Capítulo 42

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Dos días en esa cama dura como piedra fueron suficientes para mí. No más conducir, no más auto de Christian. No quiero volver a ir al hospital a menos que sea para dar a luz.

Un par de días después, estoy lista para volver a mi divertida rutina en el restaurante y me arrepiento de haber dejado mi Cherokee en Georgia. ¿Cómo se supone que llegue al trabajo ahora?

— No deberías ir — Gruñe de nuevo.

— Pero quiero ir — Salgo del departamento y él viene detrás de mí.

— Deberías descansar.

— ¡Ya descansé suficiente! Estoy bien, estamos bien — Señalo mi vientre — No puedo quedarme ahí, viendo televisión los siguientes 5 meses, no lo resistiría.

— Necia.

Termino de bajar las escaleras de nuestro edificio y busco rápidamente un taxi que me lleve al restaurante. Es temprano y hace frío, pero no voy a dejarlo encerrarme.

— ¿Qué haces?

— ¡Shh! — Manoteo hacia él para que se calle — Busco un taxi.

— ¿Para qué? — Ruedo los ojos.

— ¡Para invitarlo a desayunar! Idiota...

Ahora él rueda los ojos por mi sarcasmo.

— Sube a la camioneta.

Saca un control negro del bolsillo, presiona el botón y la camioneta junto a nosotros desactiva la alarma.

— ¿Y eso? — pregunto confundida — ¿Es tuya?

— Si.

— ¿Compraste una camioneta?

— No, la gané con el cupón del cereal.

Idiota.

— La compré. Iba a cambiar el auto, de todas formas. En el convertible no se puede poner un asiento de bebé.

¿Esta pensando en el bebé? ¿En su seguridad? ¡Está madurando!

— ¿Te sientes bien? ¿Te duele la cabeza? — lo miro con fingida preocupación.

— ¿Por qué?

— Es lo más sensato que has dicho en  semanas... ¡Por fin dejarás atrás la adolescencia!

Su cara larga y malhumorada se tuerce en un gesto de fastidio. Arquea la ceja, pero luce tan gracioso que no puedo evitar reír.

El camino hasta el restaurante es tranquilo y miro con detenimiento los detalles del auto nuevo para no mirar a mi acompañante. Estaciona en el lugar de siempre y ambos bajamos.

— ¡Buen día, chicos!

— ¡Ana! — Saluda Raúl.

— ¡Bienvenida! — Grita Terri desde el fondo de la cocina.

— Pensé que no ibas a volver — Kim lanza un trapo sobre su hombro — Pero me alegra verte de nuevo.

— Es que no aguanto un día más encerrada en casa. ¿Qué hay qué hacer?

— Pues, tenemos problemas porque Giny pidió permiso, esta semana presenta sus exámenes finales.

— ¿Solo Rosie está en las mesas? — Él asiente — Iré a ver qué puedo hacer.

Miro sobre mi hombro y veo a Christian junto a Cole destapando sartenes. Salgo de ahí para ir a buscar a la chica rubia con el delantal negro.

— ¿Necesitas ayuda?

— Dios, si. Esta mañana hay muchos comensales — Suspira.

— Bien, dame esos pedidos y sigue atendiendo al resto, iré por la tetera del café.

Es una costumbre de nuestro restaurante servir café y jugo de naranja a todos los clientes. Me pongo el delantal de Giny y tomo el recipiente metálico con café recién hecho.

Antes de salir de la cocina, lleno las bolsas de mi delantal con sobres de azúcar y botecitos de crema de vainilla.

— ¿Café? — Pregunto a la pareja de la primera mesa.

Ambos asienten y lleno sus tazas, dejo los sobrecitos y paso a la siguiente mesa.

— ¿Café? — Las mujeres en traje de oficina dicen que si y repito mi tarea.

El hombre de la siguiente mesa pide jugo, así que regreso a la cocina por más café y la jarra del jugo.

— ¿Qué haces? — gruñe el chico de ojos grises con la boca llena de cereal.

— Trabajo — Agito la jarra frente a él — Deberías intentarlo alguna vez.

Viene detrás de mí, pero se detiene en la puerta cuando los clientes lo miran. Regreso con el hombre y lleno su vaso de cristal con el jugo de naranja.

— ¿Café? — Pregunto a los dos chicos en la mesa.

— Si, por favor — Dice uno de ellos.

— ¿Trabajas aquí? Rayos, voy a venir más seguido.

Dice el otro y ambos ríen. Sirvo la primera taza, luego la otra y apoyo la mano libre discretamente en mi vientre redondo.

— ¿Azúcar y crema?

— Me llamo Tyler — Dice el de ojos claros.

— ¿Azúcar y crema, Tyler? — Insisto.

— Si, ¿Cómo te llamas?

Sonrío, pero mi vista viaja a su amigo, que sigue sonriendo. Ambos lucen jóvenes, universitarios seguramente.

— Ana — Ignoro a Tyler para sacar las bolsitas de azúcar para su amigo — ¿Tú si quieres crema y azúcar?

— Si, gracias Ana. Yo soy Dax.

— Mucho gusto, ¿Algo más que necesiten?

— ¿Puedo invitarte a salir? — Insiste Tyler.

— No puedo salir con los clientes.

— ¿Fuera de tu horario?

— Estoy embarazada — Señalo lo obvio.

— Lo sé, te ves muy linda — sonríe de nuevo.

— Muy linda — Dice otra voz pero no son los chicos frente a mi.

Mierda.

La respiración de Christian sobre mi cuello me eriza la piel. Les lanzo un montón de bolsitas de azúcar, sonrío a los chicos una última vez y me alejo lo más rápido que puedo de esa mesa.

— ¿Ana? ¡Ana!

Me llama pero lo ignoro para ir de vuelta a la cocina por más café. Sé que viene detrás de mí porque escucho sus pasos fuertes golpeando el piso de mosaico.

— ¿Qué mierdas fue eso? — Gruñe cuando hemos pasado las puertas metálicas.

—Yo, sirviendo tazas de café.

— No te hagas, ¿Estabas coqueteando con ellos?

Dice en voz alta y los cuchicheos de los chicos en la cocina cesan al instante.

— ¡Claro que no! ¡Yo no coqueteo con los clientes!

— ¿Y eres así de amistosa con todos? — Apoya las manos en su cadera.

— ¡Lo único que pregunté es si querían café! ¿Cómo puedes pensar que estaba tratando de ligarlos?

— ¡Porqué lo escuché! ¡Ese te invitó a salir!

— ¡Y dije que no! — Giro para alejarme de él, porque Kim y los chicos nos observan.

Pero el obstinado cabezota viene detrás de mí para seguir discutiendo.

— ¡Dije que no y que estaba embarazada!

— Pues... Pues — Balbucea rojo de coraje — ¡A partir de ahora dices que estás casada!

Me ordena. ¿Qué? ¿Está loco?

— ¡Pero no estoy casada!

— ¡Pues ahora fingiremos que lo estás! — Sonríe de forma extraña — Felicidades, tomatito. Ahora eres mi esposa falsa.

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