Capítulo 1

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Las noches son duras cuando se aproxima el invierno. El año en curso ha sido el más frío de los últimos quinquenios. Cuando la nieve cae sin reparos y cubre con un manto blanco toda superficie, la calefacción se vuelve absolutamente necesaria y las salidas a la calle son escasas. Si es extraño ver personas fuera, más lo es verlas sin abrigo.

Así caminaba, sin rumbo y descalzo, un hombre delgado de cabellera rubia y rasgos faciales hermosos.

Eran apenas las siete de la mañana, un par de alfas que regresaban de un club nocturno conversaban entre risas, desconsideradas a esa hora, sobre deportes y omegas.

Omegas.

Precisamente, el olor dulce y algo sutil de un omega llegó a sus fosas nasales, a pesar de sus niveles de alcohol en sangre. Cuando intercambiaron miradas maliciosas, y aprovechando la soledad matutina de las calles frías y abandonadas, se dirigieron a paso decidido hacia el joven de apariencia descuidada pero atrapante. Se notaba que no había nadie que respondiera por él.

No era su culpa, ellos eran alfas. Era culpa del omega por estar provocándolos con su atractiva figura. Esa banal justificación se formuló en sus mentes para avalar la fechoría que se disponían a cometer, la fantasía que se proponían cumplir.

Sin embargo, sintieron la efímera suerte esfumarse de su lado al olfatear otros aromas escapando por los poros del omega y que los pusieron en alerta: uno era a medicamentos, otro era ¿locura? ¿Qué tan desequilibrada debía estar una mente como para que ese olor fuese perceptible? ¿Siquiera era perceptible el olor de la locura? La preocupación de la existencia de alguna enfermedad en aquel joven desastroso los hizo retroceder entre gruñidos y dar media vuelta.

El muchacho ni siquiera notó su presencia, mucho menos su retirada, estaba demasiado concentrado en el nítido recuerdo que había aparecido hacía ya una semana y no se había borrado. Era tan fuerte que había prevalecido ante sus crisis de locura y la administración de fuertes medicaciones.

Jisun... Park Jisun. Ese nombre resonaba con fuerzas en su cabeza y no se apartaba, era demasiado especial como para desvanecerse. Pero, algo andaba mal, tenía la impresión de que había algo más, también importante, que estaba olvidando. ¿Por qué era incapaz de recordarlo? Su mente tampoco tenía libertad suficiente como para llevar sus ideas más allá, su hijo era lo único en que podía pensar.

«Mi hijo».

Ese pensamiento renovado hizo sus congelados y lastimados pies correr a más velocidad, ignorando el insoportable dolor que cada movimiento provocaba. Sentía que sus pulmones iban a quemarse, la respiración también era dolorosa. Todo era doloroso. Llevó la mano a su pecho y sintió el palpitar de su corazón, tenía la sensación de haber experimentado un dolor mucho más fuerte en ese lugar, mucho más que cualquier dolencia física que estuviese experimentando ahora. Pero no se detuvo a pensarlo demasiado.

Sus arremolinados recuerdos lo llevaron al lugar donde recordaba haber visto a su primogénito por última vez. ¿Estaría solo? ¿Estaría llorando por él?

¿Desde cuándo había estado separado de su pequeño? ¿Por qué no era capaz de recordarlo? ¿Por qué su mente estaba en un punto muerto entre la lucidez y la nada, en un irremediable e incomprensible bloqueo?

Eso no importaba. Nada importaba. Solo deseaba correr hacia allí y encontrarlo. Y así lo hizo, siguió su doloroso camino a la esperanza.

Jungkook se hallaba de pie frente a un viejo y destartalado edificio, en un barrio de mala muerte que jamás pensó pisaría. Ese era el lugar que habían encontrado los investigadores privados que contrató para encontrar a Park Jimin, ese era el lugar donde había estado viviendo su hijo, hasta su último aliento, y ese enamorado y desconocido omega que solo era recuerdos borrosos en su mente.

Este no era el principio de su recorrido, sino el final. El conocimiento de esas cartas y la certeza incierta y silenciosa; pero estridente, de la veracidad de su contenido, lo habían llevado sobre sus  pasos y sobre los pasos de Park Jimin. Había recorrido todos los lugares visitados por el omega, descritos en las cartas, todo en un intento de compenetrarse más con el sentimiento y traer a la luz ese pasado y rostro olvidados.

Ver las condiciones en las que Jimin debió dar a luz fue desgarrador. Lo era aún más estar frente al lugar donde su hijo había dejado su último suspiro y donde todo el amor y el sufrimiento de su desconocido amante habían sido plasmados en un papel, gastando en él, una vez más, el que pensó sería su último aliento.

A pesar de todo, la imagen nunca se completó.

Cuando le preguntó a Choi, la respuesta afirmativa de este sobre el recuerdo del joven le clavó un puñal en el corazón. ¿Por qué era el único ignorante a todo? ¿Por qué nunca notó tan sincero amor, si estuvo todo el tiempo frente a sus narices?

Seguramente su bondad superficial y ajena de compromisos era la culpable. Seguramente la libertad de la que tanto se enorgullecía era la culpable. Todas esas características que un desconocido supo notar habían llevado a esta situación.

En el fondo, ni siquiera sabía la verdadera razón tras sus acciones. ¿Compenetrarse? ¿Solo eso? ¿O había una mezcla de culpa y remordimiento? ¿Era acaso esperanza de amor? Y, si la hubiera, ¿con qué propósito?

Todo era desconocido para él, pero no le importaba. La verdad tras sus acciones la descubriría en algún momento. Ahora solo seguiría a su corazón, sin importar que el órgano vital dudase tanto del rumbo como su propietario.

—¡Jisun! ¡Jisun! ¡Estoy aquí, he venido por ti!

Jungkook escuchó una voz desconocida acercarse. Una voz desconocida que le hizo erizar la piel y temblar. Se volteó y allí estaba: sofocado, con sus cabellos rubios despeinados, descalzo y con las plantas de los pies sangrando, un hermoso joven.

Todos los recuerdos borrosos se volvieron uno, trayendo un brillo esperanzado a su mirada. Las imágenes convergieron en el rostro frente a él y un nombre abandonó inconscientemente sus labios.

—¿Park Jimin?

La atención del omega se fijó en él.

—Ese es mi nombre —habló confundido y elevó una ceja—. ¿Usted quién es?

Esa pregunta bastó para que el interior del escritor fuera retorcido por un intenso dolor inexplicable y... desconocido.

Capítulo uno completado. Espero que si alguien lee esta historia, me diga qué le parece la idea.
Dios, qué melancólico se escuchó eso XD.

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