Capítulo 1 - Repercusión de aquellos días

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La creación. Fue esa la obra maestra del gran dios Pokémon Arceus. Tan bella fue, que luego de haber distribuido todas las responsabilidades con algunos de sus hijos, decidió instalarse sobre la tierra en un enorme santuario para habitar entre todo lo que sería su legado. El enorme santuario se hallaba en una de las cumbres del monte Oka, llamado así por el canto del viento al cruzar entre las enormes rocas.

Arceus vivió en armonía durante mucho tiempo mientras vigilaba de cerca el progreso, evolución y desarrollo de sus hijos. Muchos de ellos solían visitarlo; recorrían con asombro y admiración el amplio interior de su santuario, pero lo que más llamaba la atención a los visitantes, era tener la oportunidad de apreciar los pedestales en los que se encontraban cada una de las dieciocho tablas elementales con las que Arceus, su padre, creó todo y a todos. Cada una por sí misma almacenaba una gran cantidad de energía y poder. Esto, más que captar el asombro y robar las miradas de muchos, anidaba sus mentes un codicioso deseo; uno de equipararse algún día al poder de un dios o legendario. Era algo muy recurrente en la mente de aquellos que se proclamaban por sus destrezas como los más fuertes.

El gran dios era consciente de esto y temía que un día sus hijos, invadidos por la avaricia, quisieran levantarse en su contra. Mentalmente no estaba preparado para tener que acabar con todos aquellos que lo desafiaran, en su lugar, pidió a sus hijos jurar lealtad otorgando a los más fieles una bendición de linaje. A estos se les llamó: Ikigai, los nacidos con un propósito.

Este grupo de Pokémon, leales al nombre de su padre, se distribuyeron a lo largo de las regiones, pueblos, ciudades y países, formando así clanes en los que surgieron pokémon con la capacidad necesaria de defender los ideales de su padre llegado el momento.

[...]

Los años pasaron, y en medio de una de las noches en las que Arceus decidió cerrar sus ojos para darse un descanso, algo sucedió. A ciencia cierta, nadie ha sabido explicar todavía el cómo tres de las tablas fueron robadas del santuario y entrañadas por un grupo de pokémon. Esto desató la ira de Arceus, que a su vez, detonó en una enorme preocupación de lo que pudiese ocurrir.

Con el propósito de recuperar las tablas, el gran dios formó, junto a varios de sus hijos: "Ikigai" un grupo de guerreros y búsqueda especial. Estos tomaron la razón social a simple voz de Gladios: las espadas de Arceus. Al ser un grupo formado por el gran padre, sus voces y voto tenían un peso mucho mayor al de las autoridades que habían establecido los pokémon en su democracia para mantener el orden en sus pueblos, ciudades y demás.

No fue mucho el tiempo transcurrido en el que se pudieron hallar rastros de la ubicación de las tablas. En el interior de laboratorios inteligentemente escondidos, las tenían distribuidas en distintas zonas de la región. Grupos de Gladios se desplegaron para intentar recuperar las tablas, y de manera opcional, desmantelar dichas instalaciones.

Pero la fortuna no siempre va a la par de aquellos que creen hacer lo correcto, pues, el plan de aquellos cegados por la avaricia se había completado. Con la energía de las tablas se consiguió la creación de tres amuletos con la capacidad de dotar a sus portadores de un poder sumamente inconmensurable. Dos de ellos permanecieron intactos mientras que solo uno pudo ser destruido, recuperando así una de las tres tablillas.

Los demás Gladios no corrieron con la misma suerte, cayeron ante el poder de los amuletos y sus portadores. Se les asignaron nombres: amuleto Arceus para el blanco, y Giratina para el más oscuro. Esto también con base a lo que hacía cada uno.

[...]

Tiempos oscuros habían arribado. Los Gladios, figuras políticas y autoridades, sabían de lo peligroso que era la existencia de dichos amuletos; esto sin contar que ellos, quienes por su alto deseo de alcanzar una divinidad similar a la de un dios a toda costa, se hacían llamar los Abaddon: angeles de los abismos, aún eran poseedores de dos de las tablas.

Las opciones se empezaron a agotar, los asedios contra aldeas, ciudades y pueblos pasaban una alta factura. No les quedó más que comenzar una declaración de guerra. Fueron varias las batallas de represión y contención a los mismos, pero todo llevó a una última que se extendió por varios años. Las pérdidas eran catastróficas para ambos bandos, por extraño que pareciese, y es que los Abaddon se hicieron con una gran cantidad de seguidores, no solo por tener ideologías similares, sino por muchos otros inocentes que fueron influenciados y controlados con el poder de los amuletos. Todo apuntaba a ser una lucha que nunca se iba a acabar, pero gracias a un grupo de Gladios que fueron llamados: "los precursores", por su gran desempeño e influencia en cada uno de los combates, pudo llegarse al fin de la guerra consiguiendo oprimir a los seguidores de los Abaddon y de la mano, a muchos de ellos. Las tablas fueron recuperadas y devueltas a Arceus en su santuario, quien demostraba un gran arrepentimiento de haberse plantado allí en la tierra con sus hijos por todo lo que su influencia llegó a causar.

Como último acto, el gran dios decidió abandonar el terreno físico llevando consigo su santuario junto con las tablas para evitar que algo tan nefasto como lo ocurrido pudiera repetirse. Los amuletos Arceus y Giratina no pudieron ser recuperados, pero se sabe que con la partida de Arceus, dejaron de funcionar por completo al no tener las tablas para alimentarse de energía.

La sociedad comenzó a estabilizarse poco a poco y a recuperarse de lo sucedido. Muchos de los clanes (Ikigai) decidieron conservar su linaje puro apartándose de otros, aunque algunos, por la singularidad de sus bendiciones, les fue conveniente sostener alianzas con otros. Los Gladios perdieron algo de poder en su voz y voto, pero este no dejó de ser alto. Serían ellos los que ahora tendrían que encargarse de mantener el orden en la tierra de toda nueva amenaza posible que pudiera alzarse. Después de todo, algunos de los Abaddon no desistieron de sus ideales y permanecieron ocultos entre los pokémon esperando su oportunidad para actuar. Y hasta cuando eso suceda, siempre habrá una luz que dará seguridad a todos.

[...]

—¡Es fascinante! ¿Qué pasó después?

—Los Gladios establecieron un sistema de rangos para garantizar la seguridad de los menos aptos para tareas peligrosas, un ejemplo es el enfrentarse a algún Abaddon restante. Los pokémon no volvimos a ver a nuestro padre creador y desde aquella ocasión, con el pasar de los años, no hemos vuelto a estar en guerra, afortunadamente.

—¡Wow, es genial!

—Je, je. Ya te conté muchas historias, es momento de que te vayas a la cama.

—¿Jugaremos mañana, papá?

—Espero que se pueda. Descansa, pequeño.

[...]

Una Luz Renuente | Capítulo 1 - Repercusión de aquellos días

"No escatimes en hacerle saber a alguien lo mucho que lo amas; el conocer cuando será la última vez que se lo puedas decir es incierto".

El amanecer ya había llegado, el sol cada vez más anunciaba su presencia por los pequeños ventanales de aquella humilde habitación, donde el cuerpo enrollado de un pequeño eevee albino, yacía plácidamente dormido sobre su cama, abrazando tranquilamente su cola esponjada.

Desde el otro extremo de la habitación, una espeon abrió lentamente la puerta, observando durante unos segundos al eevee dormir, antes de soltar una mesurada risa. Tenía un suave pelaje, uno mayor y más esponjoso de lo habitual para los de su especie. La forma amorosa con la que fijó sus ojos sobre el durmiente, reflejaba un aura de calidez indicando así que era su madre, y con una dulce voz bañada en cariño le susurró al oído:

—Despierta, pequeño, el sol ya ha salido~.

—Hmm... —aún dormido, movió rápidamente sus orejas, indicando estar atento al llamado de su madre.

Ella, quien rió un poco al ver su adorable expresión, optó en esta ocasión por usar un chantaje para despertarlo.

—Si no despiertas ahora, le daré tu comida a Garden que ha venido de visita.

Ni más oyó eso último, el albino abrió sus ojos de golpe, y enérgico, se puso de pie encima de la cama.

—¡Claro que no! —manifestó frunciendo su ceño, cosa que lo hizo ver adorable.

—Je, je, vaya, el señor gruñón se ha despertado ¿Eh? —expresó la espeon siguiéndole la corriente entre juegos—. Se dice buenos días, tesoro —replicó acariciándole la cabeza, dejándolo todo despeinado.

Entre algunas risas, sacudió su cabeza para intentar ordenar su pelaje, lo que provocó que este mismo terminase más esponjado.

—¡Mamá! ¡No me despeines! —se quejó entre risas.

—Ji, ji, bueno, baja que ya es hora de desayunar. —La espeon le sonrió y luego se levantó para caminar de regreso a la puerta.

—Espera, ¿papá está aquí? —preguntó saliendo de la cama para alcanzar a su madre.

—Me temo que no... —respondió volteando a verlo, seguidamente su vista se clavó en el techo durante unos momentos mientras recordaba—, al parecer tuvo que ir a una misión con los Gladios, se levantó algo temprano y casi no me doy cuenta del momento en el que salió de casa.

—Oh, bien... —expresó algo desilusionado bajando su cabeza.

La espeon se dió la vuelta por completo, y en un intento de animarlo, le comentó:

—Ya, ya, tranquilo, no estés triste, sé que volverá.

—Sí, pero... Casi no paso tiempo junto a él, a veces me gustaría poder seguirlo a una de sus misiones —le confesó en un tono quebradizo.

—Oh... —En vista de que su hijo estaba cerca de romper en llanto, la espeon dulcemente le levanta la cabeza para así verlo a los ojos y susurrarle—. Nunca bajes la cabeza por tristeza, es una ley de la vida, cariño. Él volverá, y cuando lo haga, jugará contigo todo lo que quieras.

Dijo la madre a su muchachito, cuyos ojos del mismo volvieron a brillar con esas palabras; «pobre de ti, Aaron, si me entero que volviste a olvidar pasar tiempo con él» pensó ella.

—¿E-eso crees? —preguntó ya un tanto más calmado.

—Sí. —Le brindó una sonrisa amorosa—. Estoy segura, sé que sí.

En ese entonces era sorprendente lo fácil que le fue creer lo que le decía su madre, pero era normal; porque a nadie se le cruzó por la mente lo que estaría por suceder.

[...]

Hubo un beso al sentido olfativo del eevee al bajar las escaleras hacia su cocina, pero una vez allí, no solo se encontró con el origen del aroma, sino que también con un pokémon muy familiar para él.

—¿Hmph? —Al momento de ver que entraban a la cocina, se dibujó una sonrisa en el rostro del individuo—. Vaya, vaya, miren quien por fin despertó, ¿no es ese el pequeño Aaron?

Era una clara mofa, una que provenía de un espeon. Era su forma carismática de saludar. Este se encontraba sentado en una silla junto a la mesa de la cocina.

—¿¡A quién llamas Aaron!? —reclamó algo molesto intentando sonar amenazante, cosa que solo lo hizo ver aún más adorable.

—Ya déjalo, Garden, sabes que se llama Yeident. —intervino la madre entrando a la cocina junto al cachorro.

—Tranquila, sabes que me gusta llamarlo como su padre, je, je, y hablando de él ¿no está aquí, cierto? —le preguntó con curiosidad.

—No —Yeident se entrometió mientras sube a una silla delante del espeon—, papá salió esta mañana a una misión.

—Oh, así que, Aaron no está, ¿Eh? Entonces... —Esbozando picardía debido a su expresión, el espeon posó su mirada en la madre—. Oye, Enfy, ¿qué te parecería: tú, yo, un restaurante, mesa para dos, con velas, a la luz de la luna? —propuso a la espeon un poco apenado encogiéndose de "hombros".

—Eeh... No, gracias, así estoy bien, Garden. —respondió mientras servía la comida sobre la mesa para su hijo.

—Oh, vamos, solo será una vez, lo prometo —insistió apenado y con un sonrojo aún más marcado bajo su rostro—, Pero... en caso de que quieras que se repita, yo estoy más que dispuesto.

—Garden, por favor, no, y menos en frente de él. —quejó en un tono serio la psíquico señalando con sus ojos al albino—. Hazlo una vez más y no serás bienvenido en esta casa.

—¡Sí! No digas esas cosas delante de mí... —se entrometió imitando un poco el tono de su madre con algo de dificultad al tener la boca llena deteniéndose unos segundos para tragar con fuerza—, que luego no entiendo qué pasa, ¡y mi mami no me querrá decir lo que es después! —adjuntó bajo su inocencia.

—Aaw, eres tan adorable. Creo que puedo enseñarte algunas cosas más adelante —mencionó el espeon acariciándole la cabeza—. Sí, creo que yo podría enseñarte alguna que otra cosa...

—No te atrevas a enseñarle barbaries a mi hijo —espetó la madre mirando al espeon con mucha seriedad.

—¿C-Cómo crees?, tranquila, je, je. —Respondió nervioso mientras niega con su pata derecha—. No le enseñaré nada malo, lo prometo —aclaró esto último con una sonrisa tranquila.

—¡Qué bien! —expresó Yeident, alegre y emocionado hasta el punto de saltar sobre la mesa, pero rápidamente su cabeza se nubló a causa de una duda—, ¿qué voy a aprender?

—Te enseñaré el arte de los reflejos, el sentir a tu oponente antes de que ataque —replicó mirándolo seguro de sí mismo—, también algún que otro truco más para el combate.

—¡Woow! —lo admiró como si de su ídolo se tratase—, ¡quiero aprender todo sobre eso! —Exclamó con alegría y entusiasmo—. Así tal vez pueda vencer a mamá en un combate al fin.

—¿Seguro de que le enseñarás bien al pequeño? —preguntó la madre un tanto desconfiada por la propuesta de Garden.

—¡Por supuesto! —Afirmó y volteó a verla mostrándose más confiado—. Y Quizá así puedas ver qué tan bueno soy con los niños y te decidas en aceptar salir conmigo —añadió eso último muy sonrojado.

—¡Por última vez, ya te dije que no, Garden!, estoy feliz con Aaron —respondió claramente molesta, rechazando su oferta una vez más.

—Vaya... Entiendo. —Acató desilusionado bajando su cabeza—. Pero... Si llegara el día en que no tuvieras pareja... —Se entrecortaron sus palabras por los nervios—. E-Entonces... ¿A-aceptarías? —volvió a preguntar alzando levemente la vista hacia ella con timidez.

La madre permaneció en silencio, simplemente tomó a su hijo para ponerlo sobre su lomo y caminar hacia la puerta.

—Eso es algo que no se puede responder, ahora, ya no me molestes con eso. Sabes lo que te hará Aaron, lo que pasa cada vez que tocas un tema así conmigo. —Dijo eso último para después salir a la parte trasera de la casa donde tenían amplio campo para poder entrenar.

—Entiendo... entonces, ¿eso es un tal vez...? «Dijo que no se puede responder ahora, ¡sin dudas es un "tal vez", finalmente llegará el día en el que me haga caso!» —se perdió en sus pensamientos mientras que con una sonrisa observaba a la espeon alejarse, al dejar de pensar, solo suspiró y manteniendo esos ánimos salió de la casa.

[...]

Transcurrieron un par de minutos, tiempo en el que realizaron un calentamiento básico. La madre ya se encontraba lista para instruir a su hijo, pero en esta ocasión, le enseñaría sobre el uso de su bendición, y con ella, el cómo implementarlo en combate.

—Muy bien, Yeident, repasemos lo que te he enseñado, ¿está bien?

—¡Sí, sí! —Respondió con energía ansioso por comenzar.

Sentado cerca de ellos estaba Garden observando la plática  que tenían.

—Veamos... Cómo ya tienes entendido, los pokémon tenemos diferentes tipos, ¿recuerdas cuál es tu tipo, Yeident?

—¡Oh, oh, es normal!

—Bien dicho —acarició su cabeza como recompensa—, significa que eres débil contra los tipo lucha, pero fuerte contra los fantasma.

—¡Ja!, los fantasmas no me dan miedo. —Le comentó—. Bueno... quizá solo un poco. ¡Pero es poco!

—Vaya que sí, cariño. —No pudo evitar que una risa, producto de la ternura, se le escapase. Haciendo uso de su habilidad psíquica, sacó un libro desde el interior de la casa, el cual abrió y comenzó a dar vuelta a algunas de sus hojas—. Pero aunque seas más fuerte que ellos, no significa que tengas la victoria asegurada.

—¿Eh, por qué? —cuestionó inclinando la cabeza hacia un costado.

—¿Lo olvidaste? Es la energía, pequeño. Todos tenemos una cierta cantidad en nuestros cuerpos y se gasta cada vez que utilizamos movimientos y/o algunas habilidades.

—Ooh, es verdad.

—Mhm. —Asintió con la cabeza—. Debes tener cuidado con el uso que le das, si te quedas sin ella, no podrás usar tus movimientos hasta recuperar algo de la misma. Y si te fuerzas demasiado, consumirás otro tipo de energía. ¿Recuerdas cuál es?

—¡Sí, es la viral!

—Ja, ja, ja, es correcto, pero se dice "vital", Yeident, no "viral".

—¡Perdón, perdón!

—Prosiguiendo con eso, la energía vital es la fuerza con la que tu cuerpo vive, también la que define cuánto tiempo puedes llegar a vivir. Si la consumes, comenzarás a perder fuerzas, pero tus movimientos tendrán una eficiencia mayor.

—Si es mayor, ¿por qué no usarla?

—Ahí el detalle. Si consumes demasiado de ella, tu cuerpo entrará en un estado de reposo hasta recuperarse, en algunos casos, puede que no dejes de descansar. Así que ten mucho cuidado. ¿Sí?

—¡Lo tendré, mamá, lo prometo!

—Espero que lo cumplas. Aunque por nuestra bendición, no es un riesgo común.

—¿Bendición? ¡Bendición! ¿Qué es? —Le preguntó con una ligera inclinación en su cabeza.

—Son un regalo que nos dio nuestro creador Arceus, los pokémon que la recibimos, llevamos el título de "Ikigai".

—¡I... ikegay!

—¡No lo digas así! —lo regañó—, ejem... los Ikigai contamos con una habilidad especial que llamamos bendición, cada una ofrece ventajas a su usuario. ¿Recuerdas el nombre de nuestro clan?

—¡Sí, es Itsune!

—Lo haces bien, cariño. —Le manifestó—. Nuestra bendición se llama voluntad, su efecto influye en el flujo de energía haciendo que sea más eficiente a la hora de ser consumida. Además de permitir darle más fuerza a los movimientos que realicemos, justo así:

Cerró el libro dejándolo a un lado sobre el suelo, en un parpadeo, sus ojos comenzaron a brillar en un azul tan celeste como los cielos. Un aura de energía la empezó a envolver concluyendo en una liberación que provocó una onda de choque inofensiva a su alrededor, pero con la fuerza suficiente para desordenar el pelaje del eevee y sacudir las hojas de los árboles circundantes, además de levantar algo de polvo.

Yeident la vio, estupefacto, sus ojos parecían un par de estrellas adornando un cielo nocturno por el brillo que emitían, eso era emoción.

Garden, que estaba a su lado, también se mostraba interesado en esa simple demostración de habilidad. «Así que este es el poder de un Itsune...» citó en su cabeza decidiendo acercarse un poco.

—¡E-es genial! ¡Yo también quiero hacer eso! —No paró de saltar, no quedaban dudas de lo emocionado que estaba por un día llegar a ser tan hábil como su madre.

—No es lo único que puedes llegar a hacer. —Intervino aquel visitante, Garden, quien se sentó ahora a cercanías del eevee—. Tu padre es un Ishikawa. Eso quiere decir que tienes que haber heredado la bendición de remanencia. Una habilidad muy útil cuando tu fuerte es el cuerpo a cuerpo. A cambio de un gran consumo de energía, te permitirá resistir ataques de forma directa antes de siquiera comenzar a verte afectado por ellos.

—Eso es verdad —le confirmó la madre interrumpiendo—, pero Yeident no presenta las marcas que los portadores de esa bendición tienen al nacer. Es por eso que Aaron prefirió que llevara cómo principal el título de nuestro clan, Itsune.

—El pequeño Yeident Itsune Ishikawa, ¿es así en dicho caso?

—¡Sí, sí! —Le respondió con alegría—. Ese es mi nombre.

—Sabiendo eso, yo podría enseñarte algunas cosas que te serán de utilidad.

—Garden... No te atrevas a enseñarle cosas que crucen la línea. —Su tono de voz era amenazante, acompañado de un ceño fruncido.

—¡Na-nada de eso, Enfy! —Se excusó comenzando a ponerse nervioso mientras agitaba sus patas—. Me refiero a la percepción. Si me lo permites, puedo darle algunos consejos y maneras en las que puede mejorar sus reflejos.

—¡Sí, sí! ¡Quiero aprender de eso!

En vista de la presión que comenzó a generarse por parte del pequeño, la madre no tuvo más remedio que suspirar bajando la mirada y acceder.

—Bien, dejaré que estés a cargo de su entrenamiento, sin embargo los estaré observando.

Yeident gritó y saltó de la emoción, al poco tiempo, observó de frente a Garden, reflejando intriga y confusión en la leve inclinación de su cabeza.

—¿Qué son... reflejos?

—Ya lo verás pronto, pequeñín. —Estiró durante unos segundos su cuerpo para entrar en calor—. Ahora que me doy cuenta, voy a tener que explicarte el concepto más de una vez —resolló algo desanimado bajando la cabeza, pero no fue en señal de desinterés. Su mente se sumergió en la idea de lo agotador que iba a ser el hacerle entender al pequeño algo tan simple sin siquiera tener que llegar a la práctica todavía—, da igual —admitió—, no tengo nada que perder. ¡Así que presta atención, Yeident, esta lección te convertirá en un rival digno de temer!

—¡Sí, sí! —Emocionado, su cuerpo respondió a la creciente alegría haciéndolo saltar con energía.

—Veamos... ¿Cómo decirlo...? ¡Ah! El arte de los reflejos, más que un instinto que tienes dentro de ti, consiste en conseguir identificar desde qué punto va a venir tu oponente o su ataque para poder esquivarlo, o en el caso de que no sea posible, intentar bloquearlo. Para esto debes estar relajado, pero atento a lo que ocurre. En especial con tus orejas.

Yeident no hizo otra cosa más que sonreír con emoción, mientras inclinaba su cabeza hacia un costado, mostrándose ahora confundido. Las orejas del espeon se sacudieron en ese momento mientras se colocaba sobre sus cuatro patas. Respiró hondo y luego lo observó fijamente.

—Te daré una demostración, escóndete y trata de tomarme por sorpresa con algún movimiento o ataque que conozcas.

—¡Está bien, lo haré!

Garden cerró sus ojos para no ver la dirección en la que él pudiera irse a esconder. Yeident, por su parte, no perdió el tiempo y echó a correr. En aquel lugar habían muchas buenas opciones gracias a que los rodeaba una basta vegetación; desde arbustos y rocas, hasta árboles de bayas. Finalmente optó por trepar lo más rápido que pudo sobre la rama de un frondoso árbol que lo ocultó por completo con sus hojas. Se creyó muy astuto, debido a que en ese preciso momento y sin avisar que se encontraba preparado, decidió atacar. Utilizó su movimiento de rapidez con el que lanzó una ráfaga de estrellas, al mismo tiempo, el eevee saltó con impulso desde aquella rama contra el espeon buscando impactar una tacleada.

Dos ataques directos provenientes desde la misma dirección. Garden lo dedujo al instante con la simpleza de un movimiento en sus orejas ante el ruido. Era relativamente corta la distancia que había entre el eevee, el ataque y el espeon, cuando de un ágil movimiento, se hizo a un lado saliendo de la trayectoria de impacto. Yeident no terminó de procesar que su objetivo ahora se ubicaba un poco más hacia la izquierda, observando el duro suelo contra el que iba a parar. El polvo cubrió el punto de impacto de su movimiento acompañado de un leve estruendo, junto a los gritos del albino, mismos que prevalecieron hasta que al dispersarse aquellas nubes de suciedad, se vió que estaba suspendido en el aire, envuelto de un aura azul.

Yeident prevaleció con las patas sobre sus ojos por el miedo mientras gritaba, pero en vista de que aún no palpaba el suelo, lentamente los descubrió, percatándose así de lo acontecido; Garden evitó su colisión al atraparlo con su levitación psíquica.

—¡E-eso estuvo muy cerca! —Sollozó aún con su corazón agitado por la emoción del momento, sin embargo, el quebrar de su tono no duró mucho. Su expresión pasó a ser llena de éxtasis y asombro al estar maravillado de la gran habilidad de percepción que el mayor tenía—. ¡Lo viste venir y me atrapaste, eres increíble!

—Je, je, vamos. Eso no fue nada. Diste un ataque bastante obvio. —Haciendo que la gema de su cabeza dejara de brillar, lo puso sobre el suelo mientras contenía su risa entre dientes—. Además, ¿cómo crees que te iba a dejar caer? ¡Ja! No me puedo permitir que te lastimes... No lo contaría. —Le comentó mirando hacia atrás de reojo.

Enfy los observaba de cerca, estaba claro que Garden temió por su integridad en caso de que el albino terminara con algún rasguño.

—Bueno, ya con esa demostración, tendremos que trabajar primeramente en la orientación de tus sentidos. Para eso, estarás sentado aquí frente a mí. Mantendrás los ojos cerrados e intentarás descifrar desde qué dirección viene cada posible ruido que yo realice. Mientras más consigas progresar, más tenue será la intensidad del mismo. Será el primer paso para entrenar esos sentidos, ¿está bien?

—¡Sí, sí! ¡Ya quiero comenzar! —Alegre y enérgico, cerró sus ojos con fuerza al punto de que sus mejillas se inflaron también.

El entrenamiento comenzó, al inicio a Yeident se le hizo fácil identificar el origen del sonido, naturalmente sus orejas estaban diseñadas para eso, pero conforme avanzaba el tiempo, las pruebas empezaron a ponerse difíciles. Cuando el ruido fue muy débil, se le hizo casi imposible identificarlo, e inclusive, oírlo.

Garden lo visitó para entrenar durante varios días hasta que tuvo que ser asignado a una misión, por lo que no tuvieron más noticias acerca de él durante un tiempo.

[...]

Era de noche. Un bosque frondoso, oscuro cual abismo por los árboles que bloqueaban la suave luz de la luna, fue víctima de un crimen al ser su embriagador silencio asesinado. Las pisadas y ramas crujiendo eran lo único perceptible ahora, todo esto era producto de una feroz persecución.

Un flareon, portador de una bandana de tonos oscuros de la cual colgaba una insignia, corría de un grupo de mightyena que iban tras su rastro, eran tres en total. El anaranjado, cuya melena de cabeza era algo peculiar, al igual que ciertas marcas en sus articulaciones y mejillas, se encontraba agitado. Estaba desesperado por poder salir de ahí lo más pronto posible, viéndose algo aliviado al divisar delante de él una casa, misma a la que le derribó la puerta de una fuerte embestida.

Acabó tendido en el suelo, y a la luz de aquel cálido hogar, se apreciaron sus heridas en varias zonas del cuerpo, no eran graves. Una señal de que se defendió de manera exitosa de ataques que pudieron haberle costado la vida. Lentamente se intentó reincorporar, siendo sorprendido por una voz familiar.

—¡Pa... Papá!

Un pequeño eevee albino acudió al instante, casi que al mismo tiempo, la madre del mismo hizo acto de presencia yendo a auxiliarlo, pero este evitó que se acercaran con su pata, haciendo entender que debía mantener la distancia.

—No hay tiempo para explicar... Ungh... —el dolor y la poca energía que le quedaban le dificultó el poder expresarse—, ¡solo toma a Yeident y huye de aquí lo antes posible!

Su experiencia le hizo hacer caso a su amado, por lo que fue y tomó con su hocico al cachorro de la melena. Antes de salir por la puerta trasera, volteó a ver al flareon que ya se encontraba incorporado nuevamente retomando el aliento. Sus miradas al cruzarse se dijeron un último "te amo" antes de ella irse corriendo.

Yeident no entendió lo que estaba ocurriendo. Preguntaba a su madre con desconcierto en más de una ocasión estando a nada de levantar la voz, quería saber por qué estaban dejando atrás a su padre en aquel estado. Ella lo ignoró y solo siguió corriendo.

El flareon observó todo a su alrededor, su hogar. Por su mente pasaban muchas cosas, varios recuerdos y un culposo deseo de haber estado más presente para su hijo, pero lo que más resonaba, era: «espero estar haciendo lo correcto», cuando a sus espaldas apareció uno de los mightyena riendo de una manera cínica en la que buscaba infringir miedo, cosa que no funcionó.

—Vaya, ¿qué tanto miras el lugar? Ja, ja, no me digas que te estás poniendo sentimental en una situación cómo esta. Los pokémon como tú me dan mucho asco.

«Solo uno de ellos...». Supo el rumbo que las cosas tomaron, no era nada bueno y estaba por ponerse peor. Al flareon no le quedaban muchas fuerzas; además de las risas del siniestro can, la difícil respiración del anaranjado era lo único que podía escucharse en aquella habitación. No vio más opciones, se dio vuelta y levantó su mirada observando fijamente a aquellos profundos y vacíos ojos teñidos con el color carmesí de la sangre al brotar.

El mightyena sonrió con malicia enseñando sus colmillos, un aura oscura y vibrante no tardó en hacerse presente entre sus fauces y patas delanteras. Estaba dispuesto a acabar en ese momento con el indefenso pokémon.

Un ceño fruncido con determinación y las marcas de su cuerpo emitiendo un brillo constante. Fue lo último que pudo verse del flareon antes de que un bonzo se hiciera presente en el lugar, en su cuerpo; se trataba de sofoco. Todo el lugar quedó en llamas, y a la distancia se vio como una explosión que comenzó a consumir toda la casa por completo. No dio chance de escape a su rival del cual pudo oírse un agónico grito.

El viento se llevó todo rastro de ese desgarrado canto, más a lo lejos, solo pudo oírse el viento soplar y agitar las ramas de los árboles y arbustos. Un énfasis en estos últimos, porque en ellos se encontraban escondidos el eevee junto con su madre. Enfy no estaba segura de estar libre de peligro, más al no saber a lo que se enfrentaba. Con cautela vigilaba de entre las hojas de su escondite cada ciertos periodos de tiempo, mostrándose alerta en la situación.

—Mamá... ¿Qué pasó con papá...? —Le preguntó con orejas caídas y el rabo entre las patas. Ella Pasó por alto que su pequeño aún no entendía lo que estaba aconteciendo.

Rápidamente se acercó a él para abrazarlo con cariño haciéndole sentir algo de calor en medio de la fría oscuridad en la que se encontraban inmersos.

—Todo estará bien, tesoro... Nos reuniremos pronto con él. Sabes que no te mentiría.

Sus palabras no lo calmaron al instante, pero lo hicieron sentir un poco mejor, por lo que se aferró con fuerzas a su pecho.

—Las cursilerías solo hacen que esto sea mucho más triste para ustedes...

Señaló una voz algo tosca y ronca que tomó por sorpresa a ambas eeveeluciones. Su origen fue ni más ni menos que una filosa sonrisa que se manifestó entre las sombras, mientras atravesaba los arbustos hacia ellos.

—¡Pero hacen que sea mucho más placentero para nosotros!

De inmediato, dos siluetas revelaron ser el par de mightyenas faltantes. Habilidad de intimidación mantuvo petrificada a la espeon durante unos segundos, sabía perfectamente a quienes tenía en frente, no solo por la especie, sino que también por su porte y emanación de energía.

Cuando ambos caninos saltaron sobre ellos, arrojó a su hijo lejos mientras le gritaba que huyera haciendo uso de su instinto protector materno que la hizo reaccionar por impulso. Para cuando volteó a verlos, ambos canes estaban casi encima de ella, dándole poco tiempo para reaccionar y siendo herida en su rostro por las garras de uno de ellos, pero evitando así el quedar rendida bajo sus patas.

Tomó una posición ofensiva dispuesta a ganarle tiempo, con uno de sus ojos cerrados a causa de la sangre que escurría.

La soberbia y confianza de los caninos era evidente. Una Gladio retirada para dedicarse a la crianza de su pequeño no era más que un juguete, sin embargo, era uno con el que en primera instancia, iban a tener cuidado, por lo que se acercaron para intentar someterla.

El ojo descubierto de Enfy comenzó a brillar con intensidad al igual que la gema en su cabeza, acto seguido, dio un salto hacia atrás utilizando una psicocarga con la que buscaba hacer el mayor daño posible a los canes. Pero estos ni se inmutaban con eso, su energía era débil. Sumado a la ventaja que tenían por tipo los siniestros, no hicieron más que reír mientras se iban acercando a ella.

—¿Este es el poder de la Gladio retirada por la que tanto parloteaban ellos? Bah... Solo me hacen perder mi tiem... ¡Agh!

Un impacto directo sobre su rostro le había provocado dolor y una leve quemadura, razón por la que se vio interrumpido. Fue en ese momento en el que se dio cuenta de que la espeon estaba midiendo la intensidad de energía con la que le era necesario atacar para poder hacerles frente. Esto no le agradó para nada a ambos canes que, cubriendo sus garras con un aura de energía oscura, hicieron otro intento de abalanzarse sobre la espeon.

Astutamente pudo leer los movimientos con su ojo consiguiendo así evitar el ataque de uno de ellos, pero eran demasiado veloces, cuestión por la cual, el otro aprovechó esos instantes para conseguir acertar con su garra umbría sobre ella.

Su grito no pudo ser contenido. El dolor punzante y agudo de su herida, que parecía haber sido profunda en uno de sus costados, la hizo caer sobre el suelo. Dicho grito tuvo un alcance que, a no muy lejos del sitio, causó que un par de orejas se alzaran atentas. Era el eevee. Sus pupilas se encogieron y el temor invadió por completo su cuerpo, pero más que hacerlo temblar y seguir corriendo, este dio una media vuelta hacia donde se encontraba su madre.

—¡Ja, ja! Sí que te pasa factura el dejar de luchar. ¿¡No es así, eh!? Algo tan simple como la cantidad de energía que usas por ataque no debería de representar un problema, ¿pero olvidaste eso? —El mightyena rio con soberbia junto a su compañero, veían a la espeon con desprecio, cómo si de un ser inferior se tratase. Mismo al que no tardaron en pisotear con fuerza sobre la herida que tenía en su costado, insertándole en el proceso sus garras—. Los pokémon como tú son repugnantes, mendigos esclavos de Arce... ¿¡Ugh!?

Un abrupto golpe a su rostro nuevamente lo había interrumpido, se hizo increíble el como bajaba la guardia fácil, pese a la fuerza que aparentaba tener, y en esta ocasión, fue una tacleada del pequeño eevee lo que lo hizo retroceder un poco.

—¡A-alejate de ella! ¡Tú... T-tú... cosa fea y apestosa!

Le ordenó al canino, parándose con firmeza a pesar del titubear de su voz. Esta acción no fue bien recibida por el antes mencionado. La madre al ver a su cría, no tardó en ponerse en alerta; estaba a punto de decirle que se fuera, pero sin previo aviso y como si de a un juguete se tratara, el otro mightyena lo mordió de su cuello por el costado derecho cerca de su nuca, levantándolo del suelo y tras darle un par de sacudidas, lo arrojó contra el tronco de un árbol.

El pequeño no pudo chillar. Sencillamente cayó abatido sobre el suelo mientras comenzaba a perder sangre. Su vista estaba totalmente nublada, a la distancia pudo divisar el como su madre luchó por levantarse nuevamente, pero había Sido derribada una vez más por el mightyena que, harto de las interrupciones, le asestó una mordida con lo que parecieron ser unos colmillos engendrados por una energía siniestra.

Lágrimas comenzaron a desbordarse de sus cuencas, su vista poco a poco se distorsionó al punto de tener que cerrar con esfuerzo sus ojos. Ya estaba a nada de perder la conciencia, solo podía escuchar las voces de ambos canes balbucear con un titilante ruido de por medio.

—¿Qué se supone que hacen? ¡Tarados! Las órdenes fueron claras, la necesitamos con vida. —Reclamó con claro enojo una nueva voz, el eevee no la diferenciaba al estar sus sentidos fallando en el momento.

Pudo escucharlos discutir, pero no entendió con claridad lo que decían. Aquel pokémon que acababa de arribar al lugar, pronto notó al pequeño que estaba tendido. Se acercó a él examinando la situación.

—¿Y esto qué es, daño colateral? Por eso me negué a trabajar con ustedes, no entiendo como siquiera me convencieron de esto. —Su tono esbozó un enorme descontento, mismo, que por la corta distancia, el eevee pudo entenderlo bien—. Doruk, Onur, tomen a la espeon y llévenla. Si es posible, busquen a Zalgo. ¡Háganlo rápido! No querrán hacer que el amo se enoje.

Fueron las órdenes que dictaminó a los mightyena para luego volver a enfocarse en el pequeño, este otro ya estaba totalmente inconsciente. El débil movimiento que su pecho hacía para respirar, fue la señal que le hizo saber que aún estaba con vida.

—Ya no queda mucho por hacer por el pequeño, pero me aseguraré de que esté en un lugar mejor, no deben quedar rastros.

[...]

El sol reclamó su lugar en los suelos, se había dado comienzo a un nuevo día. Sus cálidos y abrasadores rayos penetraron por el cristal de la ventana de una habitación, en esa misma y sobre una cama fabricada con heno, estaba reposando el albino eevee. Su cuerpo tenía múltiples vendajes, presentes alrededor del cuello y el muslo frontal de su pata derecha.

Habían pasado ya unas semanas en recuperación en casa de sus abuelos, pues, a palabras de ellos, un extraño lo dejó delante de la puerta aún herido e inconsciente. No lograron verlo bien cuando se alejó. Cómo ya era costumbre, su abuela, una vaporeon, entraba a la habitación cada mañana para ayudarlo a levantarse, ducharse, cambiar los vendajes y luego darle algo de comer. Ella era muy atenta y ayudaba en su sanación gracias a los efectos curativos que tiene el agua que ella produce. Su abuelo, un flareon robusto con características marcas sobre las conexiones articulares de sus patas al igual que su padre, se encargó de ayudarlo a recuperar, por medio de ejercicios, sus funciones motrices, intensificando los mismos cada vez que conseguía progresar. Fue algo necesario por el fuerte impacto que sufrió, ya que sacó de su lugar varios huesos y fracturó ligeramente otros.

El eevee volvió a tener una vida normal, pero siempre prevaleció atento a todas las visitas que hacían los Gladios encargados de buscar a sus padres a casa de sus abuelos. Todo el tiempo se trató de las mismas noticias, no lograron hallar rastro de ellos. Lo único que pudo ser recuperado, fue un trozo casi incinerado de la bandana que portaba su padre. Esto lo deprimió y en un intento por escapar de esos sentimientos, pasó más tiempo con sus abuelos. Siguió entrenando, recordaba las pocas prácticas que tuvo junto a Garden y las siguió repitiendo.

Un año transcurrió. Tanto los Gladios de exploración, como los de rescate, dejaron de llegar a dar noticias sobre la búsqueda, se habían dado por vencidos, haciendo pensar a la envejecida pareja lo peor para su hijo y nuera. Yeident jamás aceptó esa suposición, se negaba. Su abstinencia a ello llegó a tal punto que, en una noche mientras el flareon y la vaporeon descansaban, escapó de la casa por la ventana que estaba en su habitación, misma que alguna vez fue la de su padre a su edad. Preparó un par de mochilas, las cuales cargaba amarradas a sus costados. No eran muy grandes, pero en ellas llevaba cosas que podrían servirle para su propósito. Y así sin más, el joven huyó dando espalda a aquel hogar para encontrar por sí mismo la respuesta verdadera a su pregunta: «¿Dónde están mis padres?».

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