Capítulo 46

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

POV Christian.

— ¿Quieres ser un hombre? Empieza a actuar como uno — Se acerca para golpear mi cara con un gesto juguetón — Ahora termina de guardar la leña porque va a llover pronto.

Exhalo ruidosamente mientras él va de regreso a la casa.

— ¡Si ibas a regañarme pudiste hacerlo adentro y evitarme este odioso trabajo! — Le grito.

— Deja de lloriquear — Se ríe.

Voy de nuevo hasta el fondo para traer la siguiente pila de troncos hasta la puerta del cobertizo. Las nubes grises comienzan a formarse sobre nosotros con rapidez.

— ¿Te ayudo? — Giro para ver a Ana que viene hacia mi.

— ¿Estás huyendo de mi abuela?

— No.

Pero mira sobre su hombro para ver hacia la casa de mis abuelos. Seguro estuvo bombardeándola con asuntos del bebé.

— Ve adentro, va a comenzar a llover.

— Más razón para ayudarte, así terminas rápido.

— No debes mojarte y mucho menos cargar los leños pesados.

— ¡Oh vamos! Puedo llevar por lo menos uno o dos.

— ¡Que no!

— ¡Que si!

— ¡Vas a lastimarte!

— ¡Puedo cargar un maldito tronco!

— ¡No! ¡Vas a dañar al bebé y tú responsabilidad es cuidarlo!

— ¡Christian! ¡No soy una niña!

— ¡Solo has lo que te pido! Intento hacer esto bien, puedo hacerme cargo de esto.

— Podemos hacer esto juntos, será más rápido.

— ¡No! Voy a hacerlo, puedo hacerlo y no necesito la ayuda de nadie. Puedo hacerme cargo de ti y del bebé.

— Jamás dije lo contrario — Ella balbucea.

— Solo ve, déjame hacer esto, puedo hacerlo. ¡Soy un maldito hombre!

Primero me mira con confusión, luego su ceño se frunce y cruza los brazos sobre su pecho.

— ¡Uno malditamente loco! ¿Qué diablos te pasa?

— ¡Nada me pasa! ¡Solo que al parecer nadie confía en mí y en que puedo hacerlo bien!

— Solo son troncos, Christian.

— No, no son solo los troncos. Es todo, ¡Todo! Estoy haciendo lo mejor que puedo pero parece que nada es suficiente, ¡Hago lo mejor para ti y para el bebé!

Grito de nuevo, furioso. Las palabras de mi abuelo me dan vueltas por la cabeza y una horrible punzada me atraviesa el jodido cerebro.

Y no, maldita sea, ¡no estoy hablando de los jodidos troncos!

— Puedo hacer esto, confía en mí.

Le pido por última vez, con el tono más tranquilo que puedo. El problema es que las gotas de lluvia comienzan a caer sobre nosotros y mi chica testaruda se va a mojar.

— ¡Mierda! ¿Lo ves? ¡Te dije que me dejaras hacerlo!

— ¡Yo no dije que no lo hicieras! Pero como siempre, estás ocupado siendo un idiota.

Se da la vuelta para regresar a la casa, pero un estruendo en el cielo la sobresalta. Me acerco para tomarla del brazo a llevarla hacia el cobertizo.

— Terca... Necia... Obstinada mujer — recito para mí mientras la llevo a proteger de la lluvia — ¡Quédate aquí! ¡Y por una jodida vez en tu vida, obedece!

Presiona sus labios para no responder a mis gruñidos, doy la vuelta corriendo hacia la pila de maderos y cargo los más que puedo sobre mis brazos. Están algo húmedos, pero seguro que aún sirven.

— Te vas a enfermar — Dice cuando me acerco a la entrada del cobertizo a dejar los leños — Christian, ¿Me escuchaste?

No le contesto y salgo de nuevo hacia la lluvia. La fuerza con la que cae me nubla la vista y en cuestión de segundos ya tengo la camiseta empapada.

— Son los últimos — Gruño cuando los dejo caer al piso.

— ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos aquí hasta que pase la lluvia?

— ¿Tienes algo mejor qué hacer?

Me siento sobre un saco de tierra para masetas y le señalo a Ana otro saco para que se siente. Este lugar no es cálido, pero por lo menos nos protege de la lluvia hasta que podamos regresar a la casa.

— ¿Qué fue todo eso? — Pregunta en voz baja — Siento que no te referías a los leños.

— No, no hablaba de eso — Exhalo para ganar tiempo y pensar en una excusa.

Solo que no la digo.

— Siento que todos están sobre mi, diciéndome lo inmaduro que soy y lo mucho que voy a joder este asunto del bebé.

— ¿Por qué?

— No lo sé, supongo que no he hecho mucho para demostrar que soy un hombre responsable.

— Lo del bebé no es culpa tuya, Christian. No soy solo una chica tonta a la que embarazaste.

— Lo sé, y es por eso que tengo que esforzarme más.

Volteo hacia ella para ver su reacción a mis palabras, pero solo me mira fijamente esperando a que continúe.

— No me necesitas para criar al bebé, esa es la realidad. Puedes salir adelante tu sola pero yo quiero estar ahí y ser parte de la vida de mi hijo. Quiero estar con él y contigo.

— Estás con nosotros, lo has hecho genial estos meses...

— Me refiero a estar juntos, como una familia de verdad.

— Juntos... ¿Juntos? — Pregunta confundida.

— Juntos. Cuatro meses y no nos hemos matado, así que creo que tenemos futuro en esto, ¿No crees?

— Tienes razón — Sonríe — Creo que al bebé le gustaría tenerte ahí todo el tiempo... Y a mi también.

De pronto la tensión de mis hombros desaparece y puedo mover mis extremidades entumecidas por la humedad y el frío.

— Está es la parte en la que admites que estás enamorada de mí.

Le doy mi mejor sonrisa y un guiño, pero ella rueda los ojos como siempre lo hace.

— Creí que eras tú quién estaba declarando su amor, diciendo todo eso de que no puedes vivir sin mí — Agita su mano en el aire para quitarle importancia al asunto.

— Solo porque veo lo mucho que te has esforzado en atraparme, ¿Un bebé? Mierda, Ana, eso sí que es extremo.

— ¡Christian! — Chilla con las mejillas rojas como tomate.

— Es la verdad, tuviste que seducirme con la excusa del ex esposo odioso. Pero no te preocupes nena, ya me tienes.

Volteo a verla, pero ella ya está junto a mí y golpea mi brazo a modo de juego.

— Quítate la camiseta.

— ¡Wow nena! ¡Despacio! ¿Vas a violarme en la casa de mis abuelos? Podrías por lo menos esperar a que lleguemos al departamento.

— No, idiota. Tu camiseta está mojada y te vas a enfermar si te la dejas puesta.

Cómo si fuera un jodido niño, ella levanta la camiseta de mi torso para sacarla por mi cabeza. El aire frío que entra por la puerta abierta del cobertizo me causa un escalofrío.

— Mierda, tengo frío.

Ella extiende la camiseta sobre los troncos, pero tiro de su mano para que venga hacia mí y se siente sobre mi regazo, sus piernas a cada lado de mi cadera.

— Ahora hazme entrar en calor — Susurro antes de besarla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro