Capítulo 12

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Permanezco acostada en la cama hasta que Christian se queda dormido a mi lado y entonces uso su baño solo para asearme antes de volver a mi departamento.

Lo sé, está justo enfrente pero necesito asegurarme que Luke se fue antes de correr por ahí desnuda. Le doy un último vistazo a Christian, que duerme tranquilamente en su cama.

Apenas he atravesado la puerta de su departamento y ya veo algunas consecuencias de la pelea. El florero y la mesita del pasillo junto al ascensor está hecha pedazos. Rayos.

— ¿Luke? – giro la llave y empujo la puerta – ¿Luke, estás aquí?

Pero nadie contesta. ¡Si! Se ha ido, Christian de verdad lo echó. El problema es que en su labor de convencimiento, destrozaron un poco mi departamento.

El cristal de la mesita del café, mis floreros y los sillones están volteados en el piso, pero fuera de eso todo está bien. Luke por fin se largó.

Me apresuro a buscar en internet a una persona que cambie las cerraduras de la puerta y espero a que llegue mientras tomo un café. Al hombre mayor solo le toma unos minutos llegar aquí, y otros más en cambiar todo.

Con toda la tranquilidad voy a tomar una ducha para ir al restaurante, lo mejor que puedo hacer en este momento es mantener mi mente ocupada y lavar platos definitivamente me ayuda a hacerlo.

El departamento de Christian sigue en aparente calma, así que bajo en el ascensor con tranquilidad. Y sé que no puedo evitarlo, tarde o temprano vamos a encontrarnos puesto que vivimos en el mismo piso y trabajamos en el mismo lugar.

— ¡Buen día Kim! – grito más emocionada que nunca.

— Buen día Ana – él saluda.

— Buenos días chicos – saludo al resto, pero entre sus risas y murmullos escucho un tomatito.

— Hoy tenemos mucho trabajo, parece que todo el mundo está con ánimos de celebrar – se ríe – Desde que abrimos estamos al tope.

— ¡Eso es genial! ¿En qué te ayudo?

— En un poco de todo, platos, servir, entregarlos a las camareras...

— De acuerdo.

Busco el delantal en el estante de los uniformes y me lo pongo rápidamente. Recojo mi cabello en una coleta alta para que no estorbe, mientras camino al lugar junto a Raúl.

— ¿Lista?

— ¡Si!

— Estás muy energética esta mañana – se ríe.

¡Y como no estarlo! Luke se fue por fin de mi departamento, puedo concentrarme de vuelta en el trabajo y tuve sexo con mi vecino.

— Si.

— Bueno, entonces voy por los platos que siguen.

Hago equipo con Raúl para revisar la presentación de cada platillo que sale de la cocina en manos de Giny o Rose. También lavo rápidamente los platos que vienen de regreso.

— ¡Ana! – Escucho la voz de Mía – Ven un momento a mi oficina.

Mierda – susurro.

Las burlas y los silbidos de los chicos en la cocina no se hacen esperar, así que me seco las manos en el delantal antes de atravesar el área de estufas hasta la oficina de la dueña.

— ¿Me necesitas? – digo cuando golpeo su puerta.

— Pasa, siéntate – Señala la silla frente a su escritorio. Mierda.

— Tu dirás.

— Ana, he escuchado muchas cosas de ti, todas buenas y tengo que confesar que estoy sorprendida y agradecida. Yo sola me he hecho cargo del restaurante desde que abrimos porque el otro socio no está muy involucrado. Eso ha limitado mis opciones y mis actividades, por lo cual te necesito. Quiero que seas la gerente.

— ¿Gerente? ¿Pero...? Kim es el segundo al mando.

— ¡Claro que lo es! En la cocina él toma las desiciones, pero acá afuera, en la organización y atención de los clientes se pierde. Necesito que asumas la gerencia de la parte administrativa, con su respectivo aumento de sueldo.

Ella sonríe emocionada y yo no sé ni qué pensar. Por supuesto que me encantaría, pero no me veo haciendo esto demasiado tiempo, aún quiero volver al mundo editorial.

— Será por un tiempo – Mía parece leer mi expresión confundida – Hay un curso en New York al que pretendo ir, pero no puedo a menos que alguien me cubra aquí.

— Ahh – balbuceo – En ese caso, déjame a prueba lo que resta de la semana. Si te parece que hago una buena labor aceptaré el puesto.

— Me parece perfecto – dice sorprendida – Entonces tenemos un trato.

Me levanto de la silla, con Mía siguiéndome por la cocina. Golpea una cacerola para llamar la atención de todos y hacer el anuncio.

— ¡Atención! A partir de hoy Ana está a cargo – me señala – Hagan lo que ella les diga.

— ¿Nos dará un día libre? – grita uno de los chicos en el fondo.

— No. Vuelvan a trabajar – les gruñe Mía antes de volver a su oficina.

— Ni quería – vuelve a decir la voz, que ahora estoy segura es de Cole.

— ¡Felicidades! Ahora tú me pondrás a lavar los platos – se ríe Kim.

— Sabes que no, pero gracias por la confianza.

Les hago una seña para que vuelvan a lo suyo, una cocina no es lugar para distraerse. Giro para regresar a la mesa donde estaba ayudando a Raúl con los platos, cuando una mirada me hace sentir incómoda. Christian.

— Hola.

— Hola – respondo sin mirarlo.

— Acabo de escuchar las buenas noticias.

— Oh, si, pues... – balbuceo – Gracias por echar a Luke.

— De nada – Me mira a los ojos antes de arquear la ceja – Aún me debes una cena.

— ¿De verdad?

— Claro. Tuve que defender tu honor.

— Y luego lo disfrutaste.

Ahora yo arqueo la ceja y él sonríe divertido.

— Lo disfrutamos, si me permites corregir. Y ahora eres gerente, ¿Lo ves? Cosas buenas pasan cuando duermes conmigo.

— ¡Christian! – le grito para que cierre la jodida boca. Lo último que necesito es que todos aquí sepan nuestros lios.

— ¿Qué? Es cierto. Entonces, cena está noche en tu casa.

Me guiña un ojo y hace un chasquido con la lengua al mismo tiempo. Idiota. Por lo menos está vez no me aprisionó contra la mesa.

De nuevo escucho murmullos y risitas. Christian sale de la cocina así que volteo a ver a los chicos, que ahora ríen divertidos.

— ¡Gerente tomatito!

¿Qué? Pongo las manos en mi rostro e inmediatamente siento el calor de mis mejillas. Mierda, me sonrojé.

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