— Christian... — Jadeo aferrada a sus brazos.

Un ligero gruñido escapa de su garganta mientras continúa sus movimientos de cadera, su piel suave y caliente contra la mía.

— Vamos nena... — Me mira a los ojos, alentándome a dejarme ir.

Pero no puedo, quiero que esto dure para siempre y el solo pensamiento de que esto acabe me pone sensible. Mantengo mis ojos en los suyos mientras sigue penetrando con cuidado, no quiere presionar al bebé o incomodarlo.

La presión en mi parte sensible se encuentra en su punto máximo, liberándose como una explosión que me tensa las piernas y luego las relaja.

— No aguanto más... — Jadea y aumenta su ritmo.

Gruñe de una forma tan sensual que no puedo dejar de mírarlo, sus labios presionados con fuerza. Mierda, no puedo negar la atracción tan fuerte entre nosotros.

El problema no es decirlo, sino admitir que mis sentimientos por él son tan intensos que no hay forma en que yo salga con el corazón intacto de aquí. Lo quiero aunque sea un cabezota.

Se recuesta a mi lado, exhausto y acaricio su cabello con mi mano. ¡Soy tan cobarde! No puedo hablarle de mis sentimientos como la mujer adulta que soy.

Por el contrario, intento sacarle información pero me da miedo presionarlo y termino hablando del bebé.

— ¿Crees que seremos buenos padres? — mi mano acaricia los pequeños rizos de su frente.

— Por supuesto que sí, nena. Solo no mencionemos la parte del sexo con Otto.

— No se va a llamar Otto — Ruedo los ojos — ¿Y por qué tendríamos qué hablar de sexo con el bebé?

— Bueno, no creo que le haga mucha gracia que yo invada su espacio personal — Su mano baja a mi vientre para acariciarlo — Mejor no tocar el tema.

— Tendremos que hacerlo, hablarle de responsabilidad. No quiero ser una abuela joven.

— Serás una abuela sexy — Escucho su risa — Mierda, yo seré un abuelo sexy, con canas y todo eso.

— ¿Crees que lo haremos bien?

— Lo hemos hecho bien por cuatro meses, no creo que sea diferente en el futuro.

— No lo sé...

— Ana, ¿Tienes miedo? ¿Por qué te preocupas tanto? — Dice y suspiro antes de hablar con sinceridad.

— Estoy aterrada, Christian. He querido esto por tanto tiempo y luego me sentí horrible cuando dijeron que no podía. Y de pronto tengo de nuevo lo que siempre quise... Contigo.

— ¿Conmigo? — Se endereza para verme y arquea una ceja — ¿Hay algún problema con que sea conmigo?

— No, me refiero a que nos conocíamos muy poco. Eres joven y seguro hay muchas cosas que aún quieres hacer como viajar por el mundo.

— Podríamos ir los tres de vacaciones — Vuelve a recostarse en mi hombro — Encontraremos la forma, Ana.

— ¿Lo prometes? — Pregunto con tono esperanzado.

— Lo prometo.

Escucharlo decir eso calma mi mente y acelera mi corazón.

Una vida juntos.

Nuestro hijo para verlo crecer y amarlo incondicionalmente. Juntos. La imagen de nosotros en una casa pequeña como la de mi madre, con un chiquillo de ojos grises y cabello cobrizo dibujando en la mesa viene a mi mente.

— ¿Christian? — lo llamo para que me mire.

Cuando lo hace, acerco mi rostro hacia él para besarlo con suavidad, con amor. Me enderezo en la cama para acercar mi cuerpo al suyo de nuevo y demostrarle todo lo que siento.

Me siento sobre su regazo, pero el pequeño intruso entre nosotros dificulta un poco mi vista de su perfecto abdomen. Mis dedos recorren sus músculos con fascinación.

— Me alegro de hacer esto contigo.

Digo en un susurro, pero el tonto sonríe elevando una de las comisuras de su boca.

— Gracias nena, nadie me había agradecido antes por el sexo.

Ruedo los ojos rompiendo así nuestro momento de sinceridad.

— Me refería a esto de ser padres, no a ésto — Señalo el punto en el que nuestros cuerpos se unen.

— Todo saldrá bien — Dice cuando comprende — Voy a cuidar de ustedes.

¿Eso quiere decir que estamos juntos? ¿No solo novios falsos? No quiero insistir, pero ojalá el fuera más claro sobre sus sentimientos. Porque yo lo soy con los míos, ¿Cierto?

Pero dejo de pensar cuando cierta parte de su cuerpo vuelve a endurecerse. Levanto un poco la cadera para acomodarme sobre él.

— Ojos lujuriosos — Se ríe.

— Cállate — Río avergonzada.

Sus manos suben hasta mis pechos sensibles y ligeramente más grandes que de costumbre. Intento balancearme contra él, pero me falta equilibrio.

— Sostente de mí — Deja mis pechos para sujetar mis manos.

Apoyándome en él, vuelvo a moverme a un ritmo constante, que rápidamente nos lleva a nuestro siguiente orgasmo.

Me recuesto junto a él para recuperar el aliento, pero el gruñido que viene de mi estómago dice que es la hora de la cena.

— Tengo hambre.

Christian se ríe y se sienta en la cama para ponerse los boxers blancos. Me lanza su camiseta blanca para que me la ponga y sale de la habitación con una gran sonrisa.

Una parada rápida en el baño y salgo hasta la cocina. El chico sonriente está friendo tocino y huevo en un sartén, en otro tiene algo que parece una salsa de tomate.

— Yo quiero un tazon de cereal.

Recojo mi cabello en un moño alto, pero Christian se acerca para sostener mi cintura y sentarme en la encimera.

— Yo quiero una cena de verdad, ¿Segura que solo quieres el cereal?

— Si.

Me estiro para tomar el tazón mientras él trae el cereal y la leche. No quiero saltar de la encimera y caer, así que me quedo ahí sentada comiendo mientras él termina de cocinar.

— No deberías cenar tanto, te va a hacer daño.

— Tengo mucha hambre, prácticamente drenaste toda la energía de mi cuerpo — Sonríe.

— Bueno, como tú lo dijiste, no escuché que te quejaras ni una sola vez.

— Fueron más como jadeos sexys — Ruedo los ojos.

— Todo es sexy para ti, pervertido.

Vuelve a sonreír y la cuchara se queda a medio camino de mi boca.

— Ojos lujuriosos — Canturrea de nuevo con burla.

— ¡No te estaba viendo! — Digo, pero mi mirada sigue en su torso — ¿Tenemos helado de vainilla en el refrigerador?

Pregunto ante mi nueva idea. Mierda, seguramente es culpa de las hormonas.

~ • ~

¡Se está acabando! ☹️☹️☹️

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