Capítulo 2 - Desasosiego punzante

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El final de una guerra no significa que los conflictos se hayan acabado, por lo general, quedan clavos sueltos a lo largo de una tabla de madera, en especial, cuando tienden a torcerse ante la fuerza de los golpes que reciben, teniendo que ser forzados.

Los Abaddon. Hubo muchos que se negaron a ceder a sus ideales, su oposición fue tal, que mantuvieron grupos rebeldes al margen de la ley organizando golpes estratégicos con el objetivo de debilitar a la sociedad, por lo que, no quedando más alternativas, fueron arrancados y desechados de aquella tabla antes mencionada.

Los demás, esos que pese a torcerse, pudieron ser clavados junto con los rectos, fueron más inteligentes al momento de actuar, y entre las sombras, uno a uno quitaron de su camino a los Ikigai sin dejar rastros de sus acciones. Los estuvieron aniquilando de manera estratégica al punto de poner en riesgo la existencia de muchos clanes. Los más afectados, fueron esos cuyas bendiciones no eran de linaje general, o aquellas que debían ser instruidas. Los Gladios, que en comienzos fueron conformados en su mayoría por los Ikigai, tuvieron que dividirse en distintas facciones, cada una con especialidades diferentes. Esta división de tareas les ayudó a frenar y controlar las masacres a tal punto que los pokémon volvieron a vivir sin el miedo a ser blanco fijo a todo tipo de ataque inminente. Sin embargo, esto no significó que los ataques cesaron.

[...]

—¿De verdad le contaste toda esa historia?
—No. Hay cosas que aún no sabe, y no está preparado para saber.
—¿Qué es lo que quieres decirme con eso?
—Es una manera de garantizar mi regreso, tener que contarle el resto de la historia.
—¿Prometes que lo harás, volverás?
—Lo prometo.

[...]

Una Luz Renuente | Capítulo 2 - Desasosiego punzante.

"Mucho más dolorosas son las consecuencias de la ira que las cosas que la han ocasionado".

Hace exactamente cuarenta y siete años terminó una gran guerra, una que, bajo promesas de poder, riquezas y protección, embaucó la mente de muchos; mientras que otros no tuvieron la oportunidad de elegir. Yina Miriam. Linaje directo de Yina Hazard, angel del abismo neutralizado en combate por nuestros exploradores. Sufrió, sí. El ser hija de alguien con un título cómo ese, le hizo pasar de ser respetada y temida, a ser otra víctima de acoso y amenazas de muerte. El temor la orilló a desposar a un macho del que no tenemos información, pues, tras años de maltratos por parte del mismo, recibió la oferta de unirse en combate a los Abaddon, cosa que no rechazó. Lo que se supo, fue que gracias a la influencia del amuleto Giratina, acabó con el abusador con el que estuvo viviendo durante cinco años, desde sus veinticinco, y así inexperta, entró al combate a sus treinta; justo cuando la gran guerra se había detonado. Pese a su participación, no se le consideró una criminal de guerra; cada vez que luchó, nunca lo hizo con las intenciones de matar. Todos los que tuvieron que verse con ella en los campos de batalla, resultaron con heridas leves, y en su mayoría, solo acabaron inconscientes. No tenía motivos para matar a pokémon inocentes, y lo relató ella misma en los días finales de la guerra cuando le hizo saber a uno de los precursores que su razón de estar allí era proteger a sus cachorros, que a pesar de ser sangre de aquel abusador, los amaba, porque eran todo lo que le quedaba en este mundo.
Desafortunadamente, su deceso fue registrado al concluirse la guerra, una baja que no se acreditó a ninguno de nuestros Gladios, no obstante a eso, a oídos de sus pequeños llegó una historia diferente, y crecieron siguiendo los ideales de Yina Hazard, junto a una efervescente sed de venganza contra todo y todos.

Yina Zalgo, el mayor. Y los gemelos: Yina Doruk y Yina Onur respectivamente, son acusados de ser autores y partícipes en múltiples de las masacres realizadas contra nuestros colegas, los Ikigai. Por más que su madre haya querido que fueran protegidos, sus crímenes hasta la fecha no pueden quedar impunes. Por lo tanto, vivos o dados de baja por nuestros cazadores, ellos deben ser presentados ante el gremio.

El trío devorador, es así como estos Abaddon de clasificación rubí se hacen llamar. Se recomienda evitar en lo posible toda confrontación directa con ellos, de no ser un Gladio con el rango adecuado o la experiencia suficiente como para garantizar la supervivencia propia al enfrentamiento. Es sabido que durante un combate pueden hacerse más fuertes si llegan a morder a sus rivales, todo por la bendición corrupta que se les otorgó con el amuleto Arceus denominada: colmillo siniestro. Una mordida en un punto importante no solo es significativamente grave, sino que dicha mordida dejará una marca de infección con la que segundo a segundo drenan la energía de su oponente hasta que se haya debilitado, y posterior a eso, el destino del pokémon estará sellado.

[...]

—Si ustedes cuatro están aquí presentes, es porque de manera meticulosa han recibido un informe por parte de la líder, y con ello, asumiré que lo han leído por completo —aseveró una sandslash que se encontraba sentada detrás de un escritorio de madera, con algunos materiales y decorativos, entre pisapapeles, lapiceros, un pequeño cactus, documentos y demás. Revisaba unos archivos con información, para hacerlo, traía un par de lentes puestos; era un indicativo de los problemas de visión que padecía—. Las órdenes de la líder son claras, en los últimos días recibimos información crucial por parte de un informante, que por su seguridad, permanecerá anónimo. Una vez hayan terminado de leer los expedientes que tengo en mi poder, deberán identificar el lugar e investigar al respecto. Daremos un paso agigantado si la información sobre aquella guarida es verídica.

Tras finalizar el informe, y de haber dado un repaso a los documentos, colocó estos mismos sobre el escritorio a disposición del grupo al que se dirigió.

Un flareon se acercó y tomó las carpetas, las cuales presentó a sus compañeros de equipo. La habitación en la que se encontraban tenía una decoración rústica bastante peculiar, pero agradable a la vista. La sandlash, en vista de haber culminado su trabajo, recogió sus cosas del escritorio antes de salir por la puerta, dejando a solas al escuadrón para que pudieran planificar con una mayor comodidad el cómo llevarían a cabo la investigación. El desarrollar estrategias les tomó un par de horas, previendo así todas las opciones posibles y viables. Luego de esto, cada uno se equipó las mochilas que les habían provisto en esa misma habitación, cargadas con suministros y herramientas que pudieran ser de utilidad. Y así, el equipo partió del gremio.

Gladios de la facción de espionaje, equipo gris. Fue la designación con la que se registró al escuadrón conformado por Aaron el flareon, Jack el herdier, Kanan el flaaffy y Glam el pidgeotto. Los cuatro habían trabajado juntos en anteriores misiones demostrando buenos resultados. Ahora debían enfrentarse a un evento de proporciones mayores, fue algo que los entusiasmó, debido a la posibilidad existente de ser ascendidos de rango, en el caso de obtener buenos resultados en dicha tarea.

Su destino fue una ciudad en desarrollo, poco distante a la sede de exploradores de la que partieron. En total necesitaron cuatro días caminando, sin contar el tiempo de sueño para llegar allí. Su nombre es Heras, se encuentra levemente por encima de la parte baja de una montaña. Su plan fue el hacerse pasar por extranjeros que iban a mudarse a la zona, esto les permitiría mantener un perfil bajo a la hora de recorrer la ciudad, con el pretexto de estar conociendo el ambiente previo al traslado de hogar.

Glam fue el primero de todo el grupo en llegar a la ciudad como se había previsto, le tomó menos que al resto al tener la capacidad de volar. No quiso perder su tiempo y se dirigió a un hotel donde realizó las reservaciones para sus compañeros. Pasado el tiempo, los demás pokémon arribaron dentro del tiempo estimado, para ese entonces, Glam ya había trazado un perímetro de toda la ciudad de Heras al sobrevolar, por lo tanto, tras haberse reunido con ellos, les dio un informe completo del sitio.
El ave había cumplido con su parte de la operación, por ende, se dedicó a descansar, mientras sus compañeros comenzaron con sus asignaciones correspondientes, sin portar las insignias de Gladios, cómo turistas maravillados en su entorno, recorrieron la ciudad. Encubriendo así en su fachada la recolección de datos y el trazado de rutas. Se aseguraron de saludar a los lugareños, pedir indicaciones y ocasionalmente hacer compras en tiendas locales. Todo esto con el fin de generar confianza. Varios pokémon cercanos a la posada, se sintieron muy a gusto con los nuevos vecinos que tenían, compartiendo buenos momentos en más de una ocasión.

Pasados los días, sus investigaciones dieron frutos, o eso creyó el equipo tras haber encontrado una estructura que encajó a la perfección con la descrita por el informante anónimo. Estuvieron listos para dar el siguiente paso de la operación esa misma noche, se aseguraron que nadie les hubiera visto salir del edificio con sus mochilas dinámicas, llamadas así por el agarre que tienen con el cinturón; este permite la mayor estabilidad posible, aunque el pokémon esté en movimiento. Hecho así con el fin de evitar la pérdida de equilibrio en situaciones cruciales, y minimizar el ruido del contenido, procurando una efectividad relativa en el sigilo. La desventaja que implican, era su tamaño reducido y la limitada cantidad de masa que podían soportar sin llegar a quebrar el mecanismo.
Los minutos pasaron, el equipo se reunió delante de una vieja fábrica abandonada en un claro estado de deterioro, fue de maravillarse la manera en que la naturaleza reclamó lo que siempre fue suyo, siendo eso lo único que pudieron encontrar en el lugar; escombros, vegetación y residuos de sustancias que atan a los pokémon esclavos de su hedonismo.

Comenzaron a perder la fé, la veracidad de la información que les fue suministrada, se hacía cada vez más inverosímil, o así lo fue, hasta que decidieron trasladar su búsqueda a la parte trasera de aquella edificación. De ese lado, no había más que el inicio de una espesa arboleda con montones de arbustos que contenían espinas, mismas, con un filo equiparable al de las agujas. Lo que fue curioso para el grupo que, experimentados en analizar a detalle su entorno geográfico, concluyeron que los arbustos fueron plantados por alguien, por el motivo de no ser una especie común en la zona.

Pasó alrededor de una hora, se las ingeniaron para revisar y observar entre el espeso follaje, en el proceso, se clavaron alguna que otra espina, dando como resultado una herida limpia, levemente sangrante, que no era prioridad tratar al no ser algo grave. Luego de un par de minutos, Jack, el herdier, pudo localizar un claro entre la furiosa vegetación que, al cruzarlo, daba con una escotilla de gran tamaño camuflada con hojas, espinas y pintura. Su olfato fue el que logró distinguirla. El equipo se preparó; flareon, flaaffy y herdier iban a bajar a recolectar toda la información posible, mientras que, haciendo vigilancia aérea, estaría el pidgeotto, encargado de alertar al equipo en caso de que alguien se acercara. Por motivos de seguridad ante la intercepción de señales, no traían algún tipo de comunicador, se encontraban completamente solos en la misión sin respaldo alguno del gremio, únicamente contaban con un auricular de alerta que vibrará al momento de ser activado por uno de los integrantes del equipo. Cada vibración tenía un ritmo distintivo, con el propósito de reconocer a quien dio la señal.

Fue de ese modo que el equipo entró en acción. Al descender al lugar, de inmediato notaron la magnitud del mismo. Las paredes, color aleación de metales, las luces, blancas ancladas al techo, el distintivo e inquietante olor a guantes y talco mezclados con el frío de la ventilación. No había que pensarlo dos veces para reconocer que estaban dentro de un laboratorio subterráneo, uno que por su arquitectura, se dedujo que había sido construido en la época actual, esto puso en alerta a los tres Gladios, por lo que se apresuraron a moverse por las instalaciones. La falta de guardias en el lugar fue inquietante, el ser conscientes de esto les llenó la cabeza de muchas preguntas, mismas que no pudieron darse el lujo de responder en aquel preciso momento.

Todas las paredes fueron provistas de una apariencia similar, solo eran diferenciables por los señalamientos y carteles que dotaban de un nombre a cada sector y habitación; pareció un laberinto al que se fueron adaptando sobre la marcha. En algún punto lograron divisar en una habitación de gran tamaño a un grupo de pokémon, llevaban puestos unos trajes de color blanco con el que se protegían de la exposición y manipulación de tres enormes celdas de energía. Estas tenían un intenso azul celeste por color, siendo controladas mediante pulsos electromagnéticos, con el fin de mantener estable y contenida la causa de ese brillo. Se aseguraron de cruzar sin ser vistos, hasta que en determinado momento, lograron llegar a una oficina. La puerta estaba abierta y del otro lado había un enorme panel de control, seguramente con el que se operaba el laboratorio en su totalidad. Sobre el escritorio, encontraron varios archivos y expedientes. Unos abiertos, otros cerrados, y otros cuantos en desorden. El equipo se puso a trabajar y comenzaron a leer y guardar toda la información que les fuese de utilidad, pero hubo un archivo que captó la atención del flareon, uno que al momento de leerlo, provocó temblor en sus patas, y su expresión se congeló. Sus compañeros no tardaron en darse cuenta, y el flareon al volver en sí, cerró con fuerza aquella carpeta y la guardó en su mochila, para luego voltear a ver a su equipo.

—E-esto es malo... muy malo. ¡Tenemos que salir de aquí cuanto antes!
—¿A ti qué te pasa? —respondió el flaaffy, al momento que su compañero volteó a verles de forma frenética.
—¡No tenemos tiempo para explicaciones, so... solo sé que debemos irnos de aquí ya!
—Yo digo que sí. —Intervino el herdier, negando la iniciativa del tipo fuego—. No estoy de humor para tus bro...

El silencio se apoderó de la habitación durante un casi imperceptible periodo de tiempo, los tres pokémon sintieron la vibración de sus auriculares, fue la señal del pidgeotto avisándoles que había problemas. Ninguno era consciente del tiempo que les quedaba para salir no solo de la oficina. El Flaaffy y herdier corrieron hacia la puerta, sin contar de que, careciendo de aviso previo, el herdier fue fuertemente impactado por una masa de gran tamaño, estampándose contra la pared de aleación al otro extremo de la oficina, haciéndole expulsar algo de sangre y saliva tras perder todo el aire de sus pulmones. Estupefactos, y sin la capacidad de procesar lo que acaba de suceder, notaron que la masa que fue arrojada contra el herdier se trataba de su compañero Glam. Sus alas estaban completamente quebradas en diferentes secciones, además de encontrarse herido de gravedad. Toda la situación comenzó a empeorar, cuando una profunda risa les hizo voltear sus cabezas una vez más hacia la puerta, divisando así a tres enormes mightyena. Lo penetrante que eran sus miradas intimidó eficazmente al grupo, reduciendo la concentración que les iba a ser necesaria para realizar ataques con los cuales defenderse, ya que no tenían escapatoria alguna.

—¿Qué pasa, ratoncitos, acaso el gato les comió la lengua? ¡Ja, ja! —Mofó el más grande, quién comenzó a acercarse hacia los dos pokémon que restaban en pie.

El miedo invadió por completo a Kanan, entró en un estado de inconsciencia mental y se lanzó al ataque con un impactrueno, no pudo escuchar las palabras de su compañero flareon diciendo «¡espera, no lo hagas!», cuando su rostro ya había recibido un corte directo por las garras del enorme can, enviándolo al suelo al instante. El flareon entró en shock, fuera de sus fuertes latidos, todo lo que podía escuchar eran las asoladoras risas de los tres caninos y las quejas de dolor de sus compañeros heridos. Pudo sentir la clara diferencia de fuerza y energía que había entre ellos y el trío devorador de una manera tan palpable que sus labios, lengua y mandíbula, no podían coordinarse para soltar un grito. «¡Eres el siguiente!», los truenos que anuncian la tormenta. Las orejas del flareon se pusieron en alerta al escuchar las palabras del mightyena el cuál arremetió contra él con una garra umbría... Hubo un estruendo, el polvo de la habitación se levantó, pero no nubló la vista del enorme can, quien ahora se vio anonadado. El flareon pareció estar intacto, ni siquiera se inmutó o trató de evitar el ataque, pero más allá de eso, se sorprendió de no haber podido moverlo tan siquiera de su posición, como hizo con los otros. Del cuerpo del flareon se veían rastros de luz, una serie de marcas alrededor de su cuerpo y muslos, tanto delanteros cómo traseros, emitían un brillo celeste, producto del flujo de su energía.

—Grr... Así que remanencia. Recuerdo haberme divertido con muchos de los tuyos, —comenzó a confesar con una filosa sonrisa esbozada en picardía, enseñando sus colmillos tras soltar una leve risa—, en especial con las hembras. ¿Quién diría que podrían soportar tanto para proteger a sus cachorros? ¡Ja, ja! Esa enorme presión muscular tarde que temprano pasa factura, o se quedan sin energía, o se rompen... —El tono de voz del mayor se hizo cada vez más bajo al mezclarse con su gruñir, mientras una clara irritación se hizo presente en su expresión. Los otros dos mightyena no hicieron más que esperar, anticipando con ansias la llegada de su turno para unirse a la diversión—. El único Ishikawa que pudo mantenerse por más tiempo ante mí, fue uno nacido con la habilidad de firmeza. Así que no creas que tu "remanencia" te salvará, ¡vas a tener el mismo destino que ellos!

Las mandíbulas del mightyena se cargaron con un aura de energía siniestra al momento de impulsarse y volver a saltar, fijando como objetivo al flareon, su determinación por acabarlo lo antes posible era notable, pero Aaron, quien no se molestó en responder a las palabras del mightyena, estaba decidido a luchar con tal de protegerse a sí mismo y proteger a su equipo. Es así cómo su cuerpo comenzó a emanar calor de inmediato, preparándose para contraatacar, pero justo cuando las brasas estaban por emerger de su hocico, fue derribado. Lo tomó por sorpresa, no sintió dolor alguno en su cuerpo. Al alzar la vista desde el suelo, pudo ver y comprender lo que realmente había sucedido. Jack, el herdier, quién en un comienzo se creyó que estaba fuera de combate, lo había empujado, sacándolo del trayecto de la mordida del mightyena, pero en su lugar, la recibió él. Aaron veía con dolor en su pecho cómo la sangre de su compañero que aún seguía con vida empezaba a manchar el suelo. Se levantó, y con enojo quiso arremeter contra el siniestro can, pero fue detenido por Kanan, quien aún estaba consciente. Lo frenó al interponerse y lo empujó fuera de la habitación, cosa que al ver esto, los otros dos hermanos no dudaron en unirse y actuar.

—¡E... Eres el único de nosotros que puede resistir el camino de regreso... Vuelve a la sede y diles todo lo que sabemos! —Suplicó entre gritos el flaaffy tomando la puerta metálica de la oficina con sus patas—. Hay que parar esto lo antes posible... ¡Hazlo y no pierdas el tiempo...!

Cerró la puerta de golpe y la aseguró, el afelpado no pudo escuchar las palabras de su compañero implorando detenerse; «¡Kanan, no lo hagas, espera!», pero el flareon, mientras aún procesaba lo ocurrido, pudo escuchar los gritos desgarradores de sus compañeros, junto al escalofriante crujir de sus huesos.

Las lágrimas comenzaron a alojarse en sus cuencas, mas no se dio el lujo de dejar caer aquellas saladas gotas purificantes. Se armó de coraje, intentando nublar sus pensamientos acerca de lo ocurrido para así largarse del sitio. «Todo toma sentido ahora, ¡por eso no había guardias aquí! Ellos vigilaban el laboratorio, ellos nos dejaron entrar, cómo rattatas a una jaula con comida», murmuró entre jadeos y su acelerado ritmo cardíaco, mientras buscaba la salida de aquel laberinto de pasillos. Le tomó mucho tiempo avanzar, tanto que en ello, logró escuchar fuertes pisadas no muy lejos de su ubicación. Es a él a quien estaban cazando ahora. Consciente de los pocos segundos que le restaban antes de que el rastro de su aroma fuese encontrado, aceleró sus pasos, reconociendo las señales puestas a su alrededor. El golpe de las patas de los mightyena sobre el frío suelo, se hizo más fuerte, la tensión y la adrenalina del momento lo orillaron a centrarse únicamente en sobrevivir a toda costa. Por aquel motivo, una pequeña descarga de hormonas le produjo satisfacción y alivio cuando logró divisar la escalera por la que previamente ingresó junto a su equipo. Corrió hacia ella y trepó lo más rápido que pudo, le faltaron unos cuantos escalones para salir, pero de pronto un fuerte dolor punzante provocó que casi se cayera; era uno de los canes menores, lo había mordido utilizando colmillo siniestro y se negaba a relajar los músculos de su mandíbula. Aaron, en su determinación por salir del lugar, activó su bendición de remanencia en primera fase, y mientras gritaba haciendo fuerza para subir, su cuerpo se iba calentando más y más, al punto de envolverse en llamas por completo. El mightyena, sintiéndose irritado por el calor abrasador, no tuvo más opción que soltarlo, permitiéndole escapar y sellar la escotilla desde afuera.

Solo permaneció unos cuantos segundos en ese lugar, puesto que, de inmediato, se dio vuelta y comenzó a correr sin rechistar o revisar la herida que, en consecuencia, le produjo una cojera. Continuó hacia el bosque, en lo que iba a ser un trayecto de varios días para poder volver a casa, volver con el gremio.

Pasaron las horas, era sorprendente la distancia que pudo recorrer el flareon, a pesar de estar lastimado. Estuvo experimentando un dolor punzante que no cesó su palpitar, sin embargo, y por alguna razón, no mostró reacción alguna a ello. Su cuerpo y respiración solo daban señales de agotamiento, tenía sed y se estaba quedando sin energías de tanto correr, sin mencionar el ardor en su garganta al prolongar la estabilidad a su ritmo respiratorio. El control que demostró sobre su cuerpo, era digno del rango que presumía la insignia en su bandana de tonos oscuros atada a su muslo frontal izquierdo. Al igual que todas, estaba fabricada con una aleación de metales especial, creada por los mejores herreros de tipo acero, y los Ikigai de la forja, Hayashi. Su apariencia es similar a la de un escudo teñido en su totalidad con el color del oro, se adornaba con un par de alas, y en el centro, una incrustación con la forma de una espira verde en aleación. Es así cómo se representaba el rango que tenía: platino. El quinto rango de los diez existentes y que son otorgados con base en la efectividad, eficiencia, experiencia y habilidad de combate calificadas meticulosamente de manera individual a cada pokémon, buscando así evitar tragedias, cómo en la guerra; dónde novatos tuvieron que verse cara a cara en enfrentamientos contra ángeles de los abismos, sin la opción de abandonar el combate.

[...]

Horas más tarde, y ya mostrando claras señales de debilidad, Aaron cayó tendido sobre el suelo perdiendo del todo la consciencia. Las marcas ubicadas en la pata con la mordedura dejaron de emitir luz, comenzando a sangrar un poco a través de la herida. Su cuerpo permaneció allí, a la intemperie, sin mostrar señales de movimiento; vulnerable a todo lo que pudiese ocurrir.
Bajo su perspectiva, solo pestañeó. Con lentitud sus ojos comenzaron a abrirse, viéndose en un lugar completamente distinto. Mientras sus ojos intentaban enfocar mitigando lo difuso e iluminación, su consciencia volvió a él, dándose cuenta que se encontraba en una sala médica. No era la más avanzada de todas, pero tenían lo necesario para dar una buena atención. Concluyó que se encontraba en un pueblo y que alguien lo había encontrado.

—¡Oh, es un alivio! —Comentó una cinccino, el flareon se dio cuenta al instante que era una enfermera por la vestimenta que traía—. Diste mucho de ti allá afuera, ¿no, cariño?, me sorprenden las condiciones que puede soportar un Ikigai, es cómo lo mencionan las historias. —Su carisma y esa sonrisa contagiosa mató todo el silencio y tensión del ambiente, mientras realiza cambio a las bolsas de solución intravenosa del flareon. Este no dejaba de mirarla con algo de intriga, todavía estaba procesando el encontrarse en aquel sitio—. Aguarda aquí, y trata de no moverte mucho. ¿Sí? Iré por el doctor, será una gran noticia que sepa que has despertado.
—E-espera... —interrumpió, ella se detuvo volteando a ver al paciente que había comenzando a hablar con un tono de voz humedecido, sintiendo su garganta más aliviada—, ¿hace cuánto estoy aquí...?
—¿Huh? Bueno... —miró unos instantes hacia el cielo intentando recordar, mientras acariciaba la suave bufanda de pelaje que tiene—. ¡Oh, oh! ¡Ya lo recuerdo! —Exclamó con otra sonrisa—. Llevas aquí dos días completos, hoy es el tercero de ellos y curiosamente lograste despertar.
—¿¡Eh, tres días!? —Su expresión se congeló al mostrar una mezcla de asombro y desconcierto—, ¿Tanto tiempo duré dormido?
—¡Mhm! —Asintió con la cabeza—. Usaste mucha energía. Agotaste todas tus reservas y tu cuerpo comenzó a quemar de su propia energía para permitirte continuar. Es por eso que duraste estos días en coma de reposo, tu cuerpo buscó recuperar al máximo la energía consumida, además de la vital; pero a esta le tomará mucho más tiempo en reponerse —rio leve entre dientes tras mencionar esto último.
—Carajo... (mi enfoque en escapar nubló mis sentidos. Olvidé que la remanencia no deja de quemar mientras está activa), supongo que el instinto de supervivencia no me dejó darme cuenta antes —resolló. Acomodó mejor su cabeza en la almohada sintiéndose más ligero.
—Es un mecanismo natural de tu cuerpo para mantenerse a salvo, los años pasan, pero a final de cuentas, hay reacciones que no podrán abandonar nuestros cuerpos. ¡Pero tranquilo, vas a estar mejor! —La cinccino volvió a darse la vuelta para ir por el doctor y la sala en la que se encontraba el flareon volvió a estar en silencio.

Episodios de lo acontecido aquella noche no dejaron de aparecer en su cabeza, generando una leve sensación de presión en su pecho, más cuando aún podía escuchar con exactitud lo que les había ocurrido a todos sus compañeros tras haberse cerrado la puerta.

—Esto no debió terminar así... —Con impotencia apretó la sábana que cubría el colchón de su camilla—. Si tan solo... me hubiese movido, si hubiese hecho algo al respecto... —su mirada estaba perdida, no podía dejar de idealizar escenarios en su cabeza con un desenlace distinto— ¿la... las cosas serían distintas...?
—Bien. Parece que no presenta secuelas por la falta de energía. —Diagnosticó una voz masculina que interrumpió por completo sus pensamientos, haciendo que enfoque su vista en él—. Supongo que tiene algunos conflictos con lo sucedido, haga el intento de mantener la calma al respecto, eso lo ayudará en su recuperación.

Quién había entrado a la habitación era un serperior, el doctor que se encargó de atender sus heridas.

—¿Tú... tú me salvaste? —preguntó intentando sentarse sobre la camilla con cuidado, al ver esto, la cinccino se apresuró a ponerse a su lado para internar ayudarlo.
—Oh, la verdad es que no. Yo solo traté sus heridas, quiénes le salvaron la vida fueron una pareja de granjeros que viven cerca de aquí. Dijeron que le habían hallado sobre uno de los caminos que conduce a su granja. Así que, reconozco que ha tenido mucha suerte. —La cinccino se acercó al doctor con una bandeja la cual tenía una ampolleta y junto a ella, una jeringa con aguja. Con sus látigos cargó con una medida determinada del líquido contenido en la cápsula de cristal y se acercó al flareon, pidiéndole que se relaje con la mirada, procediendo a inyectarle la dosis en el muslo que tenía vendado—. Esto es una vacuna. Ayudará a evitar que la herida se infecte, fue una fuerte mordida.
—Lo sé, sigo sin entender cómo avancé tanto.
—Lo importante ahora es que descanse un poco más, dentro de unos minutos le traerán algo para que pueda comer, con todo lo que durmió, no es de extrañar que le haga falta. —Observó con una sonrisa el serperior, para luego irse de la sala acompañado de la enfermera cinccino.

[...]

Arribó un nuevo día, al sol le quedaba menos de una hora para comenzar a esconderse, cediendo su puesto a la luna. El flareon, dentro de la sala del hospital en la que había descansado, ya se había equipado sus mochilas tras recibir el alta médica. Listo para irse, caminó hacia una de las salidas, cuando una serie de gritos detuvieron su andar y miró hacia sus espaldas. Un escándalo se armó en el interior del establecimiento; los gritos se hicieron más intensos, también eran audibles objetos caer y romperse. A través del pasillo que estaba a su vista, varios pokémon cruzaron corriendo hacia el otro extremo mientras que, detrás de ellos, iba a paso lento uno de los mightyena que vio frente a frente aquella noche. «¡...No puede ser! ¿C-cómo es que están aquí?», se preguntó en su cabeza, lo primero que Aaron pensó fue irse del sitio lo antes posible, teniendo en su consciencia todo lo que vio en los expedientes y el encargo que le dejaron sus compañeros de equipo antes de no volver a verse. En cuestión de segundos, un recuerdo volvió a su cabeza sobre el informe previo de la misión: «la marca de infección... Siguieron el rastro luego de que uno de ellos me mordiera. Tuvieron tiempo de sobra, pero decidieron aparecer hoy. Ellos... e-ellos nunca me perdieron de vista, solo estaban jugando; soy una presa y ellos los cazadores. Estoy atrapado en su juego», admitió en su cabeza, dando un paso al frente, estaba por seguir la idea de huir, sin embargo, no pudo, ellos estaban aterrorizando el hospital por su culpa, así lo sintió. Debía hacer algo, a final de cuentas, esa era su labor como Gladio. Se armó de valor y luego de desabrocharse las mochilas, corrió al interior del establecimiento en búsqueda de sus cazadores, el trío devorador.

—Mmm... ¿Quién de ustedes será bueno y me dirá dónde está el Gladio? —Persuadió el mightyena, imponente y amenazante ante los pokémon que cayeron bajo el efecto de su intimidación, entre la aglomeración, se encontraba la enfermera cinccino junto al serperior; estaban delante de todos. El enorme can relamió sus filosos colmillos mientras comenzaba a acercarse. El miedo no les permitió gesticular correctamente a los rehenes para al menos lograr ganar algo de tiempo.

La paciencia del mightyena se agotó con rapidez y frustrado lanzó una mordida contra aquella cinccino, comenzó a llorar temiendo su final, pero el serperior de un movimiento rápido se interpuso. Si alguien iba a caer primero, tendría que ser él. Apretó sus ojos con fuerza y solo esperó lo peor, pero en ese momento...

—¡Qué no se te ocurra tocarlos! —gritó Aaron con vigor entrando a la habitación, su cuerpo rápidamente se envolvió de un fuego abrasador mientras corría efectuando una nitrocarga con la que impactó el rostro del mightyena, desviando por completo su mordida. Cuando las flamas se dispersaron de su cuerpo, este se posicionó delante de los pokémon de manera ofensiva—. Yina Doruk, el gemelo mayor. Lo único que te diferencia de Onur, es tu ojo izquierdo dorado, mientras que en él, es el derecho. Ambos son exactamente iguales, incluso en personalidad. Una improbabilidad que se hace verídica... supongo que estoy de suerte. —Tras las observaciones, el cuerpo del flareon comenzó a emanar calor, de alguna manera consiguió deshacerse del miedo que le impidió actuar en el laboratorio subterráneo.
—Grr... Tienes agallas para atreverte a atacar a alguien como yo, asqueroso perro de Arceus. —Dijo Doruk, quién apenas y recibió daño por el ataque. Los dos estaban frente a frente mirándose a los ojos, Aaron notó cómo el ceño del camino se frunció en su totalidad, mostrando un desborde de ira—. Pero compararme con el imbécil de mi hermano... ¡Grr, me aseguraré de triturar hasta el último de tus huesos!
—¡Váyanse de aquí, ahora!

Ordenó Aaron a los pokémon que protegía, quiénes no dudaron ni cuestionaron sus palabras. Doruk no iba a permitir que eso ocurriera y arremetió contra ellos utilizando garra umbría. Las marcas de Aaron comenzaron a brillar y, de un rápido movimiento, se puso delante del mightyena, bloqueando el ataque con su cabeza. Sintió como las garras del can intentaban clavarse en su piel, cosa que no consiguieron con facilidad, haciéndole un leve rasguño del cual solo unas cuantas gotas de sangre se asomaron. Los civiles lograron salir del hospital dejando únicamente al Gladio con el infame angel del abismo. Aaron era consciente de que estaba en un combate que únicamente iba a poder alargar, pero no ganar. Tarde que temprano, los otros dos canes se harían presentes, y su final se haría más que inevitable. Diferentes estrategias pasaron por su cabeza, cómo aves revoloteantes, hasta que una de ellas se anidó.

—¡No te atrevas a ponerte en mi camino, tú, esclavo del maldito dios caído! —Doruk atacó con un salto a una velocidad impresionante, que por poco no le dió el tiempo al flareon de reaccionar y esquivar. Frustrado por haber fallado, sus colmillos comenzaron a cargarse de energía oscura, pero justo antes de arremeter, el flareon arrojó brasas calientes a su rostro, provocando quemaduras e irritando sus ojos, lo que le permitió salir corriendo del hospital—. ¡Aagh, bastardo, engendro de una ramera en liquidación! Vas a pagar muy caro por esto...

Con prisa, se adentró mucho más profundo en aquel pueblo, mezclándose entre los habitantes que transitaban. Vio su oportunidad de escapar en una carreta de mercancía tirada por un tauros a sus cercanías, por lo que no perdió el tiempo y tras alcanzarlo, se subió por la parte de atrás, ocultándose entre las bolas, barriles y cajas que transportaba. Aaron había logrado escapar.

El tauros tiró y corrió con fuerza a lo largo de su ruta, esto hizo que el tiempo recorrido fuera de un día y medio, sin contar las paradas de descanso en las que el Gladio tuvo que arreglárselas para conseguir alimento y agua sin ser descubierto.
Pronto la noche cayó, el Tauros aún no se detenía para descansar. Aaron, por su parte, yacía dormido al fondo de la carreta. Todo fue muy tranquilo, hasta que las vibraciones del aire avisaron que algo se aproximaba.
Una bola sombra, impactó contra la carreta halada por el bovino, haciéndola estallar y mandando por unos instantes al flareon por los aires, cayendo con algunas heridas sobre el suelo. Había sido encontrado. Se levantó como pudo, comenzando a correr con todas sus fuerzas, sintiendo cómo fuertes pisadas lo hostigaban. No muy lejos, se encontró con una división de caminos, una que le fue fácil en reconocer; uno de ellos conducía a la ciudad Merveille, lugar donde se encontraba la sede de Gladios, misma a la que se le encargó informar sobre lo ocurrido, el otro, hacia el pueblo rural perteneciente a la misma, con el detalle de que en él, se encontraba su hogar, su esposa y su hijo. La cabeza se le llenó de ráfagas de recuerdos, miró en ambas direcciones. Tenía que decidir una cosa sobre la otra, antes de que fuese demasiado tarde.

[...]

En lo alto del vasto océano que es el cielo, el sol se alzó, anunciando así una nueva mañana. Penetrantes y privantes del sueño, así fueron sus rayos que dieron a parar entre las grietas de un tronco hueco, uno casi tragado por la tierra debido al paso de los años, allí se encontraba dormido el pequeño eevee albino. Le fue imposible mantener los párpados cerrados por más tiempo, su panza rugió, cómo primera señal de haber despertado, luego bostezó y comenzó a estirarse mientras frotaba sus ojos. Tenía ya un par de días lejos de la casa de sus abuelos, embarcado en la búsqueda de su antiguo hogar y padres. En más de una ocasión, tuvo que ocultarse de los grupos de rescate que los Gladios enviaron tras él, todo por la preocupación de la pareja de ancianos. Sin embargo, estos no eran los mejores en su labor; hablamos de un eevee, que además de torpe e inocente, es vario color, sería lo más fácil de percibir por los depredadores al ser de un color poco útil para camuflarse, es una de las razones por la cuáles en tiempos antiguos, cuándo todo se definía por la supervivencia del más apto, los vario color de su especie no tenían altas expectativas de vida. Quedó muy en claro que, todo encargo que parezca sencillo, iba a ser otorgado a Gladios reclutas o carentes de experiencia alguna, y habrá intervención de mayor rango a menos que el tiempo de inconclusión aumente.
De alguna manera, el pequeño se las arregló con lo poco que aprendió, pero eso no le era de mucha utilidad por su corta edad, inocencia y falta de experiencia en muchos aspectos. La comida se le acabó demasiado rápido, debido a su nulo concepto del racionamiento, por lo que, en el presente día, su primera tarea iba a ser encontrar algo para comer.
Caminó durante un rato, adentrándose a ciegas cada vez más en el bosque viéndose desanimado y agotado por su hambruna. Verlo en ese estado, hizo que el viento se apiadase de él, y con un cariñoso soplo, llevó a sus pequeñas fosas nasales un dulce aroma familiar que abrazó todos sus sentidos al instante, devolviéndole los ánimos.

—¡S-son bayas! —exclamó con alegría, moviendo su cola de lado a lado y empezando a correr en su dirección. No tomó mucho tiempo llegar hasta el origen, un frondoso arbusto repleto de bayas, en su mayoría maduras; no iba a ser de extrañar su dulzor y jugosa pulpa excesiva.

Sin más, devoró cuanto pudo, tanto que no le importó manchar su pelaje con el zumo. Estaba feliz por el hallazgo, disfrutó cada mordida que les dió, tomando como evidencia el esbozo de placer en sus expresiones. Se enfocó tanto en comer, que no se percató de que aparentemente, estaba siendo observado. Un par de brillantes ojos y una filosa sonrisa lo acechaban desde la oscuridad, provocada por la copa de los árboles. «Un pequeño vario color. No va a durar mucho aquí, dudo que importe realmente, pero me servirá mientras esté», se dijo a sí mismo antes de marcharse del lugar, solamente haciendo caer un par de hojas al suelo, poniendo a Yeident en alerta dándose la vuelta.

—¡O-oh! Solo son hojas, ja, ja, por un momento creí que otro Gladio me había encontrado. —Suspiró aliviado y siguió con su jornada de comer y comer, hasta haberse saciado. Se aseguró de tallar una marca sobre el suelo para reconocer el sitio momentos antes de comenzar a llenar sus pequeñas mochilas hasta el tope, dejando caer varias al final por el desborde.

Todo transcurrió con normalidad, Yeident, dificultado por el peso de las mochilas, caminó por el bosque bastante desorientado, ya que nada le resultó familiar, sin embargo, sonreía. Pareció no importarle mucho el detalle o simplemente estaba distraído, puesto que al tropezar con unas rocas salientes, rodó de costado y cayó por un pequeño desnivel en el terreno, dio varias vueltas hasta parar contra la entrada de una cueva oculta a la vista. De su interior emanaba una ligera luz celeste, pero por estar quejándose del dolor de sus golpes, no se percató de ello al instante. Se hizo un desastre, las bayas se esparcieron por todo el suelo rocoso y algunas se aplastaron. Se lamentó por lo sucedido, luego tras un momento después, Yeident se levantó y analizó el entorno; primeramente, el desnivel que lo hizo caer, verificando con la vista que le iba a ser posible salir de allí caminando, devolviéndole la sonrisa a su rostro. Así mismo, se dio vuelta y con curiosidad e intriga, reflejadas en la leve inclinación de su cabeza hacia un costado, admiró las luces provenientes del interior de la cavidad rocosa.
Sintió miedo, no estaba seguro de lo que pudiese haber en el interior, pero logró armarse con algo de valor para entrar a explorar. La temperatura en el interior era agradable, casi cómo la de un hogar; estaba fresco y no había flujo de viento directo, impidiendo que el frío fuese un problema. A medida que se adentraba, una sensación de seguridad recorrió su cuerpo por la iluminación que permitía ver casi en su totalidad el interior. El origen de esta luz, eran unas formaciones rocosas o minerales que salían de la tierra con una apariencia similar a cristales de tonalidades transparentes, pero por el brillo que emanaban, lucían en tonos celestes. Yeident no podía creer lo que vio, el brillo llegaba a moverse en ocasiones. Era algo totalmente desconocido y nuevo para su joven cabeza, la cual se limitó a observar con asombro mientras que un "woow" escapó de sus labios. Se acercó y tocó una de estas, y en ese momento, la luz que contenía en su interior reaccionó al tacto de la pata del pequeño produciendo un ligero calor que no estaba ni cerca al punto de ser molesto, era acogedor y familiar. Tanto que sintió cómo un cosquilleo recorrió todo su cuerpo.
Ya con más determinación y confianza del lugar, decidió que ese iba a ser su refugio durante el tiempo que se extendiera su búsqueda, permaneciendo en el interior de la cueva hasta el anochecer. La rutina del día anterior volvió a repetirse una vez que abrió los ojos, pero en esta ocasión, su misión era conseguir agua. No fue una tarea difícil, hace tiempo había encontrado un río a cercanías de su ubicación, le bastaba con prestar atención al sonido de la corriente para poder encontrarlo, por lo que al transcurrir un par de minutos, logró verlo. Desde un punto seguro sobre la orilla al aferrarse a unas rocas, comenzó a beber. El ambiente estaba muy callado, más de lo habitual, fuera de la corriente del afluente frente a él y el viento que sacude las hojas. Pero esa calma no duró mucho, algo había envenenado el abrasador silencio al irrumpir en la sinfonía natural al entonarse a destiempo. Eran pisadas; se escucharon claramente hasta detenerse justo detrás de él, quién casi helado por los nervios dio un salto para darse la vuelta y alzar la mirada, apreciando un par de oscuros y morados ojos pertenecientes a un toxicroak. A los ojos del pequeño, emanaba una especie de brillo carmesí, fuerte y oscuro. Cómo si estuviera manchado con la sangre de otros. La rana dardo azul comenzó a reír con malicia, teniendo al indefenso frente a él.

—Aaw, así que los rumores eran ciertos. Un pequeño eevee con pieles inusuales deambulando por el bosque, y para mi suerte, logré encontrarte justo hoy. —El toxicroak sonrió con malicia, el eevee no se sentía cómodo con el aura negativa proveniente de él, sus instintos le hacían saber que corría peligro, por lo que tomó una posición ofensiva con varios puntos débiles.
—¡Qué... quédate atrás! —Su pelaje se erizó un poco, lo que terminó por darle una apariencia mucho más adorable que solo ocasionaron carcajadas al anfibio que se acercaba—, ¡n-no te rías, es una advertencia!
—Uy, sí, "una advertencia" —mofó en un tono agudo, haciendo una pobre imitación de su voz, para luego croar inflando su bolsa—, ¿y qué vas a hacer exactamente, tú, eh?

La distancia entre ambos se redujo demasiado rápido, el toxicroak levantó uno de sus puños cerrados en el que comenzó a canalizar energía, mientras el eevee petrificado solo observaba, buscando alguna forma de escapar en su mente. Consideró saltar al río, pero no sabía cómo nadar y la corriente lo arrastraría río abajo. Se estaba alterando, a punto de explotar y en el momento que el anfibio lanzó su golpe, una enorme silueta oscura cayó a gran velocidad desde los árboles sobre él, estampando su rostro contra el suelo por un impacto directo a su cabeza, provocando que perdiera la consciencia. Yeident mantuvo sus ojos cerrados, por lo que al abrirlos tras el estruendo, pudo observar un par de ojos rojos brillantes entre el poco polvo que se levantó, la silueta oscura comenzó a sonreír dejando ver sus afilados colmillos antes de carcajear limpiando su mano. Ante los ojos del pequeño, la luz que emitía era distinta a la del toxicroak, era más clara, celeste. Similar a la de los cristales que había encontrado la noche anterior, con un comportamiento similar. Parpadeó y sacudió su cabeza, logrando tener una mejor vista del ser en cuestión, resultando ser un zoroark si su memoria no le fallaba. Era la primera vez que veía uno en persona y no en fotos o libros que le leía su madre.

—¡Ja, otro cazador inepto que cae! Este plan nunca falla. La avaricia de los que buscan pieles siempre es su peor enemigo —dijo el enorme zorro con entusiasmo, adulándose a sí mismo, levantó el cuerpo del anfibio sobre su hombro con mucha facilidad y se dio vuelta, emprendiendo la marcha.

El albino lo reconoció cómo el Pokémon que lo había salvado, por lo que emocionado no tardó en hacerle saber su regocijo.

—¡E-eso estuvo cerca, muchísimas gracias! —gritó con admiración y asombro mientras lo observaba irse.
—Ya, ya, ni lo menciones, bola de pelos. Solo no te dejes atrapar, no quiero que arruines mi plan. —No mostró interés alguno en él en su respuesta, sin embargo, sus palabras solo detonaron curiosidad.
—¿Plan? ¿Qué plan? —Inclinó la cabeza hacia un costado, quedándose con la intriga y en búsqueda de respuestas, comenzó a seguir al zoroark—. ¡Oye, espera!, ¿de qué plan hablas?, ¿puedo ir contigo?
—¡Oh, pero por supuesto! No sabes lo mucho que me encanta la compañía de los cachorros ruidosos cómo tú.
—¿¡En serio!? —Su cola comenzó a moverse de lado a lado por la emoción que en sus ojos parecía verse como estrellas.
—Pf... Es obvio que no, mocoso. ¿No sabes lo que es el sarcasmo?
—Hmm... ¡No, de hecho no lo sé! —replicó esbozando una inocente sonrisa—, ¿qué es?
—...No tengo tiempo para esto. —Creyó que el eevee le estaba tomando del pelo, por lo que mantuvo su vista al frente mientras seguía caminando—. Deja de seguirme el paso, no estoy para ser el niñero de nadie.
—¡No quiero que me cuides! —Hizo pucheros—, ¡yo puedo cuidarme solo!
—¡Ja!, ¿tú solito? Es lo más estúpido que he escuchado, bola de pelos. —Carcajeaba el zoroark mientras seguía caminando, las orejas del eevee se levantaron ante aquella palabra, que era nueva para él.
—¿Estúpido? —Nuevamente inclinó la cabeza hacia un costado con intriga y cierto interés en aquella palabra que no tardó en anexar a su repertorio bucal en reciente expansión—. ¡Estúpido! —la actitud del pequeño empezó a desconcertar al enorme vulpino que le miraba de reojo.
—¿Qué? ¿Acaso no sabes lo que significa?
—¡No!, ¿eres estúpido? —Yeident miró fijamente a los ojos del zorro luego de responder, ojos los cuales, acompañados de un tic nervioso en el párpado inferior izquierdo, no dejaron de estar clavados en él durante un par de segundos en los que su seguridad aparentaba verse comprometida.

El vulpino se resignó a soltar un pesado suspiro con la intención de pasar por alto e ignorar los comentarios del pequeño, se había tardado en entender que lidiaba con un niño del cual desconocía el tipo de educación que le hayan dado sus padres y de ahí, sus niveles de inocencia.

—Grr... ¡si no sabes qué significa algo, entonces no debes repetirlo! ¿O es que acaso quieres que te maten?
—¡P-perdón! —bajó sus orejas al disculparse, se sentía algo apenado por el regaño—, me pareció divertida.
—Tsk... cómo sea. Ahora, piérdete de mi vista, bola de pelos, tengo cosas que hacer.
—Ooh, ¿qué clase de cosas? Pareces alguien que sabe mucho. —Mantuvo su sonrisa mientras caminaba, no lo dejó de admirar con mucha curiosidad hasta que se prendió un foco en su cabeza—. ¡Oh, oh, enséñame cosas! Puedes ser algo... algo así... ¡cómo mi maestro!
—¿Quieres aprender algo? —le preguntó—, nunca toques la nariz de una hembra, aunque sea tu mejor amiga, ¡nunca lo hagas! —fue esa su "enseñanza" a Yeident dándose el tiempo de voltear a verlo mientras lo dice—. Ahora, no me fastidies. Ya te dije que no quiero ser el niñero de nadie.
—¿Eh? ¡¿Y eso de qué me sirve?! ¡Yo quiero aprender a pelear! Así cómo tú, venciste a ese feo señor de un solo golpe, ¡quiero hacer algo así!
—Niño, la vida no es una caricatura. Vuelve a casa con tu madre antes de que termines haciéndote daño.

El zoroark comenzó a dejar atrás al eevee, no porque este haya aumentado el ritmo de su caminar, sino que el pequeño se había detenido bajando las orejas. El zorro por unos instantes se sintió extraño al no percibir las pequeñas pisadas detrás de él, por lo que se detuvo para mirar hacia atrás.

—¿Qué?, ¿ahora qué te ocurre?
—Eso es lo que intento hacer... —confesó con un leve tono de quiebre en su voz.
—¿A qué te refieres? ¿volver con tu...? Oh... ¡Oh, mier...! —comprendió la situación tarde y se contuvo tragándose sus palabras—. Grr... Lo que me gano por hablar de más, ahora lo hice llorar... Pensaran que le hice algo al ser el único aquí consciente si nos ven... —No le quedó más que suspirar pesado, alzando la mirada en señal de frustración, escapándosele un gruñido entre sus colmillos que presionaban fuertemente entre ellos—. ¡Bien! Puedes venir conmigo, ¡pero no quiero nada de lloriqueos! Para tu tamaño ya debes tener una edad en la que comprendes las cosas. Así que no vuelvas a bajar la cabeza, es una de las leyes de la vida. ¿Entendiste? —A regañadientes, permitió que lo siguiera.

Yeident no podía creer lo que escuchaba, tuvo que mirar durante varios segundos al zoroark que seguía detenido delante de él esperándolo. Sus orejas se levantaron y comenzó a dar brincos de emoción mientras lo alcanzaba.

—¡Yeh, yeh!

El enorme zorro exhaló aire de su nariz con fuerza comenzando a caminar con el ruidoso eevee tarareando a su costado.

—Esa frase la conozco, mamá solía decírmela cuando me sentía mal.
—Pero claro que te la han dicho, yo me encargué de normalizarla.
—W-wow, ¿de verdad? ¡eso es increíble!
—Sí, sí, vaya que lo es. —Mostrando sarcasmo en su respuesta.
—¿A dónde vamos ahora, maestro?
—No soy tu maestro... y no te voy a decir. Conozco a los de tu tipo y estarás preguntando todo el camino: "ya llegamos" cómo un idiota.
—¡Idiota!
—¡Grr... no otra vez, Arceus!
—¡Oye, ¿y cómo te llamas? Yo soy Yeident.
—¿¡Y eso a mí qué me importa!?

[...]

Al cabo de unos minutos, ambos, habían llegado a una de las entradas de la ciudad Merveille, a lo largo del camino, se encontraba un mercado con varios puestos, en los que pokémon provenientes del pueblo con el mismo nombre de la ciudad vendían de sus cosechas, mercancías y demás. Entre su variedad, podían hallarse alimentos de casi cualquier tipo, cuyo aroma era un asalto directo a el olfato del pequeño, al que se le hizo agua la boca, mientras que el vulpino hacía el esfuerzo por no clavar sus garras en los molestos vendedores que intentaban jalarlo a sus negocios. Pese a llevar en su hombro el cuerpo del toxicroak, a los pokémon que estaban en el sitio no pareció importarles ese detalle. De alguna manera el zoroark no levantó sospechas, o eso creyó hasta que fueron abordados por una peculiar voz: «¡oigan, ustedes, deténganse ahí!», cosa que le hizo suspirar con pesimismo y enojo fijando sus iris de fuego en el pokémon que se aproximaba a ellos.

—¡Oh, por Arceus, mis ojos no me engañan, en verdad es usted! —exclamó con emoción una pequeña vulpix alola, que con estupor no había dicho una sola palabra más tras quedarse viendo fijamente al vulpino.
—Eeh... ¿Hola? ¿Y tú qué rayos eres? No tengo tiempo para comprar galletas o lo que tengas para ofrecer —replicó haciendo su vista a un lado.
—¡Eres Kobishimaru Makoto!, nos hablaron de ti y de tus compañeros en la academia, esto tiene que ser un sueño, ¡conocí a un precursor, aah! —soltó muchos gritos de entusiasmo, los cuales llegaron a llamar la atención de varios pokémon de alrededor, incluso haciendo que el mismo zoroark cubriera sus orejas con su brazo.
—Grr... Baja la voz, cola de algodones. ¿¡No te enseñaron a no gritar en público!?
—¿Pre... cursor...? —Formuló el pequeño eevee inclinando su cabeza hacia un costado en señal de confusión—, ¿qué es eso? Y... ¿quién es Kobishimaru?
—¿¡No sabes quién es!? ¡Es un precursor! —respondió la vulpix—, ¡un Gladio con el rango más alto posible de obtener y por encima de todo, un veterano de la gran guerra del orden!
—¿¡Qué!? ¡Y a mí no me quiso decir su nombre!
—¡Es genial! Aunque... —Se detuvo a observar a detalle el cuerpo del zoroark un par de segundos—, lo imaginé más viejo. Este se ve muy joven... ¡Ya sé, usa las ilusiones para verse joven! —Curiosamente, no hubo fallas en el descubrimiento de la vulpix, tanto así, que con un tic nervioso en su ojo derecho el zoroark se llevó la palma sobre su rostro, soltando una tenue queja de frustración.
—Cómo detesto a los niños... —La ilusión de su cuerpo se desvaneció al instante, mostrando el pelaje del vulpino en tonos más claros a causa de la presencia de canas, además de ligeras ojeras y algunas cicatrices en su cuerpo, siendo la más llamativa, una peculiar en su abdomen—. ¿Ya estás feliz? ¡Ah, pero pregúntenle a una hembra su edad! Esta sociedad nunca me deja ser feliz.
—¡Justo así lo imaginaba! —confesó la vulpix albina.

Yeident solo espectó maravillado el cambio total que el zoroark había sufrido en cuestión de segundos, trayéndole una imagen a su cabeza.

—¡Su pelo es como el de mi abuelo!
—Si me baso en las fechas... Kobishimaru debutó desde el comienzo de la misma a sus veinte años, y la guerra duró cuatro. Eso fue hace exactamente cuarenta y ocho años, entonces... —se detuvo a calcular unos momentos mirando al cielo—, ¡el señor Kobishimaru debe tener setenta y dos años!
—¡Es más viejo que mi abuelo! —añadió el eevee con una sonrisa.
—¿¡A quién llamas viejo, mocoso!? —Regañó con enojo al eevee estando cerca de darle un coscorrón—. Y tú, niñita... —señalando con su garra a la vulpix, había analizado su apariencia tiempo atrás, percatándose de la aterciopelada pañoleta celeste que traía en su cuello con una insignia de Gladio, cuya incrustación en el centro era una simple piedra blanca redonda, lo que indicó que se trataba de una recluta nueva sin experiencia—, a mí no me vengas a matar del sueño, ya sé que hiciste tu tarea, solo llámame "Kob'u" y con eso me basta.
—¡Está bien, señor Kob'u!
—Ooh, entonces se llama Kobishimaru.
—Hasta que te enteras, bola de pelos...
—Veo que los dos viajan juntos, ¿se dirigen a la sede?
—¡Nada de eso! No estoy relacionado en nada con el mocoso, solo lo utilicé de carnada para atraer a los cazadores de pieles.
—¡Oye! —hizo pucheros tras su queja.
—¿Pieles? Un segundo, ahora que me fijo bien... ¿No eres el eevee por el que sus abuelos pusieron una recompensa de rescate? —Cómo si de una caja registradora se tratase, las orejas de Kob'u se alzaron atentas a lo mencionado por la vulpix.
—¿Recompensa...? Eh, quise decir... ¡Sí, el mocoso viene conmigo! Lo acompaño para devolverlo a sus abuelos. De bonus, tengo a este cazador de pieles inconsciente. Me darán otra recompensa por él.
—¡Dos misiones en una sola, eres asombroso! —exclamó la vulpix.
—¡No, no, yo no iré con ellos! —Se opuso el eevee.
—¿De qué hablas, o acaso eres estúpido? ¡Y no te atrevas a repetirlo! —regañó—. Si no vuelves con ellos, te van a comer vivo allí afuera.
—¡No iré con ellos hasta encontrar a mamá y papá! —Puso sus patas firmes sobre la tierra hablando con una tierna determinación.
—¡Ja, ja, ja! Esa broma fue buena. —Dijo entre carcajadas el vulpino—. Ni siquiera sabes defenderte, ni siquiera mal, simplemente no sabes nada.
—Tú puedes enseñarme, soy bueno prestando atención —sugirió meneando su cola con una sonrisa.
—¡Para nada! No voy a usar mi tiempo en instruir a otro mocoso, fuera de tu recompensa, no tienes nada que me interese.
—Por favor, por favor, ¡intentaré conseguir algo! —Rápidamente comenzó a buscar entre sus mochilas, había únicamente en ellas bayas y más bayas. Empezaba a desilusionarse, hasta que en el fondo de una, encontró el fragmento de uno de aquellos cristales luminosos—, ¿qué te parece esto? ¡Mira, brilla!
—¿"Brilla"? No me gustan los jugue... —La intriga lo invadió al momento de observar aquel mineral más a detalle, con un pasmo en su expresión al ver que el pequeño era quien la tenía—. Una zenlita, también conocidas como las piedras de vida. ¿De dónde la sacaste?
—¿Zenlita...? Pues... el otro día caí a una cueva, no es fácil darse cuenta de que allí están, pero dentro habían muchas de estas. ¿Te interesan?

Kob'u tomó el fragmento, verificando que era puro y legítimo, soltando un suspiro que acompañó de una sonrisa pícara, revelando sus colmillos.

—Hagamos un trato, mocoso. Y espero que sepas lo que valen mis enseñanzas. Te haré mi alumno a cambio de que me lleves a esa cueva. ¿Aceptas? —Yeident no tardó en exclamar con emoción su aceptación a los términos que Kob'u sugirió saltando con emoción. En ese mismo momento, el zorro apretó la piedra con su mano absorbiendo así la luz que esta contenía dejándola completamente transparente y vacía—. Aah... Se siente mucho mejor que esas medicinas. Pero ya, este asunto se terminó. Andando, bola de pelos, tengo asuntos pendientes en la sede.
—¡Ahora que eres mi maestro, puedes llamarme Yeident! Ese es mi nombre.
—Sí, lo que digas, bola de pelos, ahora camina, no tengo todo el día y no me hago más joven. —Kob'u siguió con su camino acompañado del eevee, pero aquella vulpix que aún estaba en el sitio comenzó a seguirlos.
—¡Esperen, quiero acompañarlos!
—¿Y a ti quién te invitó, cola de algodones? —preguntó con desinterés—, no te conocen ni en tu casa.
—¡Soy Kessa!, joven Gladio de la nueva división, ¡espero un día llegar muy lejos cómo usted!
—¿Llegar lejos? Si quieres vivir tanto tiempo, entonces no vayas a las facciones de espionaje o caza. —La vulpix lo miró con intriga un par de segundos procesando lo que acababa de decir—. En fin, si vas a venir, ya que no puedo decirte... ¡qué no me sigas al sitio al que claramente puedes ir!, entonces date prisa y no hagas mucho ruido. Con el mocoso me basta.
—¡Oye! —quejó con pucheros el eevee nuevamente.
—¡Iré con gusto! —replicó Kessa, la vulpix alola.

...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro