Capítulo 57

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Cuando salieron a cubierta estaban casi todos allí. Sanji estaba preparando algo de almorzar, ya que no les daría tiempo de comer. Quedaban pocas horas para llegar a su destino. Zoe se sentó con las chicas, Brook, Kinemon y Momo, que estaban jugando a cartas. Law se sentó cerca de allí pero no jugó con ellos.

Luffy, Usopp y Chopper estaban haciendo tonterías. Zoro y Franky no estaban por allí. De repente el trío que estaba haciendo el tonto desapareció por un momento. Unos minutos después aparecieron de nuevo. Tenían cara de que iban a hacer alguna maldad.

—Eh, Torao —dijo Luffy, acercándose mientras sonreía. Law alzó la vista, serio. De repente le enseñó media barra de pan que llevaba escondida detrás de la espalda. Law la miró desconcertado—. Vamos, come un poco de pan. Está bueno.

—¡No te acerques a mí con eso! —exclamó Law, nervioso, mientras se ponía de pie y se pegaba al borde del barco. El resto miraba divertido la situación. Zoe se tapaba con la mano, no quería que él le viera reírse. ¡Nunca había visto a su capitán así!

—Solo un mordisquito —dijo Luffy, antes de abalanzarse sobre el con el pan. Law se tropezó y cayó por la borda. Luffy se asomó rápidamente—. ¿Torao?

—¡Law! —exclamó Zoe, preocupada. No se lo pensó dos veces y saltó. Por suerte, había sido rápida y no tardó en cogerlo. Luffy estiró los brazos y ellos se agarraron para que los subiera. Se quedaron sentados en el suelo.

—Lo siento, Torao —se disculpó Luffy sonriendo. A Zoe le dio un ataque de risa. Law le miró con el ceño fruncido. ¿Qué era tan gracioso?

—Esperemos que los enemigos no descubran tu debilidad. Trafalgar Law, el cirujano de la muerte, derrotado con un trozo de pan —dijo ella entre risas.

Todos empezaron a reírse, mientras Law se levantaba y se quitaba la camiseta negra que llevaba para escurrirla. La apretó con rabia. Esos malditos piratas no se tomaban nada en serio. Estaban a pocas horas de llegar al reino de Doflamingo y seguían haciendo estupideces. Incluso Zoe bromeaba. Ella también se levantó e intentó escurrir un poco la camiseta sin quitársela.

—Oh, Zoe-san... La ropa está tan pegada a tu cuerpo —comentó Sanji, antes de empezar a sangrar por la nariz y caer al suelo. Kinemon y Brook miraban a Zoe fijamente, con cara de pervertidos.

—Vamos a cambiarnos —dijo Law, enfadado, cogiendo a Zoe de la muñeca para hacerle caminar. Zoe escuchó como Nami les golpeaba y les reñía.

Cada uno se fue a la habitación donde tenía la ropa. Zoe se puso un pantalón de tela negro, bastante cómodo y una camiseta de tirantes un poco corta del mismo color. El pantalón le caía un poco, pero si se ponía el cinturón con las dagas quedaba perfecto. Ella y Law abrieron las puertas de sus respectivas habitaciones al mismo tiempo. Zoe se quedó mirándole fijamente. Arriba solo llevaba puesta una chaqueta abierta, sin camiseta debajo.

—¿Qué haces sin camiseta? —preguntó la chica, mientras se acercaba a él.

—¿No te gusta? —preguntó él, sonriendo de lado.

—Sí, pero... —contestó ella.

—Pues venga, vamos —le interrumpió Law, antes de empezar a caminar hacia la cubierta.

Unas dos horas después de almorzar tranquilamente, la isla de Dressrosa ya se podía ver desde la cubierta. Algunos estaban emocionados y otros asustados por lo que les esperaba allí. Poco después ya habían echado el ancla y pisaron tierra firme. Luffy gritaba emocionado y no paraba de hacer tonterías. Se subió encima de Momo, que inexplicablemente se había convertido en un pequeño dragón.

—Bueno. Os explico. La gente en Dressrosa viste así. Debemos imitar sus vestimentas para camuflarnos —dijo Kinemon, enseñando un cartel. La chica estaba desnuda, con unas hojas tapando su intimidad.

—¡Eso es mentira! —exclamó Nami enfadada. Robin y Zoe se rieron. Law chasqueó la lengua y pasó de esa estupidez.

—Tomad esto —dijo Law, acercándose a Nami y dándole una vivre card—. Apunta a Zou, la isla que hemos mencionado antes. Usadla si pasa algo.

—No pasará nada —comentó Usopp, asustado.

—Quién sabe —dijo Law, mientras sacaba un mapa de la isla.

Estaba explicando la estrategia cuando Zoe se dio cuenta de que parte del grupo se estaba yendo ya hacia el interior de la isla. ¿Eran idiotas o qué? Se fue detrás de ellos rápidamente. Les advirtió que Law se enfadaría, pero les importaba más bien poco. Bueno, por lo menos ella se intentaría encargar de que no hicieran muchas tonterías.

Prono llegaron a la ciudad. El grupo estaba formado por Luffy, Zoro, Franky, Kinemon, Sanji y Zoe. Nada más llegar, Zoe y Luffy se sintieron atraídos por el olor a comida. La chica sacudió la cabeza. Tenía que centrarse. No podía distraerse. El pervertido miraba embobado a una de las bailarinas.

—¡Devuélvemelo! ¡Devuélveme mi brazo! —se escuchó gritar a alguien.

Zoe se giró extrañada. ¿Cómo que devuélveme el brazo? ¡Era un muñeco! Todos miraron a su alrededor. Estaban rodeados de juguetes que hablaban. ¿Qué pasaba en esa isla?

—Vale, chicos —dijo Zoe, para llamar su atención. Los cinco se giraron a mirarla—. Nuestra misión es encontrar y destruir la fábrica. Bueno y buscar al samurái.

—Bien, primero consigamos algo de comer —dijo Luffy, mientras empezaba a caminar.

Zoe apretó el puño con rabia. A lo mejor si llenaba su maldito estómago empezaba a concentrarse en el plan. Los volvió a parar a todos y les pasó la bolsa que llevaba con sombreros, bigotes y barbas, para poder camuflarse. Era parte del plan. Zoe se hizo un moño y se puso un sobrero negro encima. Luego se pusó un bigote de color blanco, bastante grande, para taparse la cara y unas gafas de vista pero sin cristales. Entraron a un bar que había cerca y se pidieron unos refrescos.

—Recordad que si estamos aquí es para buscar información, no para perder el tiempo —dijo Zoe, seria. Luffy se ría cada vez que hablaba. Le hacía gracia verla así disfrazada.

—Es raro. El rey ha renunciado y todo el mundo está tranquilo, pensaba que entrarían en pánico —comentó Sanji.

—Preguntemos a alguien —dijo Luffy, mientras se giraba para hablar con un señor que pasaba cerca de la mesa. Sanji le agarró de la camiseta.

—No debemos llamar la atención —le recordó la chica. Aunque iba a ser complicado.

Cuando trajeron la comida que habían pedido surgió el tema de las hadas. El camarero juguete les advirtió que tuvieran cuidado con ellas. Tonterías. Comentaron que había un ciego jugando a la ruleta y que le estaban engañando. No era de su incumbencia. Cuando Zoe se quiso dar cuenta, Luffy se había acercado hasta allí. Suspiró e intentó relajarse. Se empezó a armar bastante jaleo.

El viejo se levantó y comenzó a pelear con los tipos que le habían estado engañando. De repente, apareció un enorme agujero en el suelo, por el que cayeron los hombres. Todos se quedaron boquiabiertos observando la escena. El hombre ciego no quería revelar su identidad. Comentó que era "por el bien de ellos".

—¡Eh, mi espada! ¡Se la llevan! —exclamó Zoro de repente, mientras corría hacia fuera del bar.

—¡Ese tipo no puede ir solo por ahí! ¡Nunca lo volveremos a encontrar! —exclamó Sanji, mientras él y el samurái empezaban a correr tras de él.

—¡Zoe! Nos quedaremos interrogando al tipo que hacia trampas. Seguro que sabe algo —dijo Franky, antes de que Zoe saliera corriendo también.

—De, acuerdo. Confío en vosotros. Descubrid donde está la fábrica, ahora traeremos de vuelta a Zoro —dijo Zoe, mientras se dirigía hacia la puerta.

Cuando salió a la calle los vio corriendo a lo lejos. Tardó un poco en alcanzarles. Cuando giró la esquina vio como Zoro seguía corriendo y Sanji se paraba a ver bailar a una chica. ¡Maldito inútil! ¿Y dónde estaba el samurái? Bueno, lo importante era que Zoro no se perdiera, después podían encontrarse todos. ¡Qué complicado era llevar a cabo un plan con esta gente!

Zoe lo siguió desde lejos. Poco a poco se iba acercando a él, pero la verdad es que era bastante rápido. Además se iba subiendo por los tejados como un loco persiguiendo esa espada. Que, por cierto, era bastante extraño que se estuviera moviendo sola en el aire. La chica vio como Zoro estaba a punto de cogerla, pero se tropezó y cayó de uno de los tejados al suelo. Zoe aprovechó para por fin acercarse a él.

—¿Qué es eso? —preguntó Zoe, mientras señalaba a un pequeño ser. ¿Eran las hadas a las que se referían?

—¡Y yo que sé! Me había robado mi espada —contestó Zoro, malhumorado.

—Soy Wicca, de los Tontatta. ¡Nadie puede saber que me habéis visto! —exclamó el "hada" —. Por favor tenéis que ayudarme. Es importante. Tengo que llegar al campo de flores.

Wicca empezó a explicar la situación. Al parecer era de una tribu que iba a por Doflamingo y debía reportar la localización. Bien, si tenía que ver con Doflamingo le ayudarían, además, parecía que tenían intenciones de atacarle. El hada se enganchó a la camiseta de Zoro y empezó a dar las indicaciones. Zoe pensaba que sería todo rápido, pero era cierto que ese espadachín era un negado para las direcciones y les estaba retrasando. Se equivocaba todo el rato y tenían que esperar a que volviera al camino correcto. Zoe se iba a volver loca.

—¡Ahora hemos de ir por esas escaleras! —exclamó Wicca. Zoe enseguida empezó a subir los peldaños, pero tuvo que parar porque Zoro se había vuelto a equivocar.

—¡Zoro! ¿Sabes lo que son unas escaleras? —preguntó Zoe, frunciendo el ceño.

—¡Dejadme las dos en paz! —gritó enfadado, mientras empezaba a subirlas.

Después de un rato, por fin llegaron al campo de las flores. Guiados por Wicca llegaron a una especie de base secreta que estaba bajo el suelo. Allí había más enanitos de la tribu de los Tonttatas. Había una pantalla que estaba retrasmitiendo un torneo de peleas. Un momento... ¿Qué hacia Luffy peleando ahí? Zoe se llevó la mano a la cabeza. ¿A eso llamaba pasar desapercibido?

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