cacius volvió a intervenir y se ganó una mala mirada en el proceso, pero poco le importó, con su rostro impasible contempló a Evans y sin decir otra palabra consiguió convencerlo.

—¡Aaaay, Caciuuuuus! —respondió resignado y hasta elevó los brazos al cielo en señal de fastidio, Jennifer soltó una carcajada que la hizo merecedora de una mirada asesina— A veces los odio. Bien, se encuentra en Barcelona, su nueva identidad es Paolo Montesco y está matriculado en la UB. —Mis hijos sonrieron con complicidad ante la nueva información, pero su gesto se tornó doloroso cuando Evans jaló a ambos por las orejas—. Escúchenme, par de mequetrefes, ¡fastidien mi caso y los haré pagar! Ahora, si no les molesta, ya conocen la salida.

Mariana saltaba de la emoción alrededor de su hermano mientras se sobaba la oreja. Él, pese a contar ya con la información, continuaba contrariado y así se lo hizo ver a ella; sin embargo, abrió la boca de la impresión después de escuchar el plan de mi niña, de hecho, Kevin y yo reaccionamos igual.

—¡¿Te volviste loca?! —le dijo Mike, exaltado mientras se desplazaban entre los corredores donde las distintas obras de arte a las cuales no prestaban atención alguna, pasaban a su alrededor como un flash multicolor, conforme se dirigían a la salida de Renacer— Enana, tú ni siquiera conoces a ese chico, puede ser peligroso.

—Si así fuera no tendría el corazón de nuestro padre en sus manos o lo protegería tanto el señor Evans.

—No lo sé, enana —contestó Mike luego de un suspiro—. Oye, en la UB no hay Artes escénicas y lo sabes, ¿bajo qué excusa te cambiarías allí?

—¡Qué importa! Hay Bellas artes, además, tampoco creo demorarme todo un año en volver a juntarlos, luego de eso puedo cambiarme de escuela.

—No lo sé, Mari.

—¿Acaso te estás arrepintiendo, tío? ¿O te incomoda que el novio de papi sea de tu edad? —le dijo entre risas y Mike se ruborizó, aunque no pudo evitar reír.

—Cierra la boca, tonta, que esto está rarísimo. Si ya lo decidiste, ni modo, mantenme al tanto y si se pasa contigo llámame y lo mato.

—Tranquilo, tío —respondió Mari, adoptando una poseen guardia—. Me enseñaste a defenderme.

El plan quedó establecido, Mariana ingresó a Bellas artes en la UB, para mi sorpresa y la de su tía con quien había vivido por cerca de tres años, contó que el mayor inconveniente lo tuvo con Sofía, ya que ella se opuso rotundamente desde el principio; pero al final accedió a ayudarla en todo y como si el destino hubiese decidido brindarle algo de apoyo, se topó a su objetivo el primer día de clases, aunque de mala manera; pero más increíble fue enterarse días después, que el chico era compañero de su nuevo tutor de dibujo. Tomó cada coincidencia como una señal del universo conspirador para volver a juntarnos.

—No lo puedo creer... —expresó Kevin sorprendido después de escuchar todo aquello mientras yo permanecí boquiabierto y mi niña sonrió—. Mariana, te creí una inocente niña cuando en realidad, ¡eres una manipuladora experta!

—¡Oigan, soy actriz! —respondió en medio de risas, su amiga Sofía también reía con ella— Este ha sido el papel de mi vida.

Kevin soltó una fuerte carcajada y se cubrió el rostro mientras yo seguía sin salir del asombro.

—Increíble, ¡a esto te referías!

—Creí necesitar todo el primer año para juntaros, ¡eh!

—Mi niña, pero...

—Papi, Paolo o bueno, Kevin; ya yo hice mi parte, el resto depende de ustedes.

—Y yo que me sentí súper culpable por fallarte y ser el peor novio del mundo... —Kevin sonó consternado y luego añadió con gran indignación—: ¡Eres terrible, Ratona!

Mariana se soltó a reír con fuerza mientras se disculpaba y aunque Kevin negaba con la cabeza no dejó de sonreír, nervioso. En un momento, nuestras miradas se cruzaron y pude ver en la suya algo similar a alivio, era la misma sensación que se había apoderado de mi pecho, aunque controlar el trepidar de mi cuerpo se había tornado una difícil tarea. Durante años, temí decirle la verdad a mi familia, pero saber que contaba con ellos sin importar nada más, me quitó un enorme peso de encima y por primera vez pude sentirme liberado.

En un instante noté la presencia de Olivia, se hallaba en la entrada a un lado de Kev, paseó la vista entre todos, pero a mí me contempló más tiempo con una amarga sonrisa antes de retirarse; en ese instante, el enorme peso retornó y quise erguirme para ir tras ella e intentar explicarle. No obstante, las palabras de mi niña consiguieron retenerme:

—Papi, había un segundo motivo para requerir tu presencia.

Observé a mi pequeña entre curioso y confundido, en realidad, seguía tan impactado por toda la situación que no la creí capaz de volver a sorprenderme. ¡Qué gran equivocación! Apenas le di importancia al gesto de su mano entrelazada con la de su amiga cuando la movió para llamar mi atención mientras hablaba:

—Sofía es más que mi mejor amiga, la realidad es que somos pareja.

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