II

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Diciembre 2012

—¿Asistirás a la fiesta de navidad con Juan? —preguntó Dora, riendo pícara—. Si vas con pareja, los otros profesores ya no te criticarán por ser soltera. —Puso los ojos en blanco.

—Me invitó, pero no acepté —respondió Renata, guardando la portátil en su bolso—. Dora, en verdad agradezco que me quieras conseguir pareja, pero estoy bien sola, créeme.

—Llevar una vida solitaria no es estar bien, Renata. No sales con nadie y lo único que haces es trabajar. Han pasado cinco años de lo sucedido con Marco. Es hora de avanzar.

—¡Yo sabré cuando es la hora! —Cerró con fuerza el cajón de su escritorio—. Lleva tiempo reconstruir un corazón roto, hay quienes se reponen en días, meses, y a otros nos toma años, o quizás toda la vida. —Recuerdos la embargaron, una lágrima solitaria descendió por su mejilla.

—Tienes razón, cada quien va a su ritmo, pero no es saludable que te ancles al pasado. —La miró comprensiva—. Él seguramente rehizo su vida...

—Marco se va a casar —soltó Renata, el corazón le dolía—. Después de cinco años he vuelto a saber de él, y mira de qué forma.

—¿¡Cómo que se casa?! Pero qué desgraciado —siseó enojada—. Todos los hombres son iguales. Sí, amiga, mejor estar sola.

—Mi hermano coincidió con la "feliz pareja" —compuso un gesto con los dedos—, en una cafetería en Roma. Los escuchó hablar del matrimonio y otras cosas más. —Caminó hasta la ventana del aula—. Cuando su padre sufrió un infarto, sabía que esa era su prioridad, luego el tiempo pasó. He vivido con la incertidumbre de no saber por qué nunca volvió, por qué nunca me llamó. Y él, feliz de la vida con otra mujer.

—¿Marco no reconoció a tu hermano? ¿Qué hizo Emilio al encontrarse con él? —consultó Dora, intrigada.

—Marco conocía a mi hermano por una foto que le mostré una vez, dudo que recordara su cara. Emilio me dijo que estuvo a punto de golpear a Marco cuando lo vio entrar en la cafetería, pero al ver que llevaba un bastón, desistió.

—¿Qué le habrá pasado?

—No sé. No quiero saber nada de él. —Renata cubrió sus ojos con las manos y se desató en un profundo llanto.

Dora se acercó de inmediato y la abrazó.

—Llora, sácalo todo, no te quedes con nada.

Las palabras de Dora abrieron un caudal de emociones. Se permitió llorar por última vez. Exteriorizó la melancolía acumulada durante tanto tiempo.

—Gracias por siempre estar cuando más lo necesito —dijo con voz desgarrada—. Saber que Marco se casará, ha hecho que vea las cosas con otra perspectiva.

—Me alegra oír eso. —Dora aplaudió la decisión de Renata—. Límpiate esas lágrimas, que luego la profesora de química le dará por inventar alguna cosa, ya sabes como es de chismosa. Ten. —Se sacó las gafas que llevaba en la cabeza—, ocultará que has llorado. En la fiesta de esta noche me las devuelves.

—Eres un cielo, Dora. —Le dio un apretón cariñoso—. Te debo tantas, que ya estoy en contra.

—Nada que agradecer, sabes lo mucho que te aprecio.

Las amigas quedaron en verse en la cena navideña para el intercambio de obsequios. Renata estaba decidida a recuperar los años que perdió por aferrarse a un pérfido amor. 

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