Mono no Aware.

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Mono no Aware.

Scrisă de: MMIvens

"Ya sea que nos merezcamos esto o no, ya sea que estos sean los días más oscuros de nuestras vidas o la felicidad más brillante, hemos sido guiados por el amor. ¿Cómo puede algo salir mal cuando somos guiados por el amor?" - Morgan Parker

Las flores de cerezo caen encima de sus hombros, haciendo que el yukata azul oscuro que cubre su piel parezca cobrar vida. Y los pétalos blancos y rosas recorren su largo cabello negro... como las plumas de los cuervos que veo en mis pesadillas y las noches frías en las que solo veía sangre y cabezas colgadas.

Ahí está, en frente de mí.
La pesadilla que me atormentaba ha tomado forma y se ha adueñado de lo que más amaba.

Hanon, ¿lo recuerdas?
¿Recuerdas lo que dije?
Te conté que para admirar aquel castillo debías subir la colina Himeji en una primavera, cuando los cerezos florecieran y las garzas volaran.

Las gotas del rocío de esta mañana comienzan a caer de las ramas de los árboles arriba de nosotros.
Una gota resbala, un momento eterno por el cual rogamos nunca acabe. Eso termina cuando la gota cae en mi katana, la cual acabo de desenfundar frente a ti.

Ese momento, el medio, y lo que ocurrió después, era lo más valioso que había sucedido en mi vida; desgraciadamente, todo eso estaba perdido desde que comencé a portar esta armadura.

Te hablé del yeso que cubría el castillo.
Un yeso blanco y brillante, que lo hace ver puro y sagrado.
Cuando lo miras desde la colina; el blanco, el verde, y el azul, parecen ser los mejores colores pintados en un paisaje nostálgico, acompañado de pétalos rosas que cuentan la historia de todas las mujeres que se quitaron la vida frente a ellos y con su sangre transformaron las flores.

Una reverencia frente a mí, sin sonreír, sin mostrar sentimiento alguno; igual de frío como aquel día en que te vi por primera vez. Fue un invierno, tu rostro blanco como las garzas del castillo, y tus ojos nublados.

Desenfundas la katana que yo te enseñé a usar, y la mantienes en alto a pesar de que te repetí que eso es incorrecto. Tal vez quieres que refleje la luz del sol y me ilumine.
¿Pero qué se supone que va a iluminar si no puede atravesar mi armadura? Te negabas a comprender la espada; preferías otras armas, como los filosos shuriken.

¿No quieres que te ilumine a ti?

—Namu amida butsu... —susurras, tomando posición de ataque.

Cargar este tipo de arma es complicado. Creo que olvidé decirte que el bokken con el que practicabas era más ligero, pero eso ya lo sabías.
De todas formas, aceptaste el duelo.

El castillo Himeji es la segunda cosa más hermosa que he visto a lo largo de mi vida. Sin duda, es un maravilloso espectáculo. Cuando lo ves atentamente, parece ser una garza blanca que extiende sus alas para volar.
Se dirigirá al paraíso de Buda, donde encontrará la paz que tanto buscó en este mundo sanguinario en el cual usamos cualquier excusa para matarnos.

Ambos damos el primer paso, sin jadear, y avanzamos rápidamente el uno hacia el otro.
El sol recién salió, pero la brisa que viene contigo es como si aún fuera de noche y los demonios estuvieran sueltos.

¿No te vas a detener?

Corremos y nos hacemos frente, golpeando una espada contra la otra.
Tu ágil entrenamiento es bueno, pero yo le he entregado mi vida a una espada.

Entiendo. Si no te detienes, yo tampoco lo haré.

Las flores de cerezo caen en tu cabello y en el mío. Un espectáculo se está formando alrededor de nosotros.

El Himeji-jō es la segunda cosa más hermosa que he visto, por eso quería verlo contigo.
Y tú eres quien ocupa el primer lugar de la lista de maravillas que he admirado y quiero seguir viviendo por ellas.

Porque nunca había visto a alguien más bello que la persona delante de mí... apunto de matarme.

~•~•~•~

—Te ascendieron, ¿cierto? —preguntó el joven samurai Ryō, quien se mete siempre en conversaciones ajenas.

—Escuchando a escondidas de nuevo, ¿verdad? —respondió Shin, dejando ver una larga arruga en su frente.

El rumor se había corrido de inmediato en todo el castillo Edo, aún más veloz de lo que el emperador tardaba en tomarse una botella de sake.

"Tokugawa Ieshige, el noveno shōgun Tokugawa de Japón, era un cobarde que prefería ocultarse y dejar que el país se deteriorada por la hambruna y las pestes en vez de asumir su cargo". Pero eso no era lo único que se escuchaba en cada pasillo. Todos sabían que el chambelán había sido asignado a los asuntos gubernamentales.
Todo esto comenzaba a causar un gran declive del poder del clan Tokugawa.

—Maldición —exclamó Ryō—. ¿Qué clase de líder tenemos? Prefirió encargarte a ti su trabajo mientras él va a Kioto a disfrutar del teatro kabuki casi todas las noches. Lo mejor sería que el señor Tokugawa Munekata o el señor Tokugawa Munetada fueran los gobernadores. Son más capaces que el enfermo analfabeto que tenemos como gobernante.

—Ryō, ya no somos jóvenes —Ooka lo miró fijamente—. Ponte de pie.

El joven samurai se puso de pie inmediatamente, pero sus rodillas temblaban y rogaban por caer en el suelo. Shin ya no era su viejo amigo de la infancia con el que hablaba cualquier cosa, y Ryō nunca supo medir sus palabras. Sus otros compañeros bajaron la cabeza, para no mirar tal escena.

Por mucho tiempo se habían respetado a los líderes como deidades, pero ahora esos líderes se habían deteriorado y reinaban Japón cada vez peor, aún así, todos guardaban sus inconformidades.

Shin extendió su mano, y le retiró el sello de su armadura—. Busca al capitán de la escolta y ordénale que se presente de inmediato con el señor Tokugawa. Necesitáremos escolta para ir a Kioto dentro de unas noches —ordenó, guardando el sello al igual que su arma. Ryō suspiró aliviado.

—Ah, y dile que tu sello fue retirado —volvió a decir, sin si quiera verlo a los ojos—. Adiós —terminó de pronunciar, dándole la espalda, y volvió al interior del castillo Edo.

Ryō se tiró al suelo, golpeando su frente contra éste con una fuerza inconmensurable, causando heridas en su frente y rodillas.

—¡Sí, señor! —gritó, aún sabiendo que Shin no lo había escuchado.

Su amigo de la infancia era solo eso. Hablar mal acerca de un señor... el castigo mínimo era la muerte. De otra manera, no importaba si eran más de 50 personas pertenecientes a la misma familia, todos serían decapitados y algunos quemados.

Porque en un país donde todo era muerte, lo mejor era callar, adorar, y morir de esa manera, a hablar como idiota y condenar a toda tu sangre.

~•~•~•~

Polvo de arroz oshoroi. Kumadori...
La piel del chico se transforma. Pierde el color humano al aplicar el polvo blanco como la nieve en primavera.

—¡Niño Hanon, ¿estás listo?! ¡Pronto abriremos puertas! —los gritos de un señor provenían de afuera.

Hanon era el actor más joven al estar rodeado de treintañeros. Mientras que él solo tenía 24, pero sus actuaciones no perdían encanto por tal cosa. Cantaba, bailaba, y no solo eso, era capaz de hacer movimientos rápidos y precisos cuando se requería.

—¡Salgo en un minuto! —alzó la vista para verse una última vez en el espejo.

A pesar de todo el maquillaje que se reflejaba, y su colorido vestuario... Él seguía sin verse.

Se puso de pie, terminando de acomodar el kimono. Una pieza que lo hace ver más corto de estatura y busca marcar las curvas de una mujer, sin olvidar el color rosa usado por la bella doncella. Un kimono que ha llevado más de un año para su elaboración. Una obra de arte recorriendo cada parte de su cuerpo.

"Si yo no salgo y no me encargo de esto por mi cuenta, nadie más tomará mi lugar"

—pensó.

~•~•~•~

—Señor Tokugawa, los hombres detrás están siendo muy ruidosos. ¿Debería callarlos? —inquirió Shin, llevando sus manos al mango de la katana.

—No, eshtá biel pol ahoras. —Respondió Tokugawa Ieshige, sin mostrar estrés por su manera de hablar.

Tokugawa sufría enfermedades crónicas y severo defecto en el habla. Sus dientes estaban torcidos y muy deformados, razón por la que hablaba escupiendo y no podía pronunciar ciertas palabras.
El señor Yoshimune no tomó muchas cosas en cuenta, prefirió dejarse llevar por el principio confuciano de la primogenitud y le heredó el puesto a Ieshige.

—Sí, señor —Shin hizo una profunda reverencia en forma de disculpa por haberlo distraído de la obra.

Los amantes suicidas de Sonezaki, una obra que estaba al punto de ser prohibida, pero por su gran éxito aún perduraba en cada ciudad. Sin embargo, para Shin, era solo otra diversión de la cual no conseguía gozar, prefería estar listo para cualquier revuelta.

Los cantantes entraban y salían por el hanamichi (camino florido), haciendo entradas dramáticas y encantadoras.
Tokubei, un personaje de la obra, se recuperaba de una golpiza y regresaba al lugar de trabajo de la prostituta Ohatsu.

Tokubei sería ejecutado o exiliado, así que decide planear su escape con Ohatsu, su amada.
Los dos viajan al bosque de Tenjin y comienzan una larga conversación poética sobre el amor, la vida, y la muerte. El escenario se torna azul, y se recrea la imagen del templo Shonezaki, y del tronco de un árbol crece una piña y una palma, a pesar de que el árbol ya está muerto.
Juntos deciden que allí será el fúnebre acto.

Shin decidió alzar la vista al escuchar ciertas frases y ver una encantadora danza, del personaje Ohatsu.
Tal vez él no lo recuerda, pero esa fue la primera vez que veía algo más encantador que el castillo Himeji.

Hanon, quien interpreta a la prostituta Ohatsu, está dando un espectáculo encantador bajo el estilo onnagata. No solo imitaba el comportamiento de una mujer, él llegaba a la maravillosa esencia de ellas, buscando su feminidad y elegancia. Porque tratar de imitar a una mujer en el kabuki era un arte que debía ser apreciado.

Ohatsu, fue amarrada al árbol por su amante Tokubei, quien no dejaba de temblar al pensar en sus actos. La navaja va en todas direcciones por el nerviosismo, hasta que uno de ellos finalmente da con la garganta de Ohatsu, y mientras ella se desangra... Tokubei pasa de igual manera la navaja por su cuello y ambos mueren.

Las luces se apagan y el acto termina.

~•~•~•~

"Nos honraría su presencia" —las cartas no cesaban. Sólo una noche, era lo único que pedían y a cambio unas monedas de oro.

—¡Por favor, señor Ooka, hágame su aprendiz! —gritó Hanon, en la entrada del dojo perteneciente a Shin, el cual no pudo evitar sentirse confundido.

El chico que había danzado con delicadeza y elegancia estaba arrodillado frente a él, mojándose con la lluvia, y tirado en el lodo. Unas cartas estaban en sus manos, todas con sellos reales. Shin lo entendió y le permitió la entrada.

"El té que prepara es agradable" —no podía evitar pensar en ello cada vez que Hanon lo preparaba antes de las lecciones.

—Lo estás sosteniendo mal.

—Sostenlo con más fuerza.

—Retrocede un poco.

—¡Más derecho! —Shin era estricto.

—¡Sí, señor Ooka! —y Hanon era muy obediente y talentoso.

"Bushidō", era algo que Shin siempre repetía cuando tomaba una ducha en las aguas termales y tocaba sus heridas. Se concentraba en aclarar su mente y pensar en el vacío..., hasta que él se convertía en el vacio del universo y de sí mismo.

—¿Qué es eso que repites? —preguntó Hanon, tocando una de las cicatrices en su espalda.

Al ser ambos cercanos en edad, comenzaban a tener más confianza. Dejaron de llamarse por "señor" y comenzaron a llamarse solo por sus nombres. Pero nunca lo hacían fuera, preferían ni si quiera mantener contacto visual.

—"El camino del guerrero"; entrego mi vida, mi lealtad, y mi honor hasta la muerte.

—¿Incluso la muerte?

—Incluso la muerte.

Cuando practicaban con los bokken los golpes eran mortales. Shin le enseñó a Hanon que los samurai no estaban listos para matar, en realidad estaban listos para morir. El camino del samurai se encuentra en la muerte.

Si uno vive como si su cuerpo ya estuviera muerto consigue la paz absoluta.

—¿Qué piensas de los amantes suicidas de Sonezaki? —preguntó Shin, acariciando el cabello de Hanon, quien se encontraba desnudo sobre su cama.

El cabello negro de ambos al estar suelto parecía ser de uno solo.

—Odio esa obra. —Respondió Hanon, apretando sus dientes. Era tan delgado que cuando se molestaba sus venas parecían apunto de estallar.

—¿Cuál es la razón?

—La obra brilla con esplendor pero..., es más bien una historia de cobardía. Dos enamorados que, incapaces de hacer frente a su destino, deciden morir juntos, gritando entre llantos y sangre que si no pueden ser el uno para el otro, nadie será de nadie.

Las prácticas duraban por horas, y cuando caía la noche se recostaban en el césped a ver el cielo estrellado.

Shin salía muy seguido, y comenzaba a tener problemas las noches que vigilaba el castillo Edo. Se oían rumores de conspiraciones contra el señor Tokugawa por parte de sus hermanos, y también se habían encontrado rastros de asesinatos ninja en las entradas principales.
El reinado de Ieshige era un desastre. Edo moría de hambre y las plagas acechaban las pequeñas ciudades.

—¿Te sucede algo? Te encuentro más estresado, Shin. —Preguntó Hanon, recargándose en la espalda de su amante.

—Me asustaste, Hanon —ignoró la pregunta, tomándolo de las manos—. Eres muy silencioso, ¿lo sabías?

—Es una cualidad del teatro.

Las cosas empeoraron cada vez más en el castillo Edo. Tokugawa Ieshige era el gobernador de quien más se hablaba mal. Y los rumores de que sería asesinado en cualquier momento seguían aumentando, por lo cual, tuvieron que reforzar la vigía por las noches. "Los hermanos del señor Tokugawa están haciendo tratos ilegales con ninjas".

—¿Qué es esto? —Shin sacó, de una pequeña bolsa perteneciente a Hanon, una pequeña botella color amarillo.

—Es solo maquillaje.

El gobernador estaba cada vez más grave, sus dolores crónicos no eran buena señal.

—A veces la hoja se hunde, pero la piedra flota —siseó Shin, admirando el comienzo de la primavera.

Habían pasado un par de meses desde que conoció a Hanon, pero la imagen de su danza aún perduraba en la cabeza de Shin.

—¿Cuál de todas las piedras flota? ¿Conseguiste la suerte? —Hanon se acercó más a él, sin apartar la vista del río a media noche.

—La piedra que tú lanzaste —respondió Shin, tomándolo de la mano, sin apartar la vista del río de igual manera—. Esa es la que siempre flota.

—¿No crees que la luna es hermosa?

—Sí, yo también creo que te quiero —dijo sin más. Tsuki o Suki, ¿hay alguna diferencia?

El shuriken cayó de la prenda de Hanon, cuando los cerezos apenas comenzaban a florecer y las noches brillaban.

Oh, querido Hanon, ¿por qué no lo ocultaste mejor? ¿O es que acaso ya te habías enamorado?

~•~•~•~

Entonces, ¿lo recuerdas?
¿Recuerdas cuando prometimos ver el Himeji juntos?

La katana roza mi mejilla, causando que un poco de sangre se derrame. Si te hubiera atado a un árbol, me encantaría haber recreado aquella obra tan esplendorosa.

¿Recuerdas que te dije que parecías una garza blanca apunto de volar lejos de aquí?

Devuelvo la herida a tu hombro, a tus delicados y hermosos hombros. Desearía poder ver las líneas de tu clavícula una vez más, y asemejarla con la maravillosa arma que estoy portando.

—¿En qué estabas pensando? —pregunto, cortando parte de tu cabello, y tú me regresa un golpe con la parte no filosa del arma.

—Me arrepiento de tu asenso —exclama, intentando mostrarse tranquilo.

¿Por qué no emprendes tu vuelo ya?

Logro tumbarte, y caigo encima de ti, apartando tu arma. Estaba pensando en la noche cuando dormíamos juntos por el frío. Temblé al pensar en que pasaría si uno de nosotros moría congelado. El miedo que sentí al pensar en un día sin ti a mi lado fue destructor.

Te desperté solo para darte un beso en la frente, y tú reaccionaste con temor. Me pregunté con nostalgia: "¿Qué habrá vivido para tener tanto miedo?".

Recuerdo con claridad aquella danza y canto en el teatro kabuki. El polvo de arroz en tu piel era brillante como las paredes del Himeji.
Era bellísimo.

Me golpeas hasta apartarme, pero yo te vuelvo a tomar del cuello y te arrastro hasta chocar contra un cerezo. Las flores caen en tu rostro, lo cual te hace más hermoso.

Tomo mi espada y corto tu cuello, pero no mueres.

Lo recuerdas, ¿cierto?
Mi alma llora al pensar que no verás aquel magnífico castillo.
Y yo lloro al pensar que no volveré a encontrarte en esta vida.

—Shin... yo lo... —susurras ahogándote en sangre y tus ojos solo consiguen llenarse de lágrimas hasta quedarse en blanco.

Levanto mi espada tratando de llevarla a mi pecho, pero recuerdo claramente tus palabras acerca de Los amantes suicidas de Sonezaki. Tú querías que ambos aceptaran el destino y murieran de esa manera, o que dejaran al otro vivir para que encuentre la felicidad.

Siempre tuviste razón.

Hanon, quien nunca me hizo saber su apellido o acerca de su familia, quien portaba polvo de arroz en casi todo su cuerpo, y quien dejaba caer su cabello negro sobre mi pecho, es la persona más hermosa que he visto a lo largo de mi vida.
El actor más bello... Mi Hanon.

Guardo mi katana y tiro un par de shuriken a tu lado. Te quemarán y buscarán acerca de ti.

—Namu amida butsu. —Pronuncio.

Oh, Hanon, Buda salve tu alma y puedas descansar en su paraíso.

Amado Hanon... Ojalá los demonios se apiaden de nosotros y nos encontremos en otra vida en vez de huir.

¿Sabes lo que es 物の哀れ?
Aunque lo que hayamos vivido fuera efímero, seguiremos viéndolo hermoso. Aunque sea una tristeza profunda, seguirá siendo esplendorosa. Aunque ya no estés aquí, seguirás siendo magnífico.
Eso es mono no aware.

Que los dioses nos sonrían por toda la eternidad, Hanon.

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