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Es importante dejar ir ciertas cosas, personas.
Soltar. Desprenderse. Ser libre.
Dejar de empujar una puerta que está cerrada con llave.
Dejar de ser quien eras, y empezar a ser quien eres.

Habían pasado ya unas horas desde la partida de Sol.

Encerrado en las cuatro paredes de su oscura habitación, sobre las sábanas blancas, se abrazaba las piernas a su pecho. Mientras nuevamente una lágrima recorría su suave mejilla...Un roce sutil se posó sobre esta, un tacto helado que le puso la piel de gallina. Fue el momento en que levantó la mirada, topándose con sus ojos.
Si, con aquellos ojos color miel que le quitaban el sueño, esos ojos adictivos, dominantes, aquellos que le sonreían y hacían temblar su alma.

—Min..—se escucho.

—¿Estás aquí?—susurró inaudito.

—Estoy aquí...

Los ojos del peli negro se encontraban envueltos en agua cristalina, su vista se volvía borrosa con el pasar de los segundos y su sonrisa se expandía.

—Se que tienes miedo—susurró acariciando su mejilla—Min, en la oscuridad no hay nada que temer—le dijo aquella rubia—De hecho, no hay nada que temer en ningún lugar, la persona más fuerte es aquella que no le teme a estar sola.

—Pero no quiero estar solo...—contestó en un murmuro—Todo lo que pido es estar contigo, quiero estar contigo.

La rubia negó suavemente con la cabeza.

—¿Recuerdas el día en que nos conocimos?—habló dulcemente.

—Lo recuerdo como si hubiese sido ayer—le respondió—Abordábamos el mismo autobús, a la misma hora, cada día de cada semana—sonrió melancólico—No sabía quién eras, pero siempre traías esa sonrisa traviesa, tu camisa sin arrugas y tus jeans negros, demasiado común para mi gusto, pero había algo en ti que me dejaba pensado en todo, y un día simplemente me atreví, te invité a salir y tú aceptaste.

Aquella rubia sonrió dulcemente, mientras una lagrima salió desconsoladamente.

El peli negro por su parte, bajó la mirada topándose con su temblorosa mano que llevaba consigo el anillo en su cuarto dedo.

—Pero...Llegaste antes de lo acordado—continuó con voz entrecortada —Llegue tarde esa noche y...

—Olvida el día en que nos conocimos, olvida cómo empezó todo—soltó de la nada.

Min YoonGi la miró con su ceño fruncido.

—No me pidas eso por favor...

—Debes olvidar la primera vez que dijiste que me querías, y olvida lo que yo contesté

—Yuna, yo no podría...

—Olvida las veces en que te hice reír, olvida las veces en que te hice llorar, olvida los momentos en que cometimos alguna tontería, olvida las llamadas por la madrugada donde nuestros sentimientos salían a flote, olvida que alguna vez forme parte de tu vida, ¡Porqué esos recuerdos te están matando!—mencionó con desespero en su voz—Por favor, olvídame.

—Kan Yuna...¿Cómo puedes pedirme algo así?

—Lo hará—interrumpió con cierta tristeza—Ella vivirá para construir tus sueños, aquellos que se derrumbaron con mi partida, estará cuando tú sonrisa sea inestable, te amara tanto que un día simplemente se atreverá a decir las palabras que yo dije alguna vez, entenderá tus razones incoherentes que son lógicas para ti, estará para salvarte de tus pesadillas cuando no puedas dormir, te observará como si fueses su centro gravitacional.

—Por favor, detente...

—Tú lo harás también...—susurró sin poder retener sus lágrimas—Yo lo sé.

El peli negro frunció su ceño, y con lágrimas en los ojos negó repetidas veces con la cabeza.

—Lo harás al momento en que apenas un rayo de luz entre por la ventana, será la hora exacta en que confesarás tu sentir sin miedo, y por fin te sentirás feliz de que un nuevo día haya llegado.

—Pero tú...

—Mi amor va a ser infinito, aunque no esté contigo...Tú siempre vas a ser el amor de mi vida, pero Min, yo no soy el tuyo.

De repente, sus ojos se abrieron con lentitud visualizando la luz entrando por la ventana.

Todo había sido un sueño. Uno triste y maravilloso.
Melancólico, hermoso. Pero al final de cuentas, un sueño.

Por alguna razón aquello hizo que su corazón se sintiese menos pesado, giró su cabeza, 7:23 marcaba el reloj.
Sin pensarlo demasiado se levantó, necesitaba prepararse para el trabajo.

—¡Buenos días joven Min!—exclamó una vez vio salir al chico del ascensor.

—Buenos días señor Choi—comentó acompañado de una leve reverencia.

—Su novia lo ha estado esperando desde las 7:00 a.m.—comentó sonriente.

—¿Novia?—entonces fue ahí donde los ojos del peligro se topan con la mirada de aquella joven de pómulos altos quien le sonreía enormemente.

Entonces, Min Yoongi no busco pretexto de nada.
Sólo aprendió a mirar con otros ojos.
Fue ahí, donde el capítulo de su roto corazón decidió escribir un ...¿Por qué no intentarlo?

Y una sonrisa, ya se había formado.

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