🌹 Diez

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No era la primera mañana que pasaba en la casa Kim, ni mucho menos. Este lugar era su segundo hogar.

Ver a SeokJin preparando el desayuno con ChaeYoung en brazos no era algo nuevo. Lo había presenciado cientos de veces. A SeokJin, a Seulgi. Sin embargo, esta vez el escenario parecía distinto, como si estuviera cargado de mil emociones que antes no había sentido.

O qué no se había permitido sentir.

El castaño se había acostumbrado a realizar muchas actividades con sus hijos encima, algo que TaeHyung admiraba y que en ese momento lo hacía sentirse más cálido por dentro que en otras ocasiones.

— Appa, ¿qué te pasó en el cuello? —preguntaba la niña, tocando la zona donde TaeHyung había dejado su marca con los labios. El castaño se estremeció ante el contacto, sintiendo cómo la piel se erizaba bajo los dedos curiosos de su hija. La marca era un recuerdo de la noche anterior, cuando él y TaeHyung habían compartido un momento íntimo en la penumbra de su habitación.

TaeHyung estaba tenso detrás de ellos.

SeokJin era todo lo contrario—. Es solo una pequeña herida, cariño —había respondido sin dejar de hacer las cosas.

— ¿Deberíamos llevarte al "dotor"? —preguntaba ChaeYoung preocupada.

TaeHyung sentía un nudo en su estómago—. No, mi princesa —respondía metiéndose en la conversación. ChaeYoung ya se preocupaba demasiado por su padre con tan sólo cuatro añitos. No iba a dejar que creyera que su appa estaba herido—. Papá y yo estábamos jugando, y lo lastimé un poco. Pero ya está bien —decía nervioso.

Por Dios, nunca había sido tan mal mentiroso.

La niña con ceño fruncido, miraba entre su padre y él con ojos inquisitivos— ¿Jugando cómo, Appa? —preguntaba a SeokJin directamente.

El castaño se mordía el labio inferior, preguntándose cómo explicar sin entrar en detalles inapropiados. TaeHyung sin embargo, estaba en blanco.

— Bueno, a veces los adultos juegan de una manera especial —comenzaba a decir—. Es como... magia. El padrino y yo compartimos momentos mágicos juntos —respondía sin titubeo.

La niña asentía complacida y TaeHyung estaba entre sentirse en pánico y si fuera humanamente posible, también se sentia más enamorado, pero aparentemente satisfecha con la respuesta, ChaeYoung cambiaba su mirada a TaeHyung—. ¿Y tú también tienes magia, padrino?

TaeHyung no había podido evitar sorprenderse ante la mirada curiosa de su princesa para luego sonreír suavemente, mientras notaba a SeokJin demasiado divertido porque él tenia los huevos de corbata. Así que tomando a ChaeYoung de los brazos de SeokJin, sin problema alguno, respondía:

— Sí, princesa. Todos tenemos un poco de magia en nuestro interior —mirando hacia su mejor amigo, SeokJin le regalaba una sonrisa tan coqueta que estaba seguro jamas la había visto o quizás sí, cuando eran muy jóvenes y no sabía interpretarlas correctamente.

Girando sobre sus talones, SeokJin quedaba frente a ambos—. ¿Quieres saber cuál es la magia mas poderosa? —preguntaba a su niña.

ChaeYoung-ssie asentía emocionada en los brazos de TaeHyung—. La magia más poderosa es el amor que compartimos como familia. Tú, yo... La abuela. Tus hermanos. Eomma en el cielo —decía con su voz espesa, luego sus ojos se clavaban en un TaeHyung que sentía un roca en su garganta que no podía tragar—. El padrino Tata, aquí con nosotros —susurraba.

TaeHyung sentía sus ojos húmedos, no podía decir nada, solo se quedaba viendo al techo para evitar llorar frente a su ahijada.

La niña se acomodaba entre los brazos de TaeHyung, sintiéndose segura y protegida mientras los miraba a ambos—. Me gusta la magia —decía extendiendo su bracito y acariciando el rostro de SeokJin—. Quiero tenerla siempre así sonríes así más seguido —decía a su papá.

TaeHyung aspiraba con fuerza y besaba la frente de la niña, mientras SeokJin se apoyaba en el tacto de la pequeña mano y respondía—. Entonces, siempre la tendrás, mi pequeña hechicera.

La niña sonreía y se iba sin discusiones con un Tae que se encontraba con los ojos de un SeokJin sereno. Dios ¿Qué tipo de universo era este? Todavía estaba asimilando que este hombre frente a él, su mejor amigo. El hombre de sus sueños. El tipo a que siempre amó como algo más que una simple y perfecta amistad, le había confesado horas atrás que siempre estuvo interesado en él.

La sensación burbujeante en su pecho era de puro asombro y algo de dolor. Tanto tiempo perdido, tantas veces que su corazón se rompió sin saber que probablemente también había roto el de SeokJin.

— Padrino Tata, estás mirando a appa con ojos de corazón —decía la niña, haciendo corazones con su dedo pulgar e índice para ponerlos sobre los ojos de un TaeHyung sonrojado.

SeokJin alzaba sus cejas y miraba al susodicho rojo cuál tomate, no podía evitar reír a carcajadas contagiando a la niña que estaba entre los brazos de un TaeHyung que reía incómodo con ellos.

— Chae, hiciste que el padrino se sonrojara —mencionaba el bastardo.

Atractivo bastardo. Un bastardo hermoso que TaeHyung quería besar, Pero necesitaba concentrarse.

— ¿Qué dices si nos lavamos los dientes? Y dejamos de hablar de corazones —preguntaba a la niña, esta asentía con entusiasmo mientras TaeHyung aprovechaba para huir léjos de esos ojos pícaros que SeokJin tenía esa mañana y para que ChaeYoung dejara de decir lo obvio.

Mientras lavaban sus dientes la niña había conversado sobre algo totalmente diferente, olvidando por completo lo que SeokJin había dicho con respecto a la magia y su herida en el cuello. Sin embargo, TaeHyung seguía pensando en como había descrito su primer momento juntos anoche.

"Es como magia. El padrino y yo compartimos momentos mágicos juntos"

TaeHyung reía como imbécil entre los nervios y la pasta dental en sus dientes. Minutos más tarde con aliento fresco y cara limpia, volvían a la cocina. SeokJin parecía haberse lavado la cara también, incluyendo sus dientes y había tapado la marca en su cuello. Sí, TaeHyung había tardado en tomar coraje para salir del baño de nuevo.

— El desayuno está listo para ser devorado.

La mesa era una combinación de desayuno coreano y algo más relajado para ChaeYoung, con unos waffles que SeokJin había hecho en cuestión de minutos. TaeHyung no dejaba de sorprenderse de sus dotes culinarios. Siempre había sido el encargado de la comida, no solo era bueno salvando personas, si no hubiera sido paramédico, chef hubiera ido muy bien con él.

— ¿Te vas a sentar o seguirás divagando? —preguntaba su mejor amigo con esa sonrisa de culo engreído.

TaeHyung parpadeaba con letargo—. ¿Has visto a los gemelos? Están muy callados —decía incómodamente, señalando la habitación de los pequeños.

SeokJin reía—. Claro. Es que están durmiendo —decía divertido. TaeHyung lo miraba sin expresión alguna—. De acuerdo, iba a ir a verlos de todos modos —mencionaba el castaño.

— No, no. Tú quédate aquí, desayuna con la princes, yo voy por los demonios —mencionaba huyendo una vez mas.

SeokJin suspiraba y se sentaba al lado su niña—. El padrino Tata aún no comió dulce y ya está inquieto —decía la niña en su inocencia.

SeokJin sonreía y asentía.

TaeHyung notaba que los gemelos dormían como si no hubiera un mañana. Usualmente descansaban más cuando SeokJin estaba en casa los fines de semana. Acostumbrados a la voz de fondo de su papá o Seulgi, su mamá, en su momento, los pequeños se sentían seguros y protegidos.

Suspirando, TaeHyung dejaba caer su cabeza. Aún tenía la presión arterial por las nubes, y los latidos de su corazón seguían acelerados. Su mejor amigo, viudo, le había confesado haberlo deseado toda su vida. TaeHyung sentía que se quedaba sin aire al pensar en todo el tiempo perdido, en cómo había sufrido silenciosamente al emparejarlo con Seulgi. No es que sirviera de nada lamentarse por el pasado; lo hecho, hecho estaba. Además, no podía imaginar su vida sin sus tres ahijados.

Sin embargo, había un temor persistente en su mente. No había ningún impedimento para que finalmente pudiera estar con su mejor amigo, también conocido como el amor de su vida. Dioses, amaba tanto a SeokJin que aún temblaba al recordar la noche anterior. Habían sucumbido a sus deseos reprimidos durante años, correspondiéndose uno al otro en una loca pasión. Tantos años habían pasado, tres hijos de por medio, y una hermosa mujer que ya no estaba con vida. A pesar de todo eso, SeokJin seguía sintiendo algo por él. Y TaeHyung nunca había dejado de amarlo.

— ¿Estás bien? —La voz de SeokJin venía desde la puerta, haciendo saltar a TaeHyung del susto.

Automáticamente, la mirada de ambos se dirigía a los gemelos.

— Sí. Ellos... ellos duermen sin problema alguno —susurraba.

SeokJin asentía, manteniéndose en su lugar.

— Chae espera a su padrino para desayunar —susurraba.

Su mirada dulce se tornaba un poco vulnerable; la sonrisa divertida ya no estaba allí. Dios, se conocían tan bien y, a la vez, era demasiado nuevo. SeokJin ya no estaba seguro de que TaeHyung no estuviera arrepentido sobre la noche juntos.

— Podemos hablar al respecto ahora, pero creo que deberíamos estar más tranquilos y a solas —susurraba SeokJin.

TaeHyung asentía, aún nervioso como un adolescente virgen. Carajo, esto era tan extraño. Este era su mejor amigo, pero también era el hombre que le había volado los sesos con la mejor mamada y los besos más calientes y dulces que iban a la par de caricias que lo habían desarmado y lo habían dejado crudo, necesitando más.

La lluvia sorpresiva comenzaba a caer suavemente sobre la ciudad, creando un ritmo constante contra las ventanas de la habitación de los gemlos. TaeHyung miraba hacia afuera, perdido en sus pensamientos, cuando SeokJin se acercaba silenciosamente por detrás, colocando una mano reconfortante sobre su hombro.

— Parece que va a ser un día largo —murmuraba, su aliento cálido en el cuello de TaeHyung.

El azabache se giraba para enfrentarlo, sus ojos encontrándose en una mirada cargada de emociones no dichas. La proximidad los envolvía en una burbuja de intimidad, y el mundo exterior se desvanecía lentamente.

— No quiero hablar de lo que pasó... no todavía —susurraba TaeHyung, su voz temblorosa. Habían tantas emociones, tanto que tener en cuenta.

SeokJin asentía, entendiendo la necesidad de su amigo de procesar las cosas a su propio ritmo. Sin embargo, la tensión entre ellos era palpable, como una cuerda estirada al límite.

— No tienes que decir nada —respondía SeokJin, su mirada fija en los labios de TaeHyung.

La distancia entre ellos comenzaba a reducirse naturalmente con cada segundo que pasaba, hasta que finalmente, impulsados por un deseo que no podían contener, sus labios se encontraban en un beso que era a la vez familiar y sorprendentemente nuevo. Era un beso que hablaba de años de amistad, de un amor que había estado dormido mucho tiempo y de una noche que había cambiado todo entre ellos.

Era suave y cauteloso, un roce casi etéreo, haciendo que ambos se sintieran famélicos por más. Más duro. Más intenso. El aire que Taehyung soltaba por sus fosas nasales era tembloroso y sus manos inseguras necesitaban posarse sobre los anchos hombros de un Seokjin que tomaba su nuca para que el beso fuera más profundo, para que su lengua entrara en la boca tímida, insegura, pero hambrienta de Taehyung.

Un Taehyung que comenzaba a olvidarse de dónde estaban, solo existía este momento. Este hombre, con el intenso calor de su cuerpo, esa gran mano en su nuca y esos labios moviéndose sobre los suyos, con esa lengua autoritaria que surcaba su boca y tomaba posesión sin permiso. Le temblaban las rodillas, su cuerpo estaba tenso, su miembro duro. Su boca sensible y sin querer, tan ido y perdido, gemía en la boca de Seokjin queriendo escalarlo al punto de enmarañar el pijama de seda de su amigo entre sus manos y apretar sus cuerpos. Abriendo más sus bocas y...

"App-pppa. Appa."

El beso se detenía para ambos y miraban de dónde venía el sonido. Por supuesto, el pequeño ChaeSin estaba despierto y despeinado, mirando con una sonrisa risueña y adormilada al par frente a él.

Taehyung se obligaba a pasar saliva y soltar a Seokjin. Él no quería hacerlo, pero debía.

— Uno más —susurraba tomando el mentón de SeokJin y comiéndole la boca de una forma que había hecho al castaño rizar sus dedos.

Eran estos momentos y muchos de la noche anterior que, daban a SeokJin cierta paciencia para esperar por TaeHyung y la auténtica charla. Había algo allí.

Pese a que TaeHyung estaba reacio a abandonar el calor del cuerpo ajeno y la boca contraria, dejaba a SeokJin con una mordida, hasta que la puerta principal sonaba y la voz de la madre de este resonaba feliz.

" ¡Buenos días! ¡Halmeoni* está en la casa! "

TaeHyung se alejaba de inmediato, pero SeokJin suspiraba y lo atraía hacia sí una vez más. Un último beso. Un último sorbo de aquellos labios y su sabor dulce antes de soltarlo.

Instantes después, anunciaba: —¡Estamos aquí!— y llamaba a su madre.

TaeHyung se limpiaba la boca, a regañadientes, y tomaba a ChaeSin en brazos.

—¡Halmeoni ya está aquí!— exclamaba ChaeYoung, asomándose en la puerta de la habitación de los gemelos.

Ese grito final despertaba al pequeño y sereno ChaeMin.

—¿Cómo están mis queridos hijos? Awww... Qué hermosos se ven— comentaba la madre de SeokJin, sin percatarse de la tensión sexual entre ellos; solo veía a sus hijos cuidando de los nietos. —El padrino Tata siempre tan atento— decía con afecto. —Hola, hijo— saludaba a TaeHyung, quien inclinaba su cabeza para recibir un beso en la frente.

—Eomma, ¿acaso no duermes?— preguntaba TaeHyung, buscando su voz.

—Ya sabes que no— respondía ella, dirigiéndose hacia SeokJin. —En cuanto leí tu mensaje sobre la fiebre de la niña, vine sin dudarlo. Pensé que estaba bien al no tener noticias tuyas, pero igual quería venir a prepararles el desayuno, aunque veo que ya está hecho— decía, tomando al pequeño ChaeSin de los brazos de su padre.

—Soy un hombre responsable que madruga— bromeaba SeokJin, depositando un beso en la sien de su madre. —Es hora de cambiarlos.

—Nos encargaremos Tae y yo, tú ve a desayunar con Chae— indicaba, gesto con la mano hacia la salida.

La niña tomaba su mano antes de que él pudiera protestar y, minutos después, todos se encontraban alrededor de la mesa desayunando. La madre alimentaba a los gemelos con alegría, mientras ChaeYoung, sentada entre ellos, charlaba animadamente. TaeHyung la escuchaba y sonreía, aunque su atención estaba fija en una sola persona: el hombre a su izquierda, que lo miraba como si fuera lo más fascinante del mundo.

El desayuno transcurría entre el bullicio familiar, pero TaeHyung y SeokJin compartían un silencio cargado de tensión. Las miradas que intercambiaban eran como chispas que amenazaban con encender una llama incontrolable. ChaeYoung parloteaba, ajena a la electricidad que se acumulaba en el aire, al igual que la madre de SeokJin quien la escuchaba atenta.

—Tae, ¿me pasas la cuchara a tu lado? Le di la mía a eomma — la voz de SeokJin cortaba el aire, su tono casual no lograba ocultar la urgencia subyacente.

Con un gesto suave, TaeHyung le alcanzaba una cuchara limpia, sus dedos rozando los de SeokJin en un contacto que parecía quemar. La corriente que fluía entre ellos era palpable, y TaeHyung había contenido un suspiro.

La conversación continuaba, pero TaeHyung apenas podía concentrarse. La presencia de SeokJin lo envolvía, y cada vez que sus miradas se encontraban, el mundo a su alrededor se desvanecía.

Finalmente, SeokJin se levantaba, su figura imponente proyectando una sombra sobre la mesa. Acercándose a TaeHyung como si nada, como siempre, como algo normal entre ellos que no llamaba la atención de los pocos presentes, su aliento cálido golpeaba a TaeHyung en su oído.

—Gracias por estar aquí— susurraba SeokJin, su voz un murmullo que solo TaeHyung podía oír. —Necesito verte a solas. Pero por ahora, voy a dejar que te escapes, puedes huir. Por el momento —luego dejana un beso en su cabeza que nuevamente, no era nada nuevo. Pero TaeHyung miraba a la madre de SeokJin y esta solo estaba sumergida en los encantos de sus nietos.

El corazón de TaeHyung latía con intensidad. La promesa en las palabras de SeokJin era clara, y la anticipación de lo que estaba por venir lo inundaba de un fuego que no podía extinguir. Pero también necesitaba escapar, solo por un momento, para asimilar en soledad todo lo que había sucedido en las últimas horas; lo necesitaba desesperadamente. Y SeokJin lo sabía.

Sin embargo, repentinamente, MinJi introdujo un tema de conversación que capturaba la atención de TaeHyung.

— ¿Cómo les fue en la doble cita? —preguntó, aunque por supuesto, ya lo sabía. SeokJin se lo había mencionado brevemente, sin darle mucha importancia.

TaeHyung casi se atragantó con el té, mientras SeokJin sonreía desde lejos, rellenando la taza de su madre y la suya.

— Estuvo bien, hasta que vinimos corriendo; no fue nada especial —comentaba el castaño.

— Oh... —MinJi, su madre, parecía desinflarse, pero luego alzaba la vista hacia TaeHyung—. Estaba feliz de que le hubieras encontrado una hermosa mujer para que saliera un poco, y él dice que no fue nada especial —decía con una mueca.

TaeHyung soltaba una risa nerviosa. — La hermana de mi amigo prometió organizar una nueva cita, solo para ellos dos —repetía las palabras de la hermana de JoongHyuk, mientras lanzaba miradas furtivas a un SeokJin que lo observaba con ojos de pura advertencia.

El castaño regresaba a la mesa con una taza de té para su madre y para él, suspirando profundamente.

— Deberías ser tú quien planee esa segunda cita con esa chica. Impresiónala, eres un romántico, no pierdas eso. Diviértete —insistía la mujer, ajena a la realidad.

El corazón de TaeHyung latía desbocado.

SeokJin volvía a suspirar. — No creo que eso suceda, Eomma.

— ¿Por qué no? No deberías negarte al romance. Mírame a mí. Eres joven y hermoso, mereces a alguien que te quiera, te cuide y te valore —persistía.

Dios, SeokJin sabía que su madre lo hacía por su bien, pero no era el momento, y nunca lo sería. Él sabía lo que quería y a quién quería, y a menos que esa persona le dijera un no rotundo, no iba a permitir que lo emparejaran de nuevo.

— Eomma...

— ¡Y tú también, TaeHyung! —exclamaba MinJi. TaeHyung levantaba las cejas sorprendido. — Encuentra a un buen hombre. Es hora de sentar cabeza, hijo.

— Umm, yo... Yo no estoy... —TaeHyung balbuceaba, mientras SeokJin evitaba su mirada. Pero finalmente, este respondía a su madre.

— Mujer, te amo... Pero estamos bien —decía él con una sonrisa.

MinJi exhalaba en señal de negación. — El romance es algo hermoso. Sé que mantienes el recuerdo de Seulgi tan vivo como sea posible, pero estoy segura de que incluso ella desearía verte acompañado por una hermosa mujer algún día, una que incluso ame a tus hijos como si fueran suyos.

— ¡No! —exclamaba ChaeYoung de repente, sacándola de su mundo de fantasía—. No —repetía, esta vez con más calma.

MinJi abría su boca con exageración. — ¿No quieres que appa tenga una hermosa mujer que pueda cuidar de él en el futuro?

La niña negaba con la cabeza. — Appa tiene al padrino Tata —decía, haciendo un puchero y agarrando el brazo de TaeHyung a su lado—. Y a eomma en el cielo. No necesita novia.

TaeHyung se sonrojaba ante las palabras de la niña, que seguramente brotaban de la inocencia, pero que evocaban todas las imágenes de la noche anterior. MinJi sonreía con comprensión:

— El padrino Tata siempre estará para papá. ¿Pero no quieres que papá tenga una bonita...?

— ¡Tata! —exclamaba la niña, zarandeando el brazo de TaeHyung—. Appa y Tata. Youngssi y los melos —decía, señalándose y luego señalando a los gemelos—. Halmeoni y Tata hal-abeoji* —continuaba, refiriéndose al padre de TaeHyung como su abuelo, tal como le habían enseñado desde su nacimiento—. Y eomma en el cielo. Appa no necesita más —concluía, apoyando su cabecita en el brazo de SeokJin.

MinJi, su abuela, se sentía solo un poco triste ante la reacción, no porque buscara alterar a ChaeYoung, sino por la sinceridad de sus palabras. TaeHyung y SeokJin intercambiaban miradas; la niña no aludía a un romance no comenzado, sino a la compañía constante de TaeHyung a SeokJin. Esa era la familia de ChaeYoung, y así le gustaba. MinJi sonreía y extendía su mano para acariciar el rostro de su nieta:

— Tienes razón. Appa, Tata. ChaeYoung-ssie y los melos —repetía, haciendo referencia a los gemelos—. Y los abuelos siempre aquí, junto con eomma Seulgi que nos cuida desde arriba.

La niña sonreía con fervor, y con eso, la conversación llegaba a su fin mientras que todo se relajaba horas más tarde y la luz del mediodía aún brillaba a través de las ventanas, llenando la sala con un resplandor cálido. La conversación entre MinJi y ChaeYoung había dejado un aire de ternura flotando en el ambiente, y aunque SeokJin deseaba que ese momento pudiera durar para siempre, sabía que TaeHyung tenía que partir.

— Bueno, creo que es hora de que me vaya —decía
TaeHyung, levantándose lentamente de su silla. Su voz era suave, pero había una firmeza subyacente que no pasó desapercibida para SeokJin.

MinJi lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. — ¿Tan pronto? Aún es temprano, y los niños...

— Tienen a su maravilloso appa y a su increíble halmeoni —interrumpía TaeHyung con una sonrisa, guiñando un ojo a ChaeYoung, quien respondía con una risita y un aplauso—. Tengo que ver a MinJae, me está esperando.

— Oh, ¿cómo está? La última vez que lo vimos fue para... —MinJi humedecía sus labios, una sombra de tristeza cruzaba su rostro, desvaneciéndose tan pronto como veía a ChaeYoung—. ¿Cómo va todo con su novio?

— Sigue felizmente en pareja, nos veremos para ponernos al día —respondía TaeHyung con serenidad.

Aunque su relación adolescente con MinJae había concluido de manera tensa, en la actualidad, el primo de Seulgi se había convertido en su segundo mejor amigo, alguien que conocía profundamente sus secretos y siempre los había respetado y guardado. MinJae estaba al tanto de que TaeHyung había estado perdidamente enamorado de SeokJin durante su adolescencia. Si había alguien más que pudiera escucharlo entrar en pánico ahora, aparte de SeokJin (pero no podía ser él, porque el pánico era por él), ese era el confiable MinJae, quien ya estaba felizmente comprometido.

Era por eso que SeokJin no sentía celos. De lo contrario, la historia sería diferente.

— Eso es bueno, mándale mis saludos —decía MinJi.

Aquello daba el pie para que TaeHyung saliera corriendo a vestirse nuevamente y cuando estaba listo para partir, SeokJin se levantaba también, siguiendo a TaeHyung hasta la puerta. — Te acompaño a la salida —murmuraba, su mirada cargada de palabras no dichas.

Una vez fuera, el aire fresco les golpeaba el rostro, la lluvia suave había cesado y TaeHyung respiraba hondo, como si intentara llenarse de valor. SeokJin podía sentir la tensión en su amigo, la lucha interna que estaba teniendo lugar.

— Gracias por hoy, Tae —mencionaba SeokJin, su gratitud genuina. — Sé que estabas listo para huir, pero te atrapé en el acto y te obligué a permanecer tiempo extra aquí —mencionaba rascando su nuca.

TaeHyung suspiraba y asentia, su mirada perdida en el horizonte. — Necesito pensar, Jin. En todo lo que ha pasado... en lo que siento.

SeokJin sentía un nudo en la garganta, pero asentía con comprensión. El mediodía ardía sobre ellos, y la tensión entre TaeHyung y SeokJin era palpable. Las palabras no dichas se suspendían en el aire, esperando ser liberadas. El azabache estaba a punto de irse.

—Tae... —comenzaba SeokJin, su voz firme y clara a pesar del caos que lo rodeaba.

TaeHyung lo miraba, encontrándose con la determinación en los ojos de SeokJin. Había una promesa en esa mirada, una invitación a cruzar un umbral del que no había retorno.

Sin previo aviso, SeokJin cerraba la distancia entre ellos, capturando los labios de TaeHyung en un beso que era una declaración, un acto de valentía. Era un beso que hablaba de riesgos y recompensas, de miedos enfrentados y de un futuro incierto.

TaeHyung respondía al beso con una sorpresa que rápidamente se transformaba en pasión. Sus manos encontraban su camino hacia el cuello de SeokJin, aferrándose a él como si fuera su ancla en la tormenta.

El mundo alrededor se desvanecía, y en ese momento, solo existían ellos dos, el calor del sol y la verdad que finalmente se hacía tangible entre sus labios.

Cuando se separaban, el silencio que seguía era uno de entendimiento y aceptación. SeokJin miraba a TaeHyung, su expresión serena pero llena de una intensidad nueva.

— Toma tu tiempo para enloquecer, pero ahora sabes —decía SeokJin, su voz apenas un murmullo. —Ahora sabemos ambos.

TaeHyung asentía, su mirada fija en SeokJin, como si viera a través de él por primera vez, tembloroso y ansioso. —Sí, ahora lo sé —decía sin aliento.

Sus piernas eran gelatina otra vez con un simple beso. Y en ese instante, con la claridad del cielo al mediodía, comprendía que el amor es el más dulce de los desvaríos, y habían caído juntos en su espiral hacía mucho tiempo atrás y ahora, estaba tomando forma.

Halmeoni: Abuela.
Hal-abeoji: Abuelo.


Bueno, perdón que pasó un mes de la última actualización 🥹

Gracias por el apoyo y la paciencia.💜🫰🏻 Lxs leo

Con amor niñita Nanykoo 💜

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