Capítulo 41

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— No se preocupe, Señora Grey, el bebé está bien. Solo vamos a tenerla en observación para asegurarnos que no haya hemorragias u otras lesiones.

— La llevaré a una habitación para que pueda ver a su familia.

La enfermera me sonríe, pero estoy tan aturdida que apenas recuerdo algo de todo lo que dijo el médico. Estoy bien, el bebé está bien.

— ¿Mi familia? — Pregunto mientras empuja mi camilla por el pasillo.

— Su esposo está aquí, ¡Pobre chico! Está tan preocupado por ti, querida.

¿Mi esposo? ¿Señora Grey?

— No sabía que uno de los hijos de Grace se había casado, muchas felicidades también por el bebé.

La chica me deja en una habitación del tercer piso y sale de ahí con las indicaciones del médico. Unos minutos después la puerta se abre de nuevo y un chico de ojos grises con semblante triste se acerca.

— Hey, ¿Estás bien?

— Si, lo estoy. Estamos bien — Palmeo un lado del colchón para que se acerque — Lo siento mucho Christian, no era mi intención... Tu auto.

Se acerca más para sujetar mi rostro y hacer que lo mire.

— Ana, no te preocupes por el auto, eso es lo de menos. Lo importante es que tú y el bebé están bien.

— Otto está bien — sonrío.

— Me alegro — Luego frunce las cejas — ¿Me dejarás llamarlo Otto?

— Por supuesto que no, pero tienes que saber que es niño.

Me mira fijamente y poco a poco una gran sonrisa comienza a estirarse en sus labios.

— ¿Es un niño? ¿Tendremos un varón?

— Si.

— Eso es genial — Sus ojos brilla de emoción.

— Pero no creas que será tu compañero de parrandas, o que podrás salir con sus amiguitas de la escuela.

— No me van las niñas — Dice con el ceño fruncido — Que yo sea irresistible es cosa de ellas.

Pongo los ojos en blanco porque el Christian tonto volvió y su expresión triste a desaparecido casi por completo.

— Dijo el doctor que tengo que quedarme unos días.

— Si, está afuera hablando con mamá. Elliot, Kate y Mía también están aqui, ¿Quieres verlos?

Pregunta y niego con la cabeza. La única persona que necesito conmigo en este momento es a él, al papá de mi bebé.

— ¿Podrías abrazarme? — pregunto en voz baja.

Le toma solo un segundo pensarlo y se sube a mi lado en la cama para abrazarme. Pone la cobija sobre mis hombros y nos quedamos así hasta que me quedo dormida.

Cuando despierto, estoy sola de nuevo. Giro sobre mi costado para tratar de sentarme, pero estoy bastante adolorida.

— ¿Qué haces? No te muevas o vas a lastimarte.

Christian está sentado en el sofá junto a la ventana con una manta.

— Pensé que te habías ido.

— No, solo que tu enfermera gruñona dijo que no puedo dormir ahí — Su expresión de fastidio me hace reír.

— ¿Tienes hambre? ¿Necesitas ir al baño?

— Estoy bien, solo que me cansa estar aquí sentada. ¿Cuándo podremos irnos?

— En dos días — Se deja caer de nuevo en el sofá — Así que ponte cómoda, nena.

— ¿Tu les dijiste que soy tu esposa?

— Si. ¿Por qué? ¿Te molesta?

— No, solo me sorprendió un poco.

— Bueno, estaba tan asustado que no pensaba en nada más. Me llamaron para decirme que habías tenido un accidente y estabas inconciente o algo así, porque no sabían tu nombre.

— Te aseguro que no fue mi culpa, yo conducía con precaución pero el otro auto apareció de pronto.

— No pienses en eso, mi papá se está encargando y será mejor que ese jodido anciano pague por lo que te hizo.

— Christian...

— ¡No! Y no digas nada más, ese jodido anciano debería ir a prisión para que aprenda una buena lección.

— ¿Podemos cambiar el tema? No quiero seguir discutiendo contigo.

Me siento en la cama y empujo la cobija para sentarme en el borde de la cama.

— Si, ¿A dónde vas?

— Necesito ir al baño.

— ¿Segura que puedes levantarte?

— Si.

— ¿Quieres que te cargue?

— No — Me levanto pero el suero se tambalea en su base.

— Espera, déjame ayudarte.

— ¡Estoy bien!

— ¡Solo voy a sostener el jodido suero!

Agh, bien. ¡Que haga lo que quiera! Me levanto con cuidado y reviso la abertura de mi bata porque es lo único que llevo. Camino con cuidado hasta el baño y estiro mi mano para que Christian suelte la bolsa del suero.

Cierro la puerta, pero las voces que provienen de la habitación me distraen. Termino mi tarea y me lavo las manos con la mayor rapidez posible.

— ¡Me alegro tanto! — Tres chicas enfermeras están paradas en la puerta de mi habitación — De cualquier forma, avísame si necesitas algo.

Las tres practicantes de enfermería miran con grandes sonrisas a Christian, que no parece para nada incómodo con la invasión a su espacio personal.

— ¿Cariño? — Lo llamo — Creo que la vía en mi brazo se movió un poco.

— ¡Lo ves! — Gruñe — Te dije que me dejaras ayudarte.

— ¡Es que quieres ir conmigo a todos lados! — Digo un poquito más alto — Solo fui al baño, Christian.

— Ven aquí, te ayudo.

Toma mi mano y me siento de nuevo en la cama. Engancha el suero en la base y me hace una seña para que me acueste antes de poner de nuevo la cobija sobre mi.

— ¿Necesita algo, señora? — Dice una de las chiquillas.

— ¿Podría traerme un vaso de agua?

— Por supuesto — Me lanza una mirada de molestia y sale seguida de sus compañeras.

— ¿Por qué no vuelves al departamento a dormir? Debe ser tarde.

— No voy a irme, me quedo aquí contigo.

— ¿Piensas dormir en el sofá? Eso será incómodo.

— No importa, dormiré en la cama cuando te hayan dado de alta. ¿Quieres que llame a tu madre?

— No. No tiene caso preocuparla. Yo la llamaré después para decirle.

Lo veo acomodarse en el sofá, cruzando los brazos sobre su pecho y los ojos cerrados.

— ¿No deberías cenar algo primero?

— No me voy a ir, Ana — Dice sin mirarme.

— Bien, solo decía — yo también cruzo los brazos — Siento mucho haberte preocupado, Christian. Y que ahora estés aquí atorado conmigo.

— No vuelvas a decirlo — Ahora si abre los ojos — Estoy aquí porque quiero estar contigo y con el bebé. No quiero volver a casa sin ustedes.

— Creo que me extrañarías más de lo que quieres admitir.

Le digo, pero en mi mente cruzo los dedos para que sea cierto.

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